martes, 27 de octubre de 2015

JUAN DE PAREJA, EL PINTOR ESCLAVO



Confieso que, hasta que en los años 70, leí una curiosa noticia, jamás había oído hablar de esta persona, quizás porque alguien no le quiso dar demasiada notoriedad.
Lo cierto es que la noticia trataba de una subasta, fuera de nuestras fronteras, donde, entre otros, se ponía a la venta  un cuadro del inmortal Velázquez. En este caso, el retratado era una persona llamada Juan de Pareja, el cual parece mostrarnos una pose más propia de un hidalgo. Algo muy común en los retratos de Velázquez, que gustaba disfrazar a los bufones con ropas de nobles.
Igual se reía así de los nobles, que no lo querían ver ni en pintura, al estar muy protegido por el rey Felipe IV.
Precisamente, Juan de Pareja, aparece en el retrato con una camisa, adornada por un cuello llamado valona con encaje de Flandes, prohibida en España en esa época, por considerarla demasiado ostentosa.
Realmente, para la prensa, la noticia estaba en que esta obra había batido todos los records de pujas por una pintura antigua. Se vendió por 2,31 millones de libras de la época, que entonces eran muchos más que los
3,41 millones de euros, que sería su contravalor actual con esa divisa.
No recuerdo exactamente quién fue el comprador, pero sí es cierto que la obra se halla ahora expuesta en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
Debe ser que Velázquez sea un pintor muy cotizado en las subastas, pues, ya en 2007, otro
retrato suyo, llamado “Santa Rufina” se vendió en la sala Sotheby’s de Londres por la respetable cifra de 12,47 millones de euros.
Menos mal que esta vez se unieron el Ayuntamiento de Sevilla y la Fundación Focus Abengoa y pudieron pagar ese importe para traerlo a España. Hay que dejar claro que el
Ministerio de Cultura, al frente del cual se hallaba, por entonces, la Sra. Calvo Poyato, aunque se le invitó, no quiso unirse a ese grupo.
No hay que olvidar que esa misma obra ya batió otro récord en 1999, cuando fue vendida en una subasta en Nueva York por 8,9 millones de dólares.
Volviendo a nuestro personaje, la cruda realidad es que Juan de Pareja fue un esclavo, cuyo propietario era nada menos que el famoso pintor Velázquez. No se sabe si lo adquirió mediante compra o a través de una herencia.
Se cree que nació alrededor de 1610 en la localidad de Antequera (Málaga) y era de origen morisco. O sea, descendiente de los últimos moros que se quedaron en España, tras el final de la Reconquista.
Es curioso que siguiera en España en esa época, siendo morisco, pues Felipe III había ordenado la expulsión de todos ellos y esa orden se llevó a cabo entre los años 1609 y 1613.
Según el historiador Antonio Palomino, Velázquez, tenía a Pareja como a una especie de ayudante, para preparar los lienzos y moler los colores, pero nunca le dio ninguna formación pictórica. Parece ser que eso era común y otros pintores también tenían esclavos para estos mismos menesteres.
Concretamente, se sabe que el suegro de Velázquez, Francisco Pacheco, tenía como esclavo a un turco, el cual realizaba el mismo trabajo.
En Sevilla y en toda España, por entonces, era muy corriente tener esclavos. Los había moriscos, quizás procedentes de los que fueron derrotados en la rebelión de las Alpujarras granadinas.
También los había moros, turcos, todos ellos prisioneros de guerra, y hasta procedentes de las Islas Canarias. Incluso, negros que traían los portugueses de sus colonias de África.
Sin embargo, nuestro personaje debería de ser un tipo muy despierto, pues aprendió muy pronto del maestro y pintaba a escondidas de éste.
Hay una célebre anécdota sobre este particular. Como el esclavo sabía que, cuando el rey visitaba el estudio del pintor, acostumbraba a pedirle que le enseñara los cuadros que tenía contra la pared, se le ocurrió una estratagema.
Así, puso uno de sus cuadros contra la pared, junto a los que tenía allí Velázquez. Cuando el monarca pidió que se los enseñaran, él se lanzó de rodillas ante el rey y le dijo que le amparase ante su amo, pues no le había pedido permiso para aprender su arte y había hecho él mismo esa pintura.
Felipe IV, que era un gran aficionado al arte, al ver su obra, se dio cuenta enseguida de la valía del muchacho y ordenó a Velázquez que lo liberara, pues “quien tiene esta habilidad, no puede ser esclavo”.
Lamentablemente, no se tienen muchos datos sobre él, pero, según parece, no se desvinculó del todo de Velázquez, pues se puede ver su firma como testigo en algunos de los pleitos en los que estuvo metido el insigne pintor sevillano.
Se le puede ver, más tarde, claramente vinculado al pintor Juan Bautista Martínez del Mazo, discípulo y yerno de Velázquez.
