lunes, 16 de octubre de 2017

EL ASESINATO DE THOMAS BECKET

Supongo que, como yo, muchos de vosotros habréis  llegado a conocer a este personaje de la Historia a través de la famosa película Becket, dirigida en 1964 por Peter Glenville.
Con respecto a esa película, también habría que decir que, seguramente, buena parte de su fama se deba a la impresionante actuación, que realizaron en la misma,   dos “gigantes” de la pantalla, como fueron Peter O’Toole y Richard Burton.

No sé si en algún momento de la película os ha parecido más una obra de teatro. Realmente, así es. Estaba basada en la obra del famoso escritor francés Jean Anouilh, “Becket o el honor de Dios”. Estrenada en 1959.
Nuestro personaje de hoy se llamaba Thomas Becket y nació en 1118 en Normandía, aunque en otros sitios figura Londres, como su lugar de nacimiento.
Su padre era un comerciante inglés, lo cual le dio a la familia una situación un tanto acomodada. Esto le permitió estudiar en París.
Obtuvo su primera formación con los monjes de la abadía de Merton en Surrey, situada al sur de Inglaterra.
Tras la temprana muerte de su padre, su familia pasó a tener apuros financieros. Así que, más tarde pasó a ser uno de los secretarios de Theobald, arzobispo de Canterbury, el cual le envió a estudiar Derecho en la Universidad de París y a su vuelta, en 1154, le nombró archidiácono de esa misma sede primada de Inglaterra.
Parece ser que se ganó la amistad del anciano arzobispo y juntos realizaron viajes a Francia y a Roma. Incluso, le envió a perfeccionar sus estudios de Derecho a la aún, hoy en día, prestigiosa Universidad de Bolonia.
Al comenzar su vida, Inglaterra, se hallaba en una profunda anarquía. El rey Enrique I, que había perdido a su hijo varón y sucesor en un accidente, nombraba a su hija Matilde como sucesora en el trono. Es preciso decir que todavía no había reinado ninguna reina en Inglaterra, así que los nobles no estuvieron muy de acuerdo con la decisión del monarca.
No obstante, dado que el rey ya tenía prevista la mala acogida de este nombramiento entre sus nobles, casó a su hija Matilde, que acababa de enviudar del emperador Enrique V, con Godofredo V, conde de Anjou y de varios lugares más.
Matilde no tuvo hijos de su primer matrimonio. Sin embargo, en el segundo tuvo tres hijos, aunque su marido también murió joven.
Al morir, Enrique I de Inglaterra, intentó que su sucesora fuera su hija Matilde. Sin embargo, tal y como se temía, los nobles coronaron a Esteban de Blois, como nuevo rey de Inglaterra.
A partir de ahí, hubo guerra civil, que duró unos 20 años, entre los partidarios de uno y otro. Sin embargo, en 1153, poco después de la muerte de Eustaquio, el heredero de Enrique de Blois, éste firmó el Tratado de Wallingford.
Por medio de este documento, se reconocía a Esteban de Blois como rey de Inglaterra hasta su muerte y como su sucesor a Enrique, hijo mayor de Matilde y Godofredo.
Precisamente, uno de los negociadores de este tratado, por parte de la Iglesia de Inglaterra, ante el Papa Eugenio III, fue nuestro personaje de hoy.
Así que, como el rey, Enrique II de Inglaterra, vio que era un gran negociador, y por consejo del arzobispo Theobald, lo nombró canciller del reino. Lo que ahora sería un presidente del Gobierno.
Estuvo en ese puesto  durante 7 años, durante los cuales sirvió muy fielmente a su rey, siendo muchas veces recompensado por ello.

