Mucho se ha hablado y escrito sobre
los infames campos de concentración y de exterminio, creados por los nazis. Sin
embargo, estos también crearon otras formas de matar de las que se habla mucho
menos. Así que hoy vamos a conocer una operación, que dio lugar a la muerte de
cientos de miles de personas.
No se quedó ahí, sino que también
defendió que las personas con enfermedades mentales debían ser eliminadas por
llevar una vida inútil y consumir “una gran cantidad de valor material”.
Esas ideas fueron recogidas y ampliadas
por el jurista Karl Binding y el psiquiatra Alfred Hoche, ambos de nacionalidad
alemana. Este último escribió una obra titulada La liberación de la destrucción
de la vida indigna, publicada en 1920.
Evidentemente, estas obras no
pasaron desapercibidas para los teóricos del nazismo y sus ideas de superioridad
racial.
Para empezar, obligaron a
esterilizar a las personas que pudieran transmitir enfermedades mentales
hereditarias. Eso dio lugar a la esterilización de unas 400.000 personas. Varios
miles de ellos murieron durante esa operación.
No vayamos a pensar que esas ideas sólo eran propias de los nazis, ya que también hubo otros países, que dictaron normas para esterilizar a ciertos pacientes, como en USA, Canadá, Dinamarca y Suecia.
También se legalizó el aborto
hasta el final del sexto mes de embarazo, en caso de que se diagnosticara una
enfermedad hereditaria a los padres.
Por otra parte, también se
prohibieron las relaciones sexuales con personas de otras razas. Igual que se
prohibió el matrimonio de una persona con discapacidad mental con otra sana.
Una vez iniciada la II Guerra
Mundial, el 27/09/1939, los alemanes probaron estas peligrosas ideas con muchos
pacientes de centros psiquiátricos de Polonia y los asesinaron.
En octubre de 1939, los alemanes
utilizaron varias dependencias de un antiguo fuerte polaco, ubicado en la
ciudad de Poznan para encerrar y gasear a muchos pacientes procedentes de
centros psiquiátricos.
Más tarde, asesinaron a unos
5.000 niños y bebés a los que se les habían detectado enfermedades mentales.
Más adelante, como es sabido, asesinaron
a todos los que ya no les valían para trabajar en los campos de concentración.
Parece ser que en julio de 1939
Hitler se reunió con Leonardo Conti, ministro de Sanidad del Reich; con Martin
Bormann, jefe de personal de la Cancillería y con Philipp Bouhler, jefe de la
Cancillería para idear una forma de eliminar a esos pacientes.
Éste último, luego se reunió con Karl Brandt, el cual seleccionó a una serie de médicos de su confianza para que llevasen a cabo esta labor.
El médico alemán Karl Brandt, uno
de los hombres de confianza de Hitler, se convirtió en el principal responsable
de la asistencia sanitaria en el III Reich. Éste creó una serie de centros,
donde les decían a las familias de los pacientes que iban a ser tratados mejor
que en sus respectivas casas. La verdad es que lo que les hacían era matarlos a
base de darles sobredosis de fármacos o también a base de dejarles morirse de
hambre. De esa forma, mataron a unos 30.000 pacientes.
Esta iniciativa siempre tuvo un
carácter secreto, porque no quisieron tener problemas con las relaciones exteriores
con otros países. Parece ser que Hitler firmó la orden, pero no se publicó en
el diario oficial, aunque sí tuvieron conocimiento de ella varios responsables ministeriales.
Por lo visto, le dejaron la responsabilidad organizativa a un alto funcionario, llamado Viktor Brack, el cual se dedicó a fichar a los médicos más afines a estas ideas. También decidió que estas matanzas tuvieran lugar en el castillo de Grafeneck, situado cerca de Tubinga. También se estaban realizando en un edificio situado en Brandeburgo.
Del mismo modo, se dedicó a impartir
órdenes a los responsables municipales para que tranquilizasen a las familias
de los pacientes. A fin de que no se produjeran alborotos, cuando recibieran
las urnas con las cenizas de sus familiares.
En un principio, el Ministerio del
Interior, dirigió un escrito a todos los hospitales de Alemania, donde les
preguntaba cuántos enfermos mentales había ingresados en cada uno de los
centros y la descripción detallada de las enfermedades de esos pacientes. Alegando
que era para hacer una serie de estadísticas.
