martes, 27 de octubre de 2020

LA EXTRAÑA MUERTE DEL ZAR BORIS III DE BULGARIA

 

Para hablar de la vida de nuestro personaje de hoy, me voy a remontar más atrás para que se puedan comprender mejor sus decisiones.

En 1875 se produjo una rebelión en Bosnia-Herzegovina contra los turcos, que llevaban casi 4 siglos ocupando esa zona. La razón alegada fue que los otomanos habían aumentado demasiado sus impuestos a los habitantes de los Balcanes y estos se negaban a pagarlos.

Eso degeneró en focos de violencia, que se fueron contagiando hacia lo que ahora es Rumania y Bulgaria. Incluso, intervinieron Serbia y Montenegro que, aunque tenían una cierta autonomía, seguían siendo, nominalmente, territorios del Imperio Otomano.

Aquello degeneró en una guerra abierta y, evidentemente, los turcos no tuvieron ningún problema en derrotarlos.

Así que los habitantes de esa zona pidieron ayuda al Imperio Ruso, al que siempre han estado muy unidos, ya que todos ellos son eslavos.

Yo creo que no fue una casualidad que esa guerra empezara en Bosnia-
Herzegovina, cuya capital es Sarajevo, el mismo sitio donde comenzó la I Guerra Mundial.

Así que Rusia, haciendo el papel de hermano mayor de estos pueblos, en 1877, le declaró la guerra al Imperio Otomano.

Evidentemente, Rusia no realizaba esta acción de forma desinteresada, sino para asegurarse una serie de puertos utilizables en el Mar Negro y en el Mediterráneo.

No voy a decir que el Ejército ruso fuera una maravilla, pero parece ser que el turco era mucho peor, así que no fue muy difícil vencerles. A principios de 1878, las tropas rusas se estaban aproximado a Estambul, la antigua capital turca. Así que los británicos enviaron a su Armada para disuadir a los rusos de conquistar esa ciudad.

Así que en marzo se reunieron en Estambul los representantes de los beligerantes y firmaron el Tratado de San Stefano.

Sin embargo, esto no agradó a las grandes potencias, pues creaba una gran Bulgaria, muy afín al Imperio Ruso. Así que en julio del mismo año firmaron, en Berlín, un nuevo tratado para fragmentar esa zona en varios países con escaso poder como para intentar prevalecer alguno de ellos sobre los demás.

De esa manera, se reconoció la independencia de Serbia, Rumania y Montenegro. El Imperio Austro-Húngaro aprovechó la coyuntura para quedarse con Bosnia-Herzegovina, en calidad de protectorado, aunque luego se anexionó su territorio.

Del mismo modo, el Reino Unido, se quedó con la estratégica isla de Chipre y Rusia se anexionó lo que entonces se llamaba Besarabia y ahora es Moldavia.

Desafortunadamente, a Bulgaria no la dejaron ser independiente y crearon el llamado Principado autónomo de Bulgaria, que era vasallo del Imperio Otomano.

En 1879, las grandes potencias, a través de un Congreso constituyente búlgaro, nombraron al príncipe alemán Alejandro de Battenberg, como nuevo soberano de Bulgaria. Además, se trataba de un sobrino de la zarina de Rusia.

Sin embargo, los turcos enviaron a un gobernador para que representase el poder que seguía teniendo su sultán sobre ese territorio.

No obstante, los rusos ya no se fueron de ese país y acapararon cargos muy importantes, como el de ministro de Defensa. Incluso, la casi totalidad de sus generales eran rusos.

Con la llegada al poder del zar Alejandro III de Rusia, las relaciones entre ambos gobiernos se hicieron más tensas, pues el gobernante ruso sólo veía a Bulgaria como a una más de sus provincias.

Así que en 1883 intentaron sacudirse el potente influjo ruso. Dos años después, los búlgaros, invadieron el territorio autónomo de la Rumelia Oriental.

No sé si estarían siguiendo las instrucciones de Rusia, lo cierto es que Serbia le declaró la guerra a Bulgaria, la cual terminó con una victoria de esta última.

Así que, en 1886, el zar de Rusia, movió sus peones, personificados
en generales y políticos búlgaros. Estos dieron un golpe de Estado, que mandó a Alejandro de Battenberg al exilio.

El político liberal Stambolov, que había actuado como regente, propuso, en 1887, a la Asamblea nacional, como nuevo príncipe, a Fernando de Sajonia-Coburgo. Se trataba de un nieto del rey Luis Felipe de Francia. Su padre era primo de la reina Victoria y de su marido, el príncipe Alberto. El nombramiento fue aprobado por la cámara.

