domingo, 20 de noviembre de 2016

LA EMPERATRIZ JOSEFINA



Posiblemente, a todos os sonará su nombre, pero es muy seguro que muchos no conozcáis casi nada acerca de su vida. Así que os invito a leer este artículo.
El nombre real de nuestro personaje de hoy era Marie Josephine Rose Tascher de la Pagerie y nació en la isla francesa de la Martinica el 12/06/1763.
Curiosamente, en su casa, todo el mundo la llamaba Rose  o Yeyette y no empezaron a llamarla Josephine hasta que se casó con su primer marido.
Su padre tenía una plantación de caña de azúcar de unas 500 Ha en la isla, con muchos esclavos a su servicio,  y allí fue donde ella se crio.
Su familia siempre había sido una de las más ricas de la isla. Desgraciadamente, en 1766, llegó a Martinica uno de esos tradicionales huracanes, que suelen formarse en el Atlántico. Por ese motivo, muchas plantaciones quedaron arrasadas y, entre ellas, la de su familia.
Así que, a causa de este desastre natural, y de que a su padre le gustaba demasiado el juego, poco a poco se fueron arruinando.
Una tía paterna suya, llamada Desirée, que se había casado con un antiguo gobernador de la isla, François de Beauharnais, habló con su padre y acordó que su hijastro, Alexandre, fruto del primer matrimonio de su marido, se casara con una de sus hijas.
Creo que no he dicho que Josefina era la mayor de  cuatro hermanas, aunque sólo llegaron tres de ellas a la edad adulta.
Parece ser que su tía había acordado que Alexandre se casara con una de sus hermanas, pero no sabía que aquella había muerto hacía poco a causa de la tuberculosis. Por eso, decidieron que se casara con Josefina. Así que se fue con su padre a París, para conocer al novio.
Dicen que Josefina había tenido una buena formación. Sin embargo, como en su isla no se estilaba la educación cortesana, pues ella la desconocía.
No obstante, aunque no fuera especialmente bella, todo el mundo decía que era una persona con buena figura y con una voz muy agradable.
Uno de sus mayores defectos era que no podía abrir mucho la boca. La razón de esto es que tenía una dentadura en pésimas condiciones y no quería mostrarla.
Se dice que eso fue debido a que desde niña tenía la costumbre  de mascar caña de azúcar, que era lo que tenían en su plantación caribeña.
Cuando se reía abiertamente, siempre se ponía un abanico delante de la cara, para disimular la negrura de los pocos dientes que conservaba.
El desconocimiento de la formación cortesana, le trajo muchos problemas con su marido. Parece ser que ella estuvo siempre muy enamorada, mientras que él la despreciaba, porque nunca la consideró como una mujer que estuviera a su altura, ya que pretendía codearse con la alta nobleza.
A pesar de todo, el matrimonio tuvo dos hijos. Un varón llamado Eugene y una hija, llamada Hortense.
Ésta última, nació antes de los nueve meses de gestación. A esto se agarró el marido para acusarla de infidelidad y pedir la separación judicial.
Parece ser que esto fue urdido por la amante que tenía en ese momento su marido, que, además,  era prima de Josephine y con la que había tenido un hijo.
Ella siempre fue muy luchadora y no se dejó amilanar. Así que,  le demandó judicialmente y consiguió el reconocimiento de la legitimidad para su hija y una generosa pensión para poder vivir con dignidad.
Posteriormente, vivió, durante una temporada, en un convento, con sus hijos, donde aprendió a refinar sus modales y de allí salió como una mujer nueva. Parece ser que en ese convento vivían también otras mujeres que estaban en su misma situación y fueron ellas las que le enseñaron esos modales cortesanos.
En 1783 volvió a su isla y estuvo allí hasta 1791. Su visita coincidió con una rebelión de los esclavos de todas las plantaciones de Martinica.
Al volver a París, se dedicó a frecuentar los salones y tuvo multitud de admiradores, donde pudo gozar ampliamente de la vida.
En 1791, tras la reunión de la Asamblea Nacional, se decide crear una Asamble
a Constituyente. Precisamente, durante un corto espacio de tiempo, la preside su antiguo marido. Dado que ahora gozaba de un mayor poder, la denunció para que le devolviera una serie de joyas y muebles, que ella nunca había tenido.
Sin embargo, como ella había llegado a hacer muchas amistades, consiguió salvar a bastantes presos de la guillotina.
Más tarde, Alexandre, que era militar, fue nombrado jefe del Ejército del Rhin. Tras su derrota ante los ejércitos de Prusia y Austria, pasó a ser visto como un posible sospechoso por la Convención. Así que fue encarcelado, como le ocurrió, en esa época, a miles de franceses.

