domingo, 25 de noviembre de 2018

MARY RICHARDSON, UNA SUFRAGISTA MUY PELIGROSA


Es posible que todos hayáis visto la famosa película “Mary Poppins”, estrenada en 1964 y protagonizada por Julie Andrews y Dick van Dyke.
Entre los varios temas que aparecen en esa obra está el Movimiento Sufragista británico. Se puede ver al personaje de la Sra. Banks, interpretado por la actriz Glynis Johns, vestida para un acto de esa asociación, que, entre otras cosas, reivindicaba el voto para la mujer.
Lo cierto es que me parece que tenían todo el derecho a hacerlo, lo que no me gustaban eran los medios que utilizaban para ello, que podrían ser, cuando menos, bastante discutibles. Ahora comentaré algunos de ellos.
Por otro lado, la autora de esta obra, en la que se basa esa película, fue Pamela Lyndon Travers, que solía firmar como P.L. Travers, porque, según decía, así no se enteraban de que se trataba de una mujer y podía vender más libros. No obstante, su verdadero nombre era Helen Lyndon Goff. Nació en Australia en 1899, pero luego fue a vivir al Reino Unido, donde consiguió que se publicara esta obra en 1934, a la que después siguieron varios libros más sobre el mismo personaje.
Confieso que no he leído esa obra, pero, según parece, ocurrió lo de siempre. La productora, Walt Disney, que había comprado los derechos sobre ese primer libro, hizo lo que le dio la gana y, según la autora, en la película, tergiversó por completo la idea del personaje de Mary Poppins.
Así que, a pesar del éxito obtenido, siempre se negó a cederles los derechos del resto de sus obras. Incluso, a mediados de 2012, se estrenó en España una película titulada “Al encuentro de Mr. Banks”, donde esa productora contaba los problemas que había tenido con la mencionada escritora.
Así que no me alejaré más del tema, porque a veces me enrollo demasiado. Nuestro personaje de hoy se llamaba Mary Raleigh Richardson y nació en 1882 en la ciudad de Ontario (Canadá).
A principios del siglo XX, se trasladó a Londres, donde residió en el barrio de Bloomsbury y estudió Arte, dedicándose, posteriormente, al periodismo.
Por lo visto, se afilió al movimiento de las sufragistas, tras haber presenciado el infame Viernes Negro (otro Black Friday), que tuvo lugar el 18/11/1910.

Antes de esa fecha, lord Asquith, llegó al Gobierno, con el apoyo del movimiento
sufragista, tras haberles prometido que presentaría un proyecto de Ley por el que se autorizaría el voto de las mujeres. Sin embargo, no lo cumplió a causa de las presiones de los conservadores e, incluso, de los miembros de su propio partido, el Liberal.
Parece ser que no se pretendía dar el voto a todas las mujeres, sino sólo a las que tuvieran un cierto patrimonio. Así que unos dijeron que no les parecía suficiente y otros que estas mujeres, supuestamente, siempre votarían al Partido Conservador. Curiosamente, ese partido estaba en contra de que las mujeres pudieran votar y sólo decían estar a favor algunos miembros del Partido Laborista.
Esto me recuerda mucho al argumento que utilizaron, en 1931, en España, los partidos de izquierda, para negar el voto a la mujer.
Así que las sufragistas, que también reivindicaban igualdad de trato en divorcios y herencias, se sintieron traicionadas por el Gobierno y no se les ocurrió otra cosa que manifestarse por medio de una marcha hasta el Parlamento.
Parece ser que, durante varias horas, estas mujeres fueron atacadas por transeúntes y policías, requiriendo muchas de ellas el ingreso hospitalario. Por lo visto, dos de esas mujeres, que fueron detenidas por este acto, murieron pocos días después, pero nunca se llegó a demostrar que fuera a causa del maltrato policial, como ellas habían denunciado.
Una de estas víctimas fue la hermana menor de la líder de este movimiento, Emmeline Pankhurst.
Curiosamente, el ministro del Interior, se negó a realizar una investigación sobre estos hechos. Su nombre era Winston Churchill. Igual, por ello, no fue reelegido, tras la II Guerra Mundial.
Como ya he mencionado, a la vista de esos sucesos, muchas mujeres, como nuestro personaje, se afiliaron a ese movimiento.
El problema es que se creó un ala radical, dentro de ese movimiento, que empezó a actuar por su cuenta, provocando frecuentes altercados.

A primeros de junio de 1913, acudieron al hipódromo de Epsom, en Surrey. Allí, a una de ellas, no se le ocurrió otra cosa que manifestarse, atravesando el circuito, mientras tenía lugar esa carrera. De esa forma, una compañera suya, llamada Emily Davison, murió atropellada por uno de los caballos, llamado Anmer, el cual pertenecía al propio rey. Otras versiones dicen que no murió en ese mismo momento, sino 4 días más tarde.
Por lo visto, Davidson, era muy conocida por la Policía, ya que la habían detenido en multitud de ocasiones y, cuando se negó a comer, pues hacía, continuamente, huelgas de hambre, la ataban a una silla y le daban de comer a la fuerza. Lo cual provocó daños graves en su organismo.
Parece ser que, cuando la multitud comprobó que Richardson era otra sufragista, la persiguieron con ánimo de lincharla y tuvo que ser protegida por empleados del ferrocarril.

