Es curioso que, hoy en día, se
suele hablar de muchos colectivos, que quedaron afectados por el final de la
Guerra Civil, pero he encontrado muy poca información sobre éste. Parece como
si alguien lo quisiera esconder y me parece que no debería de ser así, porque
muchas de estas funcionarias realizaron un gran trabajo, que nunca les fue
reconocido.
Confieso que, hasta hace muy poco,
no conocía nada de lo que le había ocurrido a este grupo de mujeres y ahora me
estoy empezando a enterar.
Un día, no hace mucho, no sé por
qué me llamó la atención un nombre y una foto que encontré, casualmente, como
siempre, en Internet. Luego me enteré que se trataba de una mujer llamada
Teresa Matilde Revaque Garea, natural de una pequeña localidad de Valladolid.
No voy a desvelar nada más, porque ya lo veréis al final de este artículo.
Como todos sabemos, el
14/04/1931, fue proclamada la II República. Poco después, Victoria Kent, fue
nombrada directora general de Prisiones.
Se trataba de una conocida
abogada malagueña especializada en Derecho Penal. Aparte de ello, era una
famosa feminista y estaba afiliada al Partido Radical Socialista, con el que
había obtenido un escaño en el Parlamento.
Curiosamente, aunque siempre fue
muy feminista, votó en las Cortes en contra del proyecto de Ley para que las
mujeres pudieran votar en las elecciones, porque así se lo exigió su partido.
Aunque ahora nos pueda parecer mentira, esa Ley fue aprobada mediante los votos
de los partidos de derecha, porque todos los de izquierda votaron en contra.
Por lo visto, argumentaban que,
en aquella época, las mujeres españolas, estaban demasiado influidas por la
Iglesia católica y votarían de acuerdo con lo que les dijeran sus párrocos.
Precisamente, por eso mismo,
dicen que en las elecciones de 1933 ganó la derecha. Lo cual es una tontería,
porque en las elecciones de 1936, donde votaron las mismas mujeres, ganó la izquierda.
No obstante, desde un primer
momento, Kent, quiso humanizar las cárceles. Aunque sólo duró un año en ese
cargo, su labor fue muy efectiva.
Cerró un montón de prisiones,
cuyo estado era ruinoso. Suprimió las celdas de castigo y las cadenas con las
que ataban a algunos presos. Aumentó y mejoró las raciones alimenticias de los
encarcelados. También fundó la Cárcel de Ventas, inaugurada en 1933.
Aparte de ello, creó un nuevo
cuerpo de funcionarias de prisiones, para cuidar de las presas. Hasta ese
momento, esa labor la habían realizado las monjas de la congregación de las
Hijas de la Caridad. Yo no sé si las monjas lo harían bien o mal, pero, según
parece, había muchas críticas contra la forma en que ejercían su labor.
También es verdad que lo primero
que hizo Azaña fue cargarse las tradicionales fuentes de recursos de la Iglesia
española. Como fue el caso de los colegios. Así que de dedicó a cerrar algunos
colegios religiosos y abrir colegios públicos por toda España. Por tanto, no
sería extraño que aquí pretendiera hacer lo mismo.
Sin embargo, según dicen algunos
autores la decisión de nombrar a Victoria Kent para ese puesto no procedió de
Azaña, que entonces era el presidente del Gobierno, sino del propio presidente
de la II República, Niceto Alcalá-Zamora.
En fin, el pensamiento de Kent no
iba por el camino de encerrar y castigar al reo, sino de intentar reeducarlo y
hacerlo más útil a la sociedad.
Parece ser que estuvo muy
influida por uno de sus antiguos profesores, Luis Jiménez de Asúa, considerado
por muchos como uno de los mayores expertos en Derecho Penal de todo el mundo.
Volviendo al tema de hoy, el
11/05/1932, ingresaron las nuevas funcionarias en la recién creada Sección
Auxiliar Femenina del Cuerpo de Prisiones.
