miércoles, 19 de septiembre de 2018

LA ESCALOFRIANTE MASACRE DE PETERLOO


Como ya he dicho en otros de mis artículos, los británicos, se caracterizan por tener una memoria muy selectiva y esconder “bajo la alfombra” todo aquello que no les interesa que los demás conozcan sobre su Historia. Así que no está de más que, de vez en cuando, se cuenten las cosas que no les interesa recordar.
Como todos sabemos, las guerras sólo han traído hambre, muerte y desolación.
Eso mismo ocurrió durante las famosas guerras napoleónicas, en las cuales se luchó, prácticamente en todo el continente europeo.
Sin embargo, esta vez fue mucho peor, pues, desde finales del siglo XVIII, se venían produciendo una serie de erupciones volcánicas, unidas a alteraciones en las manchas solares, que dieron lugar a la llamada Pequeña
Edad del hielo. Así que el hambre fue brutal, porque el clima cambió, las cosechas se perdían y la gente se moría, literalmente, de hambre.
Precisamente, en 1816, llamado “el año sin verano”, debido a ese fenómeno, las cenizas de los volcanes cubrieron los cielos y el clima se enfrió en toda Europa.
Curiosamente, por esa misma razón, cuando se citaron la escritora Mary Shelley y su marido con Lord Byron y su pareja en una localidad de Suiza, para pasar allí sus vacaciones veraniegas, no pudieron apenas salir a tomar el aire. Así que decidieron hacer una especie de concurso de relatos breves sobre temas de terror y allí nació la famosa novela “Frankenstein”.
Está claro que, cuando la situación económica va bien, nadie se molesta por entrar en política. Sin embargo, cuando va mal, surgen los radicalismos de todo tipo, que parecen estar dispuestos a aparecer en cualquier momento, como las setas.
También es verdad que, como siempre ocurre en la Historia, las cosas no surgen de la noche a la mañana y ésta también tuvo un precedente.
Hace tiempo, escribí un artículo sobre los luditas y os animo a que lo leáis. 
Lo cierto es que en 1809 el Gobierno británico revocó una serie de normas, que se habían creado para limitar el uso de la maquinaria en los talleres. De esa forma, muchos obreros se vieron en el paro de la noche a la mañana.
Incluso, obreros especializados, con amplia experiencia, que, poco tiempo antes, se veían mimados por sus patronos, ahora se veían desplazados por otros obreros, que carecían de esa experiencia y que sólo habían sido formados para manejar esas máquinas. Por supuesto, cobrando mucho menos que los especializados.
Ciertamente, las reivindicaciones de los luditas eran mayoritariamente laborales. Tales como un salario mínimo ordenado por el Gobierno, procurar que los jóvenes no fueran explotados; compromiso, por parte del Estado, para intentar encontrarle un trabajo a quien lo perdiera por culpa de la introducción de esas máquinas; derecho a organizarse en sindicatos, etc.
Sin embargo, la intolerancia de los patronos y del Gobierno dio lugar a escenas violentas y a la destrucción de la maquinaria.
Es posible que todo esto nos suene a algo del pasado, pero ya veremos lo que va a ocurrir dentro de poco, cuando las fábricas se llenen de robots y la gente se vaya al paro, tal y como les ocurrió a los obreros británicos en la época de los luditas.
Siguiendo con nuestro relato, parece ser que estos movimientos obreros preocuparon a las
tradicionales clases dirigentes. Tanto fue así que el temor hizo que conservadores y liberales, tradicionales enemigos acérrimos en el Parlamento, esta vez se unieran para tomar medidas a favor de los empresarios, que perjudicaron seriamente a los obreros.
El movimiento ludita fue fácilmente derrotado por falta de unión entre ellos, ya que no todos los obreros se veían perjudicados de la misma forma. Aparte de que esos movimientos sólo solían darse en Londres y algunas ciudades importantes, pero no en todo el país.
Aunque parezca mentira, fueron algunos liberales los que crearon los llamados Club Hampden. Le pusieron este nombre como homenaje a John Hampden un antiguo parlamentario, que fue uno de los primeros que desafiaron al rey Carlos I, durante la Revolución Inglesa, que tuvo lugar en el siglo XVII.