Esos datos se enviaron a la sede
central de la T4, donde unos expertos decidían sobre la vida o la muerte de
esos pacientes.
Posteriormente, sin haber
informado a las autoridades de esos hospitales, se ordenaba que los pacientes
seleccionados para morir fueran enviados a Grafeneck y otros 6 centros más
utilizados, para este propósito, por los médicos nazis.
Evidentemente, eso dio lugar a un
escándalo internacional y hasta el propio Papa Pío XII tuvo que pronunciarse sobre
este grave asunto.
Parece ser que Hitler se mostró
muy alarmado, pero, lejos de terminar con estas masacres, lo que ordenó fue que
esos centros y su personal se trasladasen a Polonia, para estar lejos de las
miradas de los alemanes y de los aliados.
Los nazis no se contentaron con asesinar a estos pacientes, sino que sus médicos firmaron falsos certificados de defunción, donde indicaban otros motivos de fallecimiento, sino que también, una vez fallecidos, les extraían sus piezas dentales de oro.
También se engañaba a los familiares, para que no fueran a visitar a los pacientes. Les decían que les habían ingresado en centros muy alejados de sus domicilios, pues les enviaban cartas con membretes de esos lejanos centros, aunque la verdad es que estaban en otros centros más cercanos, donde los iban asesinando.
De esa forma, asesinaron a unas 70.000 personas, aunque, durante el juicio a los médicos, celebrado durante la posguerra, se dijo que, seguramente, habrían sido el doble, pero no había pruebas para poder demostrarlo. Desde el principio, habían previsto asesinar a unos 100.000 pacientes. De hecho, se sabe que, a finales de 1941, ya habían vaciado 93.521 camas de los hospitales alemanes.
Así que se calcula que asesinaron a unas 200.000 personas en Alemania y Austria y otras 100.000 en los países ocupados.
No sólo asesinaban a estos pacientes
en el interior de esos centros, sino que también utilizaban unos autobuses
grises, donde los asfixiaban mediante el CO.
Durante el transcurso de esa
infame operación, hubo un joven juez muy valiente, llamado Lothar Kreyssig, al
que el habían adjudicado la tutela de varios de esos enfermos.
Parece ser que algunos de ellos
fueron trasladados a esos centros para asesinarlos. Así que este juez les
siguió la pista y se dio cuenta de lo que estaba pasando. Por ello, ordenó que no
se trasladase a ningún paciente más de los que estaban bajo su tutela, si no lo
había autorizado él por escrito.
Por lo visto, éste le enseñó la
orden firmada por Hitler, pero el juez le respondió que eso no tenía ningún
valor legal.
Como era de esperar, le
amenazaron con enviarle a un campo de concentración. Sin embargo, lo único que
le hicieron fue expulsarle de la carrera judicial. Cargo que tampoco recuperó
durante la posguerra, ya que le tocó vivir en la zona de ocupación soviética.
Como era de esperar, en la
posguerra, se llevaron a cabo muchos juicios contra los nazis. En este caso,
médicos, enfermeras y funcionarios fueron llevados ante la Justicia.
Curiosamente, las sentencias fueron más duras, en los juicios llevados a cabo durante los años 40. Supongo que sería porque tenían más fresca las imágenes de la guerra. Así que varios de los acusados fueron condenados a muerte y ejecutados.
Sin embargo, a partir de los años 50, ya se les impusieron unas penas más leves e, incluso, en muchos casos, fueron absueltos por falta de unas pruebas concluyentes.
En 1987, la enfermera y víctima
de una esterilización forzada, Klara Nowak, creó la Asociación de Víctimas de
la Eutanasia y personas esterilizadas a la fuerza, a fin de obtener una serie
de indemnizaciones para las víctimas y sus familiares.
En 1988, se erigió un monumento a
las víctimas de esta infame operación, junto a la antigua sede de la T4, en la
Tiergartenstrasse 4 en Berlín. También se han erigido otros monumentos, tanto en
Alemania como en Austria.
Por otra parte, en 2010, la Sociedad Alemana de Psiquiatría,
Psicoterapia y Neurología dio a conocer en uno de sus congresos, que sus
miembros pedían perdón por el sufrimiento y el silencio causado por esta
operación, realizada durante el período nazi.
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