domingo, 18 de marzo de 2018

ARQUÍLOCO DE PAROS, EL GUERRERO QUE TIRÓ SU ESCUDO


Esta vez voy a hablar sobre un destacado personaje de la antigua Grecia, que es casi un desconocido, hoy en día.
Arquíloco de Paros nació alrededor del 712 a. de C. en la isla de Paros. Una famosa isla por la gran calidad del mármol que se extraía de sus yacimientos.
Incluso, en esta isla, se encontró la famosa Crónica de Paros, que consiste en una losa de mármol, donde alguien grabó unas inscripciones en donde se citan de manera cronológica, fechas importantes en la Historia de Grecia. Desgraciadamente, una parte del mismo se ha perdido. No obstante, se conserva lo que allí estaba escrito, gracias a que un autor británico publicó el contenido de estos grabados, unos años antes de su pérdida.
Como ya he dicho, nuestro personaje nació en Paros en el seno de una familia aristocrática venida a menos. Su padre fue el noble Telesicles y su madre una esclava tracia llamada Enipo. En algunos sitios, el nombre de su padre figura también como Telesícrates.
Parece ser que la mala situación económica de su familia le llevó a alistarse en una expedición de voluntarios de su isla, que tenía como fin la colonización de la isla de Tasos, frente a las costas de Tracia.
Puede que, como dicen algunos, fueran en busca de buenos terrenos para dedicarse a la Agricultura. Sin embargo, yo pienso que, seguramente, iban en busca de unos posibles yacimientos de oro, que, según se rumoreaba, existían en esa isla. Como una continuación de los que ya se estaban explotando en la cercana costa de Tracia. De hecho, algo más tarde, esta isla fue una de las primeras en acuñar monedas de oro en la antigua Grecia.
Parece ser que, antes de aventurarse en esa expedición de conquista, los de Paros, enviaron a un representante suyo al célebre Oráculo de Delfos.
Como siempre, el Oráculo, les dio una respuesta demasiado ambigua. No sé si movido por la necesidad, el propio Arquíloco, se atrevió a adivinar la voluntad del Oráculo y pronosticó que todo les iba a ir bien.
Lo cierto es que, cuando desembarcaron en la isla, se encontraron con un terreno mucho peor que el de Paros y vieron que la isla no era apta para la Agricultura. A duras penas, consiguieron cultivar viñedos. Además, esa isla se había convertido en refugio de piratas y delincuentes de todo tipo, con los que tuvieron que luchar muy a menudo, pues se halla a sólo 8 km del continente .
Según parece, la gente le fue mirando cada vez peor, pues no se habían cumplido sus vaticinios. Así que la necesidad le llevó a tomar las armas, como un mercenario más de la antigua Grecia.
También, por esa época, Licambe, el padre de su prometida, llamada Neobule, le rechazó y otorgó a otro pretendiente la mano de su hija.
Lógicamente, esto no gustó absolutamente nada a nuestro personaje. Lo cierto es que antes de eso ya había compuesto algunos poemas. Ahora se dedicó a fondo a un género poético griego, denominado Yambo, por medio del cual escribió varios poemas claramente insultantes contra Licambe y su hija. De hecho, se le considera el poeta que ha vertido mayor cantidad de odio en sus poemas:
“Padre Licambes, ¿qué es lo que tramaste?
¿Quién perturbó tu entendimiento? Antes
estabas en tus cabales. Pero ahora eres
en la ciudad gran motivo de burla.”
Parece ser que esto hizo que fueran la comidilla del pueblo y, según algunos, llegó a tanto la vergüenza a la que les habían sometido, que Licambe y su hija llegaron a suicidarse.
Algunos afirman que el verdadero motivo por el que Licambe no le otorgó la mano de su hija es porque se enteró de que Arquíloco era hijo de una esclava tracia.
Una de las cosas más llamativas de este personaje es que durante una de esas luchas contra los invasores tracios, parece ser que Arquíloco vio muy clara la derrota de su bando y no se le ocurrió una cosa mejor que tirar su escudo y salir corriendo.
Precisamente, en su obra titulada “Elegías” confiesa sin rubor que lo hizo y que lo volvería a hacer para salvar su vida. "Algún sayo se ufana con mi escudo, un escudo irreprochable que abandoné contra mi voluntad en un matorral. Mas con ello salvé mi vida. ¡Qué me importa aquel escudo! Ya me compraré otro que no sea peor." En aquella época también se llamaba sayos a los tracios.
Lógicamente, esto le dio fama de cobarde y hasta se prohibieron sus obras en Esparta. No fuera que se llegaran a contagiar los aguerridos soldados espartanos, a causa de ese comportamiento.
Ya se sabe que las madres espartanas les decían a sus hijos, antes de ir al frente: “vuelve con el escudo o sobre el escudo”. A fin de que su familia no sintiera vergüenza por su comportamiento durante el combate.
Además, en una época, donde lo habitual era formar una línea de guerreros hoplitas, en la que se protegían unos combatientes a otros con la mitad de su escudo, era una falta grave romper esa línea. De hecho, en muchos lugares se castigaba con la muerte.
No obstante, no deberíamos pensar que fue un cobarde, pues nuestro personaje murió durante una de esas escaramuzas contra los invasores de otras islas. Concretamente, esta vez fue contra la de Naxos. Parece se que el que lo mató fue un guerrero llamado Colunda.
Contra todo pronóstico, Arquíloco, se hizo muy famoso en su isla de Paros. A su muerte, sus vecinos le homenajearon, construyendo un monumento, en cuyas paredes grabaron varios de sus versos. Este fue el llamado Archilocheion.
Gracias a un eclipse de Sol, que describió en uno de sus poemas, los expertos han llegado a afirmar que murió poco después del 647 a. de C.
Al contrario que Homero, el cual narraba sus poesías con el estilo más objetivo posible, Arquíloco, lo hacía de una manera subjetiva. Como si estuviera viviendo sus propios versos.

