jueves, 24 de noviembre de 2016

LA CONJURA DEL CONDE FIESCHI



Muchas veces ocurre que nos proponemos hacer alguna cosa  e intentamos planear concienzudamente nuestros actos. Lo malo es que, desgraciadamente, suelen surgir imponderables que nos estropean nuestros planes. Eso es, más o menos, lo que le ocurrió a nuestro personaje de hoy.
Para comprender mejor esta historia, voy a empezar por hablar del gran almirante Andrea Doria. Un tipo realmente curioso.
Todos habremos leído las hazañas que este personaje realizó al servicio de España. Lo que pasa es que, normalmente, no se dice que, anteriormente, había estado al servicio de Francia y, lógicamente, combatió contra España.
Comenzó su carrera militar ingresando en la Guardia Pontifica, que estaba a las órdenes de un tío suyo. Posteriormente, estuvo al servicio del duque de Urbino.
Más adelante, combatió al servicio de Francia, en las famosas guerras de Italia, donde el Gran Capitán hizo un buen papel, como jefe del Ejército español.
En 1512, con sólo 46 años, fue nombrado almirante de la flota de Génova y ahí empezó a tener tiranteces con sus antiguos jefes, los franceses.
Llegó a vencer a una flota turca. En cambio, fracasó en su lucha contra los españoles, los cuales obtuvieron una gran victoria en Pavía y, además, capturaron al
rey Francisco I de Francia y a varios de sus hijos y los encarcelaron en Madrid.
Parece ser que, cuando el rey francés fue liberado, debería de estar mal de dinero. Posiblemente, por eso mismo, le debía una importante cantidad a Doria. Por otra parte, éste andaba ya bastante mosqueado, así que, cuando se enteró de que el rey francés lo iba a sustituir por otro, no tardó en ofrecer sus servicios al emperador Carlos V.
Dicen que para explicar ese cambio de postura, les contó a los soldados que tenía a su servicio, que se le había aparecido varias veces un venerable anciano y le había indicado que debería de luchar a favor de España.
Por otra parte, había llegado a un pacto con el emperador, mediante el cual, Génova, sólo sería un aliado del Imperio, mientras que el monarca francés había ocupado la ciudad, como si fuera uno más de sus territorios. Evidentemente, eso ni se molestó en decírselo a sus soldados.
Parece ser que el emperador esperaba que Génova aportara a esa alianza sus numerosos barcos de guerra y los fondos depositados en sus Bancos.
Supongo que, para probar su lealtad, su primera misión fue levantar el sitio de Nápoles, que estaba siendo asediada por los franceses. Cosa que consiguió sin muchos problemas. También apartó a los galos de su tierra, Génova.
Parece ser que, antes de intentar expulsar a los franceses, se había dedicado a ponerse en contacto con muchos nobles genoveses, que se hallaban exiliados. A fin de conseguir su apoyo.
Por otra parte, había aterrorizado a las clases populares, diciéndoles que los franceses estaban pensando arruinar el poderío marítimo de Génova y convertirla en una ciudad llena de agricultores y ganaderos. Supongo que a muchos les temblarían las piernas al oír estas cosas, pues llevaban generaciones enteras dedicándose al mar.
Así que, con unas cuantas galeras, y sólo con unos 500 hombres, desembarcó en la ciudad una noche de septiembre de 1528. Nada más llegar, se montó una enorme revuelta, la cual hizo que la guarnición francesa retrocediera al castillo. Poco más tarde, tanto el gobernador milanés, nombrado por los franceses, como éstos, se rindieron a las tropas de Andrea Doria.
No se contentó con esto. Encaminó sus fuerzas hacia la ciudad rival, Savona, la cual presumía de tener una fortaleza inexpugnable y de atacar a Génova cada vez que le daba la gana. Aparte de que rivalizaba comercialmente con ella.
Sin embargo,  gracias a los conocimientos de un ingeniero militar español, que se dedicó a construir minas de sitio, no tardaron demasiado en echar abajo sus murallas y conquistar esa ciudad.
Supongo que, a esas alturas, al emperador Carlos V, que llevaba muchos años combatiendo en Italia, sin obtener buenos resultados, al ver esto, se le caería la baba. Así que, para que no se le escapara este buen fichaje, nombró, inmediatamente, a Doria príncipe de Melfi.
Parece ser que algunos le aconsejaban al emperador que no se fiara demasiado de este desertor del bando francés.
De todas maneras, no hay que olvidar que al muy católico emperador no le había temblado la mano al ordenar que, muy poco antes, sus tropas saquearan Roma.
Andrea, no tuvo hijos. Así que adoptó a Giannetino, hijo de su primo Tomás, al cual lo estuvo preparando para sucederle en sus nuevos dominios.
Parece ser que Andrea era muy popular, en su tierra, por haber liberado Génova de los franceses, pero no así su sucesor, que se comportaba como un joven caprichoso y soberbio y no era tan querido.
No obstante, la carrera de los Doria, ya al servicio de los españoles, fue, casi siempre, de victoria en victoria. Incluso, el mismo Giannetino había conseguido capturar en el mar al célebre corsario turco Dragut, que luego fue el sucesor del famoso Barbarroja.