Además, según se comprobó, un hermano suyo estuvo involucrado en un intento de sacar al rey de la prisión del Temple.
Parece ser que Josephine intentó ayudar a Alexandre, pero sólo logró que, poco después, concretamente, en 1793, la encarcelaran también a ella. Precisamente, por intentar ayudar a una prima suya.
Él tuvo peor suerte y fue guillotinado. En cambio, ella se libró de milagro, porque Robespierre cayó unos días antes de que la llevaran al cadalso.
Estuvieron encerrados en la misma prisión, que había sido un antiguo convento de carmelitas. Uno de los lugares más sangrientos de París.
Parece ser que una española, llamada Teresa Cabarrús,  tuvo mucho que ver en la caída de Robespierre. Por entonces, su pareja era el temido Tallien y a él apeló para que la sacara de la prisión. Éste, no viendo otra manera de derrotar a Robespierre, le acusó de tirano ante el Comité de Salud Pública. Esto provocó su inmediato arresto y su posterior ejecución. De ello, ya hablé en otro de mis artículos.
Cuando  Josephine salió de la cárcel, se dio cuenta de que estaba completamente arruinada, porque  le habían incautado todos sus bienes. Gracias a ayudas y préstamos de algunos amigos, consiguió poder empezar otra vez. De momento, vivió una temporada en casa de su cuñada.
Más adelante, conoció al revolucionario Paul Barras, presidente de la Convención, y se hicieron amantes. Es posible que su antigua compañera en la cárcel, Teresa Cabarrús, fuera quien le presentara a Barras, que, por entonces, era un político en alza.
Dicen que Barras fue quien firmó la orden para que ella saliera de la cárcel. Así que ella le
devolvió el favor presentándole a algunos de sus amigos, que eran masones, cosa que le sirvió para ascender dentro de la política.
Precisamente, en esa época, hubo un trio de mujeres al que llamaban “las maravillosas”, por ser las más admiradas y elegantes. Lo formaban Madame Recamier, Teresa Cabarrús y ella.
En 1795, Napoleón,  empezó a frecuentar el círculo de Barras y allí conoció a Josephine. Por entonces, ella ya había cumplido los 32, mientras que él sólo tenía 26 años.
Parece ser que la seducción fue mutua. Además, ella fue la que le infundió la confianza necesaria para que el militar llegase muy arriba. Así que enseguida le propuso matrimonio.
Por el contrario, a la muy conservadora familia de los Bonaparte, no le hizo mucha gracia que su hijo se fuera a casar con ella. No obstante, tuvieron que tragar saliva y asistir a su boda.
Curiosamente, aunque el padre de Napoleón fuera notario en Córcega, él no tenía un certificado de nacimiento. Así que dispuso del de su hermano José y se puso un año más de los que tenía.
Como Napoleón siempre impuso sus deberes militares sobre todo lo demás, su viaje de bodas sólo duró dos días, ya que le llamaron para que acudiera rápidamente al frente. No hay que olvidar que, por entonces, Francia, estaba siendo atacada en todos los frentes.
Él partió a combatir en el frente de Italia, donde, gracias a sus victorias, ganó una gran popularidad entre el pueblo francés. No obstante, a él se le veía muy enamorado y le escribía todos los días desde su cuartel general en Niza.
Parece ser que ella no estaba por la labor de visitarle y mataba el tiempo con sus amoríos con otros jóvenes oficiales, como un tal Hyppolyte Charles. Incluso, para evitar el viaje, quiso simular que se había quedado embarazada.
Ante las amenazas de Napoleón de dejar el frente y volver con su esposa, porque sospechaba que estaba con otros, el mismo Barras tuvo que convencerla a fin de que le visitara en su cuartel general en Italia.
Cuando ella regresó a Francia, él se enteró de lo que estaba ocurriendo. También de que ella era muy derrochadora y estaba gastando mucho dinero en decorar su casa de la Malmaison.
Parece ser que, durante la campaña de Egipto, tras las amenazas de divorcio, ella cambió radicalmente y se empezó a comportar como una esposa normal. Sin dar mayores escándalos.
En 1799, Napoleón, dio el famoso golpe del 18 de Brumario, por el que se quedó como único cónsul de la República. Parece ser que ella calificó esa etapa, que duró 5 años, como la más dichosa de su vida.
No obstante, la familia Bonaparte, estuvo continuamente intrigando a fin de convencer a Napoleón para que se divorciara de ella.
También hay que decir que Napoleón también le fue infiel en diversas ocasiones. La más importante fue con la joven condesa polaca María  Walewska, que le dio un hijo. Nacido en 1807.
