domingo, 23 de septiembre de 2018

EL CASO DE BALDOMERA LARRA Y SU FAMILIA


Seguro que, al leer el título de este artículo, a más de uno le habrá sonado este apellido. Pues habrá acertado, porque se trata de una de las hijas del gran escritor romántico español Mariano José de Larra.
Para el que no le suene de nada, hay que decir que Mariano José de Larra fue uno de los grandes escritores españoles del siglo XIX. Vivió entre 1809 y 1837.
Escribió bajo varios seudónimos. Quizás, el más conocido es el de Fígaro, aunque también usó otros que le hicieron muy famoso, como el del “Pobrecito hablador”.
Nació en Madrid, pero, como su padre era seguidor de las ideas de Napoleón, se le consideró afrancesado. Aparte de que era médico de la familia real de José I Bonaparte. Así que, al final de la Guerra de la Independencia, toda la familia tuvo que exiliarse en Francia, hasta 1818, año en que se decretó una amnistía para estos exiliados.
Parece ser que su familia volvió antes que los demás exiliados, porque su padre era el médico personal del infante Francisco de Paula y éste exigió regresar con su médico a España.
Empezó a ser famoso gracias a sus artículos satíricos, que publicaba en varios periódicos. En ellos criticaba las costumbres de la época.
Gracias a su dominio del francés, por haber vivido exiliado varios años en ese país, también se ganaba la vida traduciendo obras escritas en esa lengua.
En 1829 se casó con Josefa Wetoret y Velasco, pero el matrimonio nunca se llevó muy bien. Así que terminaron separándose, en 1834. No obstante, de ese matrimonio 
nacieron tres hijos: Luis Mariano, Adela y Baldomera. Parece ser que en un artículo titulado “Casarse pronto y mal”, narra lo que le había ocurrido durante su vida matrimonial. Por lo visto, siempre se refería a su exmujer como “la difunta”.
Lo cierto es que tampoco podía meterse demasiado con la sociedad del momento, debido a la dura censura, que existió durante el reinado de Fernando VII.
Como ejemplo de su mentalidad, este rey, decretó el cierre de todas las Universidades y, en cambio, autorizó la apertura de una escuela de tauromaquia.
Parece ser que, en 1832, cuando enfermó gravemente el monarca, su esposa tomó su puesto. Se trataba de la reina regente María Cristina. Ella fue la que dio la orden de aflojar la censura y permitir que regresaran miles de exiliados liberales.
Por aquella época, Mariano José, había conocido a una mujer joven, llamada Dolores Armijo, de la que se enamoró perdidamente.
Parece ser que estaba casada con un militar y él la siguió a algunos de los lugares a donde iban destinando a su marido.
Hasta llegó a presentarse por el Partido Moderado, o sea, los conservadores, él, que siempre había sido un liberal radical. Quizás, la razón haya que buscarla en que se presentó como diputado por Ávila, que era la ciudad donde residía en ese momento Dolores.
Debió de salir muy deprimido, tras su fracaso en su única experiencia en la política, donde también se vivió el famoso intento de golpe de Estado de los sargentos en La Granja.
Así, en 1836, escribe un artículo titulado “El día de difuntos de 1836”. En él, su personaje, Fígaro, se ve solo y ve Madrid como un inmenso cementerio. Hasta ve un sepulcro en su propio corazón, cuya lápida dice: “Aquí yace la esperanza””.
A mediados de febrero de 1837. Concretamente, martes de Carnaval, recibe, en su casa, la visita de Dolores, acompañada por una amiga, la cual le comunica que se va a ir con su marido, que ha sido destinado a Filipinas y le pide que le devuelva sus cartas.
Parece ser que es lo peor que le podían haber dicho, porque, nada más irse Dolores, Mariano, va a por su pistola y se suicida disparándose un tiro en la sien.
A su entierro asistieron miles de personas, que lloraron su pérdida. Ya se sabe que, en España, a una persona sólo le reconocen sus méritos cuando se muere.
Curiosamente, un joven poeta, llamado José Zorrilla, ganó cierta fama a partir de ese momento, tras haber leído algunos de sus versos, dedicados a Larra, durante el entierro del finado. No olvidemos que, posteriormente, Zorrilla, fue el autor de la famosa obra “Don Juan Tenorio”.
Parece ser que Dolores Armijo también murió, pocos meses después, al hundirse el barco que la llevaba hasta Manila, para reunirse con su marido.
Una vez visto el padre, ahora pasaremos a conocer a sus hijos. Luis Mariano de Larra fue el hijo mayor de nuestro escritor. También se dedicó a la Literatura, como su padre, aunque nunca ganó tanta fama. Como ya he mencionado, lo normal en este país es que no te reconozcan tus méritos hasta que te entierren. Así que se dice que algunos le llamaban “Larra el malo”.
Escribió artículos en la prensa y muchas comedias, con desigual éxito. Sin embargo, destacó como autor de zarzuelas. Quizás, la más conocida, sea “El barberillo de Lavapiés”. En ésta, como en otras tantas de las suyas, la música corrió a cargo del maestro Barbieri.