Es más, llegó a criticar a los jefes militares fanfarrones, diciendo que prefería a los que demostraban su valor en combate:
Me dan dentera
esos oficialillos barbilindos
que se pavonean por el campamento
con sus escudos labrados,
al aire las cabelleras
perfumadas.
Creen saber ya
todos los secretos
del arte militar.
Yo prefiero
mil veces a esos otros camaradas
chaparros, peludos y burdos,
y que recién llegados del surco
no te traicionan
en el campo de batalla.
Con sus piernas velludas
y zambas
siempre acuden si en las refriegas
te ven en apuros.
Esos camaradas,
hediondos a mierda
y a sudor, son para mí
más elegantes y bienolientes
que todos los aristócratas
de Atenas juntos.
Dame, oh Palas
Atenea, memoria
y que recuerde yo el nombre
de aquel agricultor pestilente
que me salvó la vida cuando estaba
un espartano a punto de degollarme.
En su época, los griegos, lo vieron como uno de sus mejores poetas, casi a la altura de Homero. Incluso, se dice que fue un pionero de la poesía cómica y satírica. Parece ser que el célebre Plutarco fue uno de sus admiradores y uno de los que más difundió sus obras. El mismo Horacio se basó en sus poemas para construir sus conocidas sátiras.
Incluso, cuando ya había comenzado la famosa batalla de Filipos, Horacio, que estaba en el bando de Bruto y que debía de haberle leído, hizo lo mismo, al tirar su escudo y su espada y se marchó a Atenas.
Sin embargo, no le faltaron detractores, como Píndaro, que le acusó de haberse alimentado de calumnias de todo tipo; Heráclito, que dijo que debería de haber sido apaleado; y hasta Aristóteles, que le calificó de blasfemo.
Parece ser que el género de la sátira griega se hallaba casi olvidado, hasta que se volvió a poner de moda durante el Renacimiento.
Modernamente, el famoso Nietzsche, en su obra “El nacimiento de la tragedia en la música”, daba la misma importancia a Arquíloco que a Homero y los calificaba como los autores más originales de la Literatura griega.
Parece ser que su objetivo siempre fue poner en solfa las costumbres de las personas más conservadoras de la sociedad en que vivía. Posiblemente,  eso fue lo que le hizo ser tan popular entre el pueblo.

Una  de sus características es que nuestro personaje no fue un seguidor de las ideas propagadas por los diferentes estados griegos, como los valores morales o el honor recibido por participar en la guerra. En su caso, es más partidario de disfrutar de la vida, sin pensar demasiado en los demás.
En sus poemas, relató los sufrimientos de la guerra. Al contrario de lo que se hacía en su época, que se solía exaltar la misma en los poemas épicos. En cierto modo, se podría calificarlo como antimilitarista. Algo muy extraño en su época o, por lo menos, no conocemos muchos ejemplos de ese comportamiento en la antigua Grecia.
Algunos lo definen como el creador del individualismo literario. Gracias a sus obras, hemos llegado a conocer el lenguaje propio de la calle, lleno de frases coloquiales y proverbios.
Sólo se conserva de su obra fragmentos de las Elegías y algunos de sus Yambos, por los que pasó a la posteridad. Termino con uno de sus versos:
“Corazón, corazón de irremediables penas agitado,
¡álzate! Rechaza a los enemigos oponiéndoles
el pecho, y en las emboscadas traidoras sostente
con firmeza. Y ni, al vencer, demasiado te ufanes,
ni, vencido, te desplomes a sollozar en casa.
En las alegrías alégrate y en los pesares gime
sin excesos. Advierte el vaivén del destino humano.”

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