Ese período acabó tras la muerte del arzobispo Theobald. Según parece,  el rey no se había llevado demasiado bien con el clérigo fallecido y necesitaba que ese puesto vacante fuera ocupado por una persona de su confianza. Así que eligió nada menos que a Thomas Becket.
Parece ser que Thomas no estuvo muy de acuerdo y le dijo al rey: “Si me haces obispo te arrepentirás”, pero no le hizo caso.
Efectivamente, Thomas Becket, siempre fue fiel a su señor. Cuando estuvo bajo las órdenes del rey, le fue fiel a éste, en cambio, cuando pasó al estado eclesiástico, le fue fiel a Dios.
Le ordenaron sacerdote un día antes de nombrarlo nuevo arzobispo de Canterbury y primado de la Iglesia de Inglaterra.
Cambió radicalmente su forma de vida. Así que pasó de comportarse como un cortesano, con continuas fiestas, a ser una persona muy religiosa, que cumplía muy bien con los mandatos de la Iglesia. En resumen, se tomó muy en serio su nuevo trabajo.
En aquella época, solía haber en todos los países conflictos originados por las luchas de poder entre los reyes y los miembros de la Iglesia.
Parece ser que en 1163 acusaron a un fraile inglés de asesinato y éste fue llevado ante un tribunal eclesiástico, el cual le absolvió por falta de pruebas. Eso no gustó nada a mucha gente y el rey aprovechó para intentar aumentar su poder a costa de la Iglesia.
Por ello, en 1164, en medio de una asamblea, llegaron a enfrentarse verbalmente el rey y el arzobispo. Así que a Thomas no le quedó otro remedio que el exilio en una abadía en Francia.
Parece ser que Luis VII,  rey de Francia,  medió entre ellos para que se encontraran en territorio francés e hicieran las paces.
Curiosamente, este monarca francés estaba casado con Leonor de Aquitania, la cual casó después con Enrique II de Inglaterra. Entre sus hijos, podemos destacar a Juan sin tierra y a Ricardo Corazón de león.
Así fue y en noviembre 1170, Thomas, regresó a Gran Bretaña. Sin embargo, cuando el rey se enteró de que el arzobispo había excomulgado a todos los obispos ingleses que habían cedido su poder ante el del rey, se lo tomó muy mal.
Parece ser que dijo: “¿No hay nadie que me pueda librar de este sacerdote turbulento?”. Cuando pronunció encolerizado estas palabras se hallaba rodeado de varios de sus nobles, los cuales las tomaron al pie de la letra. Esos hechos tuvieron lugar en Normandía, en la Navidad de 1170.
Cuatro de esos nobles, junto con sus mesnadas,  atravesaron el Canal de la Mancha y el día 29 del mismo mes se presentaron ante la catedral de Canterbury, exigiendo ver a Thomas.
Los sacerdotes le pidieron que se refugiara en el templo, ya que  se hallaba, en ese momento, celebrando el oficio de vísperas, pero él se negó a que la catedral se convirtiera en una fortaleza, y ordenó que no se cerraran las puertas, así que los otros entraron sin dificultad.
Los nobles gritaron “¿Dónde está el traidor? ¿Dónde está el arzobispo?”. Él les respondió, “Aquí estoy”. “No soy un traidor, sino un sacerdote de Dios. Me extraña que con ese atuendo entren en la iglesia de Dios. ¿Qué quieren?”
Uno de los nobles fue a levantar su espada, sin embargo, uno de los sacerdotes presentes le agarró el brazo y no pudo darle una estocada.
Al ver eso, los cuatro nobles le atacaron a la vez, dándole muerte en los peldaños situados delante del altar.
Uno de los sacerdotes dijo que sus últimas palabras fueron: “Muero voluntariamente por el nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia”. Murió a causa de varias estocadas recibidas en la cabeza, que atravesaron su mitra. Por eso se le representa con una espada atravesando su mitra.
En su momento, este crimen provocó todo un escándalo en todo el orbe cristiano y el asesinado fue considerado como un mártir. No hará falta decir que el rey intentó declinar toda responsabilidad, la cual hizo recaer en esos cuatro nobles, que, inmediatamente, cayeron en desgracia.
Sin embargo, este asunto fue tan gordo, que la mentira no coló. Así que, como se ve al comienzo de la citada película, en 1174, el rey tuvo que someterse a una penitencia pública, delante del sepulcro de Becket,  y ordenar la construcción de un monasterio en Somerset.
Concretamente, tuvo que vestirse con un saco y andar descalzo por la calle, mientras nada menos que 80 monjes le azotaban con ramas. Incluso, tuvo que pasar una noche en la cripta, junto a la tumba de su antiguo amigo.
Parece ser que, tras su muerte, se produjeron muchos milagros, adjudicados a nuestro personaje. Así que sólo 2 años después de haber sido asesinado fue canonizado como un nuevo santo por el Papa Alejandro III.
En 1220, sus restos mortales fueron depositados en un relicario y éste colocado en la nueva Capilla Trinity.
Sin embargo, en el siglo XVI, durante el reinado de Enrique VIII, sus restos se perdieron al ordenar éste la destrucción de los monasterios del reino.
No obstante, hay quien afirma que los monjes los salvaron y los enterraron en otra parte, pero no se sabe dónde.
Por otra parte,  el año pasado se celebró una exposición donde se mostraron algunos restos que decían ser de este santo, los cuales están en posesión de los jesuitas ingleses, y otros que se hallan en Hungría.
Ciertamente, el lugar donde descansaban sus restos, fue centro de peregrinación, durante más de tres siglos. Así que ese rey, con el que se inició la Reforma en Inglaterra, ordenó que se destruyera el templo y se quemaran las reliquias que hubiera en él.
Curiosamente, como Leonor, una de las hijas de Enrique II y Leonor de Aquitania, había casado con Alfonso VIII, rey de Castilla, pidió que en una iglesia de Soria, que era feudo suyo, figurara un fresco representando el instante de la muerte del arzobispo, que había sido amigo suyo.
Posteriormente, se construyeron varias iglesias en los reinos de la Península Ibérica bajo la advocación de Santo Tomás de Canterbury, el cual también pasó a ser santo patrón de algunos pueblos de España. Su festividad se celebra cada 29 de diciembre, coincidiendo con la fecha de su asesinato.

Por último, en Hungría, donde como ya he dicho anteriormente,  también se conservan algunos de sus restos, este santo siempre ha sido muy venerado. Sobre todo, en la época comunista, donde se le veía como un ejemplo de una persona que tuvo la valentía de enfrentarse contra un poder despótico, que no respetaba las libertades. Eso es lo mismo que hacía entonces el régimen comunista, que había en ese país.

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