sábado, 19 de diciembre de 2020

EL CARDENAL VON GALEN, EL HOMBRE QUE SE ENFRENTÓ A HITLER

 

A veces, la voluntad de un solo hombre puede tener la fuerza de todo un Ejército. Ciertamente, este hombre debió de ser muy valeroso, pues, fiel al lema de su escudo de armas “ni adulación, ni temor”, no vaciló a la hora de enfrentarse al nazismo. Hasta el propio Einstein alabó la labor de este prelado católico.

Clemens August Graf von Galen, que así era como se llamaba, nació en 1878, en una localidad alemana de la Baja Sajonia, muy cercana a la famosa ciudad de Münster.

Fue el undécimo de trece hijos de una familia de la nobleza de Westfalia. No hay más que ver que en su apellido lleva la palabra “graf”, o sea, conde.


Como ya dije en otro de mis artículos, dado que, desde que cayó la Monarquía, en Alemania no están reconocidos oficialmente los títulos nobiliarios, los aristócratas se los pusieron dentro de sus apellidos.

La mayoría de sus familiares fueron políticos o altos dignatarios de la Iglesia Católica. Así que no es de extrañar que en su educación primara el aspecto religioso. De hecho, su propia madre siempre fue muy devota.

Así que sus padres lo enviaron a un colegio jesuita. Sin embargo, como en esa época todavía seguían vigentes las leyes que impuso Bismarck contra la Iglesia, sus exámenes no eran reconocidos oficialmente. Por tanto, al final tuvo que matricularse en una escuela pública en la que se graduó de secundaria .

Posteriormente, se trasladó a Suiza, con el fin de estudiar en la Universidad de Friburgo. Sin embargo, tras un viaje a Roma, durante el que pudo conversar con el Papa León XIII, decidió hacerse sacerdote.

Así que, primeramente, ingresó en un seminario jesuita en Innsbruck (Austria). Después, se trasladó a Münster (Alemania), donde prosiguió sus estudios y fue ordenado sacerdote en 1904.

Posteriormente, estuvo un tiempo trabajando a las órdenes de su tío, que era el obispo de Münster, para pasar luego a ejercer como párroco de varias iglesias.

Precisamente, cuando ejercía como párroco de la iglesia de San Matías, en Berlín, conoció al nuncio del Vaticano, que fue a escuchar uno de sus sermones, que se habían hecho famosos en la capital.

Se trataba nada menos que del arzobispo Eugenio Paccelli, que con el tiempo llegaría a ser el Papa Pío XII. Parece ser que al, por entonces, nuncio, le gustó la forma en que predicaba sus sermones y se hicieron buenos amigos.

Tras la derrota alemana en la I Guerra Mundial, fundó varios comedores para la gente necesitada. Algunos dicen que lo hacía para que estos no abrazasen las teorías comunistas, que entonces estaban muy en boga.

Posteriormente, fue enviado como párroco a una iglesia de Münster, donde, en 1933, fue nombrado obispo de esa ciudad. Justamente, el mismo año en que Hitler llegó al poder.

Aunque, desde unos años antes, Hitler ya era un político muy conocido, no pudo aspirar a llegar al Gobierno hasta 1932, año en 

que le permitieron nacionalizarse alemán, porque era de origen austriaco.

Así que veremos que, no sé si casualmente, las vidas de Hitler y von Galen corren paralelas. Pero, lógicamente, cada uno en su ámbito profesional.

Parece ser que, en ese nombramiento de von Galen, algo tuvo que ver Paccelli, pues, aunque no llegó a ser Papa hasta 1939, sí que tenía un gran poder, como secretario de Estado del Vaticano.

Precisamente, el cardenal Paccelli, fue el que negoció y firmó, en ese mismo año, el concordato entre el Vaticano y la Alemania de Hitler, que aún sigue en vigor.

En 1935, nuestro personaje, ya empezó a destapar la ideología del nazismo. En una carta pastoral dirigida contra las tesis del ideólogo nazi Alfred Rosenberg, califica sus teorías como “idolatría recaída en la noche del paganismo”. También, von Galen, dejó caer la idea de que no le importaría morir como un mártir.

Tampoco se cortó un pelo a la hora de meterse con la jerarquía eclesiástica alemana, que presumía de realizar una diplomacia silenciosa, pero que era desconocida por el pueblo.

En 1937, ordenó la publicación de la encíclica papal “Con ardiente preocupación”, promulgada por Pío XI y escrita por el cardenal Paccelli. Parece ser que estuvo inspirada en una reunión, que tuvo lugar el año anterior, entre el Papa y varios obispos alemanes, entre los que estaba von Galen, los cuales le narraron los hechos que estaban ocurriendo en su país.

Por ello, el 21/03/1937, Domingo de Ramos, esta encíclica fue leída a los fieles en todas las iglesias católicas de Alemania.