Posteriormente, Richardson, se dedicó a lo que muchas de sus compañeras. O sea, tirar piedras y romper los cristales de las ventanas del Ministerio del Interior y de la prisión del Castillo de Holloway, donde solían encerrarlas. Aparte de intentar incendiar algún edificio oficial. Según parece, a causa de ello, la detuvieron varias veces y también tuvieron que darle de comer a la fuerza.
Eso de hacer huelgas de hambre fue una táctica que empezaron a usar en 1909, cuando una de las sufragistas, llamada Marion Wallace Dunlop, se negó a comer y, en vista de su estado de salud, el juez la puso en libertad, sólo 3 días después de haberla encarcelado.
Así que el Gobierno se dio cuenta de lo que estaban haciendo y adoptó unas nuevas medidas contra ellas. Utilizando unas sondas, que unas veces eran introducidas por la boca y otras por la nariz. En este último caso, se corría el riesgo de que murieran, si la comida llegaba a los pulmones.
Por lo visto, también, en otra ocasión, nuestro personaje, saltó al estribo del carruaje, donde viajaba el rey Jorge V, para llamar la atención sobre las demandas de su movimiento. Parece ser que la líder de ese movimiento decía que “es nuestro deber violar la Ley con el fin de llamar la atención”. Incluso, llegó a convencer al obispo de Londres, para que apoyara esas demandas.
Realmente, el acto más conocido de Richardson fue el atentado que realizó contra la famosa obra “La Venus del espejo”, de Velázquez.
El 10/03/1914, entró en la National Gallery, de Londres, que es donde, desde 1906, se exhibe esta obra de arte. No debía de haber casi nadie en esa sala, porque a ella le dio tiempo de sacar un cuchillo de grandes dimensiones y asestarle siete cuchilladas al lienzo que contiene esa obra.
Parece ser que un vigilante fue hacia allá, al oír el golpe de los cristales rotos contra el suelo. Lo que ocurrió es que el pavimento estaba muy pulido y, al correr, resbaló y cayó antes de poder alcanzarla. Luego, consiguieron detenerla.
Según ella, había ejecutado esta reprochable acción como una protesta por la detención de la jefa de este movimiento, Emmeline Pankhurst, cuyo lema era “hechos y no palabras”. Un suceso ocurrido unos días antes.

Otra de las frases de esta líder era: “Sólo existe una salida, a menos que estéis dispuestos a retrasar el avance de la civilización dos o tres generaciones. Debéis de otorgar el derecho de voto a esas mujeres. Ese es el resultado de nuestra guerra civil”.
Richardson decía que le había molestado mucho esa detención y también que los hombres se quedaran mirando fijamente el cuerpo de la mujer retratada en ese cuadro. Este acto sólo le costó 6 meses de prisión, que era la máxima pena por romper una obra de arte.
Por lo visto, este movimiento se empleó a fondo en los seis meses anteriores a la I Guerra Mundial. Como ejemplo de ello, podemos destacar la quema de tres castillos en Escocia, el incendio de la Biblioteca Carnegie, en Birminghan, etc. Aparte del ataque a otras obras pictóricas, mansiones vacías, centros deportivos, estaciones ferroviarias, etc.
Incluso, se atrevieron a colocar un artefacto explosivo dentro de la famosa Abadía de Westmisnter, que explotó, pero, afortunadamente, no dejó ninguna víctima.
Incluso, llegaron a quemar las orquídeas del Real Jardín Botánico y además derramaron ácido en el césped de un campo de golf, frecuentado por políticos. Esas quemaduras tenían forma de letras y en ellas podía leerse: “Voto para las mujeres”.
Realizaron un total de 141 atentados en los 6 primeros meses de 1914 y luego ya no hicieron más a causa de las leyes de guerra.
Lo cierto es que, hasta 1918, no empezaron a conseguir lo que buscaban. En ese año, ya pudieron votar las mujeres mayores de 30 años, siendo Nancy Astor la primera mujer que ingresó en la famosa Cámara de los Comunes.
No fueron las primeras, pues en 1893 ya les había sido reconocido ese derecho a todas las mujeres en Nueva Zelanda. En 1906, Finlandia fue el primer país europeo en reconocer también el derecho al sufragio femenino. En la democrática Suiza no las dejaron votar hasta 1971.
Hasta 1928, las mujeres británicas, no pudieron gozar de los mismos derechos, a la hora de votar, que los hombres.
Desgraciadamente, Pankhurst, no llegó a verlo, porque murió ese mismo año, pero un mes antes de que se aprobara esa Ley.
Volviendo a nuestro personaje de hoy, en 1919, se afilió al famoso Partido Laborista y se presentó a varias elecciones, hasta 1934, pero nunca obtuvo un escaño en el Parlamento.
Ese último año, hizo lo mismo que otras compañeras suyas, afiliarse al BUF (Unión de Fascistas Británicos), movimiento liderado por Oswald Mosley. Ascendió en ese partido, llegando a ser la Secretaria de Organización para la Sección de la Mujer. Otros autores afirman que se afilió en 1932 a ese partido.
En 1935, dejó definitivamente este movimiento y también la política, desilusionada porque, según ella, nunca encontró un partido que quisiera proteger a las mujeres.
Seguramente, más de uno podrá pensar que estos comportamientos serían ahora impensables. Sin embargo, acabo de ver varios comentarios a una noticia sobre el
atentado contra el cuadro de Velázquez, donde unas lectoras dicen que entienden y apoyan el atentado que realizó esta mujer contra esa famosa obra de arte.
Al llegar la II Guerra Mundial, varias de estas sufragistas, que habían ingresado en el partido fascista BUF, fueron encarceladas en la mencionada prisión de Holloway, en aplicación del Reglamento de Defensa 18B, tal y como les ocurrió a otros muchos fascistas británicos.
Esta prisión, dedicada a las mujeres, fue inaugurada en 1852 y cerrada en 2015. Parece ser que está situada en una zona próxima al Emirates Stadium. Lugar donde juega el Arsenal FC.
En 1955, tuvo lugar en esa prisión la última ejecución de una mujer. La ejecutada se llamaba Ruth Ellis y había sido condenada a esa pena por haber asesinado a sangre fría a su amante, David Blakely.
Volviendo a nuestro personaje, ya sólo queda decir que publicó en 1953 su autobiografía, titulada “Laugh a Defiance” y murió en 1961, en su casa de la ciudad de Hastings.
Curiosamente, la esposa de Robert F. Kennedy Jr. también se llamaba Mary Richardson y, según parece, se suicidó en 2012.

