lunes, 4 de septiembre de 2017

RAMIRO II, EL MONJE QUE LLEGÓ A SER REY

Nuestro personaje de hoy fue un hombre que nunca quiso ser rey, pero que las circunstancias por las que pasaba su reino no le dejaron otra alternativa. Así que cumplió con el encargo lo mejor que pudo, aunque nunca se le había preparado para ello.
Al igual que Alfonso I, era hijo del rey Sancho Ramírez y de Felicia de Roucy, natural de la región francesa de Champaña.

El futuro rey Ramiro II nació en Huesca en 1084, aunque otros autores indican que fue en 1086. Fue el menor de los hijos de ese matrimonio.
Parece ser que sus padres estaban muy influidos por un abad francés, llamado Frotardo. Éste fue imponiendo gente de su confianza al frente de los principales obispados de Aragón.
También consiguió que el rey permitiera el paso a través de su reino de un ejército de caballeros de distintos territorios de la actual Francia, para ayudar en la Reconquista al rey Alfonso VI de Castilla y León.
En 1088, consiguió que el rey Sancho Ramírez pusiera nada menos que todos sus reinos bajo el vasallaje del Papa, el cual sería el único que elegiría a los abades y a los obispos.
Más tarde,  este rey consintió que su hijo Ramiro se educara en el monasterio de Thomieres, del cual era abad el propio Frotardo. Como si fuera una ofrenda que hacía su padre a Dios.
Parece ser que a partir de 1105, su hermano, que ya era el rey Alfonso I, contactó con él para que formara parte de su consejo.
Parece ser que en 1110, el rey lo nombró abad del monasterio de Sahagún, lo cual no gustó nada a los monjes que allí residían, pues lo veían como a un extraño.
Más tarde, llegó a ser nombrado obispo de Burgos y, posteriormente, de Pamplona. Según parece, el Papa no confirmó estos nombramientos.