Parece ser que la primera que descubrió el cadáver de su padre fue su hija Adela, que entró en su despacho para saludarle. Supongo que la pobre chiquilla se llevaría un buen susto, porque entonces sólo tenía 4 años.
Lo de su edad es un detalle que no está muy claro, porque unos dicen que nació en 1831, mientras que otros afirman que fue en 1833.
Durante su juventud, parece que fue una mujer muy hermosa. Así que el rey Amadeo I de Saboya, que reinaba en España, no perdió el tiempo y se le conoció un romance con ella. Incluso, le proporcionó una casa en pleno Paseo de la Castellana, donde la visitaba a menudo.
Hay que decir que Amadeo vino a España sin su esposa, la reina María Victoria, porque ésta se hallaba en Italia, reponiéndose del parto del segundo de sus hijos.
Según parece, Adela, fue una mujer morena, de mediana estatura y abundante pelo, que le caía por delante de las orejas. Así que algunos la apodaban “la de las patillas”.
Parece ser que Adela conoció al rey, porque el médico personal del monarca era su cuñado, Carlos de Montemayor, casado con su hermana Baldomera, de la que hablaremos más adelante.
Cuando el rey llegó a España tenía sólo 26 años, mientras que ella tenía entre 36 y 38, según los autores. Aparte de que ella ya estaba casada con un ricachón, llamado Diego García Nogueres y también habían nacido tres hijos de ese matrimonio.
Por lo visto, esa relación acabó muy mal. Como el rey era muy mujeriego, se encaprichó de la esposa del corresponsal del famoso periódico británico The Times, durante las vacaciones de la familia real en Santander.
Evidentemente, eso no le hizo ninguna gracia a Adela. Así que le ofreció las cartas que le había enviado el rey a un redactor del periódico El Imparcial.
Parece ser que esto llegó a oídos de la corte y uno de los ayudantes del rey compró esas cartas a cambio de una importante cantidad de dinero.
Por lo visto, ella se dedicó a seguir al rey por todo Madrid hasta que éste dio la orden de que la desterraran de la ciudad, pero nadie se atrevió a hacerlo por el prestigio que tenía su familia y por la impopularidad del monarca.
Así que esa relación se fue enfriando, hasta que, en 1873, la situación obligó al rey a abdicar y marcharse en un tren, con la reina, camino de Portugal. Por lo visto, no se fueron hacia Valencia, que sería el camino más corto para volver a Italia, porque no se fiaban mucho de los españoles.
En cambio, en Portugal, los acogerían mucho mejor, porque allí 
vivía una hermana de Amadeo, la reina María Pía de Saboya, casada con el rey Luis I de Portugal.
Tras la caída de la monarquía de los Saboya, llegó la I República española y no se sabe mucho más acerca de Adela Larra.
Parece ser que este rey, mientras estuvo en España, también se encaprichó de una cantante llamada Teresa Pombo. En cierta ocasión, le pidió dinero al monarca. No sé si sería para no irse de la lengua. Éste le dio nada menos que 2.000.000 reales, que era una cantidad importante, pues entonces la moneda española todavía tenía una buena cotización.
Por lo visto, con el beneplácito del Gobierno, esa cantidad fue detraída del presupuesto para suministros del Ejército español destinado en Cuba. Así que no es de extrañar que nuestros soldados pasaran muchas penalidades en esa isla.
Curiosamente, la cantante, hizo aprisa y corriendo sus maletas y se fue a París. Por lo visto, no pudo gozar de esa fortuna, pues, nada más llegar a la capital francesa, fue atropellada por un coche de caballos y murió en el acto.
Por supuesto, no se me ha ocurrido, en ningún momento, pensar que ese “accidente” hubiera sido preparado por alguien, desde Madrid.
Ahora ya voy a entrar a narrar la vida de Baldomera Larra Wetoret. Nació en Madrid, en 1833, y fue la tercera y última de los hijos del matrimonio de Mariano José de Larra con Josefa Wetoret. Lo curioso es que algunos autores afirman que no fue reconocida por Mariano José como hija suya, pero no explican la razón de este hecho.
Parece ser que fue bautizada como María Dolores. Sin embargo, al confirmarse, le cambiaron su nombre por el de Baldomera. Algunos afirman que fue en honor del famoso general Baldomero Espartero.
Lo cierto es que, como ya he mencionado anteriormente, Baldomera, se casó con el sevillano Carlos de Montemayor, médico personal de Amadeo I.
Así, que, cuando salieron huyendo los Saboya, Montemayor también vio que estaba en peligro y no se le ocurrió otra cosa que exiliarse en América. Ni siquiera se llevó a su mujer ni a sus hijos. Así que, de la noche a la mañana, Baldomera, se encontró sin dinero, sola y con sus tres hijos.
