miércoles, 21 de junio de 2017

LA CONDESA DE LAMOTTE Y EL COLLAR DE LA REINA

Esta vez voy a intentar narrar una parcela muy conocida de la Historia de la forma más amena e inteligible para todos. Bueno, tal y como procuro hacer siempre.
Evidentemente, no tengo el dominio narrativo de Alejandro Dumas (padre), que, en 1849, publicó una novela titulada “El collar de la reina”, la cual sigue gozando de mucha fama en la 
actualidad.
Ciertamente, como yo no me dedico a la novela, sino a la Historia, pues no me voy a apartar de los hechos, como suelen hacer los novelistas a fin de que la narración tenga más interés para el lector.
El personaje principal de esta historia se llamaba Jeanne de Valois-Saint Rémy. Esta mujer había nacido en 1756, en una pequeña población del noreste de Francia, llamada Fontette, en la región de Champaña.
Aunque su padre era un noble llamado Jacques I, barón de Saint Remy y ser descendiente de un hijo ilegítimo del rey Enrique II de Francia, suegro de nuestro Felipe II, lo cierto es que estaban totalmente arruinados, aunque vivieran en un castillo de la familia.
Su madre, Marie Jossel, era la hija de un criado, que siempre había trabajado en ese castillo. Lógicamente, la familia del barón, que tampoco andaba muy boyante, económicamente, nunca aprobó ese matrimonio y siempre se negaron a ayudarle.
Para el que no se acuerde ya de la Historia de Francia, la dinastía Valois reinó en ese país hasta 1589. El último rey de la misma fue Enrique III, el cual no tuvo descendencia. Su sucesor fue su primo, Enrique de Navarra, conocido como Enrique IV, el jefe del bando protestante, que se convirtió al catolicismo, para poder reinar en Francia. Los dos reyes tuvieron un mismo final. Ambos fueron asesinados, en diferentes momentos, por católicos radicales.
Volviendo a la condesa, hay que decir que su niñez no fue muy agradable. En su casa no tenían para comer, así que solían mendigar por las calles, robar cosechas y cuidar el ganado de los vecinos.
En un principio, fueron seis hermanos. Sin embargo, tres de ellos murieron en la niñez y sólo llegaron a la edad adulta Jacques, Marie-Anne y Jeanne.
A partir de 1762, la cosa fue empeorando, si cabe, aún más. Murió su padre y su madre se dedicó, literalmente, a la prostitución.
Posteriormente, la madre, se buscó una nueva pareja y se fueron los dos juntos a otra parte. Así que dejó totalmente desatendidos a sus hijos a los cuales no les quedó más remedio que dedicarse a seguir mendigando.
Parece ser que la niña tuvo un verdadero golpe de suerte. En una ocasión,  cuando se hallaba mendigando por los caminos, topó con un carruaje. Como hacían habitualmente, lo pararon para pedirles dinero.
La niña mencionó que era “de la sangre de los Valois”. Lógicamente, eso no podía pasar desapercibido para una aristócrata, como la marquesa de Boulainvilliers, que viajaba en el carruaje.
Esta le hizo una serie de preguntas a la niña y se la llevó, junto con sus hermanos. La ascendencia de los chicos fue plenamente comprobada en Versalles, por medio de un especialista en Genealogía llamado Cherin.
En aquella Francia, donde todavía existía una monarquía, no se podía permitir que unos descendientes del rey San Luis vagaran por la calle.
Gracias a ello, a Jacques le permitieron ingresar en una Academia militar, además de abonarle una pensión anual de 1.000 libras.
A las dos chicas las ingresaron en un internado de monjas y les dieron, a cada una, una pensión de 900 libras anuales.

