martes, 8 de agosto de 2017

MANUEL TAGÜEÑA, UN GRAN MILITAR REPUBLICANO

Hoy voy a narrar la historia de un personaje ciertamente sorprendente. La verdad es que en muchas de las fotos que disponemos de él se le ve con uniforme militar y unas gafas que le dan un aspecto que no parecen cuadrar con la imagen habitual de un militar. Como ya veremos, las apariencias engañan.
Nuestro personaje de hoy se llamaba Manuel Tagüeña Lacorte. Nació en Madrid en 1913, en el seno de una familia burguesa. Su padre trabajaba como Topógrafo en el, por ento
nces, denominado Instituto Geográfico y Catastral, hoy Instituto Geográfico Nacional. Mientras que su madre era maestra.
Realizó sus estudios primarios en una escuela pública, mientras que el Bachillerato lo realizó en el antiguo colegio de los Maristas, sito en el número 15 de la calle de los Madrazo, en Madrid. Actualmente, ese local pertenece al Ministerio de Educación.
Entre 1929 y 1933 estudió Ciencias Físicas y Matemáticas en la Universidad Central, en Madrid. Llegando a licenciarse con premio extraordinario fin de carrera. No pudo acabar su doctorado en Físicas por la llegada de la Guerra Civil.
Una vez leído esto, supongo que todos estaríamos de acuerdo con que nos encontramos ante la figura de un intelectual muy alejado de las formas violentas que se necesitan para hacer la guerra. Si habéis pensado eso, os habréis equivocado totalmente.
Parece ser que, desde pequeño, a este hombre le metieron en la cabeza que tendría que luchar en la vida por algo que mereciera la pena. Es posible que tuvieran que ver algo en ello uno de esos abuelos, que siempre fue republicano, o una de sus abuelas, hija de un general carlista.
En sus memorias, tituladas “Testimonio de dos guerras”, comenta que, cuando era pequeño,
un viejo carlista le dijo “quedarse al margen de la lucha es una cobardía”. Así que, desde ese momento, se aficionó a leer narraciones sobre héroes y se puso a buscar una razón por la que verdaderamente valiera la pena luchar. Algo así como un ideal caballeresco. Desde un principio, tuvo muy claro que habría que recurrir a la violencia para intentar cambiar al mundo.
Así que, en 1929, ingresó en la Universidad Central, cuya facultad estaba situada en el antiguo edificio de la calle de San Bernardo, en Madrid,   y al poco tiempo pasó a formar parte de la FUE, una organización estudiantil que se había distinguido por sus protestas, durante la dictadura de Primo de Rivera.
Parece ser que allí comenzó a militar en la izquierda y a tener frecuentes peleas con otros estudiantes monárquicos o de organizaciones derechistas.
La muerte de su padre y, posteriormente,  la de su hermano mayor, que se producen entre 1927 y 1930, cambian profundamente su carácter y hace que se haga más reflexivo.
No obstante, en 1930, parece ser que tuvo un discreto papel en el fracasado golpe, conocido como la Sublevación de Jaca. Se dice que le dieron una pistola y el mando de un grupo de milicianos republicanos. Afortunadamente, no fue detenido.
En aquella época, un acontecimiento que atraía mucho a aquellos jóvenes que aspiraban a cambiar el mundo fue la Revolución Rusa.
Evidentemente, como todas las informaciones que salían de allí habían pasado antes por una férrea censura, casi nadie se estaba dando cuenta de que los rusos lo estaban pasando muy mal y en el resto del mundo se veía como a unos héroes a los líderes comunistas soviéticos.
Como es lógico, en 1932, nuestro personaje ingresó en las Juventudes Comunistas, junto a su amigo, Fernando Claudín, que, posteriormente, sería uno de los máximos dirigentes de ese partido.
Como le vieron con muchas ganas de estar en la lucha callejera, le destinaron a unas milicias antifascistas, que tenía un cierto cariz paramilitar.
A partir de 1934, con la llegada de los partidos de la derecha al Gobierno de la II República, se multiplica la violencia, llegando a haber múltiples tiroteos en las calles contra los falangistas. Con las correspondientes bajas producidas en ambos bandos. De hecho, en aquella época, Tagüeña, acostumbraba a llevar siempre encima una pistola, por si acaso.
Parece ser que, fue por entonces, cuando conoció a su futura esposa, Carmen Parga Parada, nacida en La Coruña,  militante de la organización comunista BEOR y estudiante de Filosofía y Letras en la Universidad Central. Por entonces, su Facultad ya se había mudado a la Ciudad Universitaria de Madrid.
Desgraciadamente, ella no pudo licenciarse a causa de la Guerra Civil. No olvidemos que el frente de Madrid estuvo, durante casi toda la guerra, justo en la Ciudad Universitaria.
También en ese mismo año, durante la llamada Revolución de Asturias, que también se produjo en otros rincones de España, le fue encomendado el ataque a un cuartel militar en Madrid. El suceso acabó con la muerte de un guardia de asalto, que es como se llamaba entonces a una unidad de la Policía, y un joven del grupo de nuestro personaje.
Por ello, es detenido, pasando varias semanas en la cárcel, de la que sale en libertad gracias a unas gestiones realizadas por un tío suyo, que era diputado del partido gobernante.
Consigue una plaza de profesor en el Instituto de Molina de Aragón, pero la Policía sigue su rastro. Así que se traslada a Zaragoza, para esconderse en casa de unos familiares, hasta que pase un tiempo.
Cuando ya no lo buscan, se decide a realizar el servicio militar. En un principio, paga una tasa, que le permite hacer sólo la mitad de tiempo en ese servicio. Le toca realizarlo en el Regimiento de Ingenieros Zapadores nº 1, radicado en el famoso Cuartel de la Montaña.
Lo cierto es que luego ve que le gusta ese mundo. Así que va ascendiendo y se presenta a los exámenes para oficial de complemento. Como los militares pudieron comprobar que ya estaba fichado por la Policía no le dejaron examinarse y se quedó siendo brigada.
Cumplida la mili, retorna a su actividad política. Reorganiza las Juventudes Socialistas para unificarlas con las comunistas y fundar las Juventudes Socialistas Unificadas.
Curiosamente, indica en sus propias memorias que, el día del asesinato del líder de la Oposición, Calvo Sotelo, él se hallaba dentro del Cuartel de Pontejos, sito en la madrileña Puerta del Sol, de donde partieron los asesinos, pero afirmó que no tuvo nada que ver con ese crimen.
El 18 de julio de 1936 recibe la orden de coger un grupo de milicianos, proveerlos de armas en una Casa del Pueblo, junto al Puente de Segovia y con ellos ir a asediar el cuartel de Artillería, en Getafe, el cual se ha rebelado contra el Gobierno. Curiosamente, consiguen entrar muy fácilmente en ese recinto militar.
Poco más tarde, es destinado al Alto del León, en la Sierra de Guadarrama, para combatir contra las milicias de Falange.
Combate dentro de un batallón. Casualmente, el capitán jefe de esa unidad cae muerto de un balazo. Así que él se hace cargo del batallón y es nombrado capitán y luego comandante.
En 1937 el batallón se convierte en una brigada mixta y él es designado para estar al frente de la misma.
Tras la batalla de Brunete, en julio de 1937, con sólo 24 años, le encargan el mando de la 3ª División, a pesar de la oposición del ministro Indalecio Prieto, que lo ve muy joven para ocupar ese cargo.
Al año siguiente, destinan a su unidad para reforzar el frente de Teruel, que ha sido roto por los nacionales. Así y todo, consigue contener el avance de las tropas italianas en varios puntos. Esto le hace ganarse el ascenso a teniente coronel. También recibió, por ese hecho,  la Medalla de la Libertad.

