miércoles, 16 de diciembre de 2020

UN GRAN AVENTURERO, ALEXANDER VON HUMBOLDT

 

Hoy voy a dedicar este artículo a una persona que tuvo la suerte de heredar una fortuna y saber gastarla en lo que más le apasionaba, que era viajar para conocer otros países y 
estudiar su fauna y su flora. Algo insólito para muchos ricos de esa época, que sólo pensaban en divertirse y dilapidar su herencia. En cambio, otros sólo se dedican a ahorrar, sólo para ser los más ricos del cementerio.

Alexander von Humboldt, es el nombre por el que le conocemos hoy en día, aunque no fue su nombre completo, que era mucho más largo.

Nació en Berlín, en 1769, en el seno de una familia muy acomodada. Su padre era un militar de alto rango, que fue nombrado chambelán de palacio por los reyes de Prusia, mientras que su madre era una rica heredera, que había quedado viuda de un matrimonio anterior y además poseía una buena fortuna.

Por ello, la familia siempre tuvo muy buenas relaciones con la Casa Real de Prusia. Concretamente, el futuro rey Federico Guillermo II de Prusia fue su padrino de bautizo.

Los padres de Alexander quisieron darle una excelente educación a él y a su hermano Wilhelm, que llegó a ser uno de los ministros de Prusia. Basaron su formación en las ideas de Rousseau y, para ello, contrataron a muy buenos profesores, que siempre les exigieron un buen nivel de aprendizaje.

Supongo que, en esta decisión, tendrían mucha influencia las ideas de su madre, que procedía de una familia francesa y protestante.

Parece ser que, desde pequeño, tuvo una gran inclinación por la Naturaleza. Concretamente, animales, minerales y plantas. Algo que no coincidía, exactamente, con lo que pretendían sus padres con esa educación tan esmerada que habían elegido para ellos.

Realmente, sus padres buscaban formar a sus hijos para que ocuparan puestos relevantes en la Administración del Estado del Reino de
Prusia. Cosa que logró su hijo Wilhelm.

Su padre murió cuando Alexander sólo tenía 10 años, así que, desde entonces, la educación de ambos quedó bajo la supervisión de su madre.

Posteriormente, ambos hermanos fueron a estudiar a la antigua Universidad de Brandeburgo en Frankfurt del Oder. No confundir esa ciudad con la más famosa de Frankfurt del Main.

He dicho antigua Universidad, porque, a principios del siglo XIX, fue fusionada y trasladada a la Universidad de Breslau, una ciudad que ahora se llama Wroclaw y pertenece a Polonia.

En Brandeburgo estudiaron muchos personajes famosos, quizás los más conocidos sean el teólogo protestante Thomas Müntzer y Karl Philip Enmanuel Bach, célebre músico y uno de los muchos hijos del gran compositor Johann Sebastian Bach.

Volviendo a nuestro personaje de hoy, Wilhelm estudió Derecho, mientras que Alexander se decantó por la Economía.

No obstante, parece ser que no les gustó mucho ese centro y, muy pronto, se trasladaron a otro más prestigioso, la Universidad Georg August en Göttingen, situada en esa ciudad de la Baja Sajonia. Por lo visto, también parece que, en esa decisión, influyó la voluntad de su madre.

Por lo visto, allí encontró Alexander lo que iba buscando. Aparte de continuar con sus estudios de Economía, se formó en otras disciplinas, como la Botánica, la Antropología o la Zoología.

Incluso, realizó un viaje de estudios a través del Rin hasta Gran Bretaña. A la vuelta, fueron a París, donde les pilló nada menos que la Revolución Francesa. No obstante, pudieron salir sin ningún problema de Francia.

Posteriormente, estuvo haciendo un curso para poder trabajar como funcionario en la administración de las minas de Prusia. Así consiguió sacar más rentabilidad a la explotación de muchas de esas minas.