En 1804, tras la llegada del Imperio, la incapacidad de Josefina para darle un hijo fue esgrimido como el motivo fundamental a fin de intentar convencerle para que pidiera el divorcio.
Los miembros de la familia del emperador seguían teniéndole la misma manía. Precisamente, la madre de Napoleón se negó a ir a su coronación, aunque aparezca pintada en el cuadro encargado a David.
Incluso, dos de las hermanas Bonaparte, que fueron encargadas de llevar la larga cola del vestido de Josephine, lo soltaron de repente y estuvieron a punto de hacerla caer en el suelo de la catedral.
Parece ser que la mayor afición de Josefina era la jardinería. Incluso, llegó a plantar, por primera vez en Francia, unas doscientas plantas, traídas de todas las zonas del globo. Eso ya lo comenté en otro artículo dedicado a su palacio de la Malmaison.
Por supuesto, siguió comprando muchos vestidos y joyas. No obstante, también hay que decir que el mismo Napoleón le exigía que estuviera siempre muy elegante y adornada con muchas joyas.
En 1809, por fin venció la familia Bonaparte. Consiguieron que Napoleón y Josefina se divorciaran. Como he dicho, el motivo alegado fue la imposibilidad de poder darle un heredero. Todo ello, a pesar de que eran una pareja muy compenetrada y parece ser que se querían mucho. Lo aceptaron como un servicio para el Estado y ella se retiró a vivir a su palacio de la Malmaison.
Posteriormente, la boda de Napoleón con María Luisa de Austria, sobrina-nieta de María Antonieta,  y el nacimiento de un heredero, fueron apartando a Josefina de la mente del emperador.
En 1813, cuando se veía claro que la caída de Napoleón era inminente, recibió una carta de Josefina, compadeciéndose de él y recordándole su amor. Realmente, nunca dejaron de escribirse, aunque ya estuvieran divorciados y vivieran muy alejados el uno del otro.
Al año siguiente, la derrota del emperador, provocó su primer exilio en la isla de Elba. Allí recibió la triste noticia de que Josefina había muerto el 29 de mayo a causa de una neumonía.
Sin embargo, se dice que ella murió de pena, en su palacio de la Malmaison, al ver dónde habían acabado Napoleón y su imperio.
Aunque no logró tener descendencia con Napoleón, en cambio, los dos hijos habidos de su anterior matrimonio sí que tuvieron descendencia.
Así, entre los descendientes de su hija Hortense están Napoleón III. Entre los descendientes de su hijo, Eugene, están las dinastías reales de Suecia y Dinamarca. También se pueden considerar descendientes de esta emperatriz a las dinastías reinantes en Bélgica, Noruega, Grecia, Mónaco y Luxemburgo.
Curiosamente, una nieta de Josephine casó con el rey de Suecia. Hijo de una antigua prometida de Napoleón, la famosa Desirée, esposa del mariscal Bernadotte. A la que dejó Napoleón para casarse con Josephine.
Aparte de ello, también me gustaría deciros que, a pesar de no haber tenido, en un principio, una formación muy parisina, más tarde, nuestro personaje, revolucionó el mundo de la moda. De hecho, al mismo tiempo que su marido ganaba batallas, ella creaba tendencias. Por ejemplo, seguro que muchas mujeres le agradecieron que pusiera de moda los vestidos sueltos, para olvidarse de los apretados corsés.
Para terminar este artículo, os contaré una cosa curiosa. Todos sabemos que Napoleón volvió de su exilio en la isla de Elba e intentó recobrar su imperio. Esta etapa acabó trágicamente, tras la batalla de Waterloo y su nuevo exilio en Santa Elena.
En aquella época, en el Reino Unido, estaba muy de moda, entre las gentes pudientes, que les quitaran sus piezas dentales en mal estado y les pusieran otras, de cuya procedencia ni se atrevían a preguntar. Parece ser que, normalmente, procedían de los reos ejecutados en suelo británico.
Pues bien, como siempre se ha dicho que, en el fondo, la guerra, muchos la han visto como un negocio, pues los 40.000 muertos, que se produjeron en esa batalla, fue toda una bendición para las gentes que se dedicaban al gremio relacionado con los antiguos dentistas.
Desgraciadamente, como la mayoría de las víctimas de esta batalla eran chicos jóvenes, se supone que sus piezas dentales estaban todavía en perfecto estado y fueron convenientemente aprovechadas por muchos ciudadanos británicos que demandaban estos productos.
Evidentemente, esto dio lugar a que mucha gente se contagiara de las enfermedades que padecían algunos de los fallecidos, como la temida sífilis.