En principio, estos clubs fueron pequeños grupos de personas, tanto obreros como gente de la clase media,
que se reunían semanalmente para debatir sobre política y otras cuestiones de interés. Evidentemente, lo hacían de forma clandestina, pues no podían ser legalizados como si fueran un partido o cualquier tipo de asociación.
A pesar de que el primero de ellos se constituyó en Londres, muy pronto se generalizaron por todo el país, especialmente, por el norte de Inglaterra y Escocia. Uno de sus fundadores fue John Cartwright, del que hablaremos más adelante.
También la clase dirigente vio con preocupación este tipo de reuniones. Así que aprobaron en el Parlamento una serie de normas legales, como la Ley de Reuniones Sediciosas, de 1817, que consiguió que nadie les cediera un local para sus reuniones.
Incluso, en algunas ciudades, como Manchester, muchos de ellos fueron detenidos. Así que la gente empezó a tener miedo y dejó de asistir a esas reuniones, pues también se 
sabía que el Gobierno había enviado algunos agentes infiltrados para identificarles más fácilmente. Con esto, el Gobierno, sólo logró que la gente se radicalizara, como veremos más adelante.
Por otra parte, como en todos los sitios hay gente que aprovecha estos momentos para enriquecerse aún más, así que los terratenientes, mayoritariamente aristócratas, subieron considerablemente el precio de los cereales.
Casualmente, en ese momento, se hallaban gobernando sus socios conservadores. Por ello, no tuvieron ningún problema para aprobar las infames Corn Laws, por las que se aplicarían
fuertes aranceles a los cereales importados de otros países. A fin de que no les estropearan el negocio. Parece ser que argumentaron que el Reino Unido no podía depender de los alimentos llegados del exterior.
Lógicamente, esto dio lugar a un gran descontento popular, porque la gente no podía pagar esos precios tan altos por los alimentos. No hay que olvidar que todavía no existía ningún movimiento obrero de carácter organizado, como los actuales.
Por cierto, uno de los políticos más conservadores fue el famoso general Wellington, que luchó en la Península Ibérica contra las tropas napoleónicas y luego les volvió a vencer en Waterloo. Llegó a ser primer ministro en 1828.
Estos aranceles sobre los cereales no fueron totalmente abolidos hasta 1846, tras una dura campaña realizada por la Liga anti-aranceles contra esa ley, la cual fue apoyada por los industriales y por representantes religiosos.
Parece ser que el principal motivo que alegaban los empresarios industriales es que esas subidas de precios daban lugar a continuas peticiones de subidas de salarios, que ponían en peligro la competitividad de la industria nacional.
En medio de todo este jaleo, surgió un magnífico orador, llamado Henry Hunt. Se mostraba partidario de la derogación de esos aranceles y de hacer una serie de reformas para dar más representación a la clase popular. Alegando que ni los conservadores ni los liberales estaban haciendo nada por solucionar los problemas del pueblo.
No era partidario de utilizar la violencia, sino de forzar esas reformas a base de presionar continuamente al Gobierno mostrando los miles de personas que lo apoyaban.
Realmente, ellos no pensaban formar instituciones nuevas, sino recuperar las que siempre habían existido en Inglaterra y que fueron abolidas tras la Edad Media, como los terrenos comunales de cultivo o el sufragio universal y una representación proporcional a la población de cada lugar.
Hasta la llegada de la Revolución Industrial, en el Reino Unido, habían existido instituciones de protección social, una regulación muy firme de los precios del mercado y una normativa muy estricta para ingresar en los gremios artesanos. Todo eso se vino abajo y mucha gente se vio en la pobreza más absoluta.
En aquella época, había un periódico local, llamado “Manchester Observer”, que se dedicaba a propagar esa serie de ideas.
Así que los redactores de este periódico, junto con algunas personas más, fundaron la Patriotic Union Society, cuyo objetivo era avanzar hasta obtener las reformas parlamentarias deseadas.
Esta asociación invitó a Henry Hunt y al comandante John Cartwright, ambos conocidos partidarios de esas reformas, a hablar en una reunión a celebrar en una zona rural cercana a Manchester, llamada Saint Peter’s Field. Desgraciadamente, el comandante no pudo desplazarse hasta allí a causa de su avanzada edad.
