martes, 13 de noviembre de 2018

LAS FUNCIONARIAS DE PRISIONES DURANTE LA II REPÚBLICA ESPAÑOLA


Es curioso que, hoy en día, se suele hablar de muchos colectivos, que quedaron afectados por el final de la Guerra Civil, pero he encontrado muy poca información sobre éste. Parece como si alguien lo quisiera esconder y me parece que no debería de ser así, porque muchas de estas funcionarias realizaron un gran trabajo, que nunca les fue reconocido.
Confieso que, hasta hace muy poco, no conocía nada de lo que le había ocurrido a este grupo de mujeres y ahora me estoy empezando a enterar.
Un día, no hace mucho, no sé por qué me llamó la atención un nombre y una foto que encontré, casualmente, como siempre, en Internet. Luego me enteré que se trataba de una mujer llamada Teresa Matilde Revaque Garea, natural de una pequeña localidad de Valladolid. No voy a desvelar nada más, porque ya lo veréis al final de este artículo.
Como todos sabemos, el 14/04/1931, fue proclamada la II República. Poco después, Victoria Kent, fue nombrada directora general de Prisiones.
Se trataba de una conocida abogada malagueña especializada en Derecho Penal. Aparte de ello, era una famosa feminista y estaba afiliada al Partido Radical Socialista, con el que había obtenido un escaño en el Parlamento.

Curiosamente, aunque siempre fue muy feminista, votó en las Cortes en contra del proyecto de Ley para que las mujeres pudieran votar en las elecciones, porque así se lo exigió su partido. Aunque ahora nos pueda parecer mentira, esa Ley fue aprobada mediante los votos de los partidos de derecha, porque todos los de izquierda votaron en contra.
Por lo visto, argumentaban que, en aquella época, las mujeres españolas, estaban demasiado influidas por la Iglesia católica y votarían de acuerdo con lo que les dijeran sus párrocos.
Precisamente, por eso mismo, dicen que en las elecciones de 1933 ganó la derecha. Lo cual es una tontería, porque en las elecciones de 1936, donde votaron las mismas mujeres, ganó la izquierda.
No obstante, desde un primer momento, Kent, quiso humanizar las cárceles. Aunque sólo duró un año en ese cargo, su labor fue muy efectiva.
Cerró un montón de prisiones, cuyo estado era ruinoso. Suprimió las celdas de castigo y las cadenas con las que ataban a algunos presos. Aumentó y mejoró las raciones alimenticias de los encarcelados. También fundó la Cárcel de Ventas, inaugurada en 1933.
Aparte de ello, creó un nuevo cuerpo de funcionarias de prisiones, para cuidar de las presas. Hasta ese momento, esa labor la habían realizado las monjas de la congregación de las Hijas de la Caridad. Yo no sé si las monjas lo harían bien o mal, pero, según parece, había muchas críticas contra la forma en que ejercían su labor.
También es verdad que lo primero que hizo Azaña fue cargarse las tradicionales fuentes de recursos de la Iglesia española. Como fue el caso de los colegios. Así que de dedicó a cerrar algunos colegios religiosos y abrir colegios públicos por toda España. Por tanto, no sería extraño que aquí pretendiera hacer lo mismo.
Sin embargo, según dicen algunos autores la decisión de nombrar a Victoria Kent para ese puesto no procedió de Azaña, que entonces era el presidente del Gobierno, sino del propio presidente de la II República, Niceto Alcalá-Zamora.
En fin, el pensamiento de Kent no iba por el camino de encerrar y castigar al reo, sino de intentar reeducarlo y hacerlo más útil a la sociedad.
Parece ser que estuvo muy influida por uno de sus antiguos profesores, Luis Jiménez de Asúa, considerado por muchos como uno de los mayores expertos en Derecho Penal de todo el mundo.
Volviendo al tema de hoy, el 11/05/1932, ingresaron las nuevas funcionarias en la recién creada Sección Auxiliar Femenina del Cuerpo de Prisiones.
Todo ello, se hizo mediante un concurso-oposición, convocado en octubre de 1931. Las aspirantes debían tener una edad entre 27 y 45 años. Se valoró que tuvieran algún 
título y muchas de ellas eran maestras. Así se cubrieron las 5 plazas para jefas de servicio y las 29 para auxiliares. Posteriormente, se hicieron nuevas oposiciones para cubrir más plazas de este tipo.
Se creó una Escuela de Criminología, sita en la antigua Cárcel Modelo de Madrid. En ella, las nuevas funcionarias recibieron un cursillo impartido por un grupo de profesores universitarios. Entre los que se hallaba Jiménez de Asúa. El curso comenzó en enero de 1932 y las funcionarias se incorporaron, en septiembre del mismo año, a sus respectivos destinos.
Parece ser que Kent decía que la situación de las presas era especialmente mala y por eso se decidió por crear urgentemente un cuerpo de funcionarias de prisiones.
Por lo visto, tras la llegada de las funcionarias, la opinión general entre las presas, es que la situación había mejorado mucho, pues les habían dado una serie de libertades que antes no tenían y, desde luego, la disciplina ya no era tan rígida. Sin embargo, más de una vez tuvieron que luchar las funcionarias con los directores, pues tenían unas ideas radicalmente contrarias a las que les habían inculcado a ellas.
Todo cambió, tras el comienzo de la Guerra Civil. En principio, el Gobierno decidió evacuar la nueva Cárcel de Ventas, dejándola en exclusiva para varones, y trasladar a las presas y a las funcionarias a un edificio habilitado como prisión en la calle de Toreno, también en Madrid.