En 1649 acompañó a Velázquez, en su segundo viaje a Italia. Se supone que allí fue donde realizó el pintor sevillano su célebre retrato, que fue expuesto al año siguiente en el pórtico del Panteón de Roma, con motivo de la fiesta de una congregación de artistas.
Algunos afirman que Velázquez no le dio gran importancia a esa obra e, incluso, había confesado que pintó este cuadro para coger un poco de forma con el pincel, ya que llevaba varios meses sin pintar, a fin de prepararse para realizar más tarde  el célebre retrato de Inocencio X.
Se sabe que el cuadro se quedó en Italia hasta el siglo XVIII, cuando lo compró sir William Hamilton y se lo llevó al Reino Unido.
En este segundo viaje por Italia, Velázquez, ya no fue a aprender, sino que llevaba el encargo del rey de adquirir obras de arte para él y contratar buenos especialistas en el complicado arte del fresco, para decorar los palacios reales.
Hay que recordar que Velázquez siempre tuvo una estrecha relación con Felipe IV y se puede decir que fue uno de sus hombres de confianza.
También es verdad que muchos nuevos autores se dieron a conocer al rey a través de Velázquez.
Otra cosa digna de destacar de Velázquez, en ello se pareció a Mozart, es que siempre luchó para que los artistas fueran considerados profesionales de una actividad intelectual y no simples artesanos, los cuales quedaban situados en un escalón más bajo de la escala social.
A finales de 1650, aún en Italia, Velázquez, le dio la carta de libertad, que sería realmente efectiva en los siguientes 4 años, siempre que no cometiera ningún delito en ese intervalo de tiempo.
En su obra se pueden ver claras influencias de su “maestro” Velázquez, pero también de otros pintores de la época. Es muy posible que ese viaje a Italia le sirviera para
conocer las obras de otros grandes maestros.
En algunas de sus obras, como el retrato del arquitecto José Ratés Dalmau, expuesto en el Museo de Bellas Artes de Valencia, se ve muy clara la influencia de Velázquez, y algunos críticos han llegado a dudar de su autoría por su gran parecido estilístico.
Realmente, imitó de tal manera la técnica de Velázquez que muchos expertos no saben quién pintó algunas de las obras de Pareja.
En sus obras de tema religioso se apartó de la forma de pintar de Velázquez y optó por otra, absolutamente diferente,  más parecida a la Francisco Rizi o Juan Carreño. Es posible que, para ello, fuera influido por la Escuela Madrileña, ciudad a la que se trasladó en 1630.
De hecho, en esta obra aparece un autorretrato suyo, a la izquierda de la imagen, con una nota, donde se indica el autor y el año en que se realizó esta obra, concretamente, 1661. Para esa época, ya había fallecido Velázquez.
Esta obra fue inventariada, en 1746,  en el palacio de la  Granja, procedente de la excelente colección de Isabel de Farnesio.
En el cuadro “El bautismo de Cristo”, propiedad del Museo del Prado, pero depositado en el Museo de Bellas Artes de Huesca, se puede ver cierta influencia del veneciano Tintoretto, por su dominio del color.
También se puede apreciar, en parte, una típica composición barroca, pues se pueden ver representadas unas figuras en unas posiciones muy forzadas. También, dejando la escena principal en un lateral y haciendo que surja la luz del interior del cuadro, donde se puede ver a Dios, hacia fuera, dejando el otro lateral en un claroscuro.
Lo curioso del asunto es que el pintor ha utilizado una técnica más propia del Arte Medieval, que consistía en que el personaje retratado apareciera varias veces en el cuadro en momentos diferentes. Algo ya muy pasado de moda en el siglo XVII.
En esta ocasión, San Juan Bautista, aparece bautizando a Jesús y en el extremo inferior derecho, bautizando también a otros fieles.
Aparte de estos cuadros, también se pueden reseñar el retratro de un padre provincial, en el Museo del Hermitage, la presentación del niño Dios, las imágenes para la capilla de Sata Rita en el convento de lso Recoletos de Madrid, etc.
Lamentablemente, no poseemos más datos sobre Juan de Pareja y sólo resta decir que murió en Madrid en 1670.






1 comentario:

  1. La verdad es que parece tener la piel un poco oscura y, según parece, cuando se pintaba a sí mismo, procuraba no aparecer en sus cuadros con un color tan oscuro.
    No obstante, es posible lo que me dices, sin embargo, todas las fuentes que he consultado hablan de él como descendiente de una familia de moros.
    También es verdad que en aquella época, estaba muy en boga poseer esclavos de lo que se llamaba Berbería, o sea, lo que son actualmente Túnez y Argel.
    Del mismo modo, cuando los piratas berberiscos capturaban una nave cristiana, solían esclavizar a sus ocupantes, como ocurrió en el caso de Cervantes.
    Muchas gracias por tu comentario y saludos.

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