Como algunos de mis habituales lectores
me han comentado que mis dos últimos artículos son un poco morbosos, hoy voy a
dedicar éste a un tipo al que sólo le importaba ganar mucho dinero en sus
negocios. Por supuesto, sin tener en cuenta todo lo relativo a la ética y ni a
la moral. De hecho, algunos le apodaron “El mensajero de la muerte”.
Basil Zaharoff es como se le
conocía, aunque, según parece, su verdadero nombre era Basileios Zacharias.
Nació en 1849 en una pequeña
localidad de la península de Anatolia, en pleno Imperio Turco, aunque su
familia era de origen griego.
Dado que, más adelante, se
produjeron una serie de motines contra los griegos, su familia decidió
establecerse en Rusia. No obstante, años más tarde, volverían a Turquía. Concretamente,
a Estambul.
Por lo visto, pertenecía a una
familia de comerciantes muy modestos, dedicados al sector de la floristería, muy
pronto, tuvo que buscarse la vida. Parece ser que su primer trabajo fue actuar como guía de los turistas extranjeros para llevarles por los barrios más
peligrosos de la ciudad y allí ejercer de proxeneta.
Su siguiente trabajo fue el de
bombero, también en Estambul, pero él y sus colegas, que pertenecían al
Ejército turco, lo convirtieron en algo diferente. Se trataba de prender fuego
a las casas de la gente rica, para así cobrarles por salvar sus objetos más
valiosos.
Posteriormente, lo vemos en
Londres, donde se unió a la ya abultada colonia griega residente en la capital
británica.
Por lo visto, quiso hacer una de
las suyas, pero otro griego lo demandó por un asunto de importación de
productos en mal estado. Así que tuvo que pagarle una indemnización y marcharse
de la ciudad.
En 1877, llegó a Atenas y
consiguió que le recomendaran para entrar a trabajar como agente de ventas de
la empresa Nordenfelt, que se dedicaba a fabricar armas de fuego. Un puesto que
le venía que ni pintado para un pillo como él.
Como estaba previsto, triunfó nada
más empezar. En aquel momento, había un clima prebélico entre Grecia, Turquía y
Rusia. Así que, ni corto, ni perezoso, primero fue a Grecia, donde consiguió
venderles dos submarinos Nordenfelt I, que ni siquiera habían sido
adecuadamente probados.
Luego fue a Turquía para
avisarles que Grecia se estaba armando y le había comprado dos submarinos. Así
que les encasquetó otros dos a los turcos.
No hará falta decir que luego fue
a Rusia y le hizo lo mismo al zar. Todo un vendedor de raza, de esos que te
venden hasta la corbata que llevas puesta. Alguien por el que se pelearían
muchas empresas, aunque nunca lo quisieran reconocer.
No sé cómo salió indemne de este
asunto, porque, poco después, la Armada turca, hizo unas pruebas con una de
esas naves y, al disparar el primer torpedo, el submarino se desestabilizó, se
puso en posición vertical y se hundió por la popa.
A partir de 1883, se dedicó al
negocio de reclutar y trasladar emigrantes de Irlanda a las fábricas de
Inglaterra.
También trabajó en USA, donde se
dedicó al lucrativo negocio de vender vagones de tren para la línea ferroviaria
que estaban construyendo desde la costa atlántica hasta el Pacífico. Parece ser
que, para ello, se valió de su amistad con la famosa cantante de ópera, Adelina
Patti y de los muchos y buenos contactos de ésta.
Incluso, llegó a casarse, en ese
país, con una rica heredera, aunque, un poco más tarde, fue acusado de bigamia,
por haberse casado, unos 10 años antes, con otra chica británica.
Posteriormente, en 1886, se presentó
en una exhibición para demostrar la eficacia de una ametralladora fabricada por
la empresa que representaba. Sin embargo, allí se encontró con Hiram Maxim, que
había inventado otra ametralladora muy superior a la suya.
Así que a Zaharoff no le quedó
otra que hacerle una demostración de sus habilidades. Saboteó varias veces el
arma de Maxim y de esa manera consiguió que triunfara la de Nordenfelt. No
obstante, le hicieron a Maxim una oferta para que se asociara con ellos y así
vender su ametralladora, que era mucho mejor.
Posteriormente, la famosa familia
Rothschild y la empresa británica Vickers, máxima competidora de la alemana
Krupp, compraron las acciones de su empresa y expulsaron a Nordenfelt de la
misma.
