martes, 29 de junio de 2021

WILLI MÜNZERBERG

 

La Historia está llena de grandes personajes, que son los que suele conocer todo el mundo, porque son los que figuran en los titulares, pero no suelen citarse los nombres de los que han llevado a cabo los propósitos de estos. Como dice aquella vieja frase “el diablo está en los detalles”. Así que hoy voy a narrar la historia de un hombre sin el que el Comunismo no hubiera llegado a ser lo que es hoy en el mundo.

Wilhelm Münzerberg nació en 1889 Erfurt, capital del Estado alemán de Turingia. Era hijo de un humilde posadero, así que nunca tuvo la posibilidad de tener una buena formación.

Durante varios años, fue dando bandazos por diversos oficios, empezando por el de aprendiz de barbero, obrero en una fábrica, mozo en una farmacia, etc.

No obstante, también en esa época, se afilió a diversas asociaciones de ideología socialista y ahí logró exhibir su talento como agitador de masas.

Más tarde, cuando se dividió el SPD, al discutir sobre la participación de los obreros alemanes en la I Guerra Mundial, él optó por la rama radical, que se negaba a participar en ese conflicto.

Así que, para no ser alistado en su país, se exilió en Suiza, donde siguió militando en organizaciones de ese tipo y también donde fundó varias revistas.

Como se suele decir: “Dios los cría y ellos se juntan”. Lo digo, porque fue en Zurich donde conoció a Trotsky y donde éste le presentó a Lenin. Es curioso que en un país tan capitalista como Suiza fuera el lugar donde se exiliaron tantos comunistas. También es verdad que dicen que allí viven ahora algunos de la CUP.

No sé si el haber llegado a conocer a Lenin le dio más caché en su partido, lo cierto es que llegó a ser el líder del movimiento juvenil socialista suizo y, posteriormente, miembro de la Ejecutiva del Partido Socialista de Suiza. Llama poderosamente la atención que un extranjero tuviera una carrera tan fulgurante en ese país.

Curiosamente, llegó a tener tanta amistad con Lenin que, incluso, le acompañó hasta el famoso tren que le iba a llevar, a través de Finlandia, de vuelta a Rusia. Sin embargo, no se le permitió viajar con él a causa de su nacionalidad alemana. No sé si sería por su condición de prófugo de la Justicia de su país o para no relacionar a Alemania con la organización de ese viaje.

De todas maneras, no todo iban a ser éxitos. Suiza es un país que presume de ser muy apacible, así que a sus autoridades no les gustó nada eso de tener a un experto agitador político extranjero dentro de sus fronteras. Por ello, tras una leve condena a prisión, fue deportado a su país, cuando ya había acabado la guerra.

A su regreso, se encontró con un país en ebullición, muy diferente a cómo lo había dejado. Muy pronto, retomó su actividad política y, junto con varios amigos, fundaron el KPD (Partido Comunista de Alemania).

Incluso, llegó a ser el presidente de la Internacional de la Juventud Comunista. Todo un logro para una persona con muy poca formación, que no era lo habitual entre los dirigentes del comunismo internacional. Sin embargo, hay que decir que fue un tipo muy inteligente y siempre supo colocarse muy bien entre la alta jerarquía de su partido.

También se sumó al movimiento espartaquista en Stuttgart, que pretendía tomar el poder por medio de las armas. Tras fracasar, fue detenido y pasó varios meses en prisión.

Tras su puesta en libertad, fue elegido secretario general del KPD en el antiguo Estado federal de Württemberg y, posteriormente, participó en el Congreso Mundial de la Internacional Comunista, celebrado en 1920.

En 1924, fue elegido miembro del Reichstag o Parlamento alemán y siguió allí hasta 1933, que fue cuando Hitler llegó al poder. Poco después, se incendió esa sede parlamentaria y los nazis le echaron la culpa a los comunistas para poder ilegalizar el KPD y borrar de un plumazo a ese partido, que le estaba dando muchos quebraderos de cabeza.

