Hoy voy a narrar la vida de un personaje poco conocido en España, pero de gran trascendencia para su país y también para la historia de los famosos Premios Nobel.
Como ya se indica en el título,
su nombre fue Carl von Ossietzky y nació en 1889 en Hamburgo. Más de uno se
habrá extrañado por ese apellido, que suena más a polaco que a alemán. Lo
cierto es que sus padres eran de origen polaco, aunque, en aquella época, no
existía Polonia.
Su familia era muy modesta y
además sucedió que su padre murió cuando Carl sólo tenía 3 años.
Afortunadamente, como su padre había trabajado en el bufete de un prestigioso
abogado, que había llegado a ser alcalde Hamburgo, éste se hizo cargo de su
educación.
Mientras tanto, su madre se casó
con un escultor afiliado al SPD, el cual solía llevar al chico a los mítines
políticos y hasta llegó a conocer al líder socialdemócrata August Bebel.
Por lo visto, su benefactor en la
Alcaldía, le ayudó a conseguir una plaza de funcionario en los tribunales de
Justicia. Eso le dio la oportunidad de trabajar sólo por la mañana, mientras
que la tarde la dedicaba a asistir a todo tipo de eventos culturales. Por
entonces, ya empezó a escribir sus primeros poemas.
En 1908 se afilió a la Sociedad
Alemana para la Paz, la más antigua de las sociedades pacifistas de ese país.
Fundada por el Premio Nobel de la Paz Alfred Hermann Fried.
Poco después, también se afilió a
la Asociación Democrática, un pequeño partido liberal de izquierda, que
sobrevivió pocos años. A partir de entonces, se dedicó a escribir artículos y
editoriales en varios periódicos.
En 1912, se casó con una curiosa mujer. Se trataba de una ciudadana británica hija de un militar colonial de esa nacionalidad y de una mujer perteneciente a una familia de la realeza de la India.
En 1914, ya no le fue tan bien,
pues no se le ocurrió otra cosa que criticar una sentencia de un tribunal
militar. Así que le procesaron y le condenaron a pagar una fuerte multa.
Después de ello, supongo que
dejaría de creer en la Justicia. Así que dimitió de su cargo en los tribunales
y ya sólo se dedicaría al periodismo.
Al llegar al I Guerra Mundial, en
un principio, no fue reclutado, pero tuvo que dejar de escribir artículos
criticando la guerra y volvió a su trabajo en los tribunales de Justicia.
No obstante, en 1916, ya fue reclutado, pero sólo como soldado de Ingenieros, encargado de construir todo tipo de fortificaciones.
Incluso, llegó a romper con
algunos filósofos a los que había admirado hasta el comienzo de la guerra,
porque ellos la justificaron como un medio de imponer “la superior cultura
alemana en el mundo”.
En el período de entreguerras
llegó a ocupar importantes puestos en la Sociedad Alemana para la Paz. Sin
embargo, se enemistó con su presidente, porque lo veía como demasiado teórico.
Igual estuvo leyendo aquella
frase de Santa Teresa: “obras son amores y no buenas razones”. Una frase que se
suele aplicar a los que hablan mucho y hacen poco.
Parece ser que promovieron, tanto
a nivel nacional como internacional, la objeción de conciencia y la
organización de huelgas generales en caso de peligro inminente de guerra.
Aparte de la abolición del servicio militar.
Entre sus fines también estaban
educar a la gente para la paz, promover el bienestar y la justicia social, la
democracia parlamentaria y ser lo contrario de las varias asociaciones
militaristas que se formaron en Alemania en el período de entreguerras.
Anualmente, organizaban
manifestaciones por toda Alemania, cuyo lema era “Nunca más la guerra” y
tuvieron un gran éxito. Además, también gozaron del apoyo del SPD y de los
sindicatos.
países, que habían luchado contra Alemania en la I Guerra Mundial.
Desgraciadamente, a partir de
1922, muchos de sus dirigentes fueron fichados por varios partidos políticos.
Por ello, el movimiento fue perdiendo fuerza hasta que se disolvió en 1927.
Volviendo a nuestro personaje de
hoy, a partir de 1919, quiso volver a dedicarse al periodismo, pero lo tuvo un
poco complicado. Así que se dedicó a dar conferencias por todo el país.
En 1924, fundó con otros amigos
el Partido Republicano. Entre sus principios estaba el fortalecimiento de lo
público frente a lo privado, al igual que la creación de instituciones de
autogobierno popular.
Por lo visto, la creación de este
nuevo partido no agradó a otros, como el SPD, pues argumentaban que sólo
serviría para repartir el voto de la izquierda y disminuir su fuerza.
Efectivamente, como no obtuvieron
muchos votos en las elecciones realizadas en ese mismo año, se disolvió después
de las mismas.