Parece ser que también diseñó una lámpara y un respirador para usar dentro de las minas y, más concretamente, en las labores de rescate de los mineros, cuando se quedaban atrapados en el interior de las mismas.

No obstante, durante su tiempo en las minas, siguió estudiando el comportamiento de los animales y las plantas. Además de las propiedades del aire y su importancia en el mantenimiento de todos los seres vivos.

En 1796, tras la muerte de su madre y después de haber cobrado su herencia, renunció a su puesto como funcionario y empezó a viajar por el mundo.

He de decir que ya era una persona muy conocida en Alemania y que tenía muy buenos amigos, como Schiller o Goethe.

Empezó por viajar a Italia y a Francia. En ambos países, dio conferencias sobre los temas a los que había dedicado y allí conoció al botánico Aimé Bonpland, que le acompañó en su viaje por América.

En un principio, parece ser que intentaron enrolarse en la expedición de Napoleón rumbo a Egipto, pero éste sólo quería llevar a los científicos más solventes en cada materia y ellos aún no lo eran.

Desde Francia viajaron a España y, después de solicitar, durante bastante tiempo, un permiso para poder investigar en la América española. Al fin, lo consiguió gracias a la fama que le iba precediendo sobre sus investigaciones en diversas materias.

De hecho, fue el primero que dio a conocer que había una meseta en el centro de la Península Ibérica. Supongo que tuvo mucho que ver que recorrieron a pie buena parte de la Península, tomando muestras y mediciones de todo lo que se iban encontrando.

No debemos olvidar que las riquezas de las colonias se consideraban un secreto de Estado, pues había muchas potencias extranjeras con ganas de apropiárselas. Así que este permiso dado a un extranjero fue algo excepcional para lo que era habitual en la Corona española.

Por lo visto, su mentor, para conseguir el buen fin de estas gestiones, fue Mariano Luis de Urquijo, secretario de Estado del rey Carlos IV.

A principios de junio de 1799, Humboldt y Bonpland, zarparon desde La Coruña a bordo de la fragata española Pizarro.

Hicieron escala en Tenerife, donde estudiaron el famoso volcán Teide y la flora y la fauna de esa isla.

Unos días después, volvieron a embarcar y, a mediados de julio de 1799, desembarcaron en la costa de la actual Venezuela. Desde allí fueron a través del río Orinoco. Según parece, disfrutaron mucho en ese viaje, pues descubrieron muchas especies animales y vegetales totalmente desconocidas para ellos.

En marzo de 1801 comenzaron su segunda exploración, partiendo de Cartagena de Indias (Colombia), navegando a través del río Magdalena. En Bogotá (Colombia) conocieron al célebre botánico español, José Celestino Mutis, que les facilitó el acceso a su extensa biblioteca. Incluso, a Alexander, le permitieron hacer un estudio para mejorar la extracción de mineral en las minas del virreinato de Nueva España.

Desde allí viajaron a Ecuador, donde estudiaron los volcanes situados alrededor de Quito. Consiguieron subir hasta la cima, lo cual fue todo un logro, pues no tenían ni la preparación, ni el material adecuado para hacerlo. No olvidemos que se trata de montañas de más de 4.000 metros. Aprovecharon para comprobar los diferentes tipos de plantas que iban encontrando a medida que iban escalando esas montañas.

Posteriormente, continuaron sus viajes a través de los Andes, visitando ruinas arqueológicas incas, cerca de Cajamarca.

En esos viajes, no perdió el tiempo y descubrió cosas como el conocido Efecto Humboldt, por el cual un sonido nos llega con mayor o menor fuerza dependiendo de las condiciones climáticas, o el cálculo más exacto de la longitud de Lima (Perú) y la desviación magnética del planeta. Incluso, las propiedades del famoso guano, como abono para las cosechas.