Realmente, nunca fue un parlamentario muy brillante, pero sí un experto en saber manejar los medios de comunicación a su antojo. Era como lo que también sabía hacer muy bien Goebbels, pero desde el otro lado del espectro político. Aunque, como ya sabemos, en muchas ocasiones, los extremos se tocan.

Por ejemplo, en 1921, Lenin, le encargó una campaña para paliar, con fondos de otros países, la hambruna que se estaba padeciendo en la URSS. Evidentemente, no se mencionó que era a causa del mal gobierno soviético, sino que se decía que era por culpa de los países capitalistas.

La campaña fue todo un éxito a nivel internacional. Llegó a recaudar millones de dólares. Lo que no sabemos es quién se los quedó en la URSS.

Hay que decir que nuestro personaje, que era un tipo muy hábil, aprovechó esta campaña del Socorro Rojo Internacional para que los ciudadanos de los países occidentales simpatizaran con la URSS. Para ello, fundó publicaciones y subvencionó a otras occidentales para que hablaran muy bien de la Unión Soviética. Esas publicaciones iban dirigidas a la clase media y a los intelectuales de esos países. De esa forma, consiguió una corriente de opinión muy favorable a la URSS.

En 1924, fundó la revista, cuyas siglas eran AIZ. Se trataba de un semanario satírico de ideología socialista, no sólo dirigido a los miembros y simpatizantes de ese partido, sino a todos los obreros alemanes, en general. Uno de los personajes más satirizados fue el mismo Hitler. Así que no es de extrañar que éste tardara poco en cerrar ese medio de comunicación, en cuanto llegó al poder.

Posteriormente, fue nombrado jefe de propaganda de la Internacional Comunista y también fundó varias publicaciones con las que llegó a crear un grupo editorial que fue el segundo, en importancia, de Alemania.

Como no podía ser de otra manera, él y su pareja, se mudaron a un amplio piso de lujo y no se conformó con comprarse un coche utilitario, sino que se le veía pasear por Berlín en un lujoso automóvil Lincoln. Así que le empezaron a llamar el millonario rojo.

Ya he mencionado anteriormente que, en 1933, se produjo la llegada al poder de Hitler. Poco después, tuvo lugar el famoso incendio del Reichstag, del que le echaron la culpa a los comunistas.

Así que Münzerberg no esperó a que lo detuvieran y volvió a irse de Alemania. Tenía razón, sólo unos meses después, el nuevo Gobierno le retiró su ciudadanía alemana.

Dejó atrás un país, donde, no sólo el Ejército había jurado lealtad a Hitler, en lugar de a su Patria, como se había hecho hasta entonces, sino que, incluso, varios miles de profesores alemanes se reunieron en un teatro de Leipzig a fin de firmar un manifiesto en el que declaraban su fidelidad a Hitler.

Una de sus actividades en el exilio fue la edición del Libro marrón sobre el incendio del Reichstag, el cual fue publicado en Francia a finales de 1933 por Editions du Carrefour, una empresa creada por nuestro personaje.

Posteriormente, publicó otros libros, donde se iban detallando los excesos del régimen nazi en Alemania.

Con estas publicaciones se fue atrayendo a una serie de intelectuales de varios países a fin de fundar un comité de ayuda para Alemania.

Realizó esa labor a conciencia, dando instrucciones precisas a fin de intentar convencer a los intelectuales más prestigiosos para que los demás los siguieran. Con ellos comenzó una campaña de resistencia contra el nazismo. Preferiblemente, gente de la clase media, para que la gente no los identificara con las tradicionales clases dominantes y les mereciera una mayor confianza.

Como era de esperar, el régimen nazi, movió ficha y sus jueces lo condenaron a muerte en ausencia. O sea, en un juicio donde ni él, ni ningún abogado suyo estuvieron presentes.

Hay que reconocer que este hombre fue todo un maestro en la labor de convencer a la gente de las bondades del comunismo. Llegó a hacer creer que su ideología procedía de la Ilustración