Lo normal, cuando vemos películas
sobre la II Guerra Mundial en Francia es que nos den a entender que casi todos
eran de la Resistencia y que odiaban con toda su alma al invasor alemán.
Pues, nada más lejos de la
realidad. Tanto por parte de la derecha, donde muchos de ellos acogieron a los
alemanes poco menos que con los brazos abiertos.
En el caso de la izquierda y,
concretamente, el PCF, no los acogieron tan bien, pero tampoco movieron un dedo
contra ellos, ya que, cuando se produjo la rendición de Francia, la URSS, donde
residían sus jefes, había firmado un pacto con Alemania, previo al comienzo de
la II Guerra Mundial.
Por el contrario, en cuanto se
produjo la invasión de la URSS, por parte de Alemania y sus aliados, la mayoría
de los miembros del PCF se sumaron a la Resistencia o, por lo menos, eso dicen
ellos.
Nuestro personaje de hoy se
llamaba Pierre Laval, el cual nació en 1883, en una pequeña localidad del
centro de Francia, llamada Chateldon, en la región de la Auvernia.
Su familia, se puede decir que
era moderadamente acomodada, pues su padre tenía una carnicería, también una
cafetería y, además, era cartero. Aparte de eso, tenía viñedos, como mucha gente
de esa zona, y unos cuantos caballos.
A Pierre le enviaron a estudiar
el bachiller en un instituto de París y los estudios universitarios los hizo en
Lyon, graduándose en Derecho y en Zoología.
En 1903, ya empezó a trabajar
como abogado. Solía defender a los obreros detenidos por hacer huelgas.
Era un hombre que siempre vestía
una absurda corbata blanca, que siempre estaba sucia, porque se pasaba el día
fumando sin parar.
En 1909, al poco de empezar a
trabajar como abogado, se casó. La pareja sólo tuvo una hija única.
Los años anteriores al conflicto
bélico fueron muy duros para la clase obrera y él tuvo que defender a muchos de
sus compañeros socialistas.
En 1914, venció en las elecciones
para la cámara de diputados y sacó un escaño por el distrito del Sena, en París.
Uno de los lemas de su campaña era
conseguir una paz duradera. Para ello, se unieron los socialistas con los
radicales. Evidentemente, no tuvieron mucho éxito.
Fue movilizado para la I Guerra
Mundial, pero no combatió en ella, porque muy pronto fue dado de alta por un
problema físico.
Siguió luchando dentro de un
movimiento pacifista. Incluso, se comunicaron con otros pacifistas alemanes,
con el fin de presionar a sus respectivos gobiernos, pero no tuvieron suerte.
Durante la guerra, habló más de
una vez dentro del Parlamento, contra la misma y contra la ineptitud de los que
debían organizarla correctamente. Incluso, defendió en varias ocasiones las razones
de los amotinados.
Algunos de los amigos pacifistas
de Laval fueron detenidos e interrogados. En su caso. No lo hicieron por su
condición de diputado, pero sí fue vigilado estrechamente.
En 1917, el “tigre” Clemenceau,
le ofreció un puesto de ministro en su gobierno. Sin embargo, fue una lástima,
porque el partido socialista votó no entrar en ese gobierno y no se lo permitieron.
Al finalizar la I GM, cambió de
partido, pasando a ser miembro de un partido conservador. Otro diputado dijo
que no le extrañaba el cambio pues la palabra “Laval” se lee igual en los dos sentidos.
Parece ser que el motivo estuvo
en que se enfrentó a la línea oficial del partido socialista, al defender públicamente
que los obreros pudieran hacer huelgas en plena guerra.
En las elecciones de 1919 no repitió
en su escaño, por no ser elegido. No obstante, seguía siendo uno de los líderes
del PSF, que entonces se llamaba Sección francesa de la Internacional obrera.
En cambio, muchos de sus
contemporáneos lo calificaron siempre de oportunista. En efecto, cambiaba en
cada momento. Fue simpatizante del fascismo, del socialismo y hasta del
comunismo.
En 1922, rompió con su partido e intentó
presentarse como un simple candidato independiente a las elecciones para la
Asamblea Nacional, fracasando en ello.