Increíblemente, también existió otra organización femenina, que se oponía a otorgar el voto a las mujeres en las elecciones generales, aunque estaba a favor de que pudieran votar en las municipales. La Liga Nacional de Mujeres contra el Sufragio se creó en 1908. En su directiva se podían ver algunos nombres muy conocidos, como la de la famosa escritora y exploradora, Gertrude Bell.
Parece ser que no se trataba de un grupo minoritario, como podríamos creer, a primera vista. Sólo, durante el primer año, se afiliaron 9.000 mujeres a este movimiento, creando 104 sucursales por toda Gran Bretaña. Todo un éxito.
Parece ser que argumentaban que, como el Estado moderno era muy complejo y que se basaba en las finanzas, el Ejército, la industria, etc. Pues ellas decían que no podían opinar sobre eso, porque, en esa época, las mujeres no tenían acceso a esos sectores. Es curioso que dijeran eso en un país donde había gobernado durante tantos años la reina Victoria.
Por lo visto, también mencionaban que, si les daban ese derecho a las mujeres, introducirían diferencias políticas en las familias y contribuirían a enturbiar la vida doméstica.
Una de las presidentas de este grupo fue la australiana y también muy victoriana Mary Augusta Humphry Ward, la cual solía escribir cuentos para niños. Curiosamente, también fue tía del famoso escritor Aldous Huxley.
En 1910, esta organización se fusionaría con la Liga de Hombres que se oponían al sufragio femenino. A partir de ese momento, ambas organizaciones fueron presididas por un hombre, hasta que se disolvieron en 1918, con motivo del reconocimiento oficial del derecho al voto de la mujer.

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martes, 13 de noviembre de 2018

LAS FUNCIONARIAS DE PRISIONES DURANTE LA II REPÚBLICA ESPAÑOLA


Es curioso que, hoy en día, se suele hablar de muchos colectivos, que quedaron afectados por el final de la Guerra Civil, pero he encontrado muy poca información sobre éste. Parece como si alguien lo quisiera esconder y me parece que no debería de ser así, porque muchas de estas funcionarias realizaron un gran trabajo, que nunca les fue reconocido.
Confieso que, hasta hace muy poco, no conocía nada de lo que le había ocurrido a este grupo de mujeres y ahora me estoy empezando a enterar.
Un día, no hace mucho, no sé por qué me llamó la atención un nombre y una foto que encontré, casualmente, como siempre, en Internet. Luego me enteré que se trataba de una mujer llamada Teresa Matilde Revaque Garea, natural de una pequeña localidad de Valladolid. No voy a desvelar nada más, porque ya lo veréis al final de este artículo.
Como todos sabemos, el 14/04/1931, fue proclamada la II República. Poco después, Victoria Kent, fue nombrada directora general de Prisiones.
Se trataba de una conocida abogada malagueña especializada en Derecho Penal. Aparte de ello, era una famosa feminista y estaba afiliada al Partido Radical Socialista, con el que había obtenido un escaño en el Parlamento.