Supongo que todo esto puso en guardia a las familias nobles de Génova. Igual no les gustó la idea de que los Doria tuvieran tanto poder en la ciudad y menospreciaran a los miembros de los demás clanes importantes.
Además, según dicen algunos autores, la forma de gobierno de los Doria había dado preferencia a la burguesía financiera, frente al antiguo poder nobiliario. De hecho, Giannetino se había casado con la hija de un importante banquero.
Por aquel entonces, las principales familias de Génova eran los Spinola, los Grimaldi, los Doria y los Fieschi. Seguro que alguno de estos apellidos os suena de algo.
Concretamente, los Fieschi, era un linaje aristócrata, que procedía de la época medieval y tenía varios siglos de existencia. Hubo entre sus miembros nada menos que dos Papas, varios cardenales, arzobispos, mariscales, etc.
En aquel momento, al frente de esa familia se hallaba un joven llamado Giovanni Luigi Fieschi, que había nacido en 1525 y había quedado huérfano muy pronto. Concretamente, su padre murió cuando él sólo tenía 9 años.
Parece ser que era un tipo muy ambicioso y no podía consentir que Giannetino sucediera a Andrea, aunque tuviera que luchar contra el poderío del almirante.
Lo curioso del asunto es que Sinibaldo, el padre de Giannetino, siempre fue íntimo amigo de Andrea y juntos consiguieron importantes victorias.
Así que, Fieschi,  estudió la forma en que Andrea se había hecho con el poder en Génova y le pareció tan sencilla, que pensó que él podría hacer lo mismo.
Se puede decir que esta sublevación se realizó como un intento de parar el ascenso de la burguesía y el declive de la nobleza tradicional.
Además, según parece, Andrea, que pretendía crear una república de carácter aristocrático, había contado con una serie de clanes nobiliarios, para las tareas de gobierno. Sin embargo, no había contado con todos. Por supuesto, entre estos últimos estaban los Fieschi. Es posible que lo hiciera, porque ese linaje era el único de los cuatro más antiguos de la ciudad, que no se dedicaba al mar, sino que explotaba grandes fincas agrarias de su propiedad.
Así que, durante un tiempo, el jefe de la conspiración, se dedicó a buscar aliados y consiguió muchas adhesiones a su causa. Al menos, verbalmente.
Entre los adheridos estaban Alejandro Farnesio, que luego sería Papa, con el nombre de Pablo III; Pedro Luis Farnesio, duque de Piacenza; César Fregosi, Cagnino Gonzaga y otras muchas personalidades de la época. Casi todos pertenecían al bando que había apoyado a los franceses.
Hasta el mismo Francisco I se adhirió a la causa, confiando en reconquistar Génova. Así que le prometió barcos, dinero y tropas.
Como Andrea había hecho anteriormente, también buscó sus partidarios entre la burguesía y el pueblo. Así, financió a los comerciantes del gremio de la seda, uno de los más importantes de la ciudad.
También prometió que, si gobernaba, haría prevalecer el mérito de los ciudadanos sobre el linaje de los mismos. Seguro que ese rollo os suena de algo.
Parece ser que al almirante le llegó alguna carta de las que se enviaban los conjurados entre sí. Sin embargo, no le dio demasiada importancia, porque no parecía que se estuviera preparando ninguna conspiración.
Incluso, el mismo Fieschi, seguía visitando a los Doria y se comportaba amablemente con ellos, al igual que lo hacía con los militares españoles residentes en Génova.
Según parece, una de las cosas que aceleraron los preparativos es que, tras una petición de Fieschi, Giannetino, no sólo la había denegado, sino que se había burlado públicamente de él. Lo que se veía entonces como una grave ofensa.
Algunos autores también dicen que Giannetino había querido seducir a la bella esposa de Fieschi y, además, lo había hecho delante de todos.
Además, se enteró de que Andrea estaba enfermo. Así que pensó que, si Giannetino llegaba pronto al poder, una de sus primeras decisiones podría ser encarcelar a los Fieschi, acusándoles de conspiración.
Así que Fieschi se dio cuenta de que era el momento oportuno. Sólo quedaba en Génova una pequeña guarnición de unos 250 soldados. Incluso, la mayoría de la flota estaba desarmada, por haber terminado ya las campañas navales.
Su estrategia no fue asaltar la ciudad desde fuera, sino montar una revuelta desde dentro, apoyada por unos 500 soldados. De esa forma, llegó a reunir unos 10.000 sublevados.
La madrugada del 3 de enero de 1547, uno de sus hombres disparó un cañonazo desde una de sus galeras. Esa era la señal para iniciar la sublevación.
Los partidarios de Doria vieron con asombro que los conjurados no sólo eran muchos, sino que habían conseguido meter infiltrados entre ellos mismos. Esto hizo que se desarrollara todo muy rápido y que las fortificaciones de la ciudad cayeran muy pronto en manos de los sublevados.