Todo ello, se hizo mediante un
concurso-oposición, convocado en octubre de 1931. Las aspirantes debían tener
una edad entre 27 y 45 años. Se valoró que tuvieran algún
título y muchas de
ellas eran maestras. Así se cubrieron las 5 plazas para jefas de servicio y las
29 para auxiliares. Posteriormente, se hicieron nuevas oposiciones para cubrir
más plazas de este tipo.
Se creó una Escuela de
Criminología, sita en la antigua Cárcel Modelo de Madrid. En ella, las nuevas funcionarias
recibieron un cursillo impartido por un grupo de profesores universitarios.
Entre los que se hallaba Jiménez de Asúa. El curso comenzó en enero de 1932 y
las funcionarias se incorporaron, en septiembre del mismo año, a sus
respectivos destinos.
Parece ser que Kent decía que la
situación de las presas era especialmente mala y por eso se decidió por crear
urgentemente un cuerpo de funcionarias de prisiones.
Por lo visto, tras la llegada de
las funcionarias, la opinión general entre las presas, es que la situación
había mejorado mucho, pues les habían dado una serie de libertades que antes no
tenían y, desde luego, la disciplina ya no era tan rígida. Sin embargo, más de
una vez tuvieron que luchar las funcionarias con los directores, pues tenían
unas ideas radicalmente contrarias a las que les habían inculcado a ellas.
Todo cambió, tras el comienzo de
la Guerra Civil. En principio, el Gobierno decidió evacuar la nueva Cárcel de
Ventas, dejándola en exclusiva para varones, y trasladar a las presas y a las funcionarias
a un edificio habilitado como prisión en la calle de Toreno, también en Madrid.
Por lo visto, salieron perdiendo,
porque la Cárcel de Ventas era un local nuevo, que había sido muy bien
organizado para que hubiera una buena proporción entre presas y funcionarias.
Sin embargo, cuando llegaron a Toreno, se encontraron con un lugar que no era
adecuado para un establecimiento de este tipo. Por otra parte, también ocurrió
que la cárcel de Ventas se llenó de presos desafectos al régimen republicano y
se produjo el consiguiente hacinamiento.
Posteriormente, fueron
trasladadas al antiguo Asilo y hoy Hospital de San Rafael, para alejarlas del
frente de Madrid. Parece ser que, al final de la guerra, volvieron a la Cárcel
de Ventas.
Lamentablemente, esta situación
bélica dio lugar a profundas desavenencias entre algunas funcionarias. Se sabe
que una de ellas se ocupó de depurar a los miembros del Cuerpo de Prisiones,
para estudiar si eran desafectos al régimen republicano.
Sin embargo, en la posguerra,
algunas de ellas, tras ser llevadas ante los tribunales franquistas, se
buscaron avales por todas partes con el fin de salvar el pellejo. Según ellas,
durante toda la guerra, habían estado colaborando, sigilosamente, con el bando
nacional.
No sería de extrañar que, más de
una, viendo que la II República tenía perdida la guerra, hiciera algunos
méritos con las presas encerradas por desafección a ese régimen a fin de que se
acordaran de ellas una vez llegado el final de la guerra. Como así pasó en
muchos casos.
Parece ser que, entre las presas,
había algunas de singular importancia. De hecho, un cierto número de ellas, fue
elegido para su traslado a la prisión de Alacuás, cerca de Valencia. Se trataba
de un centro que no parecía una prisión y donde las reclusas gozaban de una
mayor libertad que en otros centros, porque el Gobierno pensaba utilizarlas
para realizar canjes de prisioneros con el otro bando.
Una de estas importantes presas fue María Millán Astray, hermana del fundador de la Legión española, que había sido condenada a una pena de dos años de prisión. Parece ser que esta mujer sabía hablar inglés y, en cierta ocasión, cuando aún se hallaba recluida en Madrid, recibió la visita de un diplomático de USA.
Como la conversación se realizaba en inglés, la funcionaria que estaba presente denunció el hecho ante su jefa, que era Matilde Revaque. Así que, como esto era contrario al Reglamento de Prisiones, Revaque, prohibió que continuara esa entrevista, porque la funcionaria no se enteraba de lo que estaban hablando. De esa forma, se buscó una enemistad que le trajo muchos disgustos en la posguerra.
