Al igual que Alfonso I, era hijo
del rey Sancho Ramírez y de Felicia de Roucy, natural de la región francesa de
Champaña.
El futuro rey Ramiro II nació en
Huesca en 1084, aunque otros autores indican que fue en 1086. Fue el menor de
los hijos de ese matrimonio.
Parece ser que sus padres estaban
muy influidos por un abad francés, llamado Frotardo. Éste fue imponiendo gente
de su confianza al frente de los principales obispados de Aragón.
También consiguió que el rey permitiera
el paso a través de su reino de un ejército de caballeros de distintos
territorios de la actual Francia, para ayudar en la Reconquista al rey Alfonso
VI de Castilla y León.
En 1088, consiguió que el rey
Sancho Ramírez pusiera nada menos que todos sus reinos bajo el vasallaje del
Papa, el cual sería el único que elegiría a los abades y a los obispos.
Parece ser que a partir de 1105,
su hermano, que ya era el rey Alfonso I, contactó con él para que formara parte
de su consejo.
Parece ser que en 1110, el rey lo
nombró abad del monasterio de Sahagún, lo cual no gustó nada a los monjes que
allí residían, pues lo veían como a un extraño.
En 1134, como ya mencioné en mi
anterior artículo, se produjo la derrota de Alfonso I en el asedio de Fraga.
Entre otros, allí murió el obispo de Roda, así que Ramiro, que era el abad del
monasterio de San Pedro el viejo, en Huesca, fue nombrado nuevo obispo de esa sede vacante.
Poco después, murió su hermano Alfonso I.
Por ello, varias ciudades de
Aragón, empezando por su capital, Jaca,
donde se había reunido la alta nobleza
del reino, reconocieron a Ramiro como su nuevo rey. Fue proclamado rey en
Zaragoza el 29/09/1134.

En un principio, se pretendió
recurrir a una especie de argucia legal, por la que Ramiro sería considerado
como el padre de García Ramírez, el pretendiente al trono de Navarra. De este
modo, García, ejercería los derechos reales en nombre de ambos y así no se
produciría la ruptura entre Aragón y
Navarra.
Parece ser que no se pusieron de
acuerdo. Así que García Ramírez sería el nuevo rey de Navarra y Ramiro II el de
Aragón.

Otro de los problemas fue la
sucesión en el trono, había que intentar que Ramiro II se casara y que tuviera
un heredero.
Para ello, se eligió a Inés de
Poitou, también llamada Agnes de Poitiers. Era hija del duque Guillermo IX de
Aquitania, también conocido como Guillermo el trovador.
No sé si tendrían en cuenta, para
esta elección, que esta mujer ya era viuda de un matrimonio anterior, en el que
tuvo nada menos que cuatro hijos. Así que estaba muy claro que no era estéril.
Curiosamente, una hermana de
Guillermo casó con Pedro I de Aragón. Además, fue aliado de Alfonso I y le
acompañó durante varias de sus campañas por la península.
Precisamente, Guillermo IX de
Aquitania fue abuelo de la famosa reina Leonor de Aquitania. Casada, en
primeras nupcias, con Luis VII de Francia y, posteriormente, con Enrique II de
Inglaterra.

Según el propio monarca, había
contraído matrimonio “para la restauración de la sangre y la estirpe”. Así que
el objetivo se cumplió cuando nació su hija Petronila, en agosto de 1136,
quedando como heredera del reino de Aragón. Por otra parte, esto planteaba un
nuevo problema, pues según el Derecho aragonés, las mujeres podían transmitir
los derechos sucesorios, pero no reinar. Así que habría que buscarle un marido
para que fuera el nuevo rey.
Volviendo a nuestro personaje de
hoy, al comienzo de su reinado, le llovían los problemas por todos lados. Por
una parte, Alfonso VII, ocupó una serie de territorios de Soria, llegando a
entrar en Zaragoza. Así que Ramiro no tuvo más remedio que pactar con él y
también pactó una tregua con los moros. De hecho, castigó con la muerte a unos
caballeros aragoneses que se saltaron esa tregua.

En aquella época, donde se
sucedían las guerras, era sumamente importante que el monarca fuera también un
buen militar, que protegiera adecuadamente su reino.
Se cree que, por esa época, su
reino atravesaba una gran crisis económica, que le hizo devaluar su moneda.
Para agravar este asunto, le escribió en varias ocasiones el Papa exigiendo que
cumpliera el testamento de Alfonso I.
Por otro lado, seguían teniendo
frecuentes roces con los condados catalanes y los de más allá de los Pirineos,
que hoy pertenecen a Francia.
Parece ser que tuvo frecuentes
enfrentamientos con la nobleza de su reino y tuvo que vencer varias revueltas
que casi le cuestan el trono. Es posible que la famosa leyenda de la Campana de
Huesca se sitúe en ese momento de la Historia.
Parece ser que un día citó a
varios de esos nobles levantiscos en su palacio y, uno a uno, les invitó a
entrar en un patio, para que admiraran la gran campana que había encargado.
Cuando
entraban en ese recinto, les esperaba un verdugo que les cortaba la
cabeza.
Más tarde, llevó al resto de los
nobles al patio, para que contemplaran el “espectáculo” de las cabezas cortadas
y de esa manera acabó con las revueltas periódicas de los nobles.

olvidar que Berenguela, la esposa del rey castellano, era hermana de
Ramón Berenguer IV.
De ese modo, Ramiro, consiguió
que Ramón Berenguer IV fuera una especie de apoderado suyo. Lo cierto es que el
conde catalán consiguió por vía diplomática,
que Castilla estuviera dispuesta a devolverle Zaragoza.
Por el contrario, intentó
reintegrar Navarra en su reino y no lo consiguió. Incluso, cuando lo intentó
por la fuerza de las armas, fue derrotado por los navarros.

Los Hospitalarios fueron compensados
con terrenos en Jaca, capital del reino, para construir una casa y una iglesia
de la Orden.
Por lo que se refiere al Temple
fue indemnizado con la entrega de algunas tierras, el diezmo de todo lo
recaudado en el reino y la quinta parte de las futuras tierras conquistadas.
No sé si los negociadores del
temple serían mejores que los de las otras órdenes, pues, a simple vista,
consiguieron más que los de las demás. No obstante, convendría no olvidar que
Ramón Berenguer IV pertenecía a la Orden del Temple.
Parece ser que el Papa quedó
contento con este pacto, pues en 1158 aceptó este acuerdo firmado por ambas
partes.
Desde entonces, Aragón, miraría
menos hacia el Cantábrico, pues había perdido para siempre el reino de Navarra,
pero ahora tenía sus miras puestas en el Mediterráneo. Desde este momento, el
reino de Aragón y los condados catalanes formarían la Corona de Aragón.
Parece ser que, por si acaso,
Ramiro II, nunca abdicó de su título de rey y siempre estuvo al tanto de lo que
hacía su yerno.
No obstante, regresó para continuar
siendo abad del monasterio de San Pedro el viejo, en Huesca y allí murió en
1157. Siendo enterrado en la capilla de San Bartolomé de esa misma abadía.
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