En 1923 fue elegido alcalde de
una localidad importante al norte de París. Allí estuvo hasta que al año
siguiente volvió al Parlamento, dentro del grupo socialista.
Cada vez fue basculando hacia
unas posiciones mucho más conservadoras. Incluso, en 1930, es nombrado ministro
de Trabajo dentro de un gabinete centrista.
En 1931, ya fue nombrado presidente
del Gobierno, hasta el año siguiente. Fue uno de los presidentes más jóvenes,
pues llegó al cargo con sólo 47 años.
A partir de entonces, mostró una gran
admiración por la marcha de Italia, bajo el régimen fascista, y de Alemania,
con el nazismo. Intentó continuos acercamientos hacia esos dos países, a pesar
de que a su aliado, el Reino Unido, esa idea no le gustara nada.
En 1936, fue ministro de Asuntos
Exteriores de Francia y allí luchó para que la Sociedad de Naciones no
sancionara a Italia por su invasión a Etiopía, efectuada el año anterior.
Cada vez ponía más en tela de
juicio la debilidad del sistema democrático y el liberalismo político y
económico. También, cada vez era más partidario de las dictaduras.
En 1939, apoyó la entrada de
Francia en la II GM, aunque afirmó que se podía haber evitado este conflicto por
medio de la diplomacia.
Algunos dicen que la intención del
pacto que firmó con la URSS era el de ir cercando a Alemania.
En junio de 1940, convenció a sus
compañeros de la Asamblea Nacional para que Francia se rindiera ante Alemania,
ya que, claramente, habían sido derrotados, y así evitar más derramamiento de
sangre.
También dicen que, tras la
invasión alemana de Francia, su idea, al colaborar con Alemania, fue colocarse en un buen puesto en el nuevo
orden liderado por Hitler y sus compinches.
Al mismo tiempo, apoyó la designación
del mariscal Pétain, como nuevo presidente de la República. En ese momento,
Laval, estaba ausente del Gobierno a causa del triunfo del Frente Popular en
Francia.
Dicen que la victoria de esa
alianza política, fue debida al fracaso de su política deflacionista, que arruinó a la clase obrera, cuando él
estuvo en la presidencia del Gobierno.
A causa de las presiones de los
nazis, en junio de 1940, Laval, fue nombrado presidente del Gobierno, pues lo
consideraron su mejor aliado.
Las intrigas de otros políticos
franceses, igual de colaboracionistas que él, consiguieron echarlo de ese
cargo. Con el fin de ponerse ellos en su lugar, claro está.
También dicen que fue, porque,
durante una visita a Alemania, les propuso firmar una alianza militar entre
ambos países. Algo que no gustó nada a Pétain.
El 27/08/1941, cuando estaba
pasando revista, en Versalles, a la Legión de Voluntarios franceses, que iban a
ayudar a Alemania para invadir la URSS, un estudiante le disparó 4 tiros.
No obstante, como los alemanes
necesitaban a Laval en ese puesto, por serle más digno de confianza que los
demás, tras haberse curado de sus heridas, lo volvieron a reponer en el cargo entre 1942
y 1944. A pesar de las protestas de Pétain, porque no le gustaba nada.
Colaboró con los nazis de una
manera que se podría calificar como escandalosa. Les entregó a todos los judíos
y a todos los obreros franceses que le pidieron. Incluso, ofreció premios a los
franceses que quisieran colaborar con los alemanes. También entregó a muchos exiliados españoles a los nazis, los cuales fueron de los primeros en pasar por las cámaras de gas.
Es más, pronunció varios
discursos en los que dijo que los alemanes se habían avenido a poner en libertad
un preso de guerra francés por cada tres obreros que fueran a Alemania. Como no
hubo suficientes voluntarios, le dio el encargo a la Milicia para que enviara,
forzosamente, a Alemania a todos los obreros franceses que quisiera.
De esa forma, nada menos que
650.000 obreros franceses fueron obligados a trabajar en Alemania, a cambio de
la entrega de 110.000 prisioneros de guerra.