El 16/08/1819, se dieron cita en ese lugar miles de asistentes. Incluso, familias enteras. Algunos hablan de unas 60.000 personas, en un ambiente plenamente festivo. De hecho, se pidió que nadie portara armas de ningún tipo.
Parece ser que esto puso muy nerviosas a las autoridades. Sobre todo, a Willian Hulton, presidente de la Corte de Justicia de aquella zona, que vigilaba a la multitud desde lejos.
Así que no se le ocurrió otra cosa que llamar al Ejército para impedir esa reunión. Hay que aclarar que, en ese momento no existía la Policía encargada de ese tipo de cosas.
Es preciso recordar que este tipo ya tenía fama de duro, pues, unos años antes, había aplastado a sangre y fuego una revuelta de los luditas, encarcelando a varios de ellos y ahorcando a cuatro. Uno de estos era un niño de tan sólo 12 años.
Lo cierto es que hasta ese lugar llegó una unidad de Caballería, acompañados por un grupo de jóvenes nobles, también a caballo, a los que nada menos que se les ocurrió la barbaridad de galopar hacia la multitud y cargar contra ella, atacándoles con sus sables.
A resultas de este comportamiento, se produjeron 15 muertos y se calcula en unos 700 el número de heridos. Por supuesto, entre hombres, mujeres y niños, ya que unos fueron heridos por los sables y otros por atropellos o aplastados por la multitud.
Lo cierto es que este acontecimiento fue divulgado por varios periódicos británicos y esto originó un gran debate nacional.
Sin embargo, al Partido Conservador, que se hallaba entonces al frente del Gobierno, siguiendo con su habitual intolerancia, no se le ocurrió otra cosa que prohibir cualquier manifestación de este tipo. Calificando estas protestas como traición. Al mismo tiempo, se dedicaron a reprimir todos los grupos y periódicos de este tipo. Afortunadamente, muy pronto se abolieron esas leyes y se recuperó el sentido común.
No obstante, mientras estuvieron vigentes, juzgaron y sentenciaron a Hunt y a los responsables de ese periódico a diversas penas de cárcel. Sin embargo, los responsables de la carga de Caballería, que dio lugar a esa gran cantidad de víctimas, fueron absueltos.
Realmente, el incidente de Peterloo no fue un hecho aislado, sino que fue una especie de demostración de fuerza de un montón de personas que querían recuperar una serie de derechos, como los de reunión y asociación, el de manifestarse, la libertad de prensa, el derecho a estar correctamente representados en el Parlamento, etc.
Parece ser que el nombre de Peterloo fue una invención de James Wroe, editor del mencionado periódico, para mofarse del papel que había tenido ese día el Ejército británico, al atacar con sus armas a miles de personas desarmadas. Recordando la célebre batalla de Waterloo, que había tenido lugar pocos años antes. Parece que este nombre no les hizo mucha gracia, pero, hoy en día, se sigue utilizando para denominar a ese infame hecho.
También es verdad que, a pesar de que esta gente siempre se comportó de una manera pacífica, las cosas no debían de ir muy bien en el Reino Unido, porque habían empeñado buena parte de sus finanzas en la guerra contra Napoleón. También se había multiplicado el número de parados, pues muchos jóvenes regresaban de la guerra y se encontraban sin trabajo.

Aparte de ello, en 1812, un tipo que estaba medio loco asesinó nada menos que al Primer Ministro británico, Lord Perceval, dentro del mismo Parlamento. Es el único caso de un político de ese rango que haya sido asesinado en aquel país.
No sé si estaría relacionado con el tema de Peterloo, lo cierto es que en 1820 se detuvo a tiempo a un grupo de conspiradores, de ideología radical socialista, que pretendían asesinar a todo el Gobierno británico. Parece ser que se enteraron de que, ese día, los miembros del Gabinete se iban a reunir en la casa de uno de los ministros. Así que alquilaron un establo cercano. Por eso, se le llamó la Conspiración de Capo Street.
