viernes, 11 de mayo de 2018

SIR ARTHUR CONAN DOYLE, EL CREADOR DE SHERLOCK HOLMES


Esta vez voy a cambiar de tercio y se me ha ocurrido hacer este artículo sobre uno de los escritores más famosos del mundo. Confieso que yo mismo soy uno de esos millones de lectores que sigue teniendo por todo el planeta.
Sir Arthur Conan Doyle nació en 1859, en Edimburgo (Escocia). Curiosamente, aunque en Escocia hay mayoría protestante, él pertenecía a una familia católica, que había emigrado desde Irlanda.
Su padre era un funcionario de Obras Públicas, que había sido destinado a Edimburgo 10 años antes del nacimiento de nuestro personaje. Por lo visto, era muy aficionado al dibujo, como otros miembros de su familia, y fue el que ilustró la portada de la primera edición de “Estudio en escarlata”. Su madre también era una católica de origen irlandés.
Parece ser que el gran problema de su padre es que se dio a la bebida y cada vez le fue peor. Su familia, que ya tenía 7 hijos. tuvo cada vez más problemas y a él tuvieron que hospitalizarlo en varias ocasiones.
En 1868, Arthur, que era el segundo de los hijos, fue enviado a un internado situado en Lancashire y regido por jesuitas. Parece ser que siempre fueron muy estrictos con él y nunca les guardó mucho cariño. Todos sabemos que, hasta no hace muchos años, era costumbre pegar a los niños en las escuelas. Es posible que eso fue lo que le hiciera perder su fe en el Cristianismo.
No obstante, parece que allí también descubrió su afición por los deportes, que luego practicaría con más asiduidad durante su época universitaria y a lo largo de toda su vida.
En 1876, ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Edimburgo. Allí conoció a un catedrático de Cirugía, llamado Joseph Bell, en el que, según dijo, se inspiró para crear su célebre personaje, Sherlock Holmes. Parece ser que fue el que le enseñó a observar muy bien a los pacientes y deducir un montón de cosas sobre ellos.
En ese centro universitario coincidió con otras figuras muy importantes, como Robert Louis Stevenson, autor de grandes obras, como “La isla del tesoro” o “El Dr. Jekyll y Mr. Hyde”; A. Manson, autor de “Las cuatro plumas” o J. Barrie, autor de “Peter Pan”.
En 1880, se le ocurrió conocer mundo y, ya con su licenciatura en Medicina, se alistó como cirujano en un barco ballenero, donde navegó durante 6 meses por el Océano Glacial Ártico. Allí pudo conocer muy cerca la vida de los marineros.
Debió de gustarle, porque al año siguiente, se volvió a embarcar, también como médico, en un barco mercante que navegaba por las costas de África Occidental. Parece ser que le fue peor, porque enfermó gravemente a causa de las fiebres tropicales.
En 1882, estableció una consulta médica de Oftalmología en Portsmouth, una ciudad costera del sur de Inglaterra. Parece ser que, al principio, no tuvo mucho éxito y se dedicó a escribir. Una afición que ya había cultivado en sus años universitarios. También volvió a practicar varios deportes, como el fútbol o el cricket.
En 1885, se casó con Louise Hawkins. Se conocieron de una forma muy curiosa. Parece ser que un hermano de ella padecía una meningitis y estaba en estado terminal. Como nuestro personaje vio que su familia no estaba alojada muy cómodamente, ya que no eran de allí y sólo habían ido a esa ciudad para que trataran al chico, les invitó a que se quedaran en su casa. De todas formas, tal y como era previsible, el joven falleció unos días después. No obstante, realizaron el funeral en su casa. De esa manera, conoció a Louise, una de las hermanas del fallecido, y al poco tiempo se casaron. Por lo visto, fueron de luna de miel a Dublín (Irlanda).
En 1887, terminó su primera novela “Estudio en escarlata”, la cual fue, increíblemente, rechazada por varias editoriales hasta que una la aceptó, pagándole un precio miserable.
Más tarde, se dedicó a escribir novelas históricas, al estilo de Sir Walter Scott. Lo cierto es que es un género que se le daba muy bien, pero tampoco tuvo mucho éxito.
En 1889, su suerte cambió cuando, durante una cena, conoció a un agente USA, el cual lo contrató junto con Óscar Wilde. Así, el primero escribió “El signo de los cuatro”, mientras que el segundo, “El retrato de Dorian Gray”.

