domingo, 26 de noviembre de 2023

JOSÉ BERGAMÍN, TODO UN HETERODOXO

 

Hoy voy a narrar la biografía de un personaje que siempre me ha llamado la atención, porque fue un tipo de lo más extraño. Uno de esos que sólo se puede decir de ellos que son inclasificables.

José Bergamín Gutiérrez nació en Madrid, en 1895. Nació en el seno de una familia muy acomodada, ya que el padre era catedrático de Derecho y además fue ministro del Partido Conservador en cuatro ocasiones, en diversos gobiernos de la Restauración.

Sólo hay que ver que residían en una amplia vivienda en la Plaza de la Independencia. Justo enfrente de la Puerta de Alcalá.

No obstante, nuestro personaje fue el último de los 13 hijos que tuvo ese matrimonio.

Por lo visto, su padre procedía de una familia muy modesta de Málaga, pero, a fuerza de superarse, consiguió todo lo que tenía. Mientras que su madre siempre fue una fervorosa católica.

Supongo que, siguiendo el consejo de su padre, estudió Derecho en la Universidad Central de Madrid, aunque sólo ejerció su carrera, brevemente, en el bufete de su padre. Allí tuvo como compañero al también abogado y escritor Manuel Altolaguirre.

A partir de 1921, empezó a colaborar en la revista Índice, bajo la dirección del gran poeta Juan Ramón Jiménez. También solía acudir a las tertulias El gato negro, adonde solían ir Benavente y Valle Inclán, y a la de Pombo, donde iba Gómez de la Serna. De hecho, aparece en el famoso cuadro de Solana, donde se ven retratados los participantes en esa tertulia.

Siempre dijo que había estado muy influenciado por Juan Ramón Jiménez y por Miguel de Unamuno, de quien se consideraba uno de sus discípulos. También dijo estar influido por Gómez de la Serna.

Precisamente, fue Juan Ramón Jiménez el que editó, en 1923, El cohete y la estrella. Una colección de aforismos, que fue el primer éxito de Bergamín.

Curiosamente, al principio de su carrera, no le gustaban nada ni Ortega y Gasset, ni Azorín.

Sin embargo, unos años más tarde, se hizo muy amigo de este último.

Se le conoce como un gran ensayista. Increíblemente, uno de sus temas preferidos fue el estudio de los místicos españoles, como San Juan de la Cruz. De hecho, impulsó algunas reediciones de esas obras.

En 1928, se casó con Rosario Arniches, una de los 5 hijos que tuvo el famoso autor teatral alicantino Carlos Arniches, el cual estaba casado con Pilar Moltó, catedrática de Historia de la Escuela Normal de Magisterio de Granada. José Bergamín y Rosario tuvieron un hijo y una hija.

Curiosamente, uno de los testigos de su boda fue Federico García Lorca, al que se le puede ver a la derecha de la foto, cuando los novios salían del templo.

No sé si ya estaría influido por el comunismo, pero lo cierto es que la antigua URSS fue uno de los países, que visitaron en su viaje de bodas.

En 1933, fundó la revista literaria Cruz y raya, la cual dirigió hasta su cierre en 1936.

En ella, colaboraron casi todos los escritores de la Generación del 27.

Incluso, también lo hicieron otros famosos autores extranjeros, como Martín Heidegger, Jacques Maritain, etc.

A pesar de que su revista tiene, claramente, ideología republicana, él siempre se declaró católico, aunque nunca estuvo de acuerdo con las ideas procedentes del Vaticano.

También se expresó en contra de la dictadura de Primo de Rivera y de la represión contra los mineros asturianos, que se sublevaron en 1934.

Por otro lado, denunció que la falta de un gobierno con personalidad propia, estaba dando lugar al auge de los radicalismos de izquierda y derecha.

Incluso, sigue afirmando que es católico, aunque eso no es óbice para dejar de criticar lo que hacen el Vaticano y los clérigos españoles. Una de las cosas que más critica es utilizar la religión para apoyar a ciertos partidos políticos. Sin embargo, se muestra favorable al acercamiento de la Iglesia a las clases más desfavorecidas.

En 1935, participa en París en el Primer Congreso Internacional de Escritores Antifascistas en defensa de la Cultura. Al año siguiente, preside el Congreso de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, que se celebró en España.

Lógicamente, con la llegada al poder de Largo Caballero, es nombrado director general de Acción Social Agraria y además inspector de seguros y ahorro en el Ministerio de Trabajo.

No estuvo mucho tiempo en esos cargos, pues muy pronto sería nombrado agregado cultural de la Embajada de España en París. Dicen que le dieron ese puesto para que, durante la guerra civil, buscara financiación y ayudas de todo tipo para el bando republicano.

Sin embargo, me da la impresión de que alguien quiso protegerlo, ya que se trataba de un intelectual de izquierdas, que no ocultaba su profunda fe católica. No olvidemos que, en aquel momento, se fusilaba a mucha gente en la España republicana, por el simple hecho de ir a misa.

En 1937, presidió el Segundo Congreso Internacional de Escritores en defensa de la Cultura, el cual se celebró en Valencia.

Parece ser que el Gobierno republicano invirtió mucho dinero en este congreso. Sin embargo, él no consiguió que acudieran muchas figuras de primer nivel, porque España se hallaba en plena guerra civil.

