Seguro que, al leer el título de
este artículo, a más de uno le habrá sonado este apellido. Pues habrá acertado,
porque se trata de una de las hijas del gran escritor romántico español Mariano
José de Larra.
Para el que no le suene de nada,
hay que decir que Mariano José de Larra fue uno de los grandes escritores
españoles del siglo XIX. Vivió entre 1809 y 1837.
Escribió bajo varios seudónimos.
Quizás, el más conocido es el de Fígaro, aunque también usó otros que le hicieron
muy famoso, como el del “Pobrecito hablador”.
Nació en Madrid, pero, como su
padre era seguidor de las ideas de Napoleón, se le consideró afrancesado. Aparte
de que era médico de la familia real de José I Bonaparte. Así que, al final de
la Guerra de la Independencia, toda la familia tuvo que exiliarse en Francia,
hasta 1818, año en que se decretó una amnistía para estos exiliados.
Parece ser que su familia volvió
antes que los demás exiliados, porque su padre era el médico personal del infante Francisco
de Paula y éste exigió regresar con su médico a España.
Empezó a ser famoso gracias a sus
artículos satíricos, que publicaba en varios periódicos. En ellos criticaba las
costumbres de la época.
Gracias a su dominio del francés,
por haber vivido exiliado varios años en ese país, también se ganaba la vida
traduciendo obras escritas en esa lengua.
En 1829 se casó con Josefa
Wetoret y Velasco, pero el matrimonio nunca se llevó muy bien. Así que
terminaron separándose, en 1834. No obstante, de ese matrimonio
nacieron tres hijos: Luis Mariano, Adela y Baldomera. Parece ser que en un artículo titulado “Casarse pronto y mal”, narra lo que le había ocurrido durante su vida matrimonial. Por lo visto, siempre se refería a su exmujer como “la difunta”.
nacieron tres hijos: Luis Mariano, Adela y Baldomera. Parece ser que en un artículo titulado “Casarse pronto y mal”, narra lo que le había ocurrido durante su vida matrimonial. Por lo visto, siempre se refería a su exmujer como “la difunta”.
Lo cierto es que tampoco podía
meterse demasiado con la sociedad del momento, debido a la dura censura, que
existió durante el reinado de Fernando VII.
Como ejemplo de su mentalidad,
este rey, decretó el cierre de todas las Universidades y, en cambio, autorizó
la apertura de una escuela de tauromaquia.
Parece ser que, en 1832, cuando
enfermó gravemente el monarca, su esposa tomó su puesto. Se trataba de la reina
regente María Cristina. Ella fue la que dio la orden de aflojar la censura y permitir
que regresaran miles de exiliados liberales.
Por aquella época, Mariano José,
había conocido a una mujer joven, llamada Dolores Armijo, de la que se enamoró perdidamente.
Parece ser que estaba casada con
un militar y él la siguió a algunos de los lugares a donde iban destinando a
su marido.
Hasta llegó a presentarse por el
Partido Moderado, o sea, los conservadores, él, que siempre había sido un
liberal radical. Quizás, la razón haya que buscarla en que se presentó como
diputado por Ávila, que era la ciudad donde residía en ese momento Dolores.
Debió de salir muy deprimido,
tras su fracaso en su única experiencia en la política, donde también se vivió
el famoso intento de golpe de Estado de los sargentos en La Granja.
Así, en 1836, escribe un artículo
titulado “El día de difuntos de 1836”. En él, su personaje, Fígaro, se ve solo
y ve Madrid como un inmenso cementerio. Hasta ve un sepulcro en su propio corazón, cuya
lápida dice: “Aquí yace la esperanza””.
A mediados de febrero de 1837.
Concretamente, martes de Carnaval, recibe, en su casa, la visita de Dolores, acompañada
por una amiga, la cual le comunica que se va a ir con su marido, que ha sido
destinado a Filipinas y le pide que le devuelva sus cartas.
Parece ser que es lo peor que le
podían haber dicho, porque, nada más irse Dolores, Mariano, va a por su pistola
y se suicida disparándose un tiro en la sien.
