Hoy en día, estamos reviviendo en este país aquella tragedia
que fue la guerra civil, entre la gente
que ha puesto en vigor eso que llaman la “memoria histórica” y los que se
empeñan en canonizar a todos los religiosos que murieron víctima de la
persecución religiosa, que se dio en plena guerra, contra los clérigos, me
gustaría rememorar la vida de un personaje muy especial. Alguien que se pasó su
vida en un ir y venir, de un extremo a otro.
Aunque le llamaban el “padre
Revilla” no era ese su verdadero nombre, sino Eloy Gallego Escribano. Es posible
que le llamaran así, porque nació en 1880 en un pueblo de Burgos llamado
Revilla Vallejera. Una costumbre muy normal entre los militares esa de llamar a
la gente por su lugar de nacimiento.
Siguiendo la tradición familiar,
pasó por la Academia militar, obteniendo su despacho como oficial en el
infausto año de 1898.
Después de pasar por varios
destinos, en 1905 estuvo destinado como teniente en Santoña, alcanzando, más
tarde el grado de capitán. Parece ser que allí tuvo muchos problemas a causa
del encubrimiento de una falta cometida por un soldado, por lo cual fue
denunciado y castigado.
Parece ser que la cosa fue a más,
porque reclamó ya que le parecía que habían cometido una injusticia
con él. Así
que luego fue encarcelado en una prisión militar y, posteriormente,
destinado forzoso a una guarnición de Canarias, cuando a esas islas no iban
todavía los turistas. Era un típico lugar para exiliados, como pudieron
comprobar algunos de nuestros intelectuales más famosos durante la Dictadura de
primo de Rivera. En él tuvo un efecto diferente, pues decidió abandonar el
Ejército.
Con el paso del tiempo, le
sobrevino la vocación religiosa, que le hizo ingresar en la orden de los
Capuchinos, en la cual sería ordenado sacerdote en 1917. Parece ser que allí
fue donde cambió su apellido por el de Revilla.
En 1919 aprobó las oposiciones
para el cuerpo de capellanes militares y volvió a estar dentro del Ejército.
En 1921, al conocerse las
noticias del Desastre de Anual, solicita ser destinado a África, como capellán
de la Legión. A pesar de las pegas que le pusieron sus superiores, consiguió lo
que quería y se fue a Marruecos.
Empezó a hacerse muy popular
entre las tropas y la prensa, porque, para empezar, se ofreció como voluntario para enterrar los
miles de cadáveres españoles, que habían dejado insepultos los moros, durante 2
meses. Ya sabemos que los moros acostumbraban a no enterrar los cuerpos de sus
enemigos, porque decían que eran impuros y los dejaban al sol, soportando el
ataque
de las rapaces de todo tipo.
En noviembre de 1921 realizó la
acción heroica por la que ha sido más recordado. Sucedió que, en un tiroteo, vio a uno de los legionarios herido y tendido
en el suelo. Sin pensárselo y bajo el fuego enemigo, fue a por él y cargándolo
a hombros, lo devolvió a sus líneas.
Eso mismo hizo con otro de los
soldados, el cual estaba ya herido de muerte y, aunque consiguió llevarlo hasta
sus líneas, llegó muerto.
Antes de alcanzar sus líneas, el
fraile recibió dos disparos, uno en la zona lumbar y el otro en un brazo,
teniendo que ser atendido por los sanitarios en el parapeto español.
El comandante de estas tropas,
con un nombre muy conocido por todos,
Francisco Franco, contempló desde la trinchera esta hazaña y no dudó en
proponer a este capellán militar para la concesión de una preciada Cruz Laureada
de San Fernando.
No hará falta decir que, como
entre el clero lo veían como a un excéntrico y el Ejército no quería problemas
con los que vestían el hábito, no se la dieron.
Como una de sus grandes
preocupaciones fue siempre la liberación de los prisioneros españoles en manos
del enemigo, más adelante, no se le ocurrió otra cosa que viajar por el interior
de Marruecos para
intentar conseguir su libertad.
Después de múltiples penalidades,
consiguió llegar al cuartel general de Abd-el-Krim, en Axdir. Allí se hizo
pasar por un representante del gobierno español y pidió que los soldados fueran
liberados. Simplemente, le contestaron que tendrían que pagar 4.000.000 Ptas.
Al volver a la zona española, se
encontró con que las autoridades no estaban interesadas en pagar ninguna
cantidad por la redención de los cautivos. Así que, cuando los soltaron, muchos
de ellos ya habían perecido a causa del duro cautiverio.
Parece ser que criticó mucho al
Gobierno y al rey por sus responsabilidades en el famoso Desastre de Anual y
por la nula intención de rescatar a los prisioneros.
A causa de sus reiteradas críticas al Gobierno
y al Ejército, ya empezó a ser molesto para alguna gente que sentía que podía
perder su estatus social. Así que, como notó que podría peligrar su vida, dejó
el Ejército y se fue a vivir a Portugal.
A finales de 1932, su amigo el
periodista José Rico de Estasén le hizo una larga entrevista, que fue publicando
por entregas. En ella se puede apreciar
que no le tenía mucho cariño a la Monarquía y, sin embargo, simpatizaba con la
recién llegada II República.
El nefasto 18/07/1936 le pilla en
su pueblo cuidando a su anciana madre. Como no se le ocurre otra cosa que
denunciar los asesinatos de los falangistas, es detenido y llevado a la cárcel
de Burgos.
En septiembre de ese año fue
fusil
ado con otros 58 presos más en un pueblo cercano y enterrado en una fosa
común, donde fue hallado su cadáver hace pocos años e identificado, porque aún
tenía en la mano la cruz que llevó al frente, cuando fue capellán de la Legión.
El caso de este pobre hombre es
muy curioso, porque no tiene quien defienda su memoria. Por una parte, las
autoridades eclesiásticas no quieren saber nada de él, porque se metió con el
bando vencedor y ellos sólo reivindican a los que murieron a manos de los
republicanos, por su condición de sacerdotes. En su mismo pueblo se dio el caso
de otro sacerdote que fue asesinado por los republicanos y hoy en día la
Iglesia lo ha ascendido a los altares.
Por otra parte, aunque fue dos
veces miembro del Ejército español, tampoco quieren saber nada de él, porque criticó
su proceder en la Guerra de África y luego en la Guerra Civil y, por ello, fue
asesinado por los nacionales.
Tampoco los defensores de la
famosa Memoria histórica le mencionan en ningún momento, pues ellos se dedican
en exclusividad a los muertos de ideología de izquierdas y este no es el caso. Un
cadáver que ha aparecido en una fosa con una cruz en la mano no les vale para
sus propósitos.
En fin, una historia triste, como
otras muchas que ocurrieron durante la guerra civil.
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