Curiosamente, por cuenta del Gobierno republicano, encargó a Picasso que pintara el famoso Guernica, para mostrarlo en la Exposición Internacional de París.

Durante sus estancias en Madrid, algunos afirman haberlo visto vistiendo un mono de miliciano y armado con una pistola. Es de aquella época, cuando escribe su célebre frase: “Con los comunistas, hasta la muerte; pero no más allá”.

En la revista El mono azul, donde también publicaba Alberti, surgió una columna titulada A paseo, cuyo autor era anónimo, aunque algunos afirman que era Bergamín.

En ella, se señalaban a algunos autores desafectos a la II República, que no habían tenido más remedio que esconderse para no ser asesinados por los milicianos.

Por lo visto, algunos de esos autores, que tuvieron que emprender, en plena guerra civil, el camino del exilio fueron Juan Ramón Jiménez y Ortega y Gasset.

Algunos dicen que no quiso ayudar a sus amigos, que se hallaban encarcelados y, muchos de ellos fueron fusilados. Mientras que otros, como el líder falangista Dionisio Ridruejo, lo defiende, alegando que ayudó a escapar a muchos perseguidos.

Bergamín siempre había sido un seguidor de las ideas de André Gide. Sin embargo, a partir de esta reunión, trazaron caminos diferentes. Parece ser que el escritor francés, que siempre había alabado las virtudes del comunismo, ahora se estaba dando cuenta de lo que ocurría en la URSS y se estaba alejando del estalinismo. Con lo cual, se le acusó de acercarse al trotskismo. Sin embargo, Bergamín no evolucionó de la misma forma.

Hay que decir que Gide acababa de regresar de un viaje por la URSS, donde, a pesar de que se le agasajó por todas las zonas por donde pasó, se dio cuenta de que aquello era una simple dictadura y así lo reflejó en sus escritos.

En fin, tras las críticas de Gide al régimen de la URSS, se podría decir que aquel congreso acabó bastante mal. El mismo Azaña, que había sido invitado a pronunciar unas palabras en la sesión de clausura, se negó a acudir al acto.

Gide no se contentó con ello, sino que además escribió al presidente Negrín para pedirle que se respetasen las garantías procesales a los detenidos por ser afiliados al POUM. Como era de esperar, no le hicieron caso.

Siempre me ha llamado la atención el caso de José Bergamín. Un hombre que era seguidor del Frente Popular y, sin embargo, siempre se consideró católico. Incluso, en 1938, escribió los sonetos “A Cristo crucificado ante el mar”. En fin, parece que en esta biografía hay varias cosas que no cuadran.

Al finalizar la guerra, tiene que permanecer, como exiliado en París, al frente de la Junta de Cultura Española. No obstante, muy pronto, hizo lo mismo que miles de españoles exiliados en Francia. O sea, comprar un pasaje de barco hacia México.

Allí funda y dirige la Editorial Séneca, en la que publica obras de autores españoles, como Machado, Lorca, etc.

No obstante, sigue componiendo poemas y obras teatrales, la cuales estrena en ese país y también representa en otros países de Hispanoamérica.

A partir de 1943, año en el que fallece su esposa, se traslada a varios países. Residiendo unos años en Venezuela y otros en Uruguay.

En 1954 se traslada a París, ciudad en la que reside durante varios años. Sin embargo, en 1958 se traslada a España, donde reside hasta 1963, año en el que es expulsado. Durante ese período de tiempo publica poemas, novelas y, sobre todo, muchos artículos, los cuales no aparecen en los periódicos españoles, sino en los hispanoamericanos.

Me llama la atención que le dejasen regresar a España, porque, en muchos de sus poemas, puso a parir al mismo Franco.

Parece ser que su expulsión, en 1963, fue debida a su firma en una carta de adhesión a una huelga de los mineros. Algo que no gustó a varios políticos, como Fraga. Eso hizo que tuviera que refugiarse en la Embajada de Uruguay en Madrid, antes de volver al exilio.

Parece ser que también tuvo un rifirrafe con Juan Ignacio luca de Tena, director de ABC, ya que éste afirmó que Bergamín había participado en el llamado “terror rojo”, que dio lugar a miles de asesinatos en las checas de Madrid y a los fusilamientos en algunas localidades, como Paracuellos.

Reside en París, donde le presentan a algunos escritores, como Malraux y hasta le condecoran con la Legión de Honor. Una medalla que se la deben de dar a casi todo el mundo.

No obstante, se ve que no se siente nada a gusto, porque publica muy pocos artículos y la novela Beltenebros.

En 1970, consiguió que le dejaran regresar a España. Tras la muerte de Franco, se convierte en un personaje que, continuamente, criticaba el fenómeno de la transición española y eso le reportó muchas enemistades.

Incluso, se presentó a las primeras elecciones para el Senado, dentro de la lista de un partido republicano, ya que siempre fue contrario a la monarquía.

Para colmo, en sus últimos años, fue un firme defensor de la independencia del País Vasco y hasta apoyó a Herri Batasuna.

Se quedó residiendo en el País Vasco, publicando varios de sus artículos en Egin y Punto y Hora.

Murió en 1983 en Fuenterrabía y su última voluntad fue ser enterrado allí y, según sus palabras: “para no dar mis huesos a tierra española”.

 

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