A su entierro asistieron miles de
personas, que lloraron su pérdida. Ya se sabe que, en España, a una persona
sólo le reconocen sus méritos cuando se muere.
Curiosamente, un joven poeta,
llamado José Zorrilla, ganó cierta fama a partir de ese momento, tras haber
leído algunos de sus versos, dedicados a Larra, durante el entierro del finado.
No olvidemos que, posteriormente, Zorrilla, fue el autor de la famosa obra “Don
Juan Tenorio”.
Parece ser que Dolores Armijo
también murió, pocos meses después, al hundirse el barco que la llevaba hasta
Manila, para reunirse con su marido.
Una vez visto el padre, ahora pasaremos
a conocer a sus hijos. Luis Mariano de Larra fue el hijo mayor de nuestro
escritor. También se dedicó a la Literatura, como su padre, aunque nunca ganó
tanta fama. Como ya he mencionado, lo normal en este país es que no te
reconozcan tus méritos hasta que te entierren. Así que se dice que algunos le
llamaban “Larra el malo”.
Escribió artículos en la prensa y
muchas comedias, con desigual éxito. Sin embargo, destacó como autor de
zarzuelas. Quizás, la más conocida, sea “El barberillo de Lavapiés”. En ésta,
como en otras tantas de las suyas, la música corrió a cargo del maestro
Barbieri.
Parece ser que la primera que
descubrió el cadáver de su padre fue su hija Adela, que entró en su despacho
para saludarle. Supongo que la pobre chiquilla se llevaría un buen susto,
porque entonces sólo tenía 4 años.
Lo de su edad es un detalle que
no está muy claro, porque unos dicen que nació en 1831, mientras que otros
afirman que fue en 1833.
Durante su juventud, parece que
fue una mujer muy hermosa. Así que el rey Amadeo I de Saboya, que reinaba en
España, no perdió el tiempo y se le conoció un romance con ella. Incluso, le
proporcionó una casa en pleno Paseo de la Castellana, donde la visitaba a menudo.
Hay que decir que Amadeo vino a
España sin su esposa, la reina María Victoria, porque ésta se hallaba en Italia,
reponiéndose del parto del segundo de sus hijos.
Según parece, Adela, fue una mujer
morena, de mediana estatura y abundante pelo, que le caía por delante de las
orejas. Así que algunos la apodaban “la de las patillas”.
Parece ser que Adela conoció al
rey, porque el médico personal del monarca era su cuñado, Carlos de Montemayor,
casado con su hermana Baldomera, de la que hablaremos más adelante.
Cuando el rey llegó a España
tenía sólo 26 años, mientras que ella tenía entre 36 y 38, según los autores.
Aparte de que ella ya estaba casada con un ricachón, llamado Diego García
Nogueres y también habían nacido tres hijos de ese matrimonio.
Por lo visto, esa relación acabó
muy mal. Como el rey era muy mujeriego, se encaprichó de la esposa del corresponsal
del famoso periódico británico The Times, durante las vacaciones de la familia
real en Santander.
Evidentemente, eso no le hizo
ninguna gracia a Adela. Así que le ofreció las cartas que le había enviado el
rey a un redactor del periódico El Imparcial.
Parece ser que esto llegó a oídos
de la corte y uno de los ayudantes del rey compró esas cartas a cambio de una
importante cantidad de dinero.
Por lo visto, ella se dedicó a
seguir al rey por todo Madrid hasta que éste dio la orden de que la desterraran
de la ciudad, pero nadie se atrevió a hacerlo por el prestigio que tenía su
familia y por la impopularidad del monarca.
Así que esa relación se fue enfriando,
hasta que, en 1873, la situación obligó al rey a abdicar y marcharse en un
tren, con la reina, camino de Portugal. Por lo visto, no se fueron hacia
Valencia, que sería el camino más corto para volver a Italia, porque no se
fiaban mucho de los españoles.
En cambio, en Portugal, los
acogerían mucho mejor, porque allí
vivía una hermana de Amadeo, la reina María Pía de Saboya, casada con el rey Luis I de Portugal.
vivía una hermana de Amadeo, la reina María Pía de Saboya, casada con el rey Luis I de Portugal.
