Es posible que más de uno haya
oído hablar de estos personajes y hasta es casi seguro que hayáis visto la
película “Farinelli”, que no es muy antigua, concretamente de 1994, pero seguro
que no tenéis una idea muy clara de quiénes eran estos cantantes.
Aunque parezca mentira, hasta el
siglo XVIII, las mujeres tenían prohibido cantar en público y, sobre todo, en
la Iglesia.
Esta prohibición fue decretada
por un Papa llamado Pablo IV, el cual ocupó este cargo a mediados del siglo XVI.
Curiosamente, en pleno Renacimiento.
La verdad es que este pontífice
parece que no casaba mucho con los ideales renacentistas, pues amplió mucho los
poderes inquisitoriales y el Índice de libros prohibidos por la Iglesia.
Evidentemente, como en las óperas
había personajes femeninos, esos papeles los tuvieron que representar hombres
disfrazados de mujeres y, además, cantar con una voz lo más parecida posible a
la voz femenina.
Así que, tras una intervención
quirúrgica, se encontraron con una voz
que tenía la potencia de la de un hombre, pero que también podía realizar
portentosos agudos como los que realizan las mujeres.
Se sabe que ya había castrados en
la antigua Sumeria y en el Imperio Bizantino, sin embargo, se desconoce la
razón de la proliferación de los mismos en el siglo XVI. Es posible que
resurgieran a causa de la prohibición de Pablo IV.
La mayoría de los candidatos a
esta operación eran chicos de familias pobres, que solían cantar en los coros
de las iglesias. Si el chico tenía buena voz, el párroco hablaba con su familia
y les comentaba la posibilidad de que siguiera cantando.
El problema es que, como todo el
mundo sabe, a los chicos les cambia la voz en el paso de la pubertad a la
adolescencia y eso es lo que se quería evitar.
No hay cifras concretas, pues
esta práctica no estaba legalizada, así que se hacía bajo cuerda. Se cree que
solían presentarse unos 4.000 candidatos anualmente. Lógicamente, antes tenían
que sufrir una operación para que no se les desarrollaran los testículos y convertirlos
en auténticos eunucos.
Evidentemente, en aquella época,
la sanidad no estaba tan adelantada como ahora. Incluso, estas operaciones
solían realizarlas las personas que se encargaban de esterilizar a los cerdos y
también, en algunos casos, las hicieron los famosos barberos que también eran
sacamuelas. O sea, que lo más seguro es que no hiciera su trabajo con mucha
higiene. Así que había un gran porcentaje de muertes debidas a esta aberrante
práctica.
Parece ser que los pacientes eran
operados entre los 8 y los 12 años, para asegurarse que conservarían su voz
casi infantil.
Sin embargo, la caja torácica llegaba
a ser como la de un adulto, así que algunos podían cantar tranquilamente
durante varias horas.
Antes de la operación, se les
metía en una bañera con agua muy caliente y se les daba cualquier bebida alcohólica o, incluso, opio,
para calmar el dolor. En algunos casos, se les apretaban las carótidas para que
quedaran inconscientes.
Lógicamente, si el niño no había
llegado aún a la pubertad, se les desarrollaban rasgos propiamente femeninos. En
cambio, si ya estaba en ella, podía tener un desarrollo sexual normal, pero sin
crear espermatozoides.
Quizás, por ello, eran muy
buscados por las damas de la Corte, al no existir ningún peligro de embarazo
con ese tipo de relaciones. De hecho, se sabe que tuvieron mucho éxito en ese
tipo de relaciones.
El más famoso de todos estos
castrati fue Farinelli, el cual debería de ser un monstruo de la naturaleza,
pues en una ocasión realizó una competición con un trompetista, hasta que este
último tuvo que dejar su trompeta, por no poder seguir tocando.
Llegó a España para actuar durante
unos meses ante la corte de Felipe V e Isabel de Farnesio. Tuvo tanto éxito que
se quedó 22 años en nuestro país.
Dicen que uno de sus quehaceres
en la Corte fue cantarle al rey las mismas 4 arias operísticas durante 10 años,
para curar la depresión que sufría este monarca. Fue condecorado por el rey en
diversas ocasiones e, incluso, le otorgó un cargo en el Gobierno y en la Orden
de Calatrava.
Carlo Broschi, que era su nombre
real, fue alumno del maestro Nicola Porpora, el cual le dio muy buena
formación. Eso unido a las grandes cualidades innatas de este artista hizo que
fuera muy valorado en su época. Dicen que su maestro siempre tuvo buen ojo para
seleccionar a los mejores castrati.