También exigió que la industria francesa
se pusiera a las órdenes de los nazis, incluso, haciendo que los franceses
pasaran hambre en algún momento, porque era prioritaria la fabricación de
material de guerra.
Creó la milicia francesa, una
organización pro-nazi, que servía para luchar contra los partisanos de la
Resistencia.
El colmo fue que autorizó a la
Gestapo a organizar redadas en la zona de la Francia no ocupada de Vichy.
Los nazis evacuaron a los colaboracionistas,
primero a una localidad fronteriza con Suiza y luego, directamente a Alemania.
Los alojaron en el bonito
castillo de Sigmaringen, en el actual estado de Baden-Würtemberg y allí
pretendieron formar una especie de Gobierno francés colaboracionista en el exilio.
En mayo de 1945, los USA tomaron
ese castillo y advirtieron que todos los que estaban allí serían entregados a
la Francia libre del general De Gaulle.
Laval hizo una serie de gestiones
y, como conocía a nuestro ministro de Asuntos Exteriores, José Félix de
Lequerica, le pidió ayuda para ir a España.
El 02/05/1945, Laval, llegó al
aeropuerto de Barcelona. Posteriormente, fue internado en el castillo de
Montjuich, en calidad de prisionero, junto con otros dos compañeros suyos.
Tras enterarse el nuevo Gobierno
francés de que Laval había sido evacuado a España, hizo presiones a todos los
niveles, hasta que consiguió que Franco se lo entregara el 30/07/1945.
Unas fuentes dicen que España lo entregó
directamente a Francia y otras que lo devolvieron a las tropas USA en Austria, las cuales lo
remitieron a Francia.
Otras fuentes dicen que él había pedido regresar a Francia, para
defender en el juicio al anciano mariscal Pétain.
Como Lequerica dejó de ser
ministro, Alberto Martín Artajo, aprobó su solicitud y lo devolvieron sin
garantías de ningún tipo.
Lo cierto es que fue devuelto a
Francia. Encarcelado el 1 de agosto, para empezar dos días después su proceso.
El juicio contra Laval comenzó el
04/10, en un clima de fuerte presión social hacia los jueces, para que lo
condenaran cuanto antes.
Él siempre pareció convencido de
su inocencia y confiaba en salir absuelto. No obstante, algunas frases suyas, como
esta que se emitió, durante la guerra, a través la radio, pesó mucho en su
contra: “Yo deseo la victoria de Alemania, porque sin
ello el bolchevismo se
apoderaría de toda Europa”.
Incluso, como entonces también se
estaba juzgando al mariscal Pétain, se permitió decirle al tribunal: “No
abrumen al mariscal. Él no sabe nada de política… Firmaba todo lo que se le
ponía por delante”.
El juicio no se puede decir que
fuera muy imparcial, pues más de una vez, algunos de los miembros del jurado,
se levantaron para amenazarle con el inmediato fusilamiento. Uno de ellos le
dijo: “¡Cerdo! Lo que tú necesitas son doce balazos en el pellejo. ¡No has
cambiado!”
No obstante, dada su fama como
abogado, se permitió acusar de complicidad a los miembros del tribunal,
diciéndoles: “Todos ustedes estaban a las órdenes del Gobierno de Vichy en esa
época, todos. Y Usted, señor fiscal general, también”.
Laval intentó la estratagema de
no asistir a las sesiones del juicio, a fin de dilatarlo y que se serenaran los
ánimos. Incluso, antes se había negado a hablar, argumentando que se estaba
realizando en ese juicio un crimen judicial.
No obstante, no le sirvió para
nada, y el tribunal le condenó, en ausencia, a muerte por traición a la patria.
El 15/10, tras un intento de
suicidio, fue fusilado en la prisión de
Fresnes, donde había sido internado.
Porque Franco lo entregó (digamos) tan fácilmente ?
ResponderEliminarSospecho que, a esas alturas, Franco, quería desprenderse de su etiqueta de aliado del Eje, para pasar a la siguiente fase. La de vencedor del comunismo. Eso ya ocurrió en los años 50.
EliminarMuchas gracias por tu comentario y saludos.