En abril de 1938, le conceden el mando del XV Cuerpo de Ejército, que, poco después,  tuvo una importancia primordial en las operaciones de la Batalla del Ebro. Aquí fue donde se demostró su valía como uno de los más competentes militares republicanos.
Curiosamente,  todas las unidades que participaron en esa batalla estaban mandadas por comunistas. Los otros cuerpos de Ejército eran el V, mandado por Enrique Líster, y el XII, a las órdenes de Etelvino Vega.
Con esta operación, ideada por el general Vicente Rojo, sólo se buscaba quitar presión sobre Valencia y sobre Madrid, ya que el bando nacional tuvo que retirar muchos de sus efectivos que asediaban o se dirigían hacia esas dos ciudades y llevarlos a combatir en el Ebro. De esa forma, consiguieron tener entretenidas a importantes unidades del bando nacional entre los meses de julio y noviembre de 1938.
A mediados de noviembre, Tagüeña, consiguió que sus tropas se retiraran ordenadamente del frente del Ebro con una maestría tal que recibió elogios por parte de los Estados Mayores de ambos bandos.
Posteriormente, su unidad se dirige hacia Barcelona, donde destruyen los archivos del PSUC, el partido comunista catalán. La capital de esa región cae a finales de enero de 1939.
En sus memorias, nos dice que los líderes comunistas Francisco Antón y Santiago Carrillo le intentaron convencer para que defendiera Barcelona y así estabilizar el frente, para dar más tiempo a los que quisieran escapar. Era algo así como intentar repetir el asedio de Madrid.
Sin embargo, cuando esos líderes hicieron llamamientos a la población para ayudar en la fortificación de la ciudad, de una población de un millón de habitantes, sólo acudieron unos 1.000 voluntarios para este trabajo. La mayoría de la gente estaba hambrienta y sólo deseaba que la guerra se acabara cuanto antes. Más o menos, es lo que ocurría en toda España.
Nada que ver con el entusiasmo de esas masas, que derrotaron el 18/07/1936 a los militares sublevados en Barcelona
A primeros de febrero, ordena que su unidad atraviese la frontera con Francia y entre lo más ordenadamente posible en ese país. Tal y como corresponde a una unidad militar, aunque haya sido vencida. Con él llega también a Francia su esposa.
Allí se entera de que Negrín piensa prolongar la resistencia al igual que los líderes del PCE. Así que vuela en un avión hacia Albacete, junto con otros líderes militares republicanos.
De allí se va hacia Madrid, donde la noticia de su llegada se publica en “Mundo Obrero”,  y se entera de que el coronel Casado tiene intención de rendir la ciudad a los nacionales, apoyado por los anarquistas de Cipriano Mera.
Le ordenan que se presente en un lugar llamado “Posición Yuste”, que está en una casa de campo cercana a la ciudad de Elda (Alicante). Allí se entrevista con Negrín y con el resto del Gobierno. Le dicen que el Gobierno ha tomado la decisión de abandonar el país y que se lo vaya a anunciar a los líderes comunistas, que se hallaba en otro lugar llamado “Posición Dakar”. Situado no muy lejos de allí.
En ese lugar estaban refugiados varios dirigentes comunistas, como el ministro Vicente Uribe, Togliatti, Dolores Ibarruri, Enrique Líster, Juan Modesto, Rafael Alberti, Mª Teresa León, etc. Posteriormente, desde allí, volaron hacia el exilio. La mayoría de ellos fueron a Orán.
Allí comprueba que sus compañeros comunistas son partidarios de continuar la guerra a fin de que pase a ser un episodio más de la II Guerra Mundial, que ya se adivina a lo lejos y así hacer que los aliados derrotaran a Franco. Sin embargo, él se da cuenta de que todo está perdido cuando comprueba que el gobernador de Alicante ya ha entregado la ciudad a las fuerzas de Casado.
Lo cierto es que, desde 1938, mucha gente piensa que es absurdo prolongar una guerra que ya está perdida. Entre ellos, tenemos al propio presidente Azaña, su consejero Hernández Saravia, Indalecio Prieto, el general Rojo  y muchos otros más.
Así que el 07/03/1939, Tagüeña,  toma un avión DC-2 de la compañía LAPE, en el aeródromo
de Monóvar (Alicante) y unas horas más tarde llega a Toulouse. Luego va hasta París, donde ya le está esperando su esposa y es donde se entera del final de la guerra y de que muchos de sus amigos comunistas han sido asesinados por las fuerzas del coronel Casado.
Otros comunistas fueron encarcelados por las tropas afines a Casado y allí los encontraron los nacionales, los cuales ordenaron su inmediato fusilamiento.
Muchos combatientes republicanos no tuvieron la misma suerte de sus dirigentes. Se fueron al puerto de Alicante, porque les habían dicho que irían varios barcos a recogerles. Sólo llegó uno, llamado “Stanbrook”. Posteriormente,  las miles de personas que no pudieron embarcar en él, fueron capturadas por los nacionales e internadas en campos de concentración. Posteriormente, muchos de ellos, fueron ejecutados.