No obstante, hubo bastante oposición y Stambolov gobernó como si fuera un dictador. Esto produjo mucho rechazo a nivel internacional.

Así que Fernando logró la caída de ese político en 1894 y, tras la muerte del zar, se retomaron las relaciones con Rusia.

Por otro lado, uno de los objetivos más ansiados por los nacionalistas búlgaros era formar lo que llamaban la Gran Bulgaria, que era el territorio que les habían prometido en el ya mencionado Tratado de San Stefano. Así que el príncipe amplió el Ejército y así se atrajo a muchos militares.

En octubre de 1908, el príncipe Fernando proclamó la independencia de Bulgaria y asumió para sí el título de zar, que habían tenido los anteriores monarcas de ese país. Para ello, contó con el apoyo del Imperio Austro-Húngaro.

Esta vez no hubo respuesta por parte turca, pues estos se hallaban en plena revolución de los Jóvenes Turcos, que colocó en el poder a Mustafá Pachá Kemal Ataturk.

Lo cierto es que siempre quiso que Bulgaria tuviera buenas relaciones con sus poderosos vecinos, al igual que con Francia, Reino Unido o Italia.

Sin embargo, cuando estalló la I Guerra Mundial, se alineó en el bando de las potencias centrales. O sea, Alemania y el Imperio Austro-Húngaro. Así que, aunque empezó con algunas victorias, lo cierto es que el resultado fue catastrófico. Bulgaria tuvo una gran cantidad de bajas civiles y militares y además perdió algunas zonas de su territorio.

Por ello, el rey decidió abdicar en la persona de su hijo, que sería el zar Boris III. Fernando no volvió a pisar Bulgaria.

Con ello, llegamos a nuestro personaje de hoy. Su nombre fue Boris Clement Robert María Píus Stanislaw Saxe-Coburg-Gotha y nació en 1894. Tuvo dos padrinos. El católico fue el Papa León XIII, mientras que el ortodoxo fue el zar Nicolás II de Rusia.

Participó en la I Guerra Mundial, como oficial de enlace entre el Estado Mayor central y los de las diferentes unidades búlgaras.

Casó en 1930 con la princesa Giovanna de Saboya, hija del rey de Italia Víctor Manuel III. También hermana de Mafalda de Saboya a quien, hace tiempo, dediqué otro de mis artículos.

Primeramente, se casaron en una ceremonia católica, celebrada en la Basílica de Asís y luego en otra ortodoxa, en Sofía. Tuvieron dos hijos: María Luisa y el futuro rey Simeón II.

Uno de los primeros obstáculos con los que tuvo que lidiar el nuevo rey fue el primer ministro Stamboliyski, jefe del Partido Agrario. O sea, un partido conservador y opuesto a la modernización del país. Aparte de que, anteriormente, durante la I Guerra Mundial, se había enfrentado con Fernando I, por ser proaliado, mientras que el monarca se decidió por el bando de los Imperios Centrales.

El primer ministro no era partidario de una democracia parlamentaria y sí de unir a todos los eslavos alrededor de Rusia, aparte de crear una milicia propia. Por ello, en 1923, el Ejército le derrocó, mediante un golpe de Estado.

Dicen que el rey no fue ajeno a este golpe, así que los comunistas y los agrarios se unieron para enfrentarse al monarca. Afortunadamente, logró salir ileso de los dos atentados que realizaron contra él, no obstante, produjeron muchas víctimas.

En 1934, una organización búlgara próxima al fascismo, dio otro golpe de Estado, aboliendo todas las instituciones democráticas. Sin embargo, al año siguiente, el monarca logró convencer a varios altos cargos militares, que lograron derrocar al coronel Georgiev.

A partir de entonces, aumentaron los poderes del monarca, sin llegar a tener poderes dictatoriales. Incluso, se aprobó el voto femenino.

Ciertamente, tuvo una política muy hábil y mucho valor para enfrentarse a los grandes líderes del momento. De hecho, siempre fue muy popular entre los búlgaros.

Cuando comenzó la II Guerra Mundial, quiso jugar la carta de la neutralidad, pero no tuvo más remedio que alinearse en el bando del Eje y, de hecho, permitió que las tropas alemanas invadieran desde su territorio Yugoslavia y Grecia.

Digo que no tuvo más remedio, porque las tropas alemanas se colocaron a lo largo de la frontera de Bulgaria, esperando a ver si se aliaba con ellos.

Sin embargo, siempre se negó a entregar a los judíos que vivían en Bulgaria a Alemania, aunque no consiguió parar la deportación de los que residían en Macedonia y Tracia. Territorios anexionados por Bulgaria.