Sin embargo, el caso de Carmen
Castro fue diferente. Parece ser que se pasó a la zona nacional y pudo
demostrar su adhesión a esa causa. De esa forma, tras el final de la guerra,
regresó a Madrid, siendo nombrada nueva directora de la Cárcel de Ventas. Según
dicen, allí se dedicó a depurar y a encarcelar a algunas de sus antiguas
compañeras.
Parece ser que otras de esas funcionarias,
que afirmaron ser afectas a la causa nacional, se dedicaron a colocar a sus
amigas en las cocinas, desde donde servían mejores comidas a ciertas presas e,
incluso, enviaban paquetes de comida a los familiares de las mismas. Hay que
recordar que, en esa época, Madrid era una ciudad sitiada, donde faltaba casi de
todo.
Parece ser que Matilde Revaque
tenía fama de incorruptible y de cumplir el Reglamento a rajatabla. Así que
muchas de esas presas tan importantes no la podían ni ver y eso se demostró en
la posguerra. Esta funcionaria también fue trasladada, junto con esas presas, a
la cárcel de Alacuás y, posteriormente, a la de Cehegín (Murcia), donde le
sorprendió el final de la guerra.
Esa prisión de Alacuás fue
llamada la de “las Damas de España”. En ella coincidieron personas tan
conocidas como Rosario Queipo de Llano, Pilar Millán Astray, Carmen Primo de
Rivera, Pilar Jaraiz Franco, etc. Todas ellas, familiares de militares de alta
graduación del bando nacional. Entre otras, porque allí fueron ingresadas más
de 600 mujeres durante la guerra, pero la mayoría de ellas eran gente más normal.
Ya sabemos que el final de la
guerra coincidió con el inicio de la represión franquista. Algo que ya se había
mostrado en las zonas que habían ido conquistando las tropas nacionales.
Sin embargo, parece ser que esa
represión se cebó con este colectivo de funcionarias de prisiones, las cuales,
ahora pasaron a estar presas en las mismas cárceles donde habían estado cumpliendo
sus funciones.
En el caso de Matilde Revaque,
fue encarcelada el 18/04/1939, en la misma Cárcel de Ventas, que ahora estaba
repleta de presas afectas al régimen republicano. Lo mismo ocurrió con otra funcionaria
llamada Isabel Huelgas de Pablo. Las dos tenían en común haberse enfrentado,
cuando ejercían sus funciones, con la presa María Millán Astray.
En noviembre de 1940, tras la
llegada del franquismo, fue disuelto ese cuerpo de funcionarias de prisiones.
En su lugar, se creó otro donde existían tres categorías: la directiva, la
auxiliar y la de simples guardianas. Es preciso decir que algunas de esas
antiguas funcionarias pasaron a prestar sus servicios en este nuevo cuerpo,
previa aprobación de su correspondiente expediente de depuración. Sin embargo,
también admitieron para este nuevo cuerpo a antiguas cautivas del bando
nacional o a mujeres que habían quedado viudas durante ese conflicto. Por
supuesto, sin exigirles ningún tipo de formación previa. Incluso, volvieron a admitir a las monjas.
Parece ser que, durante la
posguerra, se produjo una gran escasez de personal con la adecuada formación
para la jefatura de las múltiples prisiones que se crearon por toda España.
Esto dio lugar a que algunas de esas antiguas funcionarias, que habían
conseguido pasar su expediente de depuración, fueran ascendidas a puestos
superiores. Mientras que otras pasaron a estar en excedencia, durante el tiempo en que eran depuradas.
Algunos autores afirman que eso se pudo deber a delaciones entre ellas para
ganarse la simpatía del nuevo régimen.
Lo cierto es que Matilde Revaque
e Isabel Huelgas, tuvieron que comparecer, en 1940, ante un consejo de guerra,
el cual las condenó a muerte y fueron fusiladas a mediados de ese año. No sé si
ello se debió a su afán por cumplir a rajatabla el Reglamento o por haber
molestado a ciertas presas importantes.
