viernes, 28 de febrero de 2014

UN HOMBRE FUERA DE LO COMÚN: EL PADRE REVILLA

Hoy en día,  estamos reviviendo en este país aquella tragedia que fue la guerra civil,  entre la gente que ha puesto en vigor eso que llaman la “memoria histórica” y los que se empeñan en canonizar a todos los religiosos que murieron víctima de la persecución religiosa, que se dio en plena guerra, contra los clérigos, me gustaría rememorar la vida de un personaje muy especial. Alguien que se pasó su vida en un ir y venir, de un extremo a otro.
Aunque le llamaban el “padre Revilla” no era ese su verdadero nombre, sino Eloy Gallego Escribano. Es posible que le llamaran así, porque nació en 1880 en un pueblo de Burgos llamado Revilla Vallejera. Una costumbre muy normal entre los militares esa de llamar a la gente por su lugar de nacimiento.
Siguiendo la tradición familiar, pasó por la Academia militar, obteniendo su despacho como oficial en el infausto año de 1898.
Después de pasar por varios destinos, en 1905 estuvo destinado como teniente en Santoña, alcanzando, más tarde el grado de capitán. Parece ser que allí tuvo muchos problemas a causa del encubrimiento de una falta cometida por un soldado, por lo cual fue denunciado y castigado.
Parece ser que la cosa fue a más, porque reclamó ya que le parecía que habían cometido una injusticia
con él. Así que  luego  fue encarcelado  en una prisión militar y, posteriormente, destinado forzoso a una guarnición de Canarias, cuando a esas islas no iban todavía los turistas. Era un típico lugar para exiliados, como pudieron comprobar algunos de nuestros intelectuales más famosos durante la Dictadura de primo de Rivera. En él tuvo un efecto diferente, pues decidió abandonar el Ejército.
Con el paso del tiempo, le sobrevino la vocación religiosa, que le hizo ingresar en la orden de los Capuchinos, en la cual sería ordenado sacerdote en 1917. Parece ser que allí fue donde cambió su apellido por el de Revilla.
En 1919 aprobó las oposiciones para el cuerpo de capellanes militares y volvió a estar dentro del  Ejército.
En 1921, al conocerse las noticias del Desastre de Anual, solicita ser destinado a África, como capellán de la Legión. A pesar de las pegas que le pusieron sus superiores, consiguió lo que quería y se fue a Marruecos.

Empezó a hacerse muy popular entre las tropas y la prensa, porque, para empezar,  se ofreció como voluntario para enterrar los miles de cadáveres españoles, que habían dejado insepultos los moros, durante 2 meses. Ya sabemos que los moros acostumbraban a no enterrar los cuerpos de sus enemigos, porque decían que eran impuros y los dejaban al sol, soportando el ataque
de las rapaces de todo tipo.
En noviembre de 1921 realizó la acción heroica por la que ha sido más recordado. Sucedió que, en un tiroteo,  vio a uno de los legionarios herido y tendido en el suelo. Sin pensárselo y bajo el fuego enemigo, fue a por él y cargándolo a hombros, lo devolvió a sus líneas.
Eso mismo hizo con otro de los soldados, el cual estaba ya herido de muerte y, aunque consiguió llevarlo hasta sus líneas, llegó muerto.
Antes de alcanzar sus líneas, el fraile recibió dos disparos, uno en la zona lumbar y el otro en un brazo, teniendo que ser atendido por los sanitarios en el parapeto español.
El comandante de estas tropas, con un  nombre muy conocido por todos, Francisco Franco, contempló desde la trinchera esta hazaña y no dudó en proponer a este capellán militar para la concesión de una preciada Cruz Laureada de San Fernando.
No hará falta decir que, como entre el clero lo veían como a un excéntrico y el Ejército no quería problemas con los que vestían el hábito, no se la dieron.
Como una de sus grandes preocupaciones fue siempre la liberación de los prisioneros españoles en manos del enemigo, más adelante, no se le ocurrió otra cosa que viajar por el interior de Marruecos para
intentar conseguir su libertad.
Después de múltiples penalidades, consiguió llegar al cuartel general de Abd-el-Krim, en Axdir. Allí se hizo pasar por un representante del gobierno español y pidió que los soldados fueran liberados. Simplemente, le contestaron que tendrían que pagar 4.000.000 Ptas.
Al volver a la zona española, se encontró con que las autoridades no estaban interesadas en pagar ninguna cantidad por la redención de los cautivos. Así que, cuando los soltaron, muchos de ellos ya habían perecido a causa del duro cautiverio.
Parece ser que criticó mucho al Gobierno y al rey por sus responsabilidades en el famoso Desastre de Anual y por la nula intención de rescatar a los prisioneros.
 A causa de sus reiteradas críticas al Gobierno y al Ejército, ya empezó a ser molesto para alguna gente que sentía que podía perder su estatus social. Así que, como notó que podría peligrar su vida, dejó el Ejército y se fue a vivir a Portugal.
A finales de 1932, su amigo el periodista José Rico de Estasén le hizo una larga entrevista, que fue publicando por entregas.  En ella se puede apreciar que no le tenía mucho cariño a la Monarquía y, sin embargo, simpatizaba con la recién llegada II República.
El nefasto 18/07/1936 le pilla en su pueblo cuidando a su anciana madre. Como no se le ocurre otra cosa que denunciar los asesinatos de los falangistas, es detenido y llevado a la cárcel de Burgos.
En septiembre de ese año fue fusil
ado con otros 58 presos más en un pueblo cercano y enterrado en una fosa común, donde fue hallado su cadáver hace pocos años e identificado, porque aún tenía en la mano la cruz que llevó al frente, cuando fue capellán de la Legión.
El caso de este pobre hombre es muy curioso, porque no tiene quien defienda su memoria. Por una parte, las autoridades eclesiásticas no quieren saber nada de él, porque se metió con el bando vencedor y ellos sólo reivindican a los que murieron a manos de los republicanos, por su condición de sacerdotes. En su mismo pueblo se dio el caso de otro sacerdote que fue asesinado por los republicanos y hoy en día la Iglesia lo ha ascendido a los altares.
Por otra parte, aunque fue dos veces miembro del Ejército español, tampoco quieren saber nada de él, porque criticó su proceder en la Guerra de África y luego en la Guerra Civil y, por ello, fue asesinado por los nacionales.
Tampoco los defensores de la famosa Memoria histórica le mencionan en ningún momento, pues ellos se dedican en exclusividad a los muertos de ideología de izquierdas y este no es el caso. Un cadáver que ha aparecido en una fosa con una cruz en la mano no les vale para sus propósitos.

En fin, una historia triste, como otras muchas que ocurrieron durante la guerra civil.

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