Por lo visto, la Policía londinense, había infiltrado entre sus miembros a uno de sus agentes. Así que éste avisó a sus superiores y pudieron detenerlos a tiempo. También parece ser que entre sus planes estaban ocupar la Torre de Londres y el Banco de Inglaterra. De los 12 detenidos, 5 de ellos fueron condenados a muerte y ahorcados, mientras que el resto fueron deportados y encarcelados en las colonias.
Parece ser que algunos autores afirman que esa reunión ministerial era falsa y que se la inventó la Policía para poder atrapar a estos conspiradores. De hecho, el que aportó las armas para realizar ese atentado fue el agente infiltrado, que también fue el que les dio esas ideas de ocupar esos edificios. Incluso, el propio Gobierno encargó que se publicara en la prensa la noticia de su supuesta reunión en la casa de uno de sus ministros.

Es más, el mismo Gobierno conservador, se basó en esos hechos para justificar las medidas que habían tomado el año anterior, en relación con las medidas de represión que se tomaron para combatir esos grupos radicales.
Por lo visto, un diputado acusó al Gobierno de haber preparado ese complot para no tener que realizar las reformas políticas solicitadas por los grupos que habían conseguido congregar a esa multitud en Peterloo.
Parece ser que la ejecución de esos condenados en la antigua cárcel de Newgate atrajo a bastantes personas. Incluso, algunos de ellos, pagaron una suma considerable por ocupar los asientos preferentes, en las ventanas de los edificios cercanos a esa prisión, desde donde se podía contemplar el patio de la misma.
También se congregó una gran multitud, lo que dio lugar a la movilización de unidades de Infantería, que no tuvieron que intervenir en ningún momento.
Posteriormente, en 1820, tuvo lugar la llamada Insurrección Escocesa o Guerra Radical. Ésta consistió en disturbios generalizados en Glasgow, a partir del 1 de abril. Dos días más tarde, tuvo lugar una huelga general en Escocia, que fue duramente reprimida por medio del Ejército.
Parece ser que esta situación venía de muy atrás. En Escocia estaban muy influenciados por los revolucionarios de Francia y, sobre todo, de USA. Parece ser que su modelo era Thomas Paine.
Incluso, hay quien dice que el famoso escritor escocés sir Walter Scott, aunque tenía una ideología conservadora, escondía en algunas de sus novelas, como Ivanhoe, un mensaje donde daba a entender que había que volver a las antiguas costumbres de los sajones, que fueron eliminadas por los invasores normandos. O sea, los ingleses.
La crisis mencionada, que se produjo tras las guerras napoleónicas, trajo mucho descontento y eso hizo que mucha gente se afiliara a estos grupos radicales. Supongo que la respuesta represiva del Gobierno británico haría que se radicalizaran aún más.

Por otra parte, los terratenientes, temerosos de perder sus derechos seculares, optaron por organizar y armar unidades de voluntarios para luchar contra los radicales.
Aparte de ello, la Policía, infiltró a muchos de sus agentes en esas organizaciones. Se dedicaron a vigilar y, sobre todo, a agitar a esas personas a fin de que cometieran algún acto ilegal para que les pudieran detener y condenarles a duras penas de cárcel.
Esta vez hubo 18 muertos entre hombres, mujeres y niños. También hubo 88 procesados, de ellos, 3 fueron condenados a muerte y ahorcados. El resto fue condenado a diversas penas de prisión en las colonias.
 La situación llegó a tal punto que los radicales llegaron a poner en entredicho la doctrina tradicional de la Iglesia de Inglaterra. Ésta consistía en defender el orden social encabezado por la aristocracia, como si fuera un mandato de Dios.
Afortunadamente, a partir de 1821, la situación económica mejoró y eso hizo que la situación política también lo hiciera. El Gobierno abandonó su política represiva y también impulsó una serie de mejoras en la Economía a favor de los menos afortunados.
También, por esa época, un empresario llamado Richard Owen creó las primeras cooperativas, que tuvieron mucho éxito y donde también se intercambiaron bienes y servicios. Era una buena oportunidad para que los radicales y los cristianos moderados trabajaran juntos para mejorar la vida de la clase trabajadora. De hecho, era un sistema constructivo que se apartaba de las ideas de muchos radicales.