El mismo Tagüeña se lamenta de que la flota republicana no quiso esperar a los que querían huir de España y se fue con sus barcos casi vacíos hacia Túnez. Lo cierto es que podrían haber embarcado a muchos de esos refugiados y así hubieran salvado sus vidas.
Poco después, la familia Tagüeña, se traslada hasta la antigua URSS. En Moscú, nuestro personaje, ingresa en la prestigiosa Academia Militar Frunze de la que, posteriormente, sale con el mismo grado que tuvo en la Guerra Civil, o sea, el de teniente coronel.
No obstante, los soviéticos, no le permiten combatir en la II Guerra Mundial y pasa todo el tiempo, en esa academia, formando a los nuevos oficiales soviéticos.
Permanece en Moscú hasta 1946 y luego lo envían como asesor militar a la antigua Yugoslavia. Al surgir las disensiones entre la URSS y Yugoslavia, abandona ese país y se va a la antigua Checoslovaquia. Parece ser que ya se muestra muy crítico con la política de su partido. Nunca más volverá a vestir un uniforme militar.
Según parece,  una de las cosas que más les marcó tanto a él como a su esposa, durante su estancia en la URSS, fue el suicidio de su cuñada rusa. La esposa de Antonio Parga, que era hija de un político,  el cual había sido represaliado por Stalin.
Lo cierto es que siempre hubo muchas disensiones en el seno del Comité Central del PCE, en Moscú. Hubo diversas camarillas, que solían acusarse entre ellas. Sin embargo, Tagüeña, siempre quiso permanecer neutral en estos conflictos y, según parece, no se lo permitieron.
De esa manera, se puede decir que se va dando cuenta de que ha dedicado su vida a una causa injusta. En pocas palabras,  él siempre fue una especie de idealista revolucionario. Algo que hubiera tenido algún futuro en las revoluciones del siglo XIX, pero que ya no lo tenía en pleno siglo XX.
De hecho, en sus escritos, se queja amargamente del poder que tiene la burocracia en los países comunistas, que ni siquiera deja pensar por su cuenta a la gente que, en teoría, debería de mandar sobre ella. Incluso, dice que han discriminado a las mentes más preclaras y han puesto a los mediocres al frente de esas Instituciones, porque los primeros suelen criticar a los dirigentes y eso no se lo permiten a nadie. Él no llega a entender que, en esos países, el Socialismo haya quitado la libertad a la gente y dice que así no puede progresar ningún país.
Incluso, en sus memorias, hace unas interesantes reflexiones sobre la Guerra Civil: "La responsabilidad del fracaso no era sólo de los gobernantes, sino de la oposición de la derecha e izquierda que no habían dado sosiego al nuevo régimen desde el 14 de abril. Hubiera sido mejor encontrar una fórmula aceptable para la mayoría, pero intransigencias, intereses creados, impaciencias y demagogias, se opusieron a ello. Ya no quedaba más salida que la guerra a muerte".
Tanto su mujer como él, imparten clases en la Universidad de Brno. Uno en la Facultad de Medicina y la otra en la de Filosofía.
En 1955, tras una larga espera, consigue salir de la URSS y se traslada a México, junto con su mujer y sus dos hijas y allí se sale del partido comunista (“Me aparté del comunismo, no por sus fines, sino por sus métodos”). Al principio, tardó en encontrar un empleo estable. Posteriormente, en la capital federal, trabajó como asesor médico de un laboratorio farmacéutico. No olvidemos que él también estudió Medicina, mientras estaba exiliado.
Parece ser que, tras el fallecimiento de Stalin, en 1953, se relajó el régimen y él lo aprovechó para intentar que le dejaran marchar. Incluso, presentó un escrito, gestionado por unos familiares de su esposa, que vivían en México, donde una universidad de ese país le invitaba a que impartiera clases en sus aulas. Lo cierto es que también tuvo que vencer la enemistad de ciertos dirigentes del PCE, pues ellos también tenían que autorizar su marcha hacia México.