Curiosamente, aunque siempre fue muy feminista, votó en las Cortes en contra del proyecto de Ley para que las mujeres pudieran votar en las elecciones, porque así se lo exigió su partido. Aunque ahora nos pueda parecer mentira, esa Ley fue aprobada mediante los votos de los partidos de derecha, porque todos los de izquierda votaron en contra.
Por lo visto, argumentaban que, en aquella época, las mujeres españolas, estaban demasiado influidas por la Iglesia católica y votarían de acuerdo con lo que les dijeran sus párrocos.
Precisamente, por eso mismo, dicen que en las elecciones de 1933 ganó la derecha. Lo cual es una tontería, porque en las elecciones de 1936, donde votaron las mismas mujeres, ganó la izquierda.
No obstante, desde un primer momento, Kent, quiso humanizar las cárceles. Aunque sólo duró un año en ese cargo, su labor fue muy efectiva.
Cerró un montón de prisiones, cuyo estado era ruinoso. Suprimió las celdas de castigo y las cadenas con las que ataban a algunos presos. Aumentó y mejoró las raciones alimenticias de los encarcelados. También fundó la Cárcel de Ventas, inaugurada en 1933.
Aparte de ello, creó un nuevo cuerpo de funcionarias de prisiones, para cuidar de las presas. Hasta ese momento, esa labor la habían realizado las monjas de la congregación de las Hijas de la Caridad. Yo no sé si las monjas lo harían bien o mal, pero, según parece, había muchas críticas contra la forma en que ejercían su labor.
También es verdad que lo primero que hizo Azaña fue cargarse las tradicionales fuentes de recursos de la Iglesia española. Como fue el caso de los colegios. Así que de dedicó a cerrar algunos colegios religiosos y abrir colegios públicos por toda España. Por tanto, no sería extraño que aquí pretendiera hacer lo mismo.
Sin embargo, según dicen algunos autores la decisión de nombrar a Victoria Kent para ese puesto no procedió de Azaña, que entonces era el presidente del Gobierno, sino del propio presidente de la II República, Niceto Alcalá-Zamora.
En fin, el pensamiento de Kent no iba por el camino de encerrar y castigar al reo, sino de intentar reeducarlo y hacerlo más útil a la sociedad.
Parece ser que estuvo muy influida por uno de sus antiguos profesores, Luis Jiménez de Asúa, considerado por muchos como uno de los mayores expertos en Derecho Penal de todo el mundo.
Volviendo al tema de hoy, el 11/05/1932, ingresaron las nuevas funcionarias en la recién creada Sección Auxiliar Femenina del Cuerpo de Prisiones.
Todo ello, se hizo mediante un concurso-oposición, convocado en octubre de 1931. Las aspirantes debían tener una edad entre 27 y 45 años. Se valoró que tuvieran algún 
título y muchas de ellas eran maestras. Así se cubrieron las 5 plazas para jefas de servicio y las 29 para auxiliares. Posteriormente, se hicieron nuevas oposiciones para cubrir más plazas de este tipo.
Se creó una Escuela de Criminología, sita en la antigua Cárcel Modelo de Madrid. En ella, las nuevas funcionarias recibieron un cursillo impartido por un grupo de profesores universitarios. Entre los que se hallaba Jiménez de Asúa. El curso comenzó en enero de 1932 y las funcionarias se incorporaron, en septiembre del mismo año, a sus respectivos destinos.
Parece ser que Kent decía que la situación de las presas era especialmente mala y por eso se decidió por crear urgentemente un cuerpo de funcionarias de prisiones.
Por lo visto, tras la llegada de las funcionarias, la opinión general entre las presas, es que la situación había mejorado mucho, pues les habían dado una serie de libertades que antes no tenían y, desde luego, la disciplina ya no era tan rígida. Sin embargo, más de una vez tuvieron que luchar las funcionarias con los directores, pues tenían unas ideas radicalmente contrarias a las que les habían inculcado a ellas.
Todo cambió, tras el comienzo de la Guerra Civil. En principio, el Gobierno decidió evacuar la nueva Cárcel de Ventas, dejándola en exclusiva para varones, y trasladar a las presas y a las funcionarias a un edificio habilitado como prisión en la calle de Toreno, también en Madrid.

Por lo visto, salieron perdiendo, porque la Cárcel de Ventas era un local nuevo, que había sido muy bien organizado para que hubiera una buena proporción entre presas y funcionarias. Sin embargo, cuando llegaron a Toreno, se encontraron con un lugar que no era adecuado para un establecimiento de este tipo. Por otra parte, también ocurrió que la cárcel de Ventas se llenó de presos desafectos al régimen republicano y se produjo el consiguiente hacinamiento.
Posteriormente, fueron trasladadas al antiguo Asilo y hoy Hospital de San Rafael, para alejarlas del frente de Madrid. Parece ser que, al final de la guerra, volvieron a la Cárcel de Ventas.
Lamentablemente, esta situación bélica dio lugar a profundas desavenencias entre algunas funcionarias. Se sabe que una de ellas se ocupó de depurar a los miembros del Cuerpo de Prisiones, para estudiar si eran desafectos al régimen republicano.
Sin embargo, en la posguerra, algunas de ellas, tras ser llevadas ante los tribunales franquistas, se buscaron avales por todas partes con el fin de salvar el pellejo. Según ellas, durante toda la guerra, habían estado colaborando, sigilosamente, con el bando nacional.
No sería de extrañar que, más de una, viendo que la II República tenía perdida la guerra, hiciera algunos méritos con las presas encerradas por desafección a ese régimen a fin de que se acordaran de ellas una vez llegado el final de la guerra. Como así pasó en muchos casos.
Parece ser que, entre las presas, había algunas de singular importancia. De hecho, un cierto número de ellas, fue elegido para su traslado a la prisión de Alacuás, cerca de Valencia. Se trataba de un centro que no parecía una prisión y donde las reclusas gozaban de una mayor libertad que en otros centros, porque el Gobierno pensaba utilizarlas para realizar canjes de prisioneros con el otro bando.
Una de estas importantes presas fue María Millán Astray, hermana del fundador de la Legión española, que había sido condenada a una pena de dos años de prisión. Parece ser que esta mujer sabía hablar inglés y, en cierta ocasión, cuando aún se hallaba recluida en Madrid, recibió la visita de un diplomático de USA.