A principios de marzo de 1803, residieron en Guayaquil (Ecuador), donde dio a conocer sus hallazgos sobre las corrientes oceánicas. De hecho, hoy en día, a una de ellas se le sigue llamando corriente de Humboldt. Es una corriente de agua fría, que se desplaza desde la Patagonia hacia el norte, ascendiendo por toda la costa occidental de Sudamérica.

A finales de marzo del mismo año, la expedición llegó a México. Viajó desde Acapulco, pasando por Ciudad de México, hasta Veracruz.

Allí fundó las bases de la Geografía moderna a base de realizar estudios estadísticos sobre la población y sus condiciones de vida. Incluso, estudió el impacto de algunas enfermedades, como la fiebre amarilla.

Posteriormente, viajaron hasta USA, donde los recibió el presidente Jefferson, el cual se interesó mucho por sus estudios y, especialmente, por los recursos del Virreinato de Nueva España. Incluso, ambos estuvieron alojados en la Casa Blanca.

Supongo que, ingenuamente, Alexander, le contó todo lo que había visto y lo maravillado que había quedado por todas las riquezas de esa zona.

Lógicamente, en USA, tomaron muy buena nota de todo lo que les había contado y, en cuanto pudieron, le arrebataron todos esos territorios a México.

En agosto de 1804 regresaron a Francia. Concretamente, a Burdeos y allí, Humboldt, publicó sus libros, donde narraba sus exploraciones nada menos que en 30 volúmenes.  Era el viaje de exploración más importante realizado hasta esa fecha. No obstante, como viajó sin subvenciones de ningún tipo, su fortuna se redujo considerablemente.

En esos volúmenes, se muestra muy crítico con la situación de los esclavos e, incluso, ya detecta situaciones prerrevolucionarias, conducentes a expulsar, primero a los españoles y luego a luchar entre los territorios dominados por las distintas burguesías criollas, predominantes en cada zona, a fin de imponerse unas sobre otras. Justamente, lo que ocurrió unos años después.

También criticó la forma de actuar del clero, que tenían medio esclavizados a los indígenas, para que trabajaran sólo para ellos.

En París, que, en aquella época, era la metrópoli mundial 

por excelencia, difundió sus ideas, como los de los lugares más apropiados para el cultivo del café y el cacao, tanto por las características del suelo, como por las condiciones climáticas.

En 1805, regresó a Berlín, donde el rey de Prusia le colmó de honores para que no se fuera de su país. Sin embargo, al año siguiente, le sorprendió allí la guerra contra Napoleón y las derrotas prusianas en Jena y Auerstedt, que dieron lugar a un duro saqueo francés.

Por lo visto, llegaron a saquear hasta el palacio de Tegel, que había sido propiedad de su madre y lo había heredado su hermano. Precisamente, el lugar donde nació Alexander.

No aceptó el ofrecimiento para ser ministro del rey de Prusia, sin embargo, sí para ser su asesor, durante la visita de éste a París, tras la derrota de Napoleón, que tuvo lugar en 1814.

Una de sus mayores inquietudes era viajar y explorar el centro y sur de Asia. No obstante, en 1811, recibió una invitación para explorar en Rusia. Desgraciadamente, no se pudo llevar a cabo a causa de la invasión de este país por las tropas de Napoleón.

Permaneció en París hasta 1827, año en el que se terminó la publicación de todos los volúmenes de sus exploraciones. Al año siguiente, fue reclamado por el soberano de Prusia, del que era chambelán, para que regresara a Berlín. A su regreso a la corte, lo nombró consejero privado.

Está visto que no quería que se marchara. Igualito que en España, que estamos dejando que emigren las personas más válidas y lo más seguro es que ya no vuelvan.

Es más, von Humboldt, convenció al rey de Prusia para que apoyase a los jóvenes investigadores. Al efecto, se formó una comisión, presidida por nuestro personaje, que se dedicaba a estudiar los méritos de cada uno para otorgar las oportunas ayudas. Incluso, les daba igual que fueran prusianos o extranjeros.