Por lo visto, salieron perdiendo, porque la Cárcel de Ventas era un local nuevo, que había sido muy bien organizado para que hubiera una buena proporción entre presas y funcionarias. Sin embargo, cuando llegaron a Toreno, se encontraron con un lugar que no era adecuado para un establecimiento de este tipo. Por otra parte, también ocurrió que la cárcel de Ventas se llenó de presos desafectos al régimen republicano y se produjo el consiguiente hacinamiento.
Posteriormente, fueron trasladadas al antiguo Asilo y hoy Hospital de San Rafael, para alejarlas del frente de Madrid. Parece ser que, al final de la guerra, volvieron a la Cárcel de Ventas.
Lamentablemente, esta situación bélica dio lugar a profundas desavenencias entre algunas funcionarias. Se sabe que una de ellas se ocupó de depurar a los miembros del Cuerpo de Prisiones, para estudiar si eran desafectos al régimen republicano.
Sin embargo, en la posguerra, algunas de ellas, tras ser llevadas ante los tribunales franquistas, se buscaron avales por todas partes con el fin de salvar el pellejo. Según ellas, durante toda la guerra, habían estado colaborando, sigilosamente, con el bando nacional.
No sería de extrañar que, más de una, viendo que la II República tenía perdida la guerra, hiciera algunos méritos con las presas encerradas por desafección a ese régimen a fin de que se acordaran de ellas una vez llegado el final de la guerra. Como así pasó en muchos casos.
Parece ser que, entre las presas, había algunas de singular importancia. De hecho, un cierto número de ellas, fue elegido para su traslado a la prisión de Alacuás, cerca de Valencia. Se trataba de un centro que no parecía una prisión y donde las reclusas gozaban de una mayor libertad que en otros centros, porque el Gobierno pensaba utilizarlas para realizar canjes de prisioneros con el otro bando.
Una de estas importantes presas fue María Millán Astray, hermana del fundador de la Legión española, que había sido condenada a una pena de dos años de prisión. Parece ser que esta mujer sabía hablar inglés y, en cierta ocasión, cuando aún se hallaba recluida en Madrid, recibió la visita de un diplomático de USA.