Lógicamente, esto no gustó absolutamente nada a los líderes nazis, que incautaron todos los periódicos y máquinas para imprimir, que tenía la Iglesia. También cerraron varios monasterios y seminarios. Incluso, la propia encíclica, fue censurada en la España franquista.

Poco después, los nazis, también cerraron todos los centros católicos de enseñanza y también prohibieron las asociaciones católicas de jóvenes.

Sin embargo, von Galen, siempre fue un nacionalista alemán y, cuando empezó la II Guerra Mundial, animó a que los jóvenes se alistaran para defender a su patria. Incluso, se mostró de acuerdo con invadir la URSS para combatir “la plaga del bolchevismo”.

En 1941, von Galen se hizo famoso, no sólo en Alemania, sino en todo el mundo, gracias a tres de sus sermones. Estos fueron imprimidos por los Aliados y difundidos de forma clandestina en Alemania.

El primero de ellos es de junio de ese año. En él, protesta contra el Gobierno alemán, pues había disuelto la orden de los jesuitas y otras órdenes monásticas, incautando todos sus bienes.

Por ello, acusa al Estado de que les están robando todos los derechos a los ciudadanos alemanes, si, de un día para otro, les quitan todos sus bienes y los encarcelan, sin ni siquiera un juicio previo.

El segundo sermón es de mediados de julio de ese año. En él, vuelve a insistir en que el Estado está tratando de manera injusta a sus ciudadanos, a base de cerrar conventos y expulsar a los miembros de esas comunidades religiosas. Incluso, dice que nadie ha contestado al telegrama que envió, nada menos que a la Cancillería del Reich.

Así que en ese sermón dice: “Somos yunque y no martillo”. “Si es lo suficientemente resistente, firme, duro, entonces, el yunque suele durar más que el martillo”.

Para acabar con una frase tomada de Los Hechos de los Apóstoles: “¡Hay que obedecer a Dios, más que a las personas!”. Supongo que esta última frase le chirriaría en los dientes a un dictador tan orgulloso como Hitler.

El tercer sermón data de principios de agosto del mismo año. Aparte de que sigue denunciando la expulsión de los clérigos de conventos y monasterios. Ahora trata otro tema.

Esta vez, denuncia que se tiene constancia de que se está sacando a muchos enfermos de los hospitales, sin el consentimiento, ni de ellos, ni de sus familiares y, posteriormente, se informa a estos últimos de que su pariente ha fallecido y su cuerpo ha sido incinerado. Estos son, claramente, casos de asesinatos y no de una posible eutanasia solicitada voluntariamente y así lo afirma este prelado. Por tanto, lo denuncia ante la Justicia y pide que también lo hagan todos sus fieles.

Los nazis no hicieron esto sólo con los enfermos terminales, sino con todo tipo de discapacitados físicos y mentales.

Parece ser que estas personas no les gustaban a los nazis, porque no eran un modelo de la raza superior, que ellos reivindicaban para los alemanes. Así que, en palabras de Hitler: “la guerra era el mejor momento para eliminar a los enfermos incurables”.

A pesar de que las palabras de von Galen consiguieron que se produjeran protestas por toda Alemania y, oficialmente, estos experimentos acabaron en agosto de ese año, lo cierto es que continuaron. Incluso, Pio XII, que acababa de acceder al Papado en 1939, declaró que “el asesinato directo de una persona inocente por defectos físicos o mentales no está permitido”.

Supongo que esto haría reflexionar a muchos alemanes, porque, incluso, varios de los líderes nazis habían sido formados como católicos, como los casos de Hitler o Himmler. Sin embargo, en esta operación colaboraron miles de médicos, sin oposición de ningún tipo. Sin embargo, sí hubo cierta oposición entre las enfermeras.

No obstante, se sabe que la operación Aktion T4, que así era cómo se denominaba oficialmente, comenzó, justamente, al principio de la guerra y acabó con la rendición de Alemania.

No se conocen, con exactitud, las cifras exactas, pero se calcula que fueron alrededor de 300.000 personas (hombres, mujeres y niños) las que fueron asesinadas en diferentes hospitales psiquiátricos, repartidos por Alemania, Austria, Polonia y la antigua Checoslovaquia.

Muchos de los médicos que trabajaron en Aktion T4, luego fueron trasladados a los campos de exterminio nazis, para que enseñaran a sus colegas a utilizar los gases con el fin de asesinar, más fácilmente, a los desdichados que eran llevados allí.

Igual a algunos les haya extrañado que el régimen nazi no se metiera con von Galen, pues ya había encarcelado a otros sacerdotes. Lo cierto es que lo tuvieron en el punto de mira, pero Hitler, por consejo de Goebbels, ordenó que no lo mataran hasta el final de la guerra, para que la gente no lo viera como un mártir en un momento en que, a causa del esfuerzo bélico, estaban debilitadas las estructuras del Estado.

Tampoco he visto ninguna foto de este prelado con la jerarquía nazi, pues muchos de ellos hubieran parecido insignificantes junto a un sacerdote de 2 metros de alto y que siempre fumaba en pipa.

