
Como todos sabemos, las guerras
sólo han traído hambre, muerte y desolación.
Eso mismo ocurrió durante las
famosas guerras napoleónicas, en las cuales se luchó, prácticamente en todo el
continente europeo.
Precisamente, en 1816, llamado
“el año sin verano”, debido a ese fenómeno, las cenizas de los volcanes
cubrieron los cielos y el clima se enfrió en toda Europa.
Curiosamente, por esa misma
razón, cuando se citaron la escritora Mary Shelley y su marido con Lord Byron y
su pareja en una localidad de Suiza, para pasar allí sus vacaciones veraniegas,
no pudieron apenas salir a tomar el aire. Así que decidieron hacer una especie
de concurso de relatos breves sobre temas de terror y allí nació la famosa
novela “Frankenstein”.

También es verdad que, como
siempre ocurre en la Historia, las cosas no surgen de la noche a la mañana y
ésta también tuvo un precedente.
Lo cierto es que en 1809 el
Gobierno británico revocó una serie de normas, que se habían creado para
limitar el uso de la maquinaria en los talleres. De esa forma, muchos obreros
se vieron en el paro de la noche a la mañana.
Incluso, obreros especializados,
con amplia experiencia, que, poco tiempo antes, se veían mimados por sus
patronos, ahora se veían desplazados por otros obreros, que carecían de esa
experiencia y que sólo habían sido formados para manejar esas máquinas. Por supuesto,
cobrando mucho menos que los especializados.

Sin embargo, la intolerancia de los
patronos y del Gobierno dio lugar a escenas violentas y a la destrucción de la maquinaria.

Siguiendo con nuestro relato,
parece ser que estos movimientos obreros preocuparon a las
El movimiento ludita fue fácilmente
derrotado por falta de unión entre ellos, ya que no todos los obreros se veían
perjudicados de la misma forma. Aparte de que esos movimientos sólo solían
darse en Londres y algunas ciudades importantes, pero no en todo el país.

En principio, estos clubs fueron pequeños grupos de personas, tanto obr eros como gente de la clase media,
que se
reunían semanalmente para debatir sobre política y otras cuestiones de interés.
Evidentemente, lo hacían de forma clandestina, pues no podían ser legalizados
como si fueran un partido o cualquier tipo de asociación.
A pesar de que el primero de
ellos se constituyó en Londres, muy pronto se generalizaron por todo el país,
especialmente, por el norte de Inglaterra y Escocia. Uno de sus fundadores fue
John Cartwright, del que hablaremos más adelante.
También la clase dirigente vio
con preocupación este tipo de reuniones. Así que aprobaron en el Parlamento una
serie de normas legales, como la Ley de Reuniones Sediciosas, de 1817, que
consiguió que nadie les cediera un local para sus reuniones.
Por otra parte, como en todos los
sitios hay gente que aprovecha estos momentos para enriquecerse aún más, así que los terratenientes, mayoritariamente aristócratas, subieron considerablemente
el precio de los cereales.
Lógicamente, esto dio lugar a un
gran descontento popular, porque la gente no podía pagar esos precios tan altos
por los alimentos. No hay que olvidar que todavía no existía ningún movimiento
obrero de carácter organizado, como los actuales.
Por cierto, uno de los políticos
más conservadores fue el famoso general Wellington, que luchó en la Península
Ibérica contra las tropas napoleónicas y luego les volvió a vencer en Waterloo.
Llegó a ser primer ministro en 1828.
Estos aranceles sobre los
cereales no fueron totalmente abolidos hasta 1846, tras una dura campaña
realizada por la Liga anti-aranceles contra esa ley, la cual fue apoyada por
los industriales y por representantes religiosos.

