domingo, 25 de junio de 2017

EL REY ENRIQUE IV DE CASTILLA

Hoy le toca el turno a otro rey con muy mala prensa. Se desconoce si lo que comentaban de él era real o un  invento de sus adversarios políticos.
Este rey nació la víspera de Reyes de 1425 en la ciudad de Valladolid. Sus padres fueron el rey Juan II de Castilla y su primera esposa, María de Aragón.

En sus años de infancia tuvo  como paje a Juan Pacheco, que más adelante, cuando llegara al trono, sería su valido.
En 1440, se casó, también en Valladolid, con Blanca de Trastámara, futura Blanca II de Navarra. Hija de Juan II de Aragón y de Blanca I de Navarra.
Este matrimonio ya se había acordado en 1436, para celebrar la tregua firmada 6 años antes entre Aragón, Navarra y Castilla. Por entonces, Blanca tenía 12 años y Enrique sólo 11.
Desgraciadamente, este matrimonio fue anulado en 1453, alegando, el príncipe, no haberse consumado por impotencia de ambos cónyuges. Así que el arzobispo de Toledo, anuló este matrimonio, siguiendo las instrucciones del Papa Nicolás V.
Parece ser que se sospechaba de la homosexualidad de Enrique. Sin embargo, él presentó a algunas prostitutas, que afirmaron haberse acostado normalmente con el rey. Así que, como todavía estaban en la época medieval, alguien echó la culpa a un maleficio y se disolvió el matrimonio.
La historia de Blanca es bastante triste, porque fue repudiada por su marido y encontró muchas dificultades a su regreso a Navarra.
Su madre había muerto unos años antes. Su padre se había vuelto a casar y su nueva esposa no quería a esta chica. Incluso, sus hermanas tampoco la tenían mucho aprecio.
Sin embargo, su hermano, el príncipe Carlos de Viana, que se hallaba en guerra con su padre, porque éste no había respetado el testamento de su madre, donde designaba como heredero a su hijo, sí se prestó a ayudarla. Incluso, redactó un testamento, donde su última voluntad era que ella le sucediese en el trono de Navarra, tal y como había pretendido la madre de ambos.
Su padre, Juan II, intentó que Blanca se casara con el duque de Berry, para que desapareciera de Navarra, pero ella se negó a ello.
Más tarde, la obligó a irse a vivir con su hermana Leonor y su marido, Gastón IV de Foix. Estos la encerraron en una fortaleza, sita en la actual Francia, donde, al cabo del tiempo, murió de una forma bastante misteriosa. Sin embargo, tuvo tiempo de redactar un testamento, donde nombraba heredero al reino de Navarra a su antiguo marido, nuestro personaje de hoy.
Esto no tuvo ningún efecto. Parece ser que Enrique IV no se enteró de que podría ser el nuevo rey de Navarra. Lo cierto es que Juan II de Aragón, siguió siendo rey de Aragón y de Navarra hasta su muerte.
Posteriormente, heredó ese trono Leonor, la esposa de Gastón IV de Foix, tal y como quería su padre. Precisamente, esta fue la que había encarcelado a Blanca, hasta su muerte. Por si os sirve de consuelo, Leonor, murió a los 15 días de haber sido proclamada reina de Navarra.
Volviendo a nuestro personaje de hoy, en julio de 1454, fue proclamado como nuevo rey de Castilla y León.
Lo primero que hizo fue asegurarse la paz con los reinos fronterizos de Navarra y Aragón y, posteriormente, también con el de Francia.
Más tarde, retomó la Reconquista, atacando al reino de Granada, al cual, en 1456, ordenó que talaran los árboles frutales de su vega. Más adelante, tomaron algunas ciudades poco importantes y ahí se quedó todo su ardor guerrero.