En 1891, la pareja estuvo unos meses residiendo en Viena, donde Arthur estuvo ampliando sus conocimientos de Oftalmología.
A su vuelta, se fueron a vivir a Londres, donde en junio de ese año, animado por su esposa, tomó una valiente decisión que haría cambiar su vida. Dejaría de practicar la Medicina para dedicarse por completo a la Literatura.
Es preciso decir que, antes de eso, había enviado algunas de sus obras a periódicos y editoriales y, para su sorpresa, se las habían publicado, ganando algo de dinero.
Parece ser que tuvo más suerte con The Strand Magazine. Escribió a su editor y éste le publicó, a modo de relatos breves, algunas de sus obras más famosas, como “Escándalo en Bohemia” y “La liga de los pelirrojos”. No obstante, no tenía muy claro escribir más novelas sobre Sherlock, pues quería dedicarse a otros temas más variados, tal y como le dijo a su madre.
En 1894, su mujer, a la que siempre llamó Touie, enfermó de tuberculosis. Como buen médico, la llevó a un lugar con un clima frío, como es el de Davos, en Suiza. Aunque mejoró, parece ser que no les gustó mucho ese sitio y decidieron mudarse a la zona de Surrey, en Gran Bretaña, donde Arthur mandó que construyeran una casa.
Curiosamente, mientras tanto, él se entretuvo practicando el esquí de fondo, un deporte que había conocido en Noruega y que aún era desconocido en Suiza. ¡Quién lo hubiera pensado!
Posteriormente, realizaron varios viajes por diferentes países, como Suiza, Austria, Italia o Egipto. En este último país, le pilló la guerra entre el Reino Unido y las tribus derviches. Así que aprovechó para trabajar como corresponsal para un periódico londinense.
Más adelante, su esposa, ya no pudo acompañarle en un viaje a USA, a causa de su mal estado de salud.

En 1899, estalló la Guerra de los Boers, en la actual Sudáfrica. Pidió ser admitido como militar, pero no le dejaron, porque ya era algo mayor. Sin embargo, consiguió que lo admitieran como médico. Allí trabajó en un hospital de campaña, donde había más pacientes ingresados a causa de las fiebres, que por las balas del enemigo.
Parece ser que escribió un par de obras sobre ese conflicto. En una de ellas, desmintió que los británicos hubieran tratado mal a los Boers, aunque se les acusaba de ello. Así que, en agradecimiento, el rey, Eduardo VII, le dio el título de Sir.
Aunque, en 1902, publicó “El sabueso de los Baskerville”, seguía convencido de que no quería ser un escritor conocido exclusivamente por su personaje, Sherlock Holmes.
Parece ser que, al año siguiente, cambió de opinión al recibir una sustanciosa oferta de un editor USA para que continuara publicando novelas de su famoso personaje.

En esa época, también se dedicó a otra de sus actividades más conocidas, estudiar casos de crímenes publicados en la prensa y resolverlos, aunque se encontrara a miles de kilómetros de distancia.
Desgraciadamente, en 1906, y con sólo 49 años, falleció Louise a causa de su enfermedad. El matrimonio había tenido dos hijos. Una chica y un chico.
Por otra parte, cuando Arthur ya estaba casado con Louise, conoció a una joven, llamada Jean Leckie, de la que se enamoró, pero no quiso divorciarse de su mujer. Así que, hasta que enviudó, fue una especie de amor platónico.
Ya en 1907, se casó con Jean Leckie y de ese matrimonio nacieron otros tres hijos. También, en aquel año, aprovechó para practicar otra de sus aficiones, el automovilismo.
En 1912, publicó otra de sus obras más famosas, “El mundo perdido”, donde para el papel del protagonista, llamado “el profesor Challenger”, se había inspirado en otro de sus profesores de la Facultad de Medicina de Edimburgo.
Siempre fue muy patriota. Así que, en 1914, tras el estallido de la I Guerra Mundial, dado que no lo admitieron a causa de su edad, se puso a escribir una crónica diaria de ese conflicto.
Desgraciadamente, esta guerra destrozó a muchas familias y la suya no fue una excepción. En ella murieron su hijo mayor; uno de sus hermanos, que era general, y dos sobrinos.
A partir de 1916 declaró su fe en el espiritismo. Parece ser que, en aquella época, fue toda una moda eso de que la gente confiara en contactar de esa forma con sus parientes fallecidos en ese gran conflicto. Incluso, abrió una librería especializada en ese tema. También es cierto que, por esos años, murieron varios de sus familiares, aunque fuera de muerte natural, pero también quiso contactar de esa forma con sus espíritus.
Durante varios años, se dedicó a impartir charlas y conferencias por todo el mundo, para dar a conocer esos temas. Incluso, él mismo presidió un congreso sobre espiritismo.
Todo eso fue mermando su salud, ya muy delicada a causa de su avanzada edad. Así que en 1929 sufrió un ataque al corazón, pero no quiso darse por vencido, aunque tuvo que pasar varias semanas guardando reposo.
Siguió dando charlas y, a mediados de 1930, al levantarse por la mañana, sufrió un ataque al corazón del cual ya no se repuso. Muriendo allí mismo.
Curiosamente, Jean Conan Doyle, una de sus hijas, nacida de su segundo matrimonio, alcanzó el máximo grado en las fuerzas femeninas de la RAF y fue ayudante de la reina Isabel II.
No quiero terminar este artículo sin comentar un hecho muy curioso. Parece mentira que un escritor que definió tan claramente la personalidad radicalmente metódica de Sherlock Holmes, fuera una persona tan crédula.
En 1917, dos chicas británicas de 16 y 10 años, que eran primas, pasaron sus vacaciones estivales en una pequeña localidad llamada Cottingley, en Yorkshire del oeste. Más o menos, en el centro de Gran Bretaña.
La mayor de ellas hizo unas cuantas fotos con la cámara de su padre. En ellas se veía a su prima, rodeada por unas figuras, que parecían ser hadas, revoloteando a su alrededor.
Parece ser que se las enviaron a algunos periódicos, los cuales, en principio, no se atrevieron a publicarlas.