Parece ser que, en la década de 1830, en el Reino Unido se percibió un cierto contagio de la revolución que acababa de tener lugar en Francia. Eso motivó que las clases medias se unieran a las clases dirigentes para intentar frenar el empuje de los obreros. Hay que decir que éstos ya estaban organizados en sindicatos y empezaban a exigir una serie de reivindicaciones como la jornada máxima de 10 horas.
No obstante, las ideas del movimiento radical, siguieron llegando a la gente utilizando otros medios, como la prensa, el teatro, las canciones, etc. Esto hizo que esos medios llegaran a crear una conciencia social para pedir una verdadera democracia y una Economía con unos tintes socialistas.
Dividían a la sociedad en clases productivas y parasitarias y como único valor importante lo que se gana por realizar un trabajo.
Entrando ya en el siglo XX, tras la II Guerra Mundial, alguien con una gran visión de futuro y supongo que también con la vista puesta en la amenaza comunista en Europa, creó el llamado Estado de Bienestar. Éste se caracteriza por el acceso universal a la Educación y la Sanidad, ambas de carácter gratuito y proporcionadas por el Estado. También unas pensiones dignas para los jubilados y unos salarios justos para unos trabajadores, los cuales han de ser aprobados entre los empresarios y los sindicatos.
Sin embargo, tras el paso por la política de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, han surgido una serie de movimientos neoliberales, que sólo dan importancia a los beneficios de las empresas y no se preocupan por la importancia de los trabajadores de las mismas.
Todo esto ha dado lugar a la privatización de la mayoría de las empresas públicas, la globalización del sector financiero, la deslocalización de miles de fábricas, el nulo crecimiento de los salarios, etc. También el incremento de la Educación y la Sanidad privadas a costa de la falta de presupuestos de sus homólogas públicas, por culpa de los recortes impuestos desde la capital de la UE y a propuesta del Gobierno alemán.

También está ocurriendo que, a pesar de tener a una juventud con una gran formación, sólo son contratados para trabajos donde no se necesita casi ninguna, por lo que sus salarios suelen ser muy bajos. Por no hablar de que muchos de ellos no figuran ni siquiera como asalariados, sino como autónomos y así, los empresarios, reducen, aún más, sus costes sociales.
También es una forma de que estos empleados no estén unidos, pues, como “empresarios autónomos” se dedican a hacerse la competencia unos a otros. Así que esto también ha provocado un “olvido” en aquello que se llamaba la identidad de la clase obrera.
Evidentemente, como las empresas se hacen cada vez más grandes, pueden imponer su voluntad a los distintos gobiernos y no al contrario, como había ocurrido hasta ahora.
Algunos economistas pronostican que, a mediados de este siglo, la productividad podría aumentar hasta un 300%, pero se necesitaría muy poca mano de obra, porque la mayoría del trabajo lo harían los robots, que cada vez serían más “inteligentes”.
Así que no sería de extrañar que este estado de cosas diera lugar a nuevas protestas, ahora ya a nivel global, que pondrían a las instituciones internacionales y a los gobiernos en serios aprietos.
De este modo, aunque vivamos en otro siglo, este estado de cosas podría dar lugar a que volviéramos a la situación, que ya he mencionado anteriormente, que se vivía en el
Reino Unido a comienzos del siglo XIX. De hecho, ya han vuelto los movimientos radicales a la política.
Prácticamente, es la única diferencia. Ahora les dejan participar en la política y antes se trataba de movimientos clandestinos.
Incluso, en varios países de Europa ha aumentado el voto hacia partidos ultranacionalistas y de claro sesgo xenófobo, que culpan de estado de cosas a la política de la UE y a la llegada masiva de inmigrantes.
Para terminar, yo creo que la Historia es como un medicamento. Siempre nos saldrá lo mismo, si utilizamos los mismos ingredientes, con las mismas proporciones. Por eso mismo, se repite continuamente y la gente debería de tomar nota de lo ocurrido anteriormente para que no vuelva a repetirse.
Todas las imágenes proceden de www.google.es

































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