Como nuestro personaje tenía un
fino olfato para los negocios y para los productos de buena calidad, esta vez
se encaminó, por vez primera, a España.
Aquí vivía un marino militar
llamado Isaac Peral. Había construido el mejor submarino hasta la fecha. Así
que le propusieron asociarse con ellos o venderle la patente. El marino se negó
y empezó a probar el método Zaharoff.
Aunque el submarino pasó una
serie de pruebas, Zaharoff, aparte de sabotear la nave, consiguió
desacreditarle. Parece ser que no dejó ningún cabo suelto y se dice que sobornó
a un montón de autoridades españolas.
No sé si también tendría
importancia que tuvo una relación amorosa con una aristócrata española, hija de
un banquero y casada con un primo de Alfonso XII, lo cual le daba acceso
directo al rey. Por lo visto, se conocieron en pleno viaje de bodas. Lo cierto
es que la Armada española no aprobó el submarino de Peral y éste murió casi
arruinado.
Así que se quedó en España,
porque se dio cuenta enseguida que esto era un nido de corruptos. Se sentía
como un pez en el agua.
Por ello, primero se hizo con una
fábrica de armas en el País Vasco y le vendió muchas armas de escasa calidad al
Ejército español, que llevaba tiempo luchando en Cuba.
Según parece, aprovechó su
conocimiento directo del Ejército español para informar a USA sobre el estado
del mismo.
Luego, se hizo con la Constructora
Naval, de Sestao. No contento con ello, consiguió hacerse con el monopolio para
la construcción de barcos para la Armada española. No olvidemos que la Armada
se estaba recuperando, tras los desastres de Cuba y Filipinas.
Incluso, consiguió que fueran expedientados
o expulsados todos los oficiales de la Armada que se quejaron de la mala
calidad de los barcos y el armamento suministrado por nuestro personaje.
Por lo visto, en Rusia, hizo lo
mismo. “Convenció” al Almirantazgo zarista de la conveniencia de no construir
ellos sus propios barcos, sino que era mejor comprárselos a él. Aunque le
salieran mucho más caros a su país, claro está.
Hay quien dice que pudo acercarse
a la corte imperial después de haber trabado una buena amistad con la bailarina
Mathilde Kschessinska, entonces amante del futuro zar, Nicolás II, que después
casaría con uno de sus primos.
Antes de la I Guerra Mundial, se
dedicó a azuzar a los dos bandos. Encargó a ciertos periodistas la publicación
de sendos artículos, donde se decía que el otro bando se estaba armando
seriamente para la próxima guerra. De esa manera, nunca le faltaron encargos
por ambos bandos.
De momento, creo que os habréis
dado cuenta de que este hombre era un elemento de cuidado. Para colmo, se hizo
con un Banco francés a fin de tener asegurada su financiación en todo momento.
Consiguió la Legión de Honor
francesa, pero no se conformó con ser un simple miembro, sino que ascendió
hasta llegar a ser comandante de la misma.
No voy a detallar la gran cantidad
de material que vendió durante la I Guerra Mundial. Desde luego, le sacó mucho partido
a ese conflicto.
Por lo visto, no fue el único.
Algunos autores afirman que buena parte de los políticos de ese momento habían
invertido fuertes cantidades de dinero en industrias de armamento, en previsión
de la guerra que ya se veía venir.
Igual, por eso mismo y porque no pensaban
a luchar en el frente, nunca tuvieron intención de pararla. Hay quien dice que
las guerras las organizan la gente que se conoce para que se maten en ellas los
que no se conocen. Si se hubieran conocido antes, seguro que no se hubieran matado.
Parece ser que, en el período de
entreguerras mundiales, los traficantes de armas, fueron muy odiados por la
opinión pública internacional, ya que se habían beneficiado de este conflicto a
costa de millones de muertos. No obstante, los distintos gobiernos, siguieron
encargándoles armamento, aunque, como es lógico, en menor cantidad que durante
el período bélico.
Durante la posguerra, tras una
serie de donaciones al Gobierno del Reino Unido, fue ennoblecido con el título
de Sir, aunque entonces tuviera nacionalidad francesa.
No sé si sería por eso o porque,
antes de la guerra, informó, puntualmente, al Gobierno británico, a través de
Vickers, sobre el armamento que poseían sus futuros enemigos.
Por lo visto, la propia Vickers,
tenía participación en diversas fábricas de armamento en Alemania y así pudo
informar, puntualmente, al Gobierno británico, sobre lo que estaban fabricando
los alemanes.