Al igual que su padre, tampoco se preocupó por las labores de gobierno y le encomendó este trabajo a su gran amigo Juan Pacheco, marqués de Villena.
Parece ser que el rey, aparte de no dar ni golpe, era muy aficionado a las costumbres de los musulmanes. De hecho, su guardia real estaba formada por moros y él mismo solía vestirse con ropajes propios de los musulmanes.
Esto le granjeó mucha impopularidad entre la gente. Así que le convencieron para que se casara de nuevo. Esta vez, la novia sería  Juana, una hermana de Alfonso V de Portugal.
En 1455, se celebró la boda, sin embargo, ocurrió lo mismo que en el anterior matrimonio. Los reyes no fueron capaces de consumar el matrimonio.
No obstante, esta vez surgió un nuevo personaje. Llevaba ya algún tiempo merodeando por la corte un joven apuesto llamado Beltrán de la Cueva. Algunas malas lenguas decían que ambos cónyuges se sintieron atraídos por él.
Alguien escribió que “demostraba tanto amor al rey, que parecía devoción, y tanta devoción a la reina, que parecía amor”.
Lo cierto es que, por alguna extraña razón, al marqués de Villena, le sustituyó como valido Beltrán de la Cueva. Este último llegaría a ser duque de Alburquerque, conde de Ledesma y hasta gran maestre de la famosa Orden de Santiago. O sea, se dedicó a acaparar títulos, como siempre hicieron todos los validos.
Algunos autores dicen que la razón de este cese estuvo en que el monarca se enteró de que los súbditos de Navarra y Cataluña le habrían ofrecido ser su rey y el marqués de Villena se había opuesto a ello, no habiéndoselo  mencionado, en su momento, a Enrique IV.
En pleno siglo XX, el doctor Gregorio Marañón, hizo un estudio completo de la momia de este rey y comprobó que padecía una enfermedad de tipo hormonal. Parece ser que esto se manifiesta en unas manos y piernas más grandes de lo normal.
Sin embargo, no hace tantos años, un grupo de investigadores españoles del Hospital Ramón y Cajal, de Madrid, afirmaron que Enrique IV podría haber sido el verdadero padre de su hija Juana. Para lo cual, los médicos de la corte habían diseñado una especie de tubo de oro, por donde introdujeron el semen del rey para inseminar de esa manera a la reina.
Según comentaban varios cronistas de la época, esa corte, era lo menos parecido a lo que debía ser. Desde el rey hasta el último de ellos se dedicaban a las relaciones homosexuales y el adulterio sin recato de ningún tipo. Así que no sería de extrañar que Juana tuviera como padre a don Beltrán de la Cueva. Se sabe que el mismo monarca tuvo amantes de ambos sexos.
Tras el cese de Villena, éste se dedicó a intrigar contra el monarca. Así que se opuso, junto con sus partidarios a que el rey nombrara como su sucesora a su hija Juana.
Cuando el rey vio que llevaba las de perder, se reunió con Villena. Parece ser que acordaron que el nuevo sucesor sería su joven hermano Alfonso, a condición de que se casara con su hija Juana.
Cuando se enteraron su esposa y su valido le hicieron romper ese pacto y volvió a nombrar a Juana como su sucesora en el trono de Castilla.
Llegados a este punto, los partidarios de Alfonso, empezaron a llamar la Beltraneja a la princesa Juana.
En 1465, hicieron la llamada “farsa de Ávila”. En la plaza de esta ciudad colocaron un muñeco con las vestiduras propias de un rey. Luego se dedicaron a darle golpes hasta que le quitaron la corona y sus vestiduras y luego lo patearon. Posteriormente, auparon a don Alfonso, como si lo proclamaran nuevo rey de Castilla.
Antes esta situación, ambos bandos se prepararon  para una guerra civil en Castilla. Mientras tanto, Enrique IV, dio el permiso correspondiente para que el anciano maestre de Calatrava, se casara con su hermana, la futura Isabel la Católica.
Afortunada o desafortunadamente, este hombre murió durante el viaje hacia el lugar donde residía la infanta Isabel. Algunos dicen que fue envenenado con ciertas hierbas. Algo muy
común en aquella época.
En 1467, ambos ejércitos se enfrentaron en una batalla en Olmedo. Parece ser que la cosa quedó en tablas, como se dice en ajedrez.
Sin embargo, al año siguiente, los seguidores de Alfonso tuvieron un grave revés, pues se les murió su candidato, posiblemente, también envenenado. Dicen que fue tras haber comido una trucha.
Así es que sólo les quedaba la posibilidad de ofrecer la corona a la infanta Isabel. Ella les contestó que no quería rebelarse contra el rey.
Villena fue a decirle al rey que los rebeldes depondrían su actitud, si nombraba como heredera a su hermanastra, la infanta Isabel.
Así que en septiembre de 1468, se reunieron Enrique IV e Isabel en los Toros de Guisando, Ávila, para firmar un tratado. Por medio del mismo, se reconocía a  Isabel como su sucesora en el trono. Además,  el rey tampoco le podría imponer ningún matrimonio. No obstante, ella tampoco se podría casar sin el consentimiento del rey.
Sin embargo, a Isabel, le propusieron una boda con su tío, Alfonso V de Portugal. Ella rechazó este enlace, aduciendo la gran diferencia de edad entre ambos.
Las conversaciones para llevar a cabo la boda entre Isabel y Fernando,  el heredero de Aragón, se llevaron a cabo de una forma absolutamente secreta.
En 1469, Fernando, apareció en Castilla. Venía disfrazado de arriero, acompañando a cuatro caballeros de Aragón. La cita era en Dueñas, Palencia, donde ya le esperaba Isabel.
El único problema que quedaba para que tuviera lugar la boda era el cercano parentesco entre ambos.
Parece ser que Pedro Carrillo, arzobispo de Toledo, mostró una bula papal, donde se permitía ese matrimonio. Posteriormente, se demostró que era falsa. No obstante, más tarde, el Papa Sixto IV, dio el visto bueno a ese enlace. Supongo que sería después de haber cobrado, como solía suceder en estos casos. Así que se casaron.
Evidentemente, esta boda, realizada sin el consentimiento previo de Enrique IV, violaba el tratado de los Toros de Guisando. Así que el rey rompió ese tratado y volvió a nombrar a su hija Juana, como su sucesora en el trono de Castilla .