Al terminar su educación, les ofrecieron profesar como monjas en el monasterio. Sin embargo, ellas declinaron el ofrecimiento, volviendo a su región de origen.
Parece ser que estuvieron viviendo en casa de unas costureras, donde las hacían trabajar mucho. Así que se fueron de allí cuanto antes.
En 1780, Jeanne, se casó con un sobrino de los dueños de la casa donde vivía. Parece ser que no acertó con su matrimonio, pues el novio a pesar de presumir de su nobleza, afirmando ser conde, también estaba arruinado y sólo vivía de lo que cobraba como oficial de la Gendarmería.
Por lo visto, la novia se casó estando ya al final de su embarazo, pues dio a luz, sólo un mes después de su boda, a un par de gemelos, los cuales murieron a los pocos días.
La última referencia que existe de los hermanos de Jeanne es que Jacques continuó, durante varios años,  su carrera en el Ejército, hasta su muerte en una colonia francesa. Por
lo que respecta a Marie-Anne, profesó como monja y llegó a ser abadesa de un convento.
Volviendo a Jeanne, intentó volver a explotar su descendencia, como miembro de una antigua casa real de Francia. Así que no se le ocurrió otra cosa que viajar hasta Versalles para pedirle una pensión a la propia reina.
Parece ser que la reina estaba advertida sobre las intenciones de nuestro personaje y siempre se negó a recibirla. Así que se quedó sin cobrar esa pensión.
Algunos autores dicen que sí que consiguió otra pequeña pensión que le dio la hermana de Luis XVI, pero eso no está muy claro.
En la corte de Versalles conoció a otro bribón llamado Rétaux de Villette, que también se hacía llamar “conde”, como ella y su marido, pero que se dedicaba a todo tipo de asuntos ilegales.
Parece ser que él la enseñó a vivir en Versalles y le presentó a muchos cortesanos, que debía conocer para ser aceptada en ese lugar.
Según parece, le contó que el cardenal de Rohan, un eclesiástico que, además, era uno de los más importantes nobles de Francia, estaba deseando ser recibido por la reina, pues ambicionaba un puesto de primer ministro, como lo fueron Richelieu o Mazarino.
El problema es que el cardenal estuvo, anteriormente, como embajador de Francia en Viena y allí se ganó muchas enemistades.
Parece ser que su comportamiento libertino era considerado como muy escandaloso en la corte de la emperatriz María Teresa de Austria, madre de María Antonieta.
Además, en una ocasión, escribió al rey informándole del doble juego de la emperatriz con Francia y Prusia. Esta carta fue interceptada por alguien y leída en la corte, durante una comida, por madame du Barry. Parece ser que en ese escrito, el embajador,  insultaba a la emperatriz.
Todo esto fue tenido en cuenta por la reina y lo primero que hizo tras su boda, fue exigirle a su marido que destituyera a su embajador en Viena. Cosa que hizo.
Esa fue la razón por la que la reina María Antonieta siempre despreció al cardenal de Rohan y nunca quiso recibirle.
También, por aquella época, fueron a la corte dos famosos joyeros, llamados Boehmer y Bassange,  para ofrecerle un hermoso collar a la reina.
Parece ser que este collar había sido encargado por el difunto rey Luis XV para su favorita, Madame du Barry. El problema es que ese monarca había fallecido y ellos no sabían qué hacer con el encargo. La joya a la vez que suntuosa también era muy cara. Así que la reina se negó a comprarla, para disgusto de los joyeros.
Se dice que la reina argumentó que no podía comprar esa joya, cuando la gente estaba muriendo de hambre por las calles. Me da que esa no fue la razón, porque a la reina siempre le importó bien poco lo que les pasara a sus súbditos. De hecho, siempre fue muy impopular en Francia. Como austriaca, en francés, se dice “autrichienne”, ellos usaban un juego de palabras para pronunciar “autre chienne”, o sea,  otra perra.
Otros autores dicen que la reina no lo quiso, porque fue un encargo hecho para una de sus mayores enemigas, Madame du Barry.

