lunes, 6 de mayo de 2019

JAN VAN EYCK Y EL MATRIMONIO ARNOLFINI


Ante todo, he de decir que hace tiempo que no hago ningún comentario sobre una obra de arte, porque tampoco es mi especialidad. Así que espero que me perdonen los especialistas en ese tema.
Para encuadrar el período en que se gestó esa obra, voy a comenzar a hablar del autor de la misma.
Se trata, nada menos, que de Jan Van Eyck. Es posible que a algunos no les suene mucho su nombre, pero ya veréis cómo seguro que habréis visto algunas de sus obras.
Nuestro personaje de hoy nació en 1390, en la localidad belga de Maaseik, situada junto a la frontera con Holanda.
Tradicionalmente, siempre se ha dicho que el Renacimiento comenzó en Italia y, más comúnmente, en Florencia, porque, en el siglo XV, era la ciudad más pujante de toda la Península Itálica.
Sin embargo, se dio otro fenómeno parecido en los dominios de los duques de Borgoña, que se extendían desde el este de la actual Francia, comprendiendo toda la zona fronteriza con Suiza y Alemania y, además de eso, las actuales Bélgica, Holanda y Luxemburgo.
En los mencionados territorios, gracias a la política de esos duques, que fomentaron el desarrollo de una incipiente burguesía, se llegó a disfrutar de una gran prosperidad y eso atrajo a muchos artistas de diferentes zonas, los cuales crearon el llamado Renacimiento Nórdico, o sea, el que se dio al norte de los Alpes. Esta situación duró hasta 1477, en que Luis XII, rey de Francia, se anexionó buena parte del territorio de Borgoña.
Ciertamente, esa tierra siempre disfrutó de un gran prestigio. El mismo Carlos V siempre le decía a su hijo, Felipe II, que recordara que ellos venían de Borgoña. De hecho, aunque el emperador tuvo que ceder parte de esos territorios al rey de Francia, jamás consintió ceder el correspondiente título. El cual, fue heredado por todos sus sucesores en el trono de España.
Posteriormente, tanto los Reyes Católicos, como el regente Cisneros o el emperador Carlos V, supieron atraerse a algunos de esos artistas flamencos y borgoñones para realizar, también en sus dominios, sus apreciadas obras de arte.
Lo cierto es que se conoce muy poco de la biografía de Jan Van Eyck. No obstante, en 1457, un humanista italiano, llamado Bartolomeo Facio, escribió su obra “De viris illustribus”.
En ella, del mismo modo que haría, posteriormente, el más conocido Giorgio Vasari, mencionó a los mejores artistas de su tiempo. Curiosamente, junto a los muy famosos Donatello, Pisanello o Ghiberti, cita a dos pintores nórdicos: Jan Van Eyck y Roger van der Weyden.
Incluso, se atrevió a decir que Van Eyck, que era “el más grande pintor de nuestro tiempo”. Lo cual, ya parece demasiado atrevimiento para un italiano. Curiosamente, Facio, murió ese mismo año. No sé si sería a causa de una muerte natural o porque se lo cargarían sus paisanos.
Volviendo a nuestro pintor, en 1419, tras la muerte del duque de Borgoña, Juan sin miedo, le sucede su hijo, Felipe III el bueno, que será el que más encargos le haga. Anteriormente, Jan, había estado al servicio de Juan de Baviera, conde de Holanda.
Poco después, traslada su corte de Dijon a Gante, en Flandes. Con lo cual, esa ciudad pasa a ser una de las más pobladas de Europa. Al mismo nivel que París, Brujas o Barcelona.
En Brujas, debido a su activo comercio, ya existían consulados de las más importantes potencias del momento, como algunas de las repúblicas de Italia, Castilla o Aragón. De esa manera, también se instalan allí un buen número de comerciantes, sobre todo, italianos.
Es la época donde comienzan a destacar sus famosos tapices, inspirados en cartones realizados por artistas locales. Especialmente, los miniaturistas, entre los que estaba nuestro pintor.
La alta sociedad de la época, empezando por el duque, se vanagloriaba por poseer amplias y cuidadas bibliotecas y por aprender latín y griego clásicos.
Precisamente, es en Flandes donde primeramente se empieza a utilizar la técnica del óleo en la pintura. Posiblemente, fue en el taller de Robert Campin. También es en Flandes donde se abandona el estilo llamado Gótico Internacional por el nuevo del Renacimiento, también llamado Realismo Flamenco.
En un principio, se pensó que Jan había inventado la técnica del óleo. Eso es cierto, pero sí lo es que llevó esa técnica a sus más altas cimas.
Jan tuvo un hermano mayor, llamado Hubert, del cual se cree que fue un pintor muy famoso, pero que, desgraciadamente, hoy en día, desconocemos la mayoría de sus obras.