En 1473, la cosa se estaba radicalizando. Así que Enrique IV se entrevistó en Segovia con Isabel y se comprometió a volver a reconocerla como su sucesora.
Sospechosamente, en muy corto espacio de tiempo murieron el marqués de Villena y el rey Enrique IV.
También es curioso que ambos fueran enterrados en el Monasterio de Guadalupe. En el caso de Villena es porque murió cerca de Trujillo. Posteriormente, el cadáver de  éste último fue trasladado a una sepultura en el Monasterio del Parral, en Segovia.
Los cronistas dicen que es muy posible que ambos fueran envenenados. En el caso del rey, se sabe que se sintió mal, se acostó y empezó a vomitar sangre, quedándose en los huesos.
Cuando alguien quiso que le aclarara quién iba a ser su sucesor, el rey no quiso saber nada y murió sin decidir nada al respecto. Triste final de un rey que pudo tener un reinado tranquilo y que lo desaprovechó, dejándose llevar sólo por el placer.
A la vista del estado en que quedó Castilla, tras la muerte de su rey, lo mejor que le pudo pasar, a este reino como a toda España, fue que Isabel fuera proclamada reina y se casara con el heredero de la Corona de Aragón.

No obstante, hubieron de pasar 7 largos años de guerra civil, entre los partidarios de Juana, apoyada por el rey de Portugal, con el que se casó, y los partidarios de Isabel. Como todos sabemos, al final triunfó esta última y los herederos de la misma consiguieron reinar en toda España.

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