Como la conversación se realizaba en inglés, la funcionaria que estaba presente denunció el hecho ante su jefa, que era Matilde Revaque. Así que, como esto era contrario al Reglamento de Prisiones, Revaque, prohibió que continuara esa entrevista, porque la funcionaria no se enteraba de lo que estaban hablando. De esa forma, se buscó una enemistad que le trajo muchos disgustos en la posguerra.
Sin embargo, el caso de Carmen Castro fue diferente. Parece ser que se pasó a la zona nacional y pudo demostrar su adhesión a esa causa. De esa forma, tras el final de la guerra, regresó a Madrid, siendo nombrada nueva directora de la Cárcel de Ventas. Según dicen, allí se dedicó a depurar y a encarcelar a algunas de sus antiguas compañeras.
Parece ser que otras de esas funcionarias, que afirmaron ser afectas a la causa nacional, se dedicaron a colocar a sus amigas en las cocinas, desde donde servían mejores comidas a ciertas presas e, incluso, enviaban paquetes de comida a los familiares de las mismas. Hay que recordar que, en esa época, Madrid era una ciudad sitiada, donde faltaba casi de todo.
Parece ser que Matilde Revaque tenía fama de incorruptible y de cumplir el Reglamento a rajatabla. Así que muchas de esas presas tan importantes no la podían ni ver y eso se demostró en la posguerra. Esta funcionaria también fue trasladada, junto con esas presas, a la cárcel de Alacuás y, posteriormente, a la de Cehegín (Murcia), donde le sorprendió el final de la guerra.
Esa prisión de Alacuás fue llamada la de “las Damas de España”. En ella coincidieron personas tan conocidas como Rosario Queipo de Llano, Pilar Millán Astray, Carmen Primo de Rivera, Pilar Jaraiz Franco, etc. Todas ellas, familiares de militares de alta graduación del bando nacional. Entre otras, porque allí fueron ingresadas más de 600 mujeres durante la guerra, pero la mayoría de ellas eran gente más normal.
Ya sabemos que el final de la guerra coincidió con el inicio de la represión franquista. Algo que ya se había mostrado en las zonas que habían ido conquistando las tropas nacionales.
Sin embargo, parece ser que esa represión se cebó con este colectivo de funcionarias de prisiones, las cuales, ahora pasaron a estar presas en las mismas cárceles donde habían estado cumpliendo sus funciones.
En el caso de Matilde Revaque, fue encarcelada el 18/04/1939, en la misma Cárcel de Ventas, que ahora estaba repleta de presas afectas al régimen republicano. Lo mismo ocurrió con otra funcionaria llamada Isabel Huelgas de Pablo. Las dos tenían en común haberse enfrentado, cuando ejercían sus funciones, con la presa María Millán Astray.