6 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho tu artículo dedicado a la emperatriz Josephine. Desconocía por completo numerosos detalles, salvo los que cuentan en edulcoradas películas basadas en hechos históricos (léase "Désirée").

    La mención al uso post-mortem de las piezas dentales, no me ha podido dar más grima. Supongo que solo robarían las de oro. Y digo yo... ¿Se puede ser más cutre? ¡Las clases pudientes! Y otra cosa. Con todo el dinero que gastó la emperatriz ¿Llegó a arreglarse los dientes? ¿Podía hacerlo?

    En cuanto a la moda que difundió Josephine, el estilo Imperio, te diré que, aparte de ser muy cómoda, es fantástica para disimular los kilos de más.

    Una vida perfecta para hacer una película, buena si puede ser. La familia política, encantadora.

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    1. Pues siento decirte que los dientes eran los naturales de los soldados fallecidos en esa batalla. Buscaban gente con unos dientes sanos y aquí encontraron los cadáveres de muchos jóvenes a quienes, desgraciadamente, no les había dado tiempo para que se les estropearan.
      Como siempre, muchas gracias por tu comentario y saludos.

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  2. ¡Qué asco! No me digas quién era el dentista. Por cierto, enhorabuena, que ya tienes 47 seguidores.

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    1. Ahí me has pillado. Desconozco el nombre del dentista de Josefina. De todas formas, supongo que, dada la cantidad de muertos, que hubo en la batalla de Waterloo, habría muchos dentistas o lo que fueran, extirpando los dientes a los cadáveres.
      Muchas gracias por tus comentarios y saludos.

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  3. En España había una costumbre similar...inmortalizado por Goya: A CAZA DE DIENTES

    https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/6/61/A_caza_de_dientes.jpg/300px-A_caza_de_dientes.jpg

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    1. Pues la verdad es que no tenía ni idea.

      Por otra parte, tengo entendido que los cuerpos de los ejecutados eran donados por las autoridades a las facultades de Medicina, a fin de que practicaran con ellos.

      Muchas gracias por su comentario y saludos.

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