viernes, 29 de diciembre de 2023

EL GRAN ESTAFADOR VÍCTOR LUSTIG

 

Para terminar el año 2023, se me ha ocurrido traer aquí la vida de un tipo muy singular. Alguien que consiguió engañar de una manera extraordinaria a mucha gente.

Víctor Lustig nació en 1890 en una pequeña localidad que entonces pertenecía al Imperio Austro-Húngaro y hoy forma parte de la República Checa.

Curiosamente, lustig, en alemán significa divertido. Así que supongo que se divertiría mucho realizando todo tipo de fechorías.

Nació en el seno de una familia muy acomodada. Incluso, su padre llegó a ser alcalde de su ciudad.

Parece ser que Víctor era un tipo muy inquieto y con una gran inteligencia. De hecho, llegó a hablar con fluidez 5 idiomas. No obstante, con sólo 18 años fue encarcelado por vez primera, condenado por un robo. Luego fue varias veces más a la cárcel.

Posteriormente, lo vemos estudiando nada menos que en la prestigiosa Universidad de la Sorbona, en París. Dicen que allí fue donde aprendió a hacer trampas, jugando a las cartas.

Parece ser que el padre lo envió a estudiar a esa prestigiosa Universidad, porque quería que fuera diplomático.

Por lo visto, se trataba de un tipo muy inteligente. No le importaba perder varias partidas para hacer subir las apuestas y luego llevárselo todo.

Incluso, ya entonces, se hizo pasar por hijo de una familia noble y se puso el von, delante de su apellido. Eso le hizo ganar muchas amistades entre sus condiscípulos, la mayoría de los cuales también eran nobles y pudo moverse entre la alta sociedad europea de la época.

También se ganó una vistosa cicatriz en la cara, por querer ligarse a la novia de un compañero de estudios.

Posteriormente, su forma de ganarse la vida fue viajando en los grandes trasatlánticos y haciendo trampas en los juegos de cartas.

También decía ser un productor, que estaba buscando inversores para estrenar una comedia musical en Broadway y así consiguió estafar a unos cuantos ricachones, que viajaban con él.

Sin embargo, el comienzo de la I Guerra Mundial hizo que se buscara otra forma de ganarse la vida.

En 1920, emigró a USA, donde se dio a conocer como el conde Víctor von Lustig. Ya sabemos que a los ciudadanos de ese país les encanta conocer a la aristocracia europea y él podía simular serlo, porque había recibido una excelente educación y tenía muy buenos modales.

Allí fue donde empezó a estafar a los incautos, aunque también debería de decir a los que se pasaban de listos.

Uno de sus “inventos” fue el denominado la máquina rumana. Consistía en una caja, en la que había un aparato con el que aseguraba que se podían copiar billetes de dólar y que era imposible distinguirlos de los auténticos.

Él solía utilizar 3 billetes de 100 dólares. Uno lo metía delante de sus clientes y los otros dos ya estaban dentro de la máquina.

 Afirmaba que la máquina podía copiarlo, pero tardaba unas 6 horas en hacerlo. Metía el papel para imprimir y, al cabo de varias horas, salía el billete. Eso servía para convencer a los clientes.

Había mucha gente que picaba y le compraba la máquina a un precio de unos 30.000 dólares. Evidentemente, cuando salían los 3 billetes de la máquina, él ya se encontraba a una gran distancia del lugar de la estafa.

Incluso, llegó a estafar a un Banco, al solicitar un préstamo con la garantía de unos bonos, que decía tener, los cuales eran falsos. Sin embargo, le dieron el préstamo, pero no lo devolvió.

Parece ser que el Banco contrató a una agencia de detectives para que lo buscara. Lo curioso del asunto fue que lo encontraron, pero él les convenció de que, si lo detenían, su caso saldría en la prensa y eso perjudicaría la buena imagen del Banco. Así que lo dejaron irse.

En 1925 tuvo lugar la estafa por la que es más conocido a nivel mundial.

Parece ser que leyó  un artículo, donde se decía que la famosa Torre Eiffel tenía un mantenimiento muy caro y que las autoridades parisinas estaban pensando qué hacer con ese monumento, que estaba muy deteriorado.

Hay que decir que el creador y gran protector de ese monumento, Gustave Eiffel, había fallecido en 1923 y había mucha gente que seguía diciendo que no le gustaba esa torre.

No obstante, tampoco se debía desmontar, porque en ella había varias emisoras y funcionaba como una gran antena de radio.

Lustig preparó una gran estafa. Encargó papel y sobres con membrete, como si fuera correspondencia oficial y se hizo pasar por un alto cargo directivo del Gobierno de Francia. Concretamente, del Ministerio de Correos, que era el responsable de la torre Eiffel.

Organizó una reunión en el lujoso Hotel Crillon, situado en la parisina plaza de la Concordia, a la que acudieron varios empresarios. Allí les mostró documentación falsa sobre el proyecto de demolición de la famosa torre y la venta de las 7.000 Tm de los hierros de su estructura como chatarra.