En noviembre de 1940, tras la llegada del franquismo, fue disuelto ese cuerpo de funcionarias de prisiones. En su lugar, se creó otro donde existían tres categorías: la directiva, la auxiliar y la de simples guardianas. Es preciso decir que algunas de esas antiguas funcionarias pasaron a prestar sus servicios en este nuevo cuerpo, previa aprobación de su correspondiente expediente de depuración. Sin embargo, también admitieron para este nuevo cuerpo a antiguas cautivas del bando nacional o a mujeres que habían quedado viudas durante ese conflicto. Por supuesto, sin exigirles ningún tipo de formación previa. Incluso, volvieron a admitir a las monjas.
Parece ser que, durante la posguerra, se produjo una gran escasez de personal con la adecuada formación para la jefatura de las múltiples prisiones que se crearon por toda España. Esto dio lugar a que algunas de esas antiguas funcionarias, que habían conseguido pasar su expediente de depuración, fueran ascendidas a puestos superiores. Mientras que otras pasaron a estar en excedencia, durante el tiempo en que eran depuradas. Algunos autores afirman que eso se pudo deber a delaciones entre ellas para ganarse la simpatía del nuevo régimen.
Lo cierto es que Matilde Revaque e Isabel Huelgas, tuvieron que comparecer, en 1940, ante un consejo de guerra, el cual las condenó a muerte y fueron fusiladas a mediados de ese año. No sé si ello se debió a su afán por cumplir a rajatabla el Reglamento o por haber molestado a ciertas presas importantes.
Es posible que ese fuera el motivo que explicaría estas dos condenas a muerte, pues, por lo visto, tras la guerra, Matilde, tuvo un día que aguantar la visita de Pilar Millán Astray, que aprovechó el momento para reírse, públicamente, de ella.
Desde luego, fueron a por Matilde Revaque, pues le incoaron nada menos que tres sumarios ante los respectivos consejos de guerra, por si se escapaba con vida de alguno de ellos.
Por lo visto, a nuestro personaje la tenían en mucha estima, tanto las presas como muchas de las funcionarias y, durante su encarcelamiento en Ventas, hizo muchas gestiones para intentar mejorar las condiciones de vida de las allí presas. Dado el hacinamiento y el caos que se vivió en ese centro durante los primeros meses de la posguerra.
La condena y ejecución de Matilde provocó un sentimiento general de consternación en el resto de las presas, pues siempre las había tratado con el máximo respeto.
Parece ser que, cuando una guardiana, llamada Victoria Úbeda, que era una de esas nuevas funcionarias nombradas por el régimen franquista, la llamó para llevarla hasta el pelotón de ejecución, le dijo: “No olvides, Victoria, que muero por haber llevado esto con dignidad”. Señalando el escudo del Cuerpo de Prisiones que llevaba la funcionaria cosido en su uniforme. Matilde no llegó a cumplir los 43 años. Estaba casada, pero no tenía hijos.
Por lo visto, la represión franquista, se cebó con las jefas de sección de estas funcionarias. Pocas fueron las que escaparon a la depuración. Sin embargo, no conozco más casos en que otras funcionarias de prisiones fueran condenadas a muerte.
No obstante, muchas de las funcionarias de menor rango pudieron continuar en sus puestos, tras haber sido, previamente, depuradas por un comité nombrado al efecto.
No hará falta decir que, con el nuevo régimen, se eliminó ese buen ambiente que había pretendido crear Victoria Kent con su reforma, en el ámbito de las prisiones. Durante muchos años, en España se multiplicaron las prisiones repletas de encarcelados, viviendo en situaciones inhumanas.
Concretamente, en la Cárcel de Ventas, que sólo estaba diseñada para unos 500 presos, llegó a haber 5.000. Con eso, nos podemos hacer una idea sobre el hacinamiento y la falta de condiciones sanitarias que había en esos centros.
Para terminar, me gustaría mencionar el caso de una de las presas, llamada Josefina Villa. Lo único que había hecho, durante la guerra, fue trabajar como enfermera militar para el bando republicano. Por otra parte, como otros muchos estudiantes, antes de la guerra, había militado en la FUE y parece ser que tuvo un pequeño enfrentamiento en Salamanca con un falangista, el cual la denunció. La detuvieron y la torturaron en tres ocasiones y no consiguió quedar en libertad hasta 1950.
Decía que, en 1939, cuando la ingresaron en la Cárcel de Ventas, había allí unas 3.000 presas. En algunas celdas, que habían sido concebidas para que hubiera una sola presa, ahora había 11.
Los pasillos estaban llenos de mujeres y niños. Con lo cual, no se podían cerrar las puertas de las celdas y sólo cerraban la puerta principal.
Para colmo, estas mujeres tuvieron que soportar un constante maltrato carcelario, provocado por las nuevas autoridades, que se hicieron cargo de esos centros.
Por lo visto, una de esas nuevas funcionarias, procedente de una conocida familia de militares, llegó a ser directora de la cárcel de Ventas. Según los testimonios de algunas presas, todo su afán fue siempre separar a las madres de sus hijos, lo que provocó que muchos de ellos enfermaran y murieran. Con eso nos podremos hacer una idea de cómo era el ambiente en esos centros de reclusión.

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martes, 6 de noviembre de 2018