Tras la caída de la monarquía de
los Saboya, llegó la I República española y no se sabe mucho más acerca de
Adela Larra.
Parece ser que este rey, mientras
estuvo en España, también se encaprichó de una cantante llamada Teresa Pombo.
En cierta ocasión, le pidió dinero al monarca. No sé si sería para no irse de
la lengua. Éste le dio nada menos que 2.000.000 reales, que era una cantidad importante,
pues entonces la moneda española todavía tenía una buena cotización.
Por lo visto, con el beneplácito
del Gobierno, esa cantidad fue detraída del presupuesto para suministros del
Ejército español destinado en Cuba. Así que no es de extrañar que nuestros
soldados pasaran muchas penalidades en esa isla.
Curiosamente, la cantante, hizo
aprisa y corriendo sus maletas y se fue a París. Por lo visto, no pudo gozar de
esa fortuna, pues, nada más llegar a la capital francesa, fue atropellada por
un coche de caballos y murió en el acto.
Por supuesto, no se me ha ocurrido,
en ningún momento, pensar que ese “accidente” hubiera sido preparado por
alguien, desde Madrid.
Ahora ya voy a entrar a narrar la
vida de Baldomera Larra Wetoret. Nació en Madrid, en 1833, y fue la tercera y
última de los hijos del matrimonio de Mariano José de Larra con Josefa Wetoret.
Lo curioso es que algunos autores afirman que no fue reconocida por Mariano
José como hija suya, pero no explican la razón de este hecho.
Parece ser que fue bautizada como
María Dolores. Sin embargo, al confirmarse, le cambiaron su nombre por el de
Baldomera. Algunos afirman que fue en honor del famoso general Baldomero
Espartero.
Lo cierto es que, como ya he
mencionado anteriormente, Baldomera, se casó con el sevillano Carlos de
Montemayor, médico personal de Amadeo I.
Así, que, cuando salieron huyendo los Saboya, Montemayor también vio que estaba en peligro y no se le ocurrió otra cosa que exiliarse en América. Ni siquiera se llevó a su mujer ni a sus hijos. Así que, de la noche a la mañana, Baldomera, se encontró sin dinero, sola y con sus tres hijos.
Así, que, cuando salieron huyendo los Saboya, Montemayor también vio que estaba en peligro y no se le ocurrió otra cosa que exiliarse en América. Ni siquiera se llevó a su mujer ni a sus hijos. Así que, de la noche a la mañana, Baldomera, se encontró sin dinero, sola y con sus tres hijos.
Como uno de sus hijos cayó
enfermo, en su desesperación, no tuvo más remedio que ir a pedir dinero a un
prestamista usurero, el cual le prestó 16 duros al increíble interés del 100%.
Lo que fue todavía más increíble es que ella devolviera los 32 duros a su
vencimiento.
Por lo visto, lo que hacía era
pedir préstamos en varios sitios e ir pagando cada préstamo con el siguiente y
así, sucesivamente.
En una época como aquella,
azotada por una grave crisis política y financiera, esa noticia se propagó por
todo Madrid. Así que mucha gente le fue a ingresar o prestar dinero, porque
ella siempre cumplía y devolvía puntualmente el nominal más los intereses.
Así, en mayo de 1876, creó la
Caja de Imposiciones, que estuvo ubicada en varios lugares, hasta que terminó
en la Plaza de la Paja, en el interior del desaparecido edificio del Teatro España.
Lo único que tenían que hacer sus
clientes era personarse en ese lugar con los fondos que quisieran depositar y rellenar
un impreso. Ella les aseguraba, nada menos que un 30% mensual. Así que se
formaban unas colas más largas que las del paro.
Algunos afirman que hasta los niños fueron a depositar lo que tenían ahorrado en sus huchas. Llegó a ser famosa a nivel internacional. Es más, la llegaron a llamar “la madre de los pobres".
Algunos afirman que hasta los niños fueron a depositar lo que tenían ahorrado en sus huchas. Llegó a ser famosa a nivel internacional. Es más, la llegaron a llamar “la madre de los pobres".