En muchas ocasiones, como ocurre en el caso del Políptico del Cordero, en San Bavón, de Gante, se sabe que fue una obra encargada a Hubert. Sin embargo, como Hubert falleció en 1426, dejando esa obra inacabada, fue terminada por Jan, tal y como puede leerse en una inscripción en el marco del mismo: “El pintor Hubert van Eyck, de quien no se encuentra otro mejor, comenzó esta obra; Jan, segundo en el arte, la llevó a su fin”. Por ello, es muy difícil saber qué parte de la misma es obra de uno u otro hermano.
En 1432, el duque trasladó su corte a Brujas, ciudad que, desde entonces, será la residencia habitual de nuestro pintor. Incluso, se sabe que, en un par de ocasiones, viajó a Aragón y a Portugal para realizar ciertas misiones diplomáticas, cuyo fin se cree que fue tantear a esas cortes para que el duque casara con alguna mujer de las dinastías reinantes en esos países.
Ahora nos parecerá un poco raro que un pintor apareciera en estas misiones. Sin embargo, no hay que olvidar que, por entonces, era costumbre que los novios pudieran contemplar un retrato de su futura esposa, antes de pedir su mano. Además, van Eyck era un gran especialista en el arte de la miniatura.
El duque se decidió por la candidata portuguesa. Así que Felipe el bueno se casó en junio de 1430 con Isabel de Portugal y, de paso, creó la famosísima orden del Toisón de Oro.
Actualmente, hay dos maestres de la misma: el rey Felipe VI, de España, y el candidato al trono imperial de Austria.
Se cree que nuestro pintor se casó alrededor del año 1430 y hacia 1432 compró una casa en Brujas, ciudad en la que residió hasta su muerte.
Por lo visto, siempre gozó del aprecio del duque. Cuando, en 1434, nació su primer hijo, el duque le hizo un gran regalo a base de objetos de plata y hasta envió a uno de sus nobles cortesanos para que le representara en el bautizo.
Se repitió lo mismo, con el nacimiento del segundo de sus hijos. Incluso, el duque siguió pagando a su viuda, un año después de la muerte del pintor. Es más, cuando una de las hijas del pintor decidió hacerse monja, recibió una dote del duque, aunque su padre llevara varios años muerto.
Parece ser que el duque siempre albergó deseos de promover otra Cruzada a Tierra Santa. Es posible que, por ello, le encargara pintar un Mapamundi, que no ha llegado hasta nosotros, pero del que tenemos constancia por las crónicas de la época.
Otra de sus obras más conocidas, y ya mencionada anteriormente, es el llamado Políptico del Cordero Místico, de la catedral de San Bavón, en Gante. La misma ciudad, donde, en 1500, nació el futuro emperador Carlos V.
Esta obra le fue encargada a Hubert van Eyck, hermano mayor de nuestro personaje. Desconocemos de quién procedió el encargo, pero sí que fue terminada con la donación de la pareja formada por Joos Vijd y su esposa, Elisabeth Borluut, ricos burgueses de esa ciudad. No sabemos cuándo comenzó a pintarla. Sin embargo, sí se conoce que murió en 1426. Tampoco sabemos si Jan le ayudó a pintarla, antes de su fallecimiento, pero sí que fue el que la terminó.
Esta obra pasó por múltiples contingencias, a lo largo de la Historia, pero no voy a narrarlas en aquí, para no alargar demasiado este artículo.
La obra que nos ocupa hoy es nada menos que el Retrato del matrimonio Arnolfini. Una de las mejores obras de este autor y también considerada como una obra maestra del realismo simbólico flamenco. Se trata de un óleo pintado en 1434 sobre una tabla de roble, cuyas medidas son 82x60 cm.
Ya he mencionado que en Brujas residía una importante colonia de comerciantes de diversos países. De hecho, como en 1440, el duque hizo allí su entrada triunfal, se conocen el número de los representantes de esas colonias que desfilaron ante él. Predominaban los comerciantes de la zona del Mar Báltico, conocidos como de la Hansa, pero también hubo muchos procedentes de las diversas ciudades-Estado que componían la actual Italia.
Gracias a ellos, se dieron a conocer las pinturas realizadas en Flandes. Hasta los mismos comerciantes burgaleses, trajeron esas pinturas para venderlas en la famosa feria de Medina del Campo (Valladolid).
Los comerciantes procedentes de la ciudad de Lucca eran minoritarios en Brujas. No obstante, poseían una capilla propia en la Iglesia de los Agustinos e, incluso, veneraban a una imagen del crucificado, que denominaban el Volto Santo y que decían que había sido encontrada en una playa.