Por otro lado, se negó rotundamente a declarar la guerra a la URSS, a pesar de las amenazas que le llegaban continuamente desde Berlín. Parece ser que su lema era: “siempre con Alemania y nunca contra Rusia”.

No olvidemos que Bulgaria se consideraba en deuda con Rusia por haberles liberado del yugo del Imperio Otomano. De hecho, siguió habiendo una Embajada de la URSS en Sofía.

Tampoco permitió que se organizara un alistamiento de voluntarios para combatir junto a los alemanes contra la URSS.

Es cierto que, tras el ataque japonés a Pearl Harbor, tuvo que declarar la guerra a USA y al Reino Unido, al igual que lo hizo Alemania, pero no envió tropas para luchar contra ellos.

Por el contrario,  tras las derrotas alemanas en El Alamein y en Stalingrado, el monarca se reunió con el embajador de Suiza y también con un antiguo primer ministro de Bulgaria. Es de suponer que pretendía hacer lo mismo que acababa de hacer Italia. O sea, cambiar de bando o salir cuanto antes de la guerra. El problema fue que alguien filtró el contenido de esa reunión a los alemanes.

Parece ser que a Hitler no le gustó nada la actitud de este monarca. Así que le mandó llamar y hasta le envió su avión y su piloto particular para que lo trasladase hasta la residencia del Führer.

La reunión entre los dos mandatarios tuvo lugar el 15/08/1943. Parece ser que tuvieron una fuerte discusión, pero se desconoce de qué hablaron.

Tampoco le permitieron a Boris hablar con su cuñado, Felipe de Hesse, esposo de la hermana de su mujer, Mafalda de Saboya.

A su regreso, se vio al rey muy fatigado. El día 23 vomitó en varias ocasiones y llamaron a los médicos. Estos no se pusieron de acuerdo, pues aquello no parecía una enfermedad normal, sino un caso de envenenamiento.

A los doctores alemanes Sajitz y Eppinger, los síntomas que vieron en este enfermo, les recordaron los que vieron, dos años antes, al tratar al primer ministro griego, Ioannis Metaxas.

Incluso, el gobierno búlgaro se planteó enviar un avión a Estambul para traer a un famoso médico hindú, residente en esa ciudad, y gran especialista en el tratamiento de los envenenamientos. Sin embargo, los médicos que le atendían les advirtieron que ya no había ninguna esperanza.

Desgraciadamente, el zar búlgaro, murió el 28/08/1943 a las 16.22. en su certificado de defunción se explica que murió a causa de una obstrucción de las coronarias, neumonía, edema en los pulmones y en el cerebro.

Su cadáver fue velado, durante varios días, y por su capilla ardiente desfilaron cientos de miles de búlgaros, muy tristes por haber perdido un rey tan querido.

Posteriormente, siguiendo sus deseos, su cuerpo fue trasladado hasta el Monasterio de Rila, al oeste de Bulgaria, donde sería enterrado en la iglesia del mismo.

No terminó ahí la cosa. En 1946, el nuevo gobierno comunista, ordenó el traslado de sus restos hasta una capilla situada en los jardines del Palacio Vrana, en las afueras de Sofía. No contentos con ello, tres años más tarde, volaron esa capilla y desaparecieron sus restos.

En 1989, un comité del parlamento se propuso buscar los restos del zar, pero sólo encontraron una urna con su corazón, la cual trasladaron, en 1993, a su enterramiento original en el Monasterio de Rila. El resto de su cuerpo reposaba en un ataúd de zinc, que nunca ha sido hallado.

En 2013, el jefe de la Iglesia ortodoxa de Bulgaria, realizó un funeral ante la tumba del zar. Junto a ella se colocó una estatua de madera realizada por campesinos de una zona de Macedonia, con una leyenda que dice: “A su zar libertador Boris III, de Macedonia agradecida”.

Nunca se ha conocido quién fue el autor de ese supuesto envenenamiento. Por una parte, la Policía de Bulgaria sospechó de los servicios de Inteligencia británicos. Otros creyeron que se debió a una orden de Hitler, ya que parecía que el rey no quería seguir siendo aliado de Alemania. Por último, parece ser que la familia del monarca pensaba que lo habrían matado los soviéticos. Incluso, esa fue la versión que dieron algunos jerarcas nazis, durante los famosos Juicios de Nüremberg.

Como tampoco está muy claro lo que habló con Hitler, hay algunos que afirman que éste le pidió que negociara, en nombre de Alemania, una paz con la URSS. No olvidemos que la URSS mantenía su embajada en Bulgaria y tenía buenas relaciones con el Gobierno de ese país. De hecho, parece ser que, cuando Hitler se enteró de su muerte, lanzó con furia un jarrón, que se hizo añicos contra el suelo.

 

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