A pesar de que el Tratado de Versalles impuso a Alemania unas cifras máximas de tropas y de armamento, nunca lo cumplió. De hecho, creó una especie de Ejército paralelo, como si fueran asociaciones juveniles, donde se enseñaba instrucción militar. Esto fue denunciado por varios pacifistas y condenados por ello.
Walter Kreiser era ingeniero
aeronáutico y periodista. Fue el colaborador del periódico que, en 1929, publicó
un artículo denunciando que Alemania estaba refundando su fuerza aérea y que
tenía bases secretas hasta en la propia URSS. Esto ya lo conté en mi artículo
sobre el Tratado de Rapallo.
Hay que decir que el Tratado de
Versalles, que dio fin a la I Guerra Mundial, prohibió expresamente que Alemania
contara con una fuerza aérea.
El asunto dejó en evidencia al
Gobierno alemán. Si lo negaba corría el peligro de que los demás periódicos
investigaran más este asunto. En cambio, si castigaba duramente a estos
periodistas sólo provocaría que los países firmantes del Tratado de Versalles
se interesaran por este tema y quisieran comprobar in situ si se estaban
cumpliendo con lo dispuesto en el mencionado documento.
Por ello, se lo estuvieron
pensando hasta agosto de 1931, cuando el Gobierno alemán cedió ante la presión
de los militares y presentó cargos contra los acusados.
El juicio empezó a mediados de noviembre de ese mismo año y, por supuesto, el juez ordenó que fuera a puerta cerrada. Los funcionarios que declararon por el Ministerio de Defensa reconocieron que los datos eran ciertos y que ponían en peligro la seguridad nacional.
Sin embargo, el abogado de
Ossietzky dijo que el único interés de su representado era llamar la atención
de ese Ministerio antes de que estallase el escándalo y que él sólo protestaba
por el presupuesto invertido en ese asunto y que era desconocido por el
Parlamento.
El tribunal dictó sentencia a
finales de noviembre, condenado a ambos periodistas a 18 meses de cárcel por
divulgar secretos militares, alegando que no fueron leales a Alemania.
Desgraciadamente, Hitler llegó al
Gobierno en enero de 1933 y hubo muchos cambios. Uno de ellos provocó una nueva
detención y encarcelamiento de nuestro personaje. Incluso, llegaron a quemar
sus libros, junto con los de otros pacifistas. Parece ser que su nombre era uno
de los que encabezaban las listas de personas a detener por parte de los nazis.
Sin embargo, no acertó cuando,
antes de la llegada de Hitler al poder, dijo que no le veía ningún futuro al
Partido Nazi.
No obstante, siempre llamó a la
unión de todos los antifascistas para luchar contra la llegada al poder de los
nazis.
A partir del mes de abril de ese
mismo año fue dando tumbos de un campo de concentración a otro. Siendo
maltratado en todos ellos.
A mediados de 1935, un delegado suizo
representante de la Cruz Roja, visitó el campo donde estaba internado y pidió
verlo. Se encontró a un ser casi moribundo.
Por ese motivo, se inició una
campaña internacional, que consiguió que lo ingresaran en un Hospital. Allí le
diagnosticaron tuberculosis en estado grave.
Es preciso recordar que el Premio
Nobel de la Paz es el único que se otorga en Noruega. Los demás Premios Nobel
se dan en Suecia.
Esta movilización internacional
consiguió, por una parte, que fuera liberado e ingresado en un hospital alemán,
aunque seguía vigilado por la Policía.
Evidentemente, esto no le hizo
ninguna gracia ni a Hitler, ni a sus secuaces y le quisieron obligar a que lo
rechazara, sin embargo, él lo aceptó.
Así que ya podemos imaginar el
cabreo que se llevaría Hitler. Así decretó que, desde ese momento, ningún
alemán pudiera aceptar un Premio Nobel. En su lugar, creó el Premio alemán del
Arte y la Ciencia, que nunca tuvo la misma consideración que los Nobel.
Posteriormente, un día se acercó un
abogado a su esposa, asegurándole que administraría muy bien el dinero del
premio. Desgraciadamente, se trataba de un estafador y desapareció con el
dinero.
Afortunadamente, su esposa y su
hija consiguieron huir y exiliarse en el Reino Unido.
En los años 80, Rosalinde, su
única hija, intentó que un tribunal alemán revisara la sentencia de 1931 contra
su padre, para que nadie le pudiera llamar traidor. Curiosamente, el caso llegó
al Tribunal Supremo de Alemania y éste se pronunció de acuerdo con la
sentencia, que condenó en ese año a su padre.
Por cierto, a ver si se anima alguno de mis lectores a hacerse también seguidor del blog y así llega, por lo menos, a los 100, ya que este mes se cumple décimo aniversario del mismo.
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