Sabemos que esta obra fue adquirida, a finales del siglo XV, por Diego de Guevara, embajador de los Reyes Católicos ante esa corte ducal.
Posteriormente, fue regalada por éste a Margarita de Austria, esposa de Juan, único hijo varón de los Reyes Católicos. Desgraciadamente, ese matrimonio duró muy poco a causa del prematuro fallecimiento del esposo.
Aunque, tras enviudar, Margarita se la llevó con ella a su tierra, y se sabe que, posteriormente, esta obra fue a España. Por lo visto, aparece en el inventario de los bienes de esta noble, tía del emperador Carlos V, realizados en 1558, con motivo de la muerte de la misma.
Parece ser que, durante mucho tiempo, estuvo colgada en el antiguo Alcázar de los Austrias y luego en el Palacio Real, ambos en Madrid. Tal y como se menciona en un inventario de 1789.
Allí permaneció hasta que alguien la robó, durante la Guerra de la Independencia. No está muy claro. Unos dicen que fue un oficial napoleónico y otros, que fue uno británico. Lo cierto es que ahora pertenece a la National Gallery, de Londres.
Por lo visto, en 1815, fue descubierta en Bruselas por un general británico, llamado Hay. Éste se la llevó al Reino unido, donde, en 1842, fue vendida al museo donde se expone ahora.
En un principio, se pensó que las figuras representadas en este cuadro eran Giovanni de Arrigo Arnolfini y su mujer, Giovanna Cenami, ambos pertenecientes a ricas familias de Lucca, asentadas en Brujas, al menos, desde 1421. Incluso, algunos afirman que la familia de ella era más importante que la de su esposo.
Giovanni gozó de cargos importantes en la corte de Felipe el bueno, duque de Borgoña. Fue nombrado   director de finanzas en Normandía y acrecentó su fortuna con los aranceles sobre las importaciones.
Sin embargo, a principios del siglo XX, un experto, llamado Louis Dimier, indicó que podría tratarse de la propia boda del pintor con su esposa Margarita.
Incluso, otros autores llegaron a pensar que se trataba de la pareja formada por Michelle Arnolfini, hermano de Giovanni, y su esposa, que era de origen flamenco. Ya que las facciones de la mujer se asemejan más a las de una persona de esa zona, que no a una de la Toscana italiana.
No obstante, en 1934, el célebre crítico, Erwin Panofsky, escribió un famoso artículo en The Burlington Magazine, donde demostró que se trataba de Giovanni y su esposa, como en un principio se había propuesto.
No obstante, otros autores han vuelto a la carga, con sus diferentes teorías al respecto. Así que no nos debería de extrañar que surgieran otras nuevas interpretaciones para este cuadro.
Hasta la Edad Media, era poco frecuente ver unas pinturas firmadas, porque se decía que eso estaba mal visto. En cambio, en el caso de van Eyck, solía firmarlas todas, aunque fuera en el
marco de las mismas. En este cuadro, se puede apreciar que el pintor escribió, en latín y con letra gótica, una frase, como si estuviera grabada en el muro del fondo. En ella, se puede leer: “Jan van Eyck estuvo aquí, 1434”. Incluso, en un inventario realizado en 1700, cuando se hallaba esa obra en España, se indicaba que había unas frases, sacadas de unos versos de la Metamorfosis de Ovidio, escritas en los laterales del cuadro.
A raíz de esa frase, con la que el autor ha firmado su obra, muchos piensan que no se trata de una simple pintura de costumbres, sino de una imagen de una ceremonia, donde el propio pintor actuó como testigo de la misma.
Precisamente, al fondo se ve un espejo, donde aparecen los novios y otros dos personajes frente a ellos. Dicen que uno de ellos podría ser el propio pintor.
Se han efectuado muchos estudios sobre los símbolos que aparecen en este cuadro. Por un lado, era normal que un matrimonio figurara con las manos juntas. Sin embargo, aquí lo extraño es que el marido ofrezca su mano izquierda, lo cual podría dar a entender que se trataba de un matrimonio desigual. Algo que estaba muy reglamentado en aquella sociedad estamental. Pero no es así, porque sabemos que la familia de la esposa era más rica que la del marido.
Por eso mismo, se pensó que podría tratarse de Michelle Arnolfini, que se casó con Elizabeth, de la que se cree que pertenecía a un estamento inferior al de su marido.
Sin embargo, parece ser que el pintor quiso retratar dos momentos en una única escena, que es la que aparece en el cuadro.
En aquella época, no era preciso que un sacerdote estuviera presente en la boda. Bastaba con que hubiera unos testigos.
La ceremonia tenía dos partes. Una donde los novios se tomaban de la mano y otra donde él pronunciaba el juramento de fidelidad, alzando su mano derecha.