EL TRÁGICO DESTINO DEL GENERAL ARANGUREN


El personaje que traigo hoy al blog me pareció que dio a todos un ejemplo de honor y lealtad   a la palabra dada.
Vayamos por partes. Comenzando con la estructura habitual de mis artículos, he de decir que nació en la localidad coruñesa de Ferrol en 1875.
Es una cosa que me ha llamado mucho la atención. Suelo escribir artículos sobre personajes famosos y, para mi sorpresa, veo que muchos de ellos han nacido en esa misma localidad.
Ejemplos de ello son Pablo Iglesias (fundador del PSOE y la UGT), el político Canalejas, el general Martínez Anido, los hermanos Franco, la escritora Concepción Arenal, el escritor Torrente Ballester, el historiador Santos Juliá, etc.
Supongo que muchos de esos famosos han sido militares, porque Ferrol siempre ha sido una plaza donde han estado destinados muchos militares. Sobre todo, de la Armada. Ya se saben que muchos hijos de militares suelen elegir también la carrera militar.
El caso es que nuestro personaje de hoy, que se llamaba José Aranguren Roldán, nació en esa localidad, donde estaba destinado su padre, José Aranguren Pérez de la Quintana, que llegó a ser comandante de Artillería. Desgraciadamente, tuvo que retirarse anticipadamente, debido a una grave enfermedad, que le llevó a la muerte cuando nuestro personaje tenía tan sólo 8 años.
A partir de ahí, la pensión de su padre sería muy escasa, porque dejó a su familia, compuesta por su mujer y sus cuatro hijos, sumida en la pobreza. Así que, nuestro personaje, se decidió muy pronto por seguir también la carrera militar.
Con sólo 16 años, ingresó en la Academia de Infantería, sita en Toledo. Nada más acabar sus estudios, solicitó su ingreso en la Guardia Civil. Algo un tanto extraño para un joven teniente,
porque, a esa edad, lo único que se pretende es ascender cuanto antes. Sin embargo, en la Guardia Civil, se ascendía muy lentamente, porque había una menor cantidad de plazas.
Lo cierto es que estuvo destinado en varias localidades de su Galicia natal. Ello fue así hasta 1924, en que fue destinado a la infame Guerra de África, donde combatió junto a alguno de esos famosos militares, que he mencionado anteriormente.
Había olvidado mencionar que, en 1901, se casó con María de la O de Ponte y de la Peña, natural de Puerto Rico.
Ese matrimonio tuvo seis hijos, tres de ellos varones: José, Juan y Carlos. El primero coincidió con su padre, durante la Guerra de África y murió en ese conflicto a causa de las heridas recibidas en un combate, cuando mandaba tropas de Regulares. De los otros dos, hablaré más adelante.
En 1931, la proclamación de la II República, le pilló, ya siendo coronel, como director del Colegio de Guardias Jóvenes “Duque de Ahumada”, situado en Valdemoro (Madrid).
Allí fue donde conoció a los principales dirigentes del Gobierno, durante una visita de estos a ese centro de enseñanza. Parece ser que vieron en él a un militar del que se podrían fiar.
No obstante, en 1932, coincidió en La Coruña con Franco. En ese momento, éste ya era general de brigada y mandaba una brigada de Infantería, mientras que Aranguren era el coronel jefe de las tropas de la Guardia Civil en esa región. Parece ser que coincidieron en muchos actos, pero no llegaron a tener una cierta amistad.
Precisamente, ese mismo año, tuvo lugar otro intento de golpe de Estado y a la cabeza del mismo se hallaba el general Sanjurjo, un militar que fue compañero de promoción de Aranguren en la Academia de Toledo y que también fue director general de la Guardia Civil.
Curiosamente, la actuación de Sanjurjo había sido clave para la llegada de la II República, porque Alfonso XIII contaba con que la Guardia Civil intervendría a su favor. Sin embargo, Sanjurjo, que era su jefe, se puso del lado de los republicanos.
Volviendo a nuestro personaje, en 1936, el Gobierno lo ascendió a general de brigada. Hasta entonces, los generales de la Guardia Civil, procedían de otras ramas del Ejército, pero no de ese cuerpo.
Ya sabemos que los gobiernos republicanos siempre tuvieron problemas con los militares. Así que buscaron poner en los sitios clave a gente de su máxima confianza.
Por ese motivo fue destinado como jefe de la Guardia Civil en Cataluña y, por ello, le pilló la sublevación del 18 de julio en Barcelona.
Parece ser que los que estaban implicados en ese complot, previamente, le habían sondeado para que se uniera a ellos, porque siempre había tenido fama de ser una persona conservadora y muy católica. Sin embargo, siempre se negó a sublevarse.
Por lo visto, mantuvo una conversación telefónica con el general Goded, donde éste le amenazó con fusilarle, en el caso de que vencieran los sublevados. Aranguren le contestó: “Si mañana me fusilaran, fusilarán a un general que ha hecho honor a su palabra y a sus juramentos militares. Pero si mañana le fusilaran a Vd., fusilarían a un general que ha faltado a su palabra y a su honor”. En fin, toda una lección de valentía y de lealtad militar y más cuando Goded tenía un grado más que él.
Incluso, el mismo Goded, le echó en cara que Aranguren se pusiera del lado de los “rebeldes del pueblo”. A lo que el otro le contestó: “Aquí no hay más rebeldes que Vds.”.
Así que, como ocurrió en otras localidades donde la Guardia Civil defendió a la II República, el golpe fracasó. En el caso de Barcelona y otras localidades cercanas, los que consiguieron vencer a los sublevados fueron nuestro personaje y el entonces coronel Escobar.