Así que la pareja de pillos formada por la condesa de Lamotte y Villette idearon un audaz plan para aprovecharse de esta situación.
El matrimonio de la condesa iba muy mal, aunque los cónyuges seguían viviendo juntos. Así que no tuvo ningún problema en acercarse al cardenal y hacerse su amante y confidente.
Había olvidado mencionar a otro personaje, que también participó en este enredo, más propio de una obra teatral del Siglo de Oro español. Se trata de Cagliostro, cuyo verdadero nombre era Joseph Balsamo, que ejercía como adivino a las órdenes del cardenal y que había sido comprado por la pareja formada por Jeanne y Villette, para que convenciera al cardenal. Cosa que logró a plena satisfacción de ambos.
Lo cierto es que estos pillos  convencieron al cardenal de que Jeanne era íntima amiga y confidente de la reina, aunque la verdad es que sólo la había visto de lejos.

Le comentaron al cardenal que, si quería obtener el favor de la reina, tenía que hacer una gestión secreta para ella.
Le dijeron que la reina se había encaprichado de ese lujoso collar, pero que no quería que se notara que se gastaba dos millones de libras en su compra. Incluso, hicieron unos escritos, falsificando la letra de la reina, donde ésta le pedía ese favor al cardenal.
Así que lo que tenía que hace el cardenal era ir en su busca para comprarlo en nombre de la reina y ella les iría pagando a plazos el collar a los joyeros. Por supuesto, a través del cardenal, para que nadie se enterara.
Como era una cantidad enorme y parece ser que el cardenal no se fiaba mucho de ellos, se molestaron en contratar a una prostituta, que se parecía bastante a la reina, para reunirse por la noche en los jardines de Versalles y confirmarle que las cartas eran suyas.
La verdad es que está muy claro que esta operación estaba muy mal diseñada desde el principio. Aunque sospecho que lo hicieron así para que saltara y se enterara todo el mundo.
Me parece que lo suyo hubiera sido que el cardenal les hubiera comprado el collar a los joyeros y se lo hubiera regalado a la reina. En caso de que ésta no lo hubiera querido, pues lo hubiera vendido a otra persona y ya está. Aunque también es verdad que en aquella época se sabía que, aunque el cardenal ingresaba, periódicamente, una enorme cantidad de dinero, gastaba mucho y casi siempre andaba muy justo.
Lo cierto es que parece que en esta operación todos fueron engañados. Desde el primero hasta el último. Alguien la diseñó para quitarse a esta gente de la corte y para poner en entredicho a los reyes. De hecho, fue una de las muchas causas por las que se rebeló el pueblo hasta concluir en la famosa Revolución Francesa.

