martes, 2 de abril de 2024

UN HÉROE CASI OLVIDADO, LEOCADIO MENDIOLA

 

Hoy voy a narrar la vida de un militar republicano, al que apenas se hace referencia en los miles de libros, que se han escrito sobre la guerra civil española.

He de decir que, desde muy pequeño, había oído hablar de este piloto, porque algunos de sus familiares vivían en la misma calle donde nací y donde transcurrieron mis primeros 10 años.

Leocadio Mendiola Núñez nació en 1909 en Badajoz. Su familia era muy modesta, siendo su padre suboficial del regimiento de Infantería Gravelinas 41, de guarnición en Badajoz y cuyo cuartel había estado en la misma calle en la que vivía yo.

Ese regimiento fue fusionado en 1931 con el regimiento Castilla 16, también de guarnición en la misma ciudad.

La familia estaba compuesta por el matrimonio y 7 hijos: 3 chicas y 4 chicos. Siendo Leocadio el 5º de todos los hermanos.

Parece ser que en su familia eran unos católicos muy devotos. De hecho, dos de sus hermanas se convirtieron en monjas. Sin embargo, él nunca fue muy creyente.

A Leocadio siempre le atrajeron mucho los aviones. Así que, con sólo 17 años, ingresó como voluntario en el arma de Ingenieros y, más concretamente, en el servicio de 

Aviación.

Hay que recordar que el Ejército del Aire se fundó tras la guerra civil. Antes de ello, había un servicio de Aviación en el Ejército de Tierra y la Aviación naval.

Parece ser que se le dio muy bien, pues enseguida ascendió a cabo y sólo un año después ya era sargento.

A finales de 1930, se produjo la sublevación de la guarnición de Jaca. Se suponía que se iban a rebelar la mayoría de las guarniciones para proclamar la II República, pero no se pusieron de acuerdo y eso les costó la vida a los capitanes Galán y García Hernández. 

Aparte de otras muchas bajas, como la del propio general Lasheras, gobernador militar de Huesca, que se enfrentó a los rebeldes, fue gravemente herido y murió al día siguiente.

Nuestro personaje estaba destinado en la base aérea de Cuatro Vientos (Madrid), donde le pilló haciendo servicio como sargento de semana.

Allí llegaron Queipo de Llano, Ramón Franco y algunos oficiales más, implicados en ese complot. Hicieron que todo el personal formase con el equipo de combate y, cuando vieron que la sublevación no había tenido éxito, cogieron un avión y huyeron a Portugal.

Sin embargo, los demás oficiales y suboficiales, que prestaban servicio en esa base, fueron encarcelados en la famosa basílica de San Francisco el Grande a la espera de juicio. Entre ellos, estaba nuestro personaje.

No obstante, todos ellos fueron liberados, al año siguiente, tras la proclamación de la II República.

En 1931 obtuvo el título de piloto militar. Fue destinado a varias bases, como la antigua de Alcalá de Henares, la antigua de Guadalajara y la de León. No obstante, seguía siendo suboficial, pero esta vez con el empleo de brigada.

En 1934, fue trasladado a la base de Tablada, en Sevilla, donde voló con diferentes modelos de aviones.

En 1936 se hallaba destinado en la base aérea de Getafe (Madrid). Al estallar la guerra, tomó partido por el Gobierno republicano.

Parece ser que participó en multitud de misiones, tanto pilotando aviones de caza como de bombardeo, para la defensa del cielo de Madrid.

Durante la guerra civil, una de sus primeras misiones fue la de b
ombardear un cuartel de Artillería, también situado en Getafe. Precisamente, en ese cuartel estaba destinado el futuro teniente general Gutiérrez Mellado.

Posteriormente, realizó diversos bombardeos sobre las tropas nacionales en el frente de la Sierra de Guadarrama.

En octubre de ese año fue destinado a la antigua base de Guadalajara, donde hizo el curso para aprender a pilotar los bombarderos soviéticos Tupolev SB-2, llamados popularmente Katiuskas. Uno de los mejores aviones, que participaron en la guerra civil.

Parece ser que los estrenó en una misión, cuyo objetivo era bombardear unos depósitos de la petrolera CAMPSA, muy cercanos a Sevilla.

En 1937 fue nombrado jefe de escuadrilla, realizando diferentes misiones de bombardeo. Entre ellas, la batalla de Guadalajara contra las tropas italianas, Mallorca, Huesca, Zaragoza, Brunete y Belchite.

En mayo de ese año, bombardearon al acorazado alemán Deutschland, el cual estaba situado cerca de Ibiza, ocasionando varias decenas de heridos y muertos. La Armada alemana se desquitó bombardeando Almería, que era un puerto con muy pocas defensas.

A finales de ese año fue ascendido a jefe del Grupo 24 de bombardeo y ya permaneció en ese puesto hasta el final de la guerra.

Obtuvo grandes victorias, como la de su bombardeo sobre un aeródromo nacional en un pueblo de Soria, en el que destrozó muchas aeronaves del enemigo.