En principio, llama la atención que, en ese dormitorio, que es donde se desarrolla esa escena, la ventana esté abierta, mientras que a los novios se les ve muy abrigados. Es posible que sean una especie de nuevos ricos y nos estén mostrando que están muy satisfechos por tener esos bienes de lujo.
En la parte superior de la estancia podemos ver una lámpara realizada en metal. Sin embargo, entre sus cinco brazos, sólo hay uno donde se ve una vela encendida. Eso se consideraba el símbolo de Cristo y se solía encender en los sitios donde se iba a firmar un contrato o pronunciar un juramento.
Otros autores afirman que esa única vela encendida, que se colocaba en los dormitorios de esa época, se utilizaba para atraer la fertilidad a los matrimonios.
La imagen del perro sirve para recalcar ese espíritu de fidelidad, como se pueden ver a los pies de muchas tumbas medievales. No obstante, otros autores dicen que el pintor lo ha colocado ahí para restarle cierta solemnidad al momento. Incluso, haciendo alarde de sus conocimientos en la técnica de la miniatura, podemos llegar a apreciar los diferentes pelos del animal.
En la pared del fondo, bajo la firma del autor, podemos ver un curioso espejo de forma redonda y convexa, donde se reflejan la parte posterior de los novios y, supuestamente, los dos testigos de esa boda, donde, según algunos autores, uno de ellos sería el propio pintor, aunque sólo se aprecian un personaje vestido de azul y otro de rojo.
Sólo cuatro años después, Robert Carpin, pintó un retablo, del cual sólo se conservan los dos laterales en el Museo del Prado. En uno de esos laterales figura San Juan con un espejo similar a éste.
Alrededor del espejo del cuadro que nos ocupa, aparecen 10 círculos, donde han sido representados diferentes momentos de la pasión de Jesucristo. Dándoles un aspecto como si se tratara de unos esmaltes.
Junto al espejo, se puede ver colgado en la pared, algo que parece un rosario, confeccionado en cristal. Los rosarios solían ser regalados, habitualmente, por el novio a la novia.
En el cabecero de la cama se aprecia una imagen de una santa, realizado en madera. Los expertos nos se ponen de acuerdo, ya que unos la atribuyen a Santa Margarita, patrona de los nacimientos, en su pose habitual, pisando a un dragón. Sin embargo, como tiene una especie de escobilla a su lado, también podría ser  Santa Marta, patrona del hogar.
Otros elementos que indican que se trata de una familia adinerada son los muebles, las figuras religiosas y las frutas. Sobre todo, las naranjas, que eran bastante caras, pues solían proceder de Portugal.
En el suelo, y entre los dos contrayentes, también podemos ver una típica alfombra traída de Anatolia, lo cual es otro símbolo de riqueza.
Aunque, a primera vista, parece que la novia ya está embarazada, no es así. Lleva un vestido de color verde, que simbolizaba la fertilidad y, en esa época, era normal retratar a las mujeres casadas como si estuvieran embarazadas para dar a entender que eran fértiles. A simple vista, se puede apreciar que el pintor se ha afanado por mostrar hasta los más mínimos detalles de ese vestido.
Desgraciadamente, este matrimonio nunca tuvo hijos y, además, años más tarde, Giovanni, fue demandado por adulterio por una joven con la que había mantenido relaciones.
Tampoco se nos ha de escapar que se ven por el suelo dos pares de zapatos. Los más cercanos al espectador son una especie de chanclas de madera. Al fondo, junto y encima de la alfombra, se ven otras de color rojo. Esto significa que, durante su boda, los novios se hallaban descalzos. Con lo cual, esto le da un valor más sagrado a ese rito e, incluso, algunos dicen que con esto pretendían atraer la fertilidad.
En resumen, se puede definir a esta obra como una pintura de tipo realista, no religiosa, pero repleta de elementos religiosos y simbólicos. Por su hieratismo, esta obra se aparta del estilo habitual del pintor, en cuyas obras les aporta una gran vitalidad a los personajes representados.
Otras obras a destacar son El hombre del turbante rojo, datada en 1433; La Virgen del canciller Rolin, de 1435; la del canónigo van der Paele, de 1434.
Por último, en el Museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid, podemos ver una obra que siempre me ha gustado mucho. Se trata del Díptico de la Anunciación, fechado en 1436. Es una obra tan magistral que esta pintura, casi se podría confundir con una escultura.
Se cree que murió a mediados de 1441 y fue enterrado en el claustro de una iglesia, hoy inexistente, situada en Brujas. Tras su fallecimiento, su hermano menor, Lambert, también pintor se hizo cargo de su taller y terminó las obras que habían quedado inacabadas.


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