Es posible que ese fuera el
motivo que explicaría estas dos condenas a muerte, pues, por lo visto, tras la guerra,
Matilde, tuvo un día que aguantar la visita de Pilar Millán Astray, que aprovechó
el momento para reírse, públicamente, de ella.
Desde luego, fueron a por Matilde
Revaque, pues le incoaron nada menos que tres sumarios ante los respectivos
consejos de guerra, por si se escapaba con vida de alguno de ellos.
Por lo visto, a nuestro personaje
la tenían en mucha estima, tanto las presas como muchas de las funcionarias y,
durante su encarcelamiento en Ventas, hizo muchas gestiones para intentar
mejorar las condiciones de vida de las allí presas. Dado el hacinamiento y el
caos que se vivió en ese centro durante los primeros meses de la posguerra.
La condena y ejecución de Matilde
provocó un sentimiento general de consternación en el resto de las presas, pues
siempre las había tratado con el máximo respeto.
Parece ser que, cuando una guardiana,
llamada Victoria Úbeda, que era una de esas nuevas funcionarias nombradas por
el régimen franquista, la llamó para llevarla hasta el pelotón de ejecución, le
dijo: “No olvides, Victoria, que muero por haber llevado esto con dignidad”.
Señalando el escudo del Cuerpo de Prisiones que llevaba la funcionaria cosido
en su uniforme. Matilde no llegó a cumplir los 43 años. Estaba casada, pero no
tenía hijos.
Por lo visto, la represión
franquista, se cebó con las jefas de sección de estas funcionarias. Pocas
fueron las que escaparon a la depuración. Sin embargo, no conozco más casos en
que otras funcionarias de prisiones fueran condenadas a muerte.
No obstante, muchas de las
funcionarias de menor rango pudieron continuar en sus puestos, tras haber sido,
previamente, depuradas por un comité nombrado al efecto.
No hará falta decir que, con el
nuevo régimen, se eliminó ese buen ambiente que había pretendido crear Victoria
Kent con su reforma, en el ámbito de las prisiones. Durante muchos años, en
España se multiplicaron las prisiones repletas de encarcelados, viviendo en
situaciones inhumanas.
Concretamente, en la Cárcel de
Ventas, que sólo estaba diseñada para unos 500 presos, llegó a haber 5.000. Con
eso, nos podemos hacer una idea sobre el hacinamiento y la falta de condiciones
sanitarias que había en esos centros.
Para terminar, me gustaría
mencionar el caso de una de las presas, llamada Josefina Villa. Lo único que
había hecho, durante la guerra, fue trabajar como enfermera militar para el
bando republicano. Por otra parte, como otros muchos estudiantes, antes de la
guerra, había militado en la FUE y parece ser que tuvo un pequeño
enfrentamiento en Salamanca con un falangista, el cual la denunció. La
detuvieron y la torturaron en tres ocasiones y no consiguió quedar en libertad
hasta 1950.
Decía que, en 1939, cuando la
ingresaron en la Cárcel de Ventas, había allí unas 3.000 presas. En algunas
celdas, que habían sido concebidas para que hubiera una sola presa, ahora había
11.
Los pasillos estaban llenos de
mujeres y niños. Con lo cual, no se podían cerrar las puertas de las celdas y
sólo cerraban la puerta principal.
Para colmo, estas mujeres
tuvieron que soportar un constante maltrato carcelario, provocado por las
nuevas autoridades, que se hicieron cargo de esos centros.
Por lo visto, una de esas nuevas funcionarias,
procedente de una conocida familia de militares, llegó a ser directora de la
cárcel de Ventas. Según los testimonios de algunas presas, todo su afán fue
siempre separar a las madres de sus hijos, lo que provocó que muchos de ellos
enfermaran y murieran. Con eso nos podremos hacer una idea de cómo era el
ambiente en esos centros de reclusión.
TODAS LAS ILUSTRACIONES DE ESTE ARTÍCULO PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES
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