También participó en la famosa batalla de Teruel. Única capital de provincia conquistada por los republicanos y que pronto recuperaron los nacionales.

Se ve que no le debería tener mucho aprecio al clero, porque una de las misiones que propuso fue la de despegar de Menorca e ir a bombardear el Vaticano y una fábrica de aviones en Turín. Esas ideas fueron desechadas por el general Hidalgo de Cisneros, jefe de la Aviación republicana, ya que no quería que la guerra civil se complicara aún más.

Parece ser que Mendiola siempre fue un líder muy carismático, porque no era de esos jefes, que pasan el día en sus oficinas, sino que siempre iba al frente de sus escuadrones, dando ejemplo a los demás pilotos.

En marzo de 1938 pilotaba uno de los bombarderos, que hundieron al crucero Baleares, perteneciente a la Armada del bando nacional.

Aunque otras versiones dicen que fue hundido por el destructor Lepanto, de la Armada republicana.

Como se ve que la Aviación republicana cada vez disponía de un número menor de aviones y de pilotos, también le tocó efectuar labores de bombardeo en la batalla del Ebro.

Parece ser que fue propuesto para otorgarle la placa laureada de Madrid. El equivalente, en el bando republicano a la famosa Cruz Laureada de San Fernando. Sin embargo, nunca se la llegaron a imponer, aunque en el Museo del Aire figure como uno de sus pilotos laureados.

En Badajoz se contaba que, en cierta ocasión, le ordenaron bombardear el centro de la ciudad, porque ese día iba a tener lugar una gran manifestación falangista. Supongo que, al llegar, se lo pensaría mejor y decidió lanzar sus bombas en una zona del campo, que estaba deshabitada.

En diciembre de 1938, realizó una misión muy audaz. A pesar de existir una espesa niebla, consiguió llegar y bombardear la base aérea nacional situada en La Senia o La Cenia (Tarragona). A pesar de que esa base tenía una gran protección antiaérea, pilló totalmente desprevenidos a los nacionales y les causó muchos daños, porque era la principal base de la Legión Cóndor. Esa acción de guerra le supuso su ascenso a teniente coronel.

Hay que decir que, anteriormente, otra unidad de la Aviación republicana había intentado atacar esa misma base y había fracasado estrepitosamente. Por eso, los superiores de Leocadio no querían darle el permiso, pero luego le dejaron que lo hiciera.

No vayamos a creer que era indestructible. Sus aeronaves fueron alcanzadas en diversas ocasiones y tuvo varios accidentes. Uno de ellos le produjo graves quemaduras en la cara, de las cuales se repuso muy pronto.

A principios de 1939, le ordenaron ir a Francia para hacerse cargo de unos bombarderos encargados por el Gobierno republicano. Sin embargo, cuando llegó allí, se enteró de que se había anulado el encargo, porque el Gobierno francés ya había reconocido al Gobierno de Franco. Así que regresó, volando en un avión de la extinta aerolínea LAPE.

En España estaba teniendo lugar el golpe de Estado del coronel Segismundo Casado, al cual le debemos que acelerase el final de la guerra.

Así que, en marzo de 1939, participó en una reunión de mandos de la Aviación republicana, que tuvo lugar en la base aérea de Los Llanos (Albacete), donde sus superiores les dieron a elegir entre volar hasta Barajas para entregarse, junto con sus aeronaves, a la Aviación nacional o exiliarse.

Por supuesto, él decidió exiliarse, porque supondría que los nacionales le tendrían ya reservado un pelotón de fusilamiento. Tal y cómo le ocurrió al coronel Manuel Cascón, que se negó a exiliarse y al que ya le dediqué otro de mis artículos. Precisamente, el mismo que les dio a elegir entre entregar sus aviones en Barajas o exiliarse.

Así que Mendiola y algunos de sus compañeros emprendieron con sus Katiuskas el vuelo hacia Orán, en la Argelia francesa.

La tradicional “hospitalidad” francesa dio lugar a que los encerrasen durante unos meses en un campo de concentración. Sin embargo, el Gobierno republicano hizo algunas gestiones y no estuvieron mucho tiempo en ese lugar.

También le dieron algo de dinero con el que compró un pasaje en barco hacia México. Allí residió durante bastantes años, en los que se dedicó a dar clases de vuelo.

Por fin, en 1967, consiguió regresar a España. Se fue a residir en Cataluña, donde un amigo le consiguió un trabajo.

Parece ser que no tuvo demasiados problemas para vivir en España a pesar de su pasado como piloto republicano, que le había ocasionado tantas bajas al bando nacional.

Posteriormente, el Gobierno le reconoció su empleo como coronel y lo asimiló como tal al Ejército del Aire.

En 1997 recibió un homenaje del Ejército del Aire y su retrato, junto con su biografía y una pintura sobre su temerario bombardeo sobre La Cenia, fueron colgados en el Museo del Aire, situado junto a la base aérea de Cuatro Vientos (Madrid).

Desgraciadamente, falleció al año siguiente en Barcelona.

 

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