Como uno de sus hijos cayó enfermo, en su desesperación, no tuvo más remedio que ir a pedir dinero a un prestamista usurero, el cual le prestó 16 duros al increíble interés del 100%. Lo que fue todavía más increíble es que ella devolviera los 32 duros a su vencimiento.
Por lo visto, lo que hacía era pedir préstamos en varios sitios e ir pagando cada préstamo con el siguiente y así, sucesivamente.
En una época como aquella, azotada por una grave crisis política y financiera, esa noticia se propagó por todo Madrid. Así que mucha gente le fue a ingresar o prestar dinero, porque ella siempre cumplía y devolvía puntualmente el nominal más los intereses.
Así, en mayo de 1876, creó la Caja de Imposiciones, que estuvo ubicada en varios lugares, hasta que terminó en la Plaza de la Paja, en el interior del desaparecido edificio del Teatro España.
Lo único que tenían que hacer sus clientes era personarse en ese lugar con los fondos que quisieran depositar y rellenar un impreso. Ella les aseguraba, nada menos que un 30% mensual. Así que se formaban unas colas más largas que las del paro.
Algunos afirman que hasta los niños fueron a depositar lo que tenían ahorrado en sus huchas. Llegó a ser famosa a nivel internacional. Es más, la llegaron a llamar “la madre de los pobres".
Incluso, si alguno dudaba, le solía decir: “mi garantía es el viaducto”. O sea que, en caso de que el negocio fallara, ella se suicidaría tirándose desde un puente muy alto, que está junto al Palacio Real, en Madrid.
Otras veces, les decía que obtenía esos intereses de los beneficios de unas minas que explotaba su marido en América. Cosa que, como es de suponer, era totalmente falsa.
Realmente, su supuesto negocio era una típica estafa piramidal. De hecho, se la considera la pionera en ese tipo de estafas. Es decir, le pagas a un cliente con lo que te ingresa el siguiente. El problema es cuando dejan de ingresar, porque ya no puedes hacer efectivos esos pagos.
En diciembre del mismo año, cuando intuyó que la cosa no le estaba yendo tan bien, escapó de Madrid con 20.000.000 de reales rumbo a Francia. Otros dicen que sólo se llevó 6.000.000 de reales. Por lo visto, dejó aquí a unos 5.000 estafados.
No está claro si volvió voluntariamente o fue extraditada por el Gobierno francés. Lo cierto es que volvió 2 años después, en 1878, y confesó que se había marchado, porque hubo una campaña de prensa contra su negocio, lo cual implicó que hubiera menos ingresos.
Parece ser que, antes de su huida, se había mostrado en su palco del Teatro de la Zarzuela. Supongo que lo haría para acallar los rumores. Sin embargo, salió antes del final de la obra para coger un tren con destino a Francia.
Su hermano, Luis Mariano, fue una víctima indirecta de los negocios turbios de Baldomera, pues, cada vez que estrenaba alguna de sus obras, se presentaban en el teatro un grupo de afectados por la estafa para patear en el suelo. Dando a entender que la obra era muy mala.
Baldomera fue juzgada y condenada a una pena de 6 años de prisión, acusada del grave delito de alzamiento de bienes. La sentencia fue ratificada por la Audiencia Provincial de Madrid.
Sin embargo, cuando recurrieron al Tribunal Supremo, se hicieron con los servicios de un notable abogado, llamado Felipe Aguilera.
Curiosamente, éste basó su defensa en que esos contratos de depósito eran nulos de pleno Derecho.
En aquella época, las mujeres españolas casadas, no podían ejercer el comercio, ni firmar ningún contrato, si no disponían de un permiso por escrito de su marido.
Así que, como ella estaba casada y no disponía de ese permiso, que le deberían de haber exigido sus clientes, esos contratos eran nulos y, legalmente, no se podía hablar de acreedores.
De esa forma tan sutil, Baldomera, se escapó de ir a la cárcel y también de devolver lo que se había llevado, porque los jueces del Supremo aceptaron la tesis de la defensa, sentenciando, en febrero de 1881, que “no existían esas obligaciones legítimas”.
Incluso, alguno de los jueces, se permitió indicar un voto particular, manifestando que esa conducta era moralmente reprobable, pero que, jurídicamente, no podía ser sancionable. Así que fue absuelta y aprovechó para huir otra vez de España. Por supuesto, sin devolver nada de lo que le habían depositado sus clientes.
No sé si a más de uno le suena eso de que, en la España actual, la mayoría de los que han robado importantes cantidades a los particulares o al Estado no han devuelto nada.
Precisamente, en esa época se hizo famosa una coplilla que decía: “El dinero que era nuestro/ Baldomera se llevó/ Baldomera ha aparecido/ pero nuestros cuartos, no”.
A partir de aquí, se cuentan diversas versiones. Se dice que huyó a Cuba, para reunirse con su marido y que luego se fue a Buenos Aires, donde se supone que murió. Incluso, se habla de que se cambió de nombre para poder regresar a España y no ser reconocida.
Todas las imágenes de este artículo proceden de www.google.es



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