Volviendo al tema que nos ocupa. Evidentemente, en cuanto hubo que pagar el primer plazo, la reina no lo pagó y los joyeros quisieron entrevistarse con ella para reclamárselo.Ahí fue cuando se enteró de lo que estaba ocurriendo.
Los investigadores, capitaneados por el barón de Breteuil, enemigo acérrimo del cardenal,  fueron tirando del hilo y acabaron atrapando a toda esta pandilla de pícaros.
No obstante, estos no habían perdido el tiempo. El cardenal entregó el collar a Jeanne, supuestamente, para que se lo hiciera seguir a la reina.
Lo que no sabía es que esa banda se dedicó a desmontar las piedras preciosas que formaban el collar y las habían ido a vender a Londres, donde sacaron un buen precio por ellas.
El 14/08/1785, cuando el cardenal iba a celebrar una misa en el Palacio de Versalles, previamente, es llamado a una reunión con los reyes. A la misma, también asisten el barón de Breteuil y el ministro de Justicia.
El cardenal sólo puede declarar que, desde el primer momento, fue engañado por la condesa de Lamotte. Así que la reina se enfada y le pide a su marido que lo encierre,
inmediatamente, en la Bastilla.
El cardenal le suplica no ser arrestado, por respeto a la Iglesia y al honor de su noble familia. Tampoco podía presentar como pruebas a su favor las cartas falsificadas, pues ya habían sido quemadas.
Así que fue encerrado en la Bastilla y tuvo que dar orden de vender todos sus bienes para pagar a los joyeros. Un siglo después, sus herederos seguían pagando esa deuda.
El monarca cometió el error de dejarle elegir al cardenal si quería un juicio privado ante el rey o un juicio ante el Parlamento, que era como se llamaba al Tribunal Supremo. El clérigo eligió la segunda opción, porque pensó que los nobles que formaban el Parlamento se apiadarían de él, por ser uno de los suyos. El problema es que este juicio fue público y así todo el mundo se enteró de lo que había ocurrido. Asistieron al juicio nada menos que 64 jueces.
De esa forma, el cardenal fue absuelto del robo y de haber cometido un delito contra la reina, por haberse dado cita en los jardines de Versalles para conspirar, supuestamente con ella.
La verdad es que la reina estaba completamente indignada con el fallo del tribunal, porque parecía que la habían puesto en entredicho. Así que convenció a su marido para expulsar
 al cardenal de la corte, enviarlo a una abadía y luego a otra un poco más lejos.
Lo cierto es que quedó muy claro, ante la opinión pública, que la reina había tenido algo que ver en el asunto. Así que su imagen y la del rey, se hicieron muy impopulares entre la gente.
En cuanto a lo que se refiere a la banda de pillos, sólo pudieron capturar a la condesa de Lamotte, pero no a su marido que se hallaba en Londres y se quedó allí. Fue
condenado, en ausencia, a una pena de galeras.

A Rétaux de la Villette, el principal cómplice de la condesa, lo pillaron en Suiza. Declaró en contra de la condesa y su marido. Así que lo condenaron al exilio fuera de Francia. Muriendo unos años después en Venecia.
En cuanto a Cagliostro, sólo fue obligado a abandonar, inmediatamente, el territorio de Francia.
Volviendo a la condesa de Lamotte, fue sentenciada a cadena perpetua en la prisión de la Salpetriere. Aparte de recibir unos latigazos y de marcarle la letra “V” de ladrona en los hombros. Parece ser que, cuando iba a ser marcada, se removió tanto que una de ellas se la marcaron a fuego en uno de sus senos.
Curiosamente, se afirmó que la reina mandó a una de sus damas de confianza a hablar con la presa. Lo que hizo sospechar aún más de la soberana.
Poco después, la condesa consiguió escapar de la prisión, disfrazada como si fuera una niña. Parece ser que algún desconocido la ayudó, abriéndole las puertas de la cárcel.
Posteriormente, se fue a Londres y allí escribió su versión sobre todo este asunto, aunque algunos dicen que la reina le había pagado una gran cantidad de dinero para comprar su silencio. En esa obra, sólo reconoció que ella había sido la amante del cardenal y que la propia reina había estado metida, desde el principio, en este tema.
Lo cierto es que, aunque allí estuvo protegida por los franceses opositores al rey,   la alegría no le duró mucho. En junio de 1791, parece ser que fue perseguida por unos desconocidos, dentro de su domicilio. Por alguna extraña razón, cayó por una ventana, produciéndose múltiples lesiones que, dos meses después, la llevaron a la tumba. Está enterrada en un cementerio de Londres.
Alguien dijo que se trataba de agentes monárquicos franceses, mientras que otros pensaron que se trataba de simples acreedores.
Como ya comenté al principio, algunos autores han dicho que esta historia fue una de las muchas excusas en que se basaron los republicanos para iniciar la Revolución Francesa, que estalló sólo 4 años después de este suceso.

La verdad es que en aquella época era muy difícil desacreditar a un monarca ante los ojos de su propio pueblo. Máxime en un país, como Francia, donde, desde la Edad Media, se creía que sus reyes curaban ciertas enfermedades con sólo tocar a los enfermos y eso hacían de vez en cuando. A lo mejor, por eso, tardaron tantos años en conseguirlo.

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