Más tarde, escribieron a una amiga suya, que residía en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), donde le comentaban que habían hecho varias fotos a unas hadas y se habían hecho muy amigas de ellas. Esta carta se publicó, unos años después, en un diario de esa zona de África.
El asunto fue a más cuando la madre de una de las niñas, que era muy aficionada a esos temas, asistió a una conferencia sobre espiritismo y allí reveló que las niñas habían conseguido fotografiar unas hadas. Parece ser que se montó un buen revuelo.

Arthur, que, precisamente, se hallaba escribiendo un artículo sobre el tema de las hadas, envió a uno de sus colegas a cerciorarse de que las fotos eran auténticas. Éste le dijo que sí y, de paso, les dejó a las chicas una cámara de mejor calidad para que intentaran volver a fotografiarlas con mayor detalle.
En noviembre de 1920, se publicó en The Strand el artículo “Hadas fotografiadas, un suceso memorable”, escrito por Conan Doyle, y se montó un gran revuelo. Hubo opiniones de todo tipo. Ni siquiera el padre de Elsie, la mayor de las chicas se podía creer esa historia.
En los años siguientes, Arthur, escribió otros artículos sobre el tema de las hadas. Incluso, publicó un libro titulado “La llegada de las hadas”.
La verdad es que las estas chicas se metieron en un buen lío y no supieron salir de él. Así que le siguieron la corriente a todo el que se creyó esta historia. Siempre dijeron que las fotos eran auténticas.
En cambio, en los años 80, cuando ambas eran ya muy ancianas, reconocieron, muy divertidas, que todo había sido una broma y que ellas habían sido las primeras que habían quedado asombradas al ver cómo engañaron con tanta facilidad a toda esa gente.

Incluso, decían que no estaban arrepentidas, porque vieron que esa gente se lo creyó, porque necesitaban creer en algo.
Parece ser que habían recortado las imágenes de un libro infantil y luego les habían colocado detrás unas largas alfileres para el pelo. Después, el viento les dio una sensación de movimiento, que pareció darles un aspecto más auténtico.
También Conan Doyle hizo una gran amistad con el famoso mago Harry Houdini. Este último era un hombre muy incrédulo y su pasatiempo era averiguar los trucos de todos los médiums.
En cierta ocasión, llevaron al mago ante una médium, con el pretexto de que le iban a hacer contactar con el espíritu de su difunta madre, con quien había estado siempre muy unido.
A pesar de su incredulidad, Houdini, accedió a hablar con la médium. Sin embargo, cuando ésta empezó a hacer como si hablara en nombre de su madre, se fue dando un sonoro portazo. Parece ser que la presunta voz de su madre le decía: “Harry, hijo mío”. Resulta que su madre nunca le había llamado así, sino por su verdadero nombre, Erik.
Creo que recibiré menos críticas por este artículo, ya que me ha quedado más corto que el anterior. A ver si es verdad y me decís si os ha gustado.

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