En 1134, como ya mencioné en mi anterior artículo, se produjo la derrota de Alfonso I en el asedio de Fraga. Entre otros, allí murió el obispo de Roda, así que Ramiro, que era el abad del monasterio de San Pedro el viejo, en Huesca, fue nombrado nuevo obispo de esa sede vacante. Poco después, murió su hermano Alfonso I.
Por ello, varias ciudades de Aragón, empezando por su capital,  Jaca, donde se había reunido  la alta nobleza del reino, reconocieron a Ramiro como su nuevo rey. Fue proclamado rey en Zaragoza el 29/09/1134.
Para algunos autores, Ramiro II, era el legítimo heredero de los reinos de su hermano. Sin embargo, las leyes de Navarra y Aragón, basadas en las de los visigodos, sólo permitían que los clérigos y las mujeres transmitieran la sucesión, pero no que fueran reyes. En el caso de Cataluña, ni siquiera eso.
En un principio, se pretendió recurrir a una especie de argucia legal, por la que Ramiro sería considerado como el padre de García Ramírez, el pretendiente al trono de Navarra. De este modo, García, ejercería los derechos reales en nombre de ambos y así no se produciría la ruptura entre Aragón  y Navarra.
Parece ser que no se pusieron de acuerdo. Así que García Ramírez sería el nuevo rey de Navarra y Ramiro II el de Aragón.
Es posible que en estas negociaciones interviniera Alfonso VII de Castilla y León, pues al poco de haber roto estas conversaciones, el rey de Navarra se hizo vasallo del de Castilla. Supongo que firmaría esta alianza para defenderse de una posible invasión de Aragón.
Otro de los problemas fue la sucesión en el trono, había que intentar que Ramiro II se casara y que tuviera un heredero.
Para ello, se eligió a Inés de Poitou, también llamada Agnes de Poitiers. Era hija del duque Guillermo IX de Aquitania, también conocido como Guillermo el trovador.
No sé si tendrían en cuenta, para esta elección, que esta mujer ya era viuda de un matrimonio anterior, en el que tuvo nada menos que cuatro hijos. Así que estaba muy claro que no era estéril.
Curiosamente, una hermana de Guillermo casó con Pedro I de Aragón. Además, fue aliado de Alfonso I y le acompañó durante varias de sus campañas por la península.
Precisamente, Guillermo IX de Aquitania fue abuelo de la famosa reina Leonor de Aquitania. Casada, en primeras nupcias, con Luis VII de Francia y, posteriormente, con Enrique II de Inglaterra.
No está muy claro si Ramiro tuvo que pedir una dispensa papal para poder casarse, dada su condición de clérigo. Lo cierto es que la boda tuvo lugar en la catedral de Jaca a finales de septiembre de 1135.
Según el propio monarca, había contraído matrimonio “para la restauración de la sangre y la estirpe”. Así que el objetivo se cumplió cuando nació su hija Petronila, en agosto de 1136, quedando como heredera del reino de Aragón. Por otra parte, esto planteaba un nuevo problema, pues según el Derecho aragonés, las mujeres podían transmitir los derechos sucesorios, pero no reinar. Así que habría que buscarle un marido para que fuera el nuevo rey.
Es muy posible que Inés volviera a su tierra en torno a 1137. No parece que participara en las negociaciones para buscarle un futuro esposo a su hija. Sólo se sabe que se fue a vivir a la abadía de Fontevrault y murió en ese lugar hacia 1159.
En esa misma abadía también están enterrados otros personajes célebres, como Leonor de Aquitania, Enrique II de Inglaterra o Ricardo corazón de león.
Volviendo a nuestro personaje de hoy, al comienzo de su reinado, le llovían los problemas por todos lados. Por una parte, Alfonso VII, ocupó una serie de territorios de Soria, llegando a entrar en Zaragoza. Así que Ramiro no tuvo más remedio que pactar con él y también pactó una tregua con los moros. De hecho, castigó con la muerte a unos caballeros aragoneses que se saltaron esa tregua.
Dado que nunca tuvo una formación militar, siempre fue el objetivo de las burlas de los nobles, ya que no sabía montar a caballo y, a la vez utilizar,  las armas de guerra. Se decía que cogía con la boca las bridas del caballo.
En aquella época, donde se sucedían las guerras, era sumamente importante que el monarca fuera también un buen militar, que protegiera adecuadamente su reino.
Se cree que, por esa época, su reino atravesaba una gran crisis económica, que le hizo devaluar su moneda. Para agravar este asunto, le escribió en varias ocasiones el Papa exigiendo que cumpliera el testamento de Alfonso I.
Por otro lado, seguían teniendo frecuentes roces con los condados catalanes y los de más allá de los Pirineos, que hoy pertenecen a Francia.
Parece ser que tuvo frecuentes enfrentamientos con la nobleza de su reino y tuvo que vencer varias revueltas que casi le cuestan el trono. Es posible que la famosa leyenda de la Campana de Huesca se sitúe en ese momento de la Historia.
Parece ser que un día citó a varios de esos nobles levantiscos en su palacio y, uno a uno, les invitó a entrar en un patio, para que admiraran la gran campana que había encargado. Cuando
entraban en ese recinto, les esperaba un verdugo que les cortaba la cabeza.
Más tarde, llevó al resto de los nobles al patio, para que contemplaran el “espectáculo” de las cabezas cortadas y de esa manera acabó con las revueltas periódicas de los nobles.
En un principio, se pensó en una boda entre Petronila y un hijo de Alfonso VII de Castilla y León. Sin embargo, los nobles aragoneses se opusieron a ello, porque sospechaban que, en el futuro, Castilla les podría quitar sus tierras.
A mediados de 1137, tras unos meses de negociaciones, se llegó a un compromiso en Barbastro. Por medio del cual, se concertaba una futura boda entre Petronila, hija de Ramiro II, y el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV. Todo esto, aunque el novio tuviera unos 24 años y la novia sólo 2. Parece ser que Alfonso VII no se opuso a ese compromiso. No hay que
olvidar que Berenguela, la esposa del rey castellano, era hermana de Ramón Berenguer IV.
De ese modo, Ramiro, consiguió que Ramón Berenguer IV fuera una especie de apoderado suyo. Lo cierto es que el conde catalán consiguió por vía diplomática,  que Castilla estuviera dispuesta a devolverle Zaragoza.
Por el contrario, intentó reintegrar Navarra en su reino y no lo consiguió. Incluso, cuando lo intentó por la fuerza de las armas, fue derrotado por los navarros.
En el tema de la herencia a favor de Alfonso I tuvo que hilar muy fino. En el caso de la Orden del Santo Sepulcro, el prior de la misma, que se hallaba en Tierra Santa,  le cedió los derechos a Ramón Berenguer IV, pero, si éste muriera sin descendientes, el legado regresaría a la Orden.
Los Hospitalarios fueron compensados con terrenos en Jaca, capital del reino, para construir una casa y una iglesia de la Orden.
Por lo que se refiere al Temple fue indemnizado con la entrega de algunas tierras, el diezmo de todo lo recaudado en el reino y la quinta parte de las futuras tierras conquistadas.
No sé si los negociadores del temple serían mejores que los de las otras órdenes, pues, a simple vista, consiguieron más que los de las demás. No obstante, convendría no olvidar que Ramón Berenguer IV pertenecía a la Orden del Temple.
Parece ser que el Papa quedó contento con este pacto, pues en 1158 aceptó este acuerdo firmado por ambas partes.
Lo cierto es que la boda tuvo lugar en 1150 en Lérida y con ello se resolvieron muchos de los problemas que había tenido Aragón, desde la muerte de Alfonso I el batallador.
Desde entonces, Aragón, miraría menos hacia el Cantábrico, pues había perdido para siempre el reino de Navarra, pero ahora tenía sus miras puestas en el Mediterráneo. Desde este momento, el reino de Aragón y los condados catalanes formarían la Corona de Aragón.
Parece ser que, por si acaso, Ramiro II, nunca abdicó de su título de rey y siempre estuvo al tanto de lo que hacía su yerno.

No obstante, regresó para continuar siendo abad del monasterio de San Pedro el viejo, en Huesca y allí murió en 1157. Siendo enterrado en la capilla de San Bartolomé de esa misma abadía.

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