Así, todas las fuerzas de los conjurados confluyeron sobre la dársena, donde se hallaba el puerto militar. Allí, los fieles que les quedaban todavía a los Doria, intentaron resistir todo lo que pudieron, pero fueron aniquilados.
Giannetino, que había oído el escándalo nocturno, salió armado apresuradamente de su palacio  de Fassolo, acompañado por los miembros de su guardia. No obstante, cuando los sublevados lo vieron, se echaron sobre él y lo cosieron a puñaladas, matando allí mismo a él y sus guardias.
Andrea, que siempre fue mucho más hábil que Giannetino, vio todo lo ocurrido desde una ventana y, sin que lo vieran, montó en un caballo, que le llevó hasta una montaña, fuera de las murallas de la ciudad.
Mientras tanto, Fieschi, al que se le había visto durante la sublevación, vistiendo una pesada coraza de acero con adornos de oro y con su espada en la mano, no aparecía por ninguna parte.
La gente lo esperaba para vitorearle por su triunfo, pero nadie sabía dónde estaba. Incluso, Niccola Franco, ayudante de Andrea Doria, deseaba parlamentar con él para llegar a un cierto arreglo, sin necesidad de derramar más sangre.
La gente buscaba por todos partes al conde Fieschi, porque era el único que tenía muy claro lo que habría que hacer, tras la victoria.
Parece ser que aprovechando la confusión, unos 300 galeotes turcos, que estaban condenados a remar en las galeras genovesas, se hicieron con una de esas naves y huyeron hacia mar abierto, en dirección al norte de África.
En el Senado de Génova también se vivía una gran confusión. Unos senadores querían otorgar el cargo de dux al vencedor, mientras que otros ofrecían una amnistía a los sublevados.
Lo cierto es que el conde Fieschi no aparecía por ninguna parte, ni vivo, ni muerto. Sus partidarios, sin saber qué hacer, comenzaron a abandonar sus posiciones. Unos huyeron, mientras que otros regresaron a sus casas.
El entusiasmo de las masas se tornó en decepción y luego en miedo, pues los Doria seguían siendo una familia con mucho poder y todavía tenían muchos aliados. Así que, poco a poco, las calles se fueron quedando vacías y todo el mundo se puso a esperar a ver qué pasaba.
Al día siguiente se supo lo que había ocurrido. Giovanni Luigi Fieschi, conde de Lavagna, llevaba una armadura muy pesada. En cierto momento, fue a penetrar en uno de los barcos. Para ello, tendría que atravesar una pasarela de madera.
Parece ser que la madera estaba muy resbaladiza. Así que el conde cayó al mar y, como no pudo salir a flote, por el peso de la armadura, se ahogó en el fondo del puerto.
A partir de ahí, se desató la represión de los Doria y sus amigos. El cadáver del conde se extrajo del mar y se dejó que se pudriera en el puerto, durante dos meses.
Los conspiradores que no pudieron huir fueron asesinados. Todos los bienes de la familia Fieschi fueron confiscados.
Las desgracias no habían acabado aún, para los Fieschi. La viuda del conde, Eleonora Cybo, fue obligada a casarse con un militar, del que pronto quedó de nuevo viuda y fue obligada a ingresar en un convento de clausura.
Giulio Cybo, hermano de Eleonora y casado con Peretta, una hermana de Giannetino, estaba muy enfadado con los Doria. Entre otras cosas, por no haber recibido la dote de su esposa, al cual se negaron a pagar los de ese clan familiar.
También porque Andrea se había puesto de acuerdo con la madre de Giulio, con la que él se llevaba muy mal, para que no pudiera disponer de la herencia de su padre, ya difunto.
Así que se alió con varios genoveses exiliados en Venecia y otros miembros de la familia Fieschi. La idea era acabar con el poder de los Doria, eliminar al embajador español y a los partidarios de los españoles.
Esta vez, la conspiración se pilló a tiempo. Giulio fue detenido y enviado a Milán. Estuvo un tiempo encarcelado en un castillo, mientras llovían peticiones de clemencia para él, por parte de las familias más importantes de Italia, como Los Médicis, los Austria d’Este, etc.
Sin embargo, su propia madre, Ricciarda Malaspina, no hizo ningún esfuerzo para salvarle la vida. Así que el joven fue decapitado, en mayo de 1548,  con sólo 23 años.

2 comentarios:

  1. Me tuviste en vilo hasta el final. La descripción de los hechos es tan completa que por un momento distrae la atención del desenlace final, pero son buenísimos los detalles (muchos desconocía), pero igual, como muchas de tus entradas, se dejan leer todo de un tirón.
    Felicitaciones !

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro de que te haya gustado. No obstante, al principio del artículo, dejé una pista muy clara sobre el tema del mismo.
      A todos nos ha ocurrido alguna vez que hemos preparado algo de manera muy minuciosa y, al final, ha surgido un imponderable que lo ha echado todo a perder.
      Afortunadamente, para los Doria, lo de este personaje fue un imponderable absolutamente irresoluble.
      Muchas gracias por tu comentario y saludos.

      Eliminar