También les dijo que ésta era una operación secreta, porque el Gobierno francés quería evitar que se produjeran disturbios, cuando vieran que se iba a derribar la famosa torre.

Realmente, en aquellos momentos, la idea pudo ser creíble, porque esa torre se construyó para la Exposición Universal de 1889 y la idea era haberla desmontado en 1909. Sin embargo, los parisinos se opusieron a ello.

Por lo visto, sólo hubo uno que cayó en la trampa. Su nombre era André Poisson. Un hombre que no tenía buenos contactos con las autoridades para poder averiguar si eso era o no cierto. También aspiraba a escalar socialmente.

Así que Lustig lo invitó a una segunda reunión. Esta vez se hallaban los dos solos. Allí le confesó que el salario de los cargos públicos no era muy alto. Por eso, lo mejor para ambos era tratar este asunto en secreto.

Curiosamente, poisson, en francés, significa pescado.

Poisson vio claro que se hallaba ante un típico caso de corrupción de un alto funcionario. Algo muy habitual en aquella época. Por ello, a la siguiente reunión acudió con un maletín lleno de billetes y se los ofreció a él y a su secretario. Un tipo apodado Dan Collins, aunque se llamaba Mac Sherry.

No hará falta decir que, estos dos pillos, en cuanto pillaron la pasta, se metieron en un tren, que iba hacia Viena. Mientras que dejaron en París a Poisson, el cual tampoco se atrevió a denunciar un intento de corrupción de un funcionario público.

Como la faena les había salido a las mil maravillas, unos meses después, intentaron volver a vender la torre de Eiffel a otro empresario. Sin embargo, éste fue menos incauto y les denunció.

No obstante, los estafadores se dieron cuenta a tiempo de salir corriendo y consiguieron escapar.

No vayamos a pensar que fue el primero al que se le ocurrió hacer eso. Unos años antes de que se le ocurriera a él, tenemos a un estafador escocés, cuyo nombre era Arthur Furguson, el cual llegó a vender varios monumentos a turistas incautos. Entre ellos, la columna dedicada al almirante Nelson, en la londinense plaza de trafalgar Square; el Big Ben y hasta el propio Palacio de Buckingham.

Como parece que le gustó el asunto, cambió de aires y se fue a USA, donde vendió la Estatua de la Libertad y hasta la Casa Blanca.

Volviendo a nuestro personaje, parece ser que Lustig llegó a engañar al mismísimo Al Capone. Por lo visto, le convenció para que le diera 50.000 dólares a fin de realizar una inversión en un “negocio seguro”.

No se sabe por qué, el caso es que Lustig no hizo nada con el dinero y, unos meses después, se lo devolvió a Capone, diciéndole que el negocio había salido mal y que, por ello, le devolvía su dinero, aunque Lustig había tenido pérdidas.

Desconozco la cara que le pondría a Capone, lo cierto es que a éste le gustó su honradez y le dio 5.000 dólares para compensarle de sus “pérdidas”.

En 1929 regresó a Europa, donde pretendió vender otros bonos de USA falsos.

Esta vez lo pillaron y lo encarcelaron. Sin embargo, sobornó a uno de los funcionarios de la prisión y lo dejó escapar.

Posteriormente, volvió a USA, donde se unió a un químico para montar una red de fabricación de billetes de dólares falsos.

Aunque parezca mentira, en USA, los encargados de perseguir a los falsificadores de billetes y monedas son los miembros del Servicio Secreto, que son los mismos, que hacen la labor de guardaespaldas del presidente de ese país.

Esta vez casi le salió bien. Estuvo varios años falsificando billetes y no consiguieron atraparle. Sin embargo, se metió en un lío de faldas.

Parece ser que se ligó a la novia de su socio y eso hizo que se pusiera celosa su propia pareja. Así que los agentes recibieron una llamada anónima y dieron con él. Gracias a ello, lo capturaron ¡en 1935!

Increíblemente, consiguió escaparse del edificio del tribunal, en Nueva York, donde lo iban a juzgar. No obstante, lo capturaron unos días después. Nada menos que en Pittsburg.

Esta vez no tuvieron compasión de él y lo condenaron a pasar 20 años encarcelado en la infame prisión de Alcatraz.

Parece ser que aprovechó ese tiempo para escribir lo que él llamó “Los 10 mandamientos del estafador”. Supongo que lo escribiría pensando que sería un manual muy útil para sus futuros colegas.

No sé si su compatriota Harry Jelinek sería uno de sus muchos admiradores. Éste, se hizo famoso en 1945, al conseguir vender un castillo, monumento nacional de Checoslovaquia, a unos incautos turistas llegados desde USA.

Incluso, se han escrito varios manuales para hacer negocios, donde ensalzan las “hazañas” de Lustig, por la forma tan atrevida que tenía para llevar a cabo sus estafas. Una persona, que usaba mucho su propia iniciativa.

Desgraciadamente, Victor Lustig murió en esa prisión, a causa de una neumonía, en marzo de 1947.

Vuelvo a desearos un ¡MUY FELIZ AÑO 2024!

 

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