Una vez en Berlín, dio muchas conferencias a las que asistieron multitud de personas de todo tipo. Lo cual indica que no solía utilizar un lenguaje muy académico, ininteligible para la mayoría de los ciudadanos. Aparte de ello, fomentó que en esa ciudad se realizaran congresos científicos, al modo de los que se venían realizando en Londres o París.

En 1829, tras haber sido invitado, nuevamente, por el Gobierno ruso, comenzó una exploración por ese país. Como ya tenía 60 años, se llevó a varios científicos para que le ayudaran en sus investigaciones.

La expedición atravesó los Urales y siguió hasta el extremo oriental, rozando la gran frontera, que existe entre ese país y China.

Parece ser que esta vez realizaron un trabajo más provechoso, pues, en sólo 6 meses, recorrieron 18.000 km, mientras que, en el viaje por América, 

tardaron 5 años y sólo recorrieron 8.000 km. También es verdad que el paisaje de América es mucho más abrupto e intrincado que el de Siberia.

Aunque parezca increíble, cuando von Humboldt regresó a San Petersburgo, devolvió un tercio de los fondos que le había otorgado el gobierno ruso. Al mismo tiempo, les animó a que esa cantidad la invirtieran en sucesivos estudios, pues en un país tan extenso se podrían realizar muchas investigaciones, que en otras zonas del planeta serían más complicadas, pues habría que pedir permisos a varios países, que no siempre mantenían buenas relaciones.

Parece ser que le hicieron un poco de caso, pues, tras su marcha, el gobierno ruso, ordenó la instalación de una red de estaciones meteorológicas, que se distribuyeron por todo el país.

En 1842, Alexander, convenció a Federico Guillermo IV, rey de Prusia, para que creara una orden y una medalla “Pour le mérite”, que ya existía para los militares. Sólo que, en este caso, sería para premiar a las personas más destacadas en los ámbitos de las ciencias y las artes. Concretamente, Humanidades, Ciencias Naturales, Medicina y Bellas Artes.

En 1848, ya con 79 años, le tocó ver la revolución de marzo en Berlín. Incluso, acompañó a su rey a la calle, donde éste prometió que, a partir de ese momento, iba a gobernar de una forma más liberal.

En 1857, consiguió que el Parlamento de Prusia aprobase una ley que aboliera la esclavitud en el territorio de ese reino y que, al mismo tiempo, obtuvieran la libertad todos los esclavos que entrasen en él.

Desgraciadamente, los gastos de sus viajes y los de la publicación de sus libros, le llevaron, al final de su vida, a la ruina.

Curiosamente, algunos de sus libros, como el titulado Kosmos, batieron récords de ventas en libros de ese tipo. No obstante, hay que decir que esos libros técnicos no suelen tener millones de lectores, sino un público mucho más reducido.

Por lo visto, llegó a tener que prescindir de sus sirvientes y pedir varios préstamos bancarios, que no consiguió devolver. Afortunadamente, llegó a un acuerdo con su monarca para que los pagase el Estado a cambio de quedarse con sus propiedades.

Desgraciadamente, en abril de 1859, empezó a sentirse mal. Una sobrina suya lo estuvo cuidando hasta que falleció en mayo del mismo año. Se puede decir que con él murió el último científico con conocimientos de todo tipo. A partir de entonces comenzaron los especialistas.

Por lo visto, el cortejo fúnebre fue presenciado por decenas de miles de personas y, unos días después, su cadáver fue enterrado en los jardines del Palacio Tegel, propiedad de su hermano.

Durante su vida le llegaron muchos reconocimientos. En Francia, fue calificado como “el mayor erudito del siglo”. En México, como Benemérito de la Patria y en Alemania, como “el segundo descubridor de América”.

Incluso, hoy en día, existen varias universidades con el nombre de von Humboldt. Una de ellas en Berlín, la cual fue fundada por su hermano.

 

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