Incluso, se dice que actuó como
intermediario entre el rey Jorge V y los primeros ministros Lloyd George, por
el Reino Unido, y Georges Clemenceau, por Francia.
Curiosamente, unos años antes,
Lloyd George, se había opuesto a comprar armas a estos traficantes, cuando se
enteró que, en la Guerra de los Boers, éstos también luchaban con armas
británicas. Concretamente, uno de sus proveedores era Vickers.
Es más, según algunos autores, Zaharoff,
fue enviado por el Gobierno británico a Atenas, para que Grecia se sumara al
bando aliado, y luego también a Turquía para que abandonara el bando alemán.
Luego, se dedicó a azuzar el
eterno conflicto entre Grecia y Turquía. Por supuesto, aprovechando para suministrar
armas a los dos bandos. En Vickers llegó a tener el cargo de Representante general
en el extranjero, antes de que se convirtiera en uno de los miembros de su
Consejo de Administración.
Como invirtió fuertemente en la
British Petroleum, hay quien dice que metió cizaña para que comenzara la guerra
del Chaco, entre Paraguay y Bolivia. La cual comenzó como una disputa por unos yacimientos petrolíferos, que nunca existieron.
Incluso, en los comics de Tintín aparece
un personaje muy similar, que se dedica a vender armas a esos países.
Concretamente, en el titulado “La oreja rota”.
Por supuesto, siguió teniendo
como amante a aquella aristócrata española, esposa de un primo de Alfonso XII. Como
el marido parecía tener problemas mentales, aprovecharon para recluirlo en un
sanatorio en Francia. Parece ser que su madre también tuvo un padecimiento
similar.
En 1924, tras la muerte del
marido, los amantes aprovecharon para casarse, tras el plácet de Alfonso XIII.
Se habían conocido hacía ya más de 30 años y Zaharoff también había enviudado
desde hacía varios años. Ahora, vivían ambos en un castillo francés, propiedad
de Zaharoff, donde parece ser que comían en platos de oro.
Según algunos autores, la pareja
se conoció en el famoso Orient Express, cuando ella iba en viaje de bodas. Por
lo visto, ella se puso a correr por los pasillos, cuando se vio perseguida por
su marido, en uno de sus raptos de locura, y se topó de frente con Zaharoff.
Desgraciadamente, la aristócrata
murió sólo 2 años después a causa de una infección generalizada. Curiosamente,
se habían casado en la misma capilla donde había sido enterrado su marido.
Casualmente, dos de las tres
hijas, habidas entre la aristócrata y el primo del rey, casaron con socios de
las empresas de Zaharoff. La tercera no lo hizo, porque murió muy joven.
Parece ser que, nuestro personaje,
solía hacer regalos caros para sobornar a los altos funcionarios. Se cuenta que
una vez regaló a una hija de estos gobernantes, una muñeca ataviada con ropajes
y joyas muy caras. Cuando estalló la guerra civil en Rusia, quedó arruinado y
vendió esa muñeca para obtener ropa y comida para su familia.
Hacia 1927, ya en el final de su vida,
se dedicó a escribir sus memorias. Sin embargo, pronto cambió de opinión y las
quemó junto con sus diarios, donde, por lo que se ve, había reflejado todas sus
jugarretas y sus turbios negocios. De hecho, la prensa de la época lo denominó
como “El hombre más misterioso de Europa”, porque hizo desaparecer de los
registros todos los documentos relativos a él.
Dicen que un periódico francés
ofreció 5.000 dólares USA por una sola página de esos diarios. Así que debían
de haber sido muy jugosos.
Para algunos fue el conde
Zacharoff. Para otros, el príncipe Zacharias Basileus Zacharoff a los que contó
que era nada menos que sobrino del canciller ruso y había sido exiliado por
orden directa del zar. Sin embargo, para sus íntimos, era sólo Zedzed.
Algunos decían de él que podía competir
con aquel personaje llamado Aleister Crowley por ser llamado “el hombre más malvado
del mundo”.
En noviembre de 1936, murió en
soledad en un palacio que tenía en Montecarlo. Dicen que, en sus últimos meses
de vida, tampoco perdió la oportunidad para suministrar armamento a los dos
bandos en conflicto durante la Guerra Civil española.
Muy interesante. He encontrado esta publicación porque he empezado a leer la novela de Gervasio Posadas titulada “El mercader de la
ResponderEliminarMuerte” que tiene como protagonista a este personaje.