Como la conversación se realizaba en inglés, la funcionaria que estaba presente denunció el hecho ante su jefa, que era Matilde Revaque. Así que, como esto era contrario al Reglamento de Prisiones, Revaque, prohibió que continuara esa entrevista, porque la funcionaria no se enteraba de lo que estaban hablando. De esa forma, se buscó una enemistad que le trajo muchos disgustos en la posguerra.
Sin embargo, el caso de Carmen Castro fue diferente. Parece ser que se pasó a la zona nacional y pudo demostrar su adhesión a esa causa. De esa forma, tras el final de la guerra, regresó a Madrid, siendo nombrada nueva directora de la Cárcel de Ventas. Según dicen, allí se dedicó a depurar y a encarcelar a algunas de sus antiguas compañeras.
Parece ser que otras de esas funcionarias, que afirmaron ser afectas a la causa nacional, se dedicaron a colocar a sus amigas en las cocinas, desde donde servían mejores comidas a ciertas presas e, incluso, enviaban paquetes de comida a los familiares de las mismas. Hay que recordar que, en esa época, Madrid era una ciudad sitiada, donde faltaba casi de todo.
Parece ser que Matilde Revaque tenía fama de incorruptible y de cumplir el Reglamento a rajatabla. Así que muchas de esas presas tan importantes no la podían ni ver y eso se demostró en la posguerra. Esta funcionaria también fue trasladada, junto con esas presas, a la cárcel de Alacuás y, posteriormente, a la de Cehegín (Murcia), donde le sorprendió el final de la guerra.
Esa prisión de Alacuás fue llamada la de “las Damas de España”. En ella coincidieron personas tan conocidas como Rosario Queipo de Llano, Pilar Millán Astray, Carmen Primo de Rivera, Pilar Jaraiz Franco, etc. Todas ellas, familiares de militares de alta graduación del bando nacional. Entre otras, porque allí fueron ingresadas más de 600 mujeres durante la guerra, pero la mayoría de ellas eran gente más normal.
Ya sabemos que el final de la guerra coincidió con el inicio de la represión franquista. Algo que ya se había mostrado en las zonas que habían ido conquistando las tropas nacionales.
Sin embargo, parece ser que esa represión se cebó con este colectivo de funcionarias de prisiones, las cuales, ahora pasaron a estar presas en las mismas cárceles donde habían estado cumpliendo sus funciones.
En el caso de Matilde Revaque, fue encarcelada el 18/04/1939, en la misma Cárcel de Ventas, que ahora estaba repleta de presas afectas al régimen republicano. Lo mismo ocurrió con otra funcionaria llamada Isabel Huelgas de Pablo. Las dos tenían en común haberse enfrentado, cuando ejercían sus funciones, con la presa María Millán Astray.