Parece ser que, con el tiempo, se fue dando cuenta de que el principal interés del PCE, durante la Guerra Civil, no fue exclusivamente defender a la II República, sino, principalmente, cumplir las órdenes que les llegaban de Stalin.
Aunque, en México, algunos dirigentes del PCE, quisieron recuperarlo para su causa, él se negó a ello. No se sabe si por eso mismo, en cierta ocasión, estuvo a punto de ser expulsado de ese país, acusado de ser un espía soviético. Menos mal que la cosa no fue a más, de lo contrario, lo hubieran devuelto a la URSS y a saber cómo habría acabado.
En 1960, también tras varios años esperando que le concedieran un visado,  hizo un corto viaje a España, para visitar a su madre, que se encontraba muy enferma. Incluso, se le propone quedarse en nuestro país, pero él no lo acepta, porque no quiere ser utilizado por la propaganda del régimen franquista.
En 1962, fallece su madre y consigue llevarse a su hermana Encarna a México, la cual había pasado varios años encerrada en las cárceles franquistas.

Nuestro personaje continuó con su exilio en México, donde murió en 1971, con sólo 58 años, víctima de un cáncer. En España no se publicaron sus obras hasta 1978.

1 comentario:

  1. ¿Pero qué es eso de hablar todo el rato de "nacionales" y "bando nacional" para referirse a los franquistas? Por favor, ya está bien de plegarse borreguilmente a la terminología acuñada por los propios facciosos. ¿Es que hay que ser cornudos y apaleados? El auténtico bando nacional no era otro que el republicano, el que representaba el Gobierno legítimo. De los otros hay que hablar como "franquistas", "fascistas", "rebeldes", "bando rebelde", etc. A ver si dejamos de ser tan pardillos. Gracias

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