Aparte de que había muchos católicos en el Ejército alemán y, si la Gestapo hubiera detenido a este prelado tan famoso, es posible que se hubiera producido una rebelión entre los uniformados.

No obstante, los nazis, se vengaron deteniendo a uno de los hermanos del prelado y encerrándole, durante toda la guerra, en uno de sus campos de concentración, aunque tuvo suerte y salió vivo de esa cruel experiencia.

Además, von Galen, dejó caer que, si mataban a la gente por “no ser productivos”, muy pronto podrían hacer lo mismo con los inválidos de guerra, que cada vez eran más, y eso alarmó a la población. Incluso, los sermones de este prelado fueron publicados por el bando de los Aliados y lanzados sobre las líneas alemanas, en forma de octavillas, desde aviones de la RAF.

Estos sermones tuvieron tanto eco en Alemania, que hasta la famosa organización opositora la Rosa Blanca incluyó algunos fragmentos en los panfletos repartidos por este grupo.

Von Galen fue miembro de la Soberana Orden de Malta y es considerado por ésta como uno de sus santos y, por ello, le rinden homenaje anualmente. También se sabe que mantuvo muchos contactos con grupos de la oposición al nazismo.

Curiosamente, al final de la guerra, dejó muy claro que los Aliados habían sido los enemigos de Alemania. También rechazó la tesis de USA de que todos los alemanes eran culpables de los crímenes del nazismo. Tal y como pretendían convencerles sus expertos en guerra psicológica.

Así que criticó muchas de las medidas tomadas por las autoridades militares de ocupación, como el encarcelamiento de todos los funcionarios alemanes o la expulsión de los alemanes que siempre habían vivido en zonas de la Europa Oriental. De hecho, fundó un pueblo para realojar a esos refugiados.

Al mismo tiempo, fue la voz de muchos alemanes, que estaban siendo maltratados por los ejércitos aliados de ocupación. Levantó la voz contra las violaciones que venían sufriendo las mujeres a manos de los soldados soviéticos o los asaltos y robos cometidos en las casas, por parte de los soldados británicos y de USA.

No le importó enfrentarse a las autoridades británicas, que ocupaban su zona. Parece ser que les dijo: “igual que luché contra las injusticias nazis, lucharé contra cualquier injusticia, sin importar de donde venga”. Esta vez, se volvieron a publicar sus sermones y se repartieron de forma clandestina por todos los hogares alemanes.

Parece que esto no hizo mucha gracia a los flemáticos británicos y le exigieron renunciar a su cargo, cosa a la que él se negó. Eso sí, le incautaron su coche y le prohibieron visitar las parroquias de su obispado.

Incluso, les dijo, a los británicos, que, al expulsar a los funcionarios de sus puestos, estaban haciendo lo mismo que hicieron los nazis, cuando llegaron al poder. Con la diferencia de que éstos les dieron una pensión y los británicos no.

Por lo visto, von Galen, tenía muy preocupados a las autoridades británicas, las cuales invitaron a un obispo anglicano a que se enfrentase con él, pero rechazó la invitación, porque lo admiraba al ver que el alemán tenía una gran autoridad sobre su pueblo.

En febrero de 1946 fue creado como cardenal por su amigo Pío XII. Cuando le impuso el capelo cardenalicio, el Papa, le dedicó estas palabras: “Dios te bendiga, Dios bendiga a Alemania”.

Curiosamente, el Papa nombró cardenales a otros dos obispos alemanes. Así que von Galen aprovechó para decir: “El Santo padre ha reconocido así que no todos los alemanes están sujetos a la condena que el mundo quiso pronunciar contra ellos”.

Hay que hacer notar que los británicos pusieron todos los impedimentos para que fuera a Roma. Sin embargo, su estancia en esa capital fue sufragada por cardenales procedentes de USA.

Regresó a mediados de marzo a su ciudad de Münster, donde fue muy bien recibido por todos sus ciudadanos. Una ciudad que se hallaba devastada por los bombardeos aéreos.

Desgraciadamente, una semana después sufrió fuertes dolores abdominales. Supongo que, al tener en esa época, de la inmediata posguerra, una sanidad en estado muy precario, no le supieron diagnosticar a tiempo una apendicitis. Parece ser que esto fue lo que provocó su muerte. Fue enterrado en la cripta de la catedral, que aún se hallaba en ruinas.

En 1956, varias asociaciones católicas, pidieron al nuevo obispo de Münster que solicitara el inicio del proceso de beatificación.

Parece ser que fue aceptada por el Vaticano, pero, como se sabe “las cosas de palacio van despacio”.

Así que este proceso concluyó de forma positiva y en 2005 fue nombrado nuevo beato de la Iglesia Católica. Curiosamente, el mismo día en que se cumplía el 47 aniversario de la muerte de su amigo Pío XII.

 



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