En noviembre de 1940, tras la llegada del franquismo, fue disuelto ese cuerpo de funcionarias de prisiones. En su lugar, se creó otro donde existían tres categorías: la directiva, la auxiliar y la de simples guardianas. Es preciso decir que algunas de esas antiguas funcionarias pasaron a prestar sus servicios en este nuevo cuerpo, previa aprobación de su correspondiente expediente de depuración. Sin embargo, también admitieron para este nuevo cuerpo a antiguas cautivas del bando nacional o a mujeres que habían quedado viudas durante ese conflicto. Por supuesto, sin exigirles ningún tipo de formación previa. Incluso, volvieron a admitir a las monjas.
Parece ser que, durante la posguerra, se produjo una gran escasez de personal con la adecuada formación para la jefatura de las múltiples prisiones que se crearon por toda España. Esto dio lugar a que algunas de esas antiguas funcionarias, que habían conseguido pasar su expediente de depuración, fueran ascendidas a puestos superiores. Mientras que otras pasaron a estar en excedencia, durante el tiempo en que eran depuradas. Algunos autores afirman que eso se pudo deber a delaciones entre ellas para ganarse la simpatía del nuevo régimen.
Lo cierto es que Matilde Revaque e Isabel Huelgas, tuvieron que comparecer, en 1940, ante un consejo de guerra, el cual las condenó a muerte y fueron fusiladas a mediados de ese año. No sé si ello se debió a su afán por cumplir a rajatabla el Reglamento o por haber molestado a ciertas presas importantes.
Es posible que ese fuera el motivo que explicaría estas dos condenas a muerte, pues, por lo visto, tras la guerra, Matilde, tuvo un día que aguantar la visita de Pilar Millán Astray, que aprovechó el momento para reírse, públicamente, de ella.
Desde luego, fueron a por Matilde Revaque, pues le incoaron nada menos que tres sumarios ante los respectivos consejos de guerra, por si se escapaba con vida de alguno de ellos.
Por lo visto, a nuestro personaje la tenían en mucha estima, tanto las presas como muchas de las funcionarias y, durante su encarcelamiento en Ventas, hizo muchas gestiones para intentar mejorar las condiciones de vida de las allí presas. Dado el hacinamiento y el caos que se vivió en ese centro durante los primeros meses de la posguerra.
La condena y ejecución de Matilde provocó un sentimiento general de consternación en el resto de las presas, pues siempre las había tratado con el máximo respeto.
Parece ser que, cuando una guardiana, llamada Victoria Úbeda, que era una de esas nuevas funcionarias nombradas por el régimen franquista, la llamó para llevarla hasta el pelotón de ejecución, le dijo: “No olvides, Victoria, que muero por haber llevado esto con dignidad”. Señalando el escudo del Cuerpo de Prisiones que llevaba la funcionaria cosido en su uniforme. Matilde no llegó a cumplir los 43 años. Estaba casada, pero no tenía hijos.
Por lo visto, la represión franquista, se cebó con las jefas de sección de estas funcionarias. Pocas fueron las que escaparon a la depuración. Sin embargo, no conozco más casos en que otras funcionarias de prisiones fueran condenadas a muerte.
No obstante, muchas de las funcionarias de menor rango pudieron continuar en sus puestos, tras haber sido, previamente, depuradas por un comité nombrado al efecto.
No hará falta decir que, con el nuevo régimen, se eliminó ese buen ambiente que había pretendido crear Victoria Kent con su reforma, en el ámbito de las prisiones. Durante muchos años, en España se multiplicaron las prisiones repletas de encarcelados, viviendo en situaciones inhumanas.
Concretamente, en la Cárcel de Ventas, que sólo estaba diseñada para unos 500 presos, llegó a haber 5.000. Con eso, nos podemos hacer una idea sobre el hacinamiento y la falta de condiciones sanitarias que había en esos centros.
Para terminar, me gustaría mencionar el caso de una de las presas, llamada Josefina Villa. Lo único que había hecho, durante la guerra, fue trabajar como enfermera militar para el bando republicano. Por otra parte, como otros muchos estudiantes, antes de la guerra, había militado en la FUE y parece ser que tuvo un pequeño enfrentamiento en Salamanca con un falangista, el cual la denunció. La detuvieron y la torturaron en tres ocasiones y no consiguió quedar en libertad hasta 1950.
Decía que, en 1939, cuando la ingresaron en la Cárcel de Ventas, había allí unas 3.000 presas. En algunas celdas, que habían sido concebidas para que hubiera una sola presa, ahora había 11.
Los pasillos estaban llenos de mujeres y niños. Con lo cual, no se podían cerrar las puertas de las celdas y sólo cerraban la puerta principal.
Para colmo, estas mujeres tuvieron que soportar un constante maltrato carcelario, provocado por las nuevas autoridades, que se hicieron cargo de esos centros.
Por lo visto, una de esas nuevas funcionarias, procedente de una conocida familia de militares, llegó a ser directora de la cárcel de Ventas. Según los testimonios de algunas presas, todo su afán fue siempre separar a las madres de sus hijos, lo que provocó que muchos de ellos enfermaran y murieran. Con eso nos podremos hacer una idea de cómo era el ambiente en esos centros de reclusión.

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