Incluso, si alguno dudaba, le
solía decir: “mi garantía es el viaducto”. O sea que, en caso de que el negocio
fallara, ella se suicidaría tirándose desde un puente muy alto, que está junto
al Palacio Real, en Madrid.
Otras veces, les decía que obtenía
esos intereses de los beneficios de unas minas que explotaba su marido en
América. Cosa que, como es de suponer, era totalmente falsa.
Realmente, su supuesto negocio
era una típica estafa piramidal. De hecho, se la considera la pionera en ese
tipo de estafas. Es decir, le pagas a un cliente con lo que te ingresa el siguiente.
El problema es cuando dejan de ingresar, porque ya no puedes hacer efectivos
esos pagos.
En diciembre del mismo año, cuando
intuyó que la cosa no le estaba yendo tan bien, escapó de Madrid con 20.000.000
de reales rumbo a Francia. Otros dicen que sólo se llevó 6.000.000 de reales. Por
lo visto, dejó aquí a unos 5.000 estafados.
No está claro si volvió
voluntariamente o fue extraditada por el Gobierno francés. Lo cierto es que
volvió 2 años después, en 1878, y confesó que se había marchado, porque hubo
una campaña de prensa contra su negocio, lo cual implicó que hubiera menos
ingresos.
Parece ser que, antes de su
huida, se había mostrado en su palco del Teatro de la Zarzuela. Supongo que lo
haría para acallar los rumores. Sin embargo, salió antes del final de la obra
para coger un tren con destino a Francia.
Su hermano, Luis Mariano, fue una
víctima indirecta de los negocios turbios de Baldomera, pues, cada vez que
estrenaba alguna de sus obras, se presentaban en el teatro un grupo de
afectados por la estafa para patear en el suelo. Dando a entender que la obra
era muy mala.
Baldomera fue juzgada y condenada
a una pena de 6 años de prisión, acusada del grave delito de alzamiento de
bienes. La sentencia fue ratificada por la Audiencia Provincial de Madrid.
Sin embargo, cuando recurrieron
al Tribunal Supremo, se hicieron con los servicios de un notable abogado,
llamado Felipe Aguilera.
Curiosamente, éste basó su
defensa en que esos contratos de depósito eran nulos de pleno Derecho.
En aquella época, las mujeres españolas casadas, no podían ejercer el comercio, ni firmar ningún contrato, si no disponían de un permiso por escrito de su marido.
En aquella época, las mujeres españolas casadas, no podían ejercer el comercio, ni firmar ningún contrato, si no disponían de un permiso por escrito de su marido.
Así que, como ella estaba casada
y no disponía de ese permiso, que le deberían de haber exigido sus clientes,
esos contratos eran nulos y, legalmente, no se podía hablar de acreedores.
De esa forma tan sutil,
Baldomera, se escapó de ir a la cárcel y también de devolver lo que se había
llevado, porque los jueces del Supremo aceptaron la tesis de la defensa,
sentenciando, en febrero de 1881, que “no existían esas obligaciones legítimas”.
Incluso, alguno de los jueces, se
permitió indicar un voto particular, manifestando que esa conducta era moralmente
reprobable, pero que, jurídicamente, no podía ser sancionable. Así que fue
absuelta y aprovechó para huir otra vez de España. Por supuesto, sin devolver
nada de lo que le habían depositado sus clientes.
No sé si a más de uno le suena eso de que, en la España actual, la mayoría de los que han robado importantes cantidades a los particulares o al Estado no han devuelto nada.
No sé si a más de uno le suena eso de que, en la España actual, la mayoría de los que han robado importantes cantidades a los particulares o al Estado no han devuelto nada.
Precisamente, en esa época se
hizo famosa una coplilla que decía: “El dinero que era nuestro/ Baldomera se
llevó/ Baldomera ha aparecido/ pero nuestros cuartos, no”.
A partir de aquí, se cuentan diversas
versiones. Se dice que huyó a Cuba, para reunirse con su marido y que luego se
fue a Buenos Aires, donde se supone que murió. Incluso, se habla de que se cambió
de nombre para poder regresar a España y no ser reconocida.
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