En medio de todo este jaleo, surgió un magnífico orador, llamado Henry Hunt. Se mostraba partidario de la derogación de esos aranceles y de hacer una serie de reformas para dar más representación a la clase popular. Alegando que ni los conservadores ni los liberales estaban haciendo nada por solucionar los problemas del pueblo.
No era partidario de utilizar la violencia, sino de forzar esas reformas a base de presionar continuamente al Gobierno mostrando los miles de personas que lo apoyaban.
Realmente, ellos no pensaban formar instituciones nuevas, sino recuperar las que siempre habían existido en Inglaterra y que fueron abolidas tras la Edad Media, como los terrenos comunales de cultivo o el sufragio universal y una representación proporcional a la población de cada lugar.
Hasta la llegada de la Revolución Industrial, en el Reino Unido, habían existido instituciones de protección social, una regulación muy firme de los precios del mercado y una normativa muy estricta para ingresar en los gremios artesanos. Todo eso se vino abajo y mucha gente se vio en la pobreza más absoluta.
En aquella época, había un periódico local, llamado “Manchester Observer”, que se dedicaba a propagar esa serie de ideas.
Así que los redactores de este periódico, junto con algunas personas más, fundaron la Patriotic Union Society, cuyo objetivo era avanzar hasta obtener las reformas parlamentarias deseadas.

El 16/08/1819, se dieron cita en ese lugar miles de asistentes. Incluso, familias enteras. Algunos hablan de unas 60.000 personas, en un ambiente plenamente festivo. De hecho, se pidió que nadie portara armas de ningún tipo.
Parece ser que esto puso muy nerviosas a las autoridades. Sobre todo, a Willian Hulton, presidente de la Corte de Justicia de aquella zona, que vigilaba a la multitud desde lejos.
Así que no se le ocurrió otra cosa que llamar al Ejército para impedir esa reunión. Hay que aclarar que, en ese momento no existía la Policía encargada de ese tipo de cosas.
Lo cierto es que hasta ese lugar llegó una unidad de Caballería, acompañados por un grupo de jóvenes nobles, también a caballo, a los que nada menos que se les ocurrió la barbaridad de galopar hacia la multitud y cargar contra ella, atacándoles con sus sables.
A resultas de este comportamiento, se produjeron 15 muertos y se calcula en unos 700 el número de heridos. Por supuesto, entre hombres, mujeres y niños, ya que unos fueron heridos por los sables y otros por atropellos o aplastados por la multitud.
Lo cierto es que este acontecimiento fue divulgado por varios periódicos británicos y esto originó un gran debate nacional.
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No obstante, mientras estuvieron vigentes, juzgaron y sentenciaron a Hunt y a los responsables de ese periódico a diversas penas de cárcel. Sin embargo, los responsables de la carga de Caballería, que dio lugar a esa gran cantidad de víctimas, fueron absueltos.

Parece ser que el nombre de Peterloo fue una invención de James Wroe, editor del mencionado periódico, para mofarse del papel que había tenido ese día el Ejército británico, al atacar con sus armas a miles de personas desarmadas. Recordando la célebre batalla de Waterloo, que había tenido lugar pocos años antes. Parece que este nombre no les hizo mucha gracia, pero, hoy en día, se sigue utilizando para denominar a ese infame hecho.

Aparte de ello, en 1812, un tipo que estaba medio loco asesinó nada menos que al Primer Ministro británico, Lord Perceval, dentro del mismo Parlamento. Es el único caso de un político de ese rango que haya sido asesinado en aquel país.
No sé si estaría relacionado con el tema de Peterloo, lo cierto es que en 1820 se detuvo a tiempo a un grupo de conspiradores, de ideología radical socialista, que pretendían asesinar a todo el Gobierno británico. Parece ser que se enteraron de que, ese día, los miembros del Gabinete se iban a reunir en la casa de uno de los ministros. Así que alquilaron un establo cercano. Por eso, se le llamó la Conspiración de Capo Street.


Es más, el mismo Gobierno conservador, se basó en esos hechos para justificar las medidas que habían tomado el año anterior, en relación con las medidas de represión que se tomaron para combatir esos grupos radicales.
Por lo visto, un diputado acusó al Gobierno de haber preparado ese complot para no tener que realizar las reformas políticas solicitadas por los grupos que habían conseguido congregar a esa multitud en Peterloo.
Parece ser que la ejecución de esos condenados en la antigua cárcel de Newgate atrajo a bastantes personas. Incluso, algunos de ellos, pagaron una suma considerable por ocupar los asientos preferentes, en las ventanas de los edificios cercanos a esa prisión, desde donde se podía contemplar el patio de la misma.