Parece ser que no fue un hombre
como el que se describe en la película “Farinelli”, sino que era discreto y
humilde. Disfrutó con tranquilidad de su fama y su dinero y también se dedicó a
coleccionar claves a las que bautizaba, cada una, con el nombre de un pintor
famoso. Su favorito era Rafael.
Como Carlos III ya no era tan
aficionado a la música ni al arte de los castrati, a los cuales llamaba
despectivamente “capones”, se retiró a Bolonia. Allí pasó sus últimos años,
gozando de un patrimonio y una pensión vitalicia, que le permitió vivir sin
problemas de ningún tipo.
También se pueden citar otros
castrati famosos, como Caffarelli, que fue calificado como el segundo en
importancia. Sin embargo, siempre fue muy amigo de riñas de todo tipo. En una
ocasión, hasta quiso apuñalar a un
espectador, porque se atrevió a criticarle.
La práctica de cantar ante el rey
para curarle la depresión ya había sido experimentada anteriormente ante Carlos
II de España por un castrato llamado Matteuccio, el cual realizó esa labor
durante 2 años, con mucho éxito, invitado por la reina Mariana de Neoburgo.
Fue el castrati más longevo,
pues, aunque se retiró ya a una edad muy superior a la del resto de sus
colegas, se afirma que seguía cantando con 70 años, cada sábado, en la Capilla
Real de Nápoles y seguía teniendo una voz parecida a la de un muchacho.
Supo administrar muy bien sus
cualidades, sin esforzarse demasiado, y ganó mucho dinero, retirándose a vivir,
en sus últimos años, a un lujoso palacete en Nápoles.
Salimbeni fue un cantante muy
cotizado. Actuó muchos años en la corte de Berlín, pero, a causa de su mala
salud, murió con sólo 39 años.
Marchesi fue llamado “el bello” y
se lo rifaban las austriacas, incluso algunas llevaban adornos con su retrato. Se dice que, en cierta ocasión, se negó a actuar en Milán del mismo Napoleón. Lo cual hizo que, posteriormente, lo honraran como un héroe nacional en Italia.
Se dice que era un tipo muy guapo
y que volvía locas a las mujeres. Hasta el punto de que hubo un caso de una
esposa que abandonó a su marido y a sus hijos para seguirle al cantante por
toda Europa. Además de cantar, también fue compositor.
Este mismo emperador prohibió esta
castración, bajo pena de muerte. La Iglesia permitió en 1770, que las mujeres
volvieran a los escenarios.
No obstante, los castrados
siguieron actuando en muchos templos hasta la prohibición total de esta
práctica, en 1902, decretada por el Papa
Pío X.
En 1830, la despedida de Velluti,
llamado “el vanidoso”, se puede considerar el declive de los castrados. En una
ocasión, éste, se negó a actuar ante la
princesa de Gales, alegando que el humo de las lámparas y las velas
perjudicaban su garganta.
Sólo se conserva una grabación
realizada a un castrado. Se trata de Moreschi, el cual pudo demostrar que había
sido operado para curar una hernia inguinal.
El que debutó más joven fue un
tal Niccolino, el cual lo hizo a los 12 años siendo un gran intérprete y
cosechando muchos éxitos.
El aspecto de esta gente era, habitualmente,
el de un tipo afeminado y con una talla superior a la normal en la época, pues
la falta de testosterona hace que el crecimiento continúe más tiempo del normal
y queden desproporcionadas sus extremidades superiores e inferiores.
Evidentemente, esta práctica fue
muy cruel, pero, mirado desde otro punto de vista, a más de una familia “le
puso casa”, pues, en muchos casos, con las ganancias de su hijo castrati pudieron
vivir muy cómodamente el resto de los miembros de su familia. En el caso de no
poder triunfar como cantante, pues se le ordenaba sacerdote y ya tenían también
la vida resuelta.
Esto es más o menos, como ahora,
cuando sale en una familia un chico con buenas condiciones de futbolista, pues
todos los demás se aprovechan de ello.
Hoy en día, existen unos
cantantes llamados contratenores, los cuales, tras mucha formación y
entrenamiento, logran cantar con un estilo parecido al de nuestros personajes.
Alfred Deller fue un contratenor
muy famoso a principios del XX. Otros contratenores conocidos son James Bowman,
René Jacobs, Andreas Scholl, etc.