Posteriormente, todos los militares sublevados fueron detenidos. Los cabecillas tuvieron que rendir cuentas ante diversos consejos de guerra.
Los principales cabecillas, que fueron los generales Goded y Burriel, estuvieron encarcelados en el barco militar Uruguay. De allí, el 11/08/1936, fueron llevados ante un consejo de guerra, acusados de traición a la Patria. Ambos fueron condenados a muerte y fusilados, al día siguiente, en los fosos del Castillo de Montjuich.
Como muchos militares españoles, la Guerra Civil, dividió a sus familias. Así que los otros dos hijos de Aranguren, que también fueron militares decidieron apoyar al bando nacional.
Desgraciadamente, ambos murieron a causa de ese conflicto. Juan, que era oficial de la Guardia Civil, murió, en abril de 1938, durante unos combates en la zona de Guadalajara.
Por su parte, Carlos, que combatió como alférez provisional, fue herido en diversas ocasiones, finalizando la guerra con el grado de capitán. Murió poco después a causa de esas heridas.
Supongo que todo esto llenaría de amargura a nuestro personaje. Padre e hijos combatiendo en bandos opuestos.
Casualmente, me viene a la memoria el caso del general Pozas, que también optó por el bando republicano y además fue inspector general de la Guardia Civil. Sin embargo, su hermano Gabriel, se decantó por el bando nacional. Fue ayudante del general Mola y ambos murieron en un famoso accidente aéreo.
Esto creo que es algo que debería de hacer reflexionar a esos que ahora apoyan tanto la llamada “Memoria Histórica”.
Regresando a nuestro personaje de hoy, tras el comienzo de la Guerra Civil, fue nombrado jefe de la IV División Orgánica y de las fuerzas de la Guardia Civil, ambas radicadas en Cataluña.
Posteriormente, ya no tuvo tanto éxito, pues no pudo aplacar los graves sucesos que se dieron en mayo de 1937 en Barcelona. Durante esos días, hubo una especie de pequeña guerra civil entre los comunistas, apoyados por la Generalitat, y los anarquistas. Eso dio lugar a su cese.
Esta vez, su nuevo destino estaría en Valencia, como jefe de la III División Orgánica. Allí le pilló el final de la Guerra Civil.
Parece ser que se negó a abandonar la ciudad, pues tenía muy claro que él no había hecho otra cosa que cumplir con su deber. No obstante, unos amigos le convencieron para que se refugiara en el Consulado de Panamá en esa ciudad.
Allí fueron  fuerzas de la Guardia Civil a detenerle , las cuales le condujeron hasta Barcelona. En esa ciudad, sería juzgado ante un consejo de guerra.
Como a otros muchos militares, le aplicaron esa especie de comodín, que se inventaron en el bando franquista, culpándole de “rebelión militar”.
Algunos me dirán que les puede parecer increíble, pues los que se rebelaron fueron los otros. Sin embargo, al comienzo de la guerra, el bando franquista publicó un decreto en el que decía ser el verdadero Ejército español y que todos los que se enfrentaran con ellos serían culpados de rebelión militar.
Curiosamente, nada más comenzada la Guerra Civil, el general Fanjul, cabecilla de la sublevación en Madrid y encerrado en el Cuartel de la Montaña, tras su detención, fue llevado ante un consejo de guerra, acusado de rebelión militar. Por este motivo, fue condenado a muerte y ejecutado. Con este ejemplo, se puede apreciar que ese delito fue utilizado por ambos bandos, aunque más profusamente por el nacional.
Volviendo al general Aranguren, parece ser que su estado de salud no era muy bueno, pues ya tenía 64 años y, unos días antes, había sufrido una caída de un caballo. Lo que le impedía estar de pie.
Curiosamente, fue defendido por un abogado gallego y falangista. No obstante, Aranguren también fue condenado a muerte.
Ni siquiera valieron para salvar su vida las muchas misivas que le llegaron a Franco. Incluso, de la Nunciatura Apostólica en España.
Parece ser que Franco estaba especialmente empeñado en que lo fusilaran, aunque estuviera en una camilla.
Así fue. El 21/04/1939, fue llevado al Campo de la Bota, en Barcelona, y fusilado sentado y atado a una silla.
También su antiguo subordinado, el general Escobar, aquel que el 18 de julio mandó las tropas de la Guardia Civil y consiguió hacerse con el control de la situación, derrotando a los sublevados en las calles de Barcelona, tuvo el mismo final.
Al final de la guerra, se rindió en el frente de Ciudad Real ante el general Yagüe. Fue detenido y llevado hasta Barcelona donde fue juzgado por un consejo de guerra. Como tampoco sabían de qué culparle, pues le acusaron de “rebelión militar”. Como ya dije anteriormente, el comodín legal que se solía utilizar en esa época. Lo cierto es que fue condenado a muerte y fusilado en el foso del castillo de Montjuich en febrero de 1940.
Como ya mencioné, anteriormente, muchas de las familias de militares quedaron divididas por la guerra. En este caso, uno de sus hijos, el teniente José Escobar, se decantó por el bando nacional, muriendo en la batalla de Belchite.
Curiosamente, tras la muerte de ambos, siguen estando separados. Parece ser que otro de sus hijos pidió que enterraran a ambos en el Valle de los Caídos. Sin embargo, sólo se aceptó enterrar allí al hijo, pero no al padre, que sigue enterrado en Barcelona.
También es preciso decir que, de los 59 generales de brigada, que estaban en activo cuando comenzó la Guerra Civil, 42 de ellos fueron fieles a la II República y sólo 17 militaron en el bando nacional. Esta proporción se invirtió entre los oficiales más jóvenes del Ejército.