Posteriormente, en 1820, tuvo lugar la llamada Insurrección Escocesa o Guerra Radical. Ésta consistió en disturbios generalizados en Glasgow, a partir del 1 de abril. Dos días más tarde, tuvo lugar una huelga general en Escocia, que fue duramente reprimida por medio del Ejército.
Parece ser que esta situación venía de muy atrás. En Escocia estaban muy influenciados por los revolucionarios de Francia y, sobre todo, de USA. Parece ser que su modelo era Thomas Paine.
Incluso, hay quien dice que el famoso escritor escocés sir Walter Scott, aunque tenía una ideología conservadora, escondía en algunas de sus novelas, como Ivanhoe, un mensaje donde daba a entender que había que volver a las antiguas costumbres de los sajones, que fueron eliminadas por los invasores normandos. O sea, los ingleses.

Por otra parte, los terratenientes, temerosos de perder sus derechos seculares, optaron por organizar y armar unidades de voluntarios para luchar contra los radicales.
Aparte de ello, la Policía, infiltró a muchos de sus agentes en esas organizaciones. Se dedicaron a vigilar y, sobre todo, a agitar a esas personas a fin de que cometieran algún acto ilegal para que les pudieran detener y condenarles a duras penas de cárcel.

La situación llegó a tal punto que los radicales llegaron a poner en entredicho la doctrina tradicional de la Iglesia de Inglaterra. Ésta consistía en defender el orden social encabezado por la aristocracia, como si fuera un mandato de Dios.
Afortunadamente, a partir de 1821, la situación económica mejoró y eso hizo que la situación política también lo hiciera. El Gobierno abandonó su política represiva y también impulsó una serie de mejoras en la Economía a favor de los menos afortunados.

Parece ser que, en la década de 1830, en el Reino Unido se percibió un cierto contagio de la revolución que acababa de tener lugar en Francia. Eso motivó que las clases medias se unieran a las clases dirigentes para intentar frenar el empuje de los obreros. Hay que decir que éstos ya estaban organizados en sindicatos y empezaban a exigir una serie de reivindicaciones como la jornada máxima de 10 horas.

Dividían a la sociedad en clases productivas y parasitarias y como único valor importante lo que se gana por realizar un trabajo.
Todo esto ha dado lugar a la privatización de la mayoría de las empresas públicas, la globalización del sector financiero, la deslocalización de miles de fábricas, el nulo crecimiento de los salarios, etc. También el incremento de la Educación y la Sanidad privadas a costa de la falta de presupuestos de sus homólogas públicas, por culpa de los recortes impuestos desde la capital de la UE y a propuesta del Gobierno alemán.

Evidentemente, como las empresas se hacen cada vez más grandes, pueden imponer su voluntad a los distintos gobiernos y no al contrario, como había ocurrido hasta ahora.
Algunos economistas pronostican que, a mediados de este siglo, la productividad podría aumentar hasta un 300%, pero se necesitaría muy poca mano de obra, porque la mayoría del trabajo lo harían los robots, que cada vez serían más “inteligentes”.

De este modo, aunque vivamos en otro siglo, este estado de cosas podría dar lugar a que volviéramos a la situación, que ya he mencionado anteriormente, que se vivía en el
Reino Unido a comienzos del siglo XIX. De hecho, ya han vuelto los movimientos radicales a la política.
Prácticamente, es la única diferencia. Ahora les dejan participar en la política y antes se trataba de movimientos clandestinos.
Incluso, en varios países de Europa ha aumentado el voto hacia partidos ultranacionalistas y de claro sesgo xenófobo, que culpan de estado de cosas a la política de la UE y a la llegada masiva de inmigrantes.
Para terminar, yo creo que la Historia es como un medicamento. Siempre nos saldrá lo mismo, si utilizamos los mismos ingredientes, con las mismas proporciones. Por eso mismo, se repite continuamente y la gente debería de tomar nota de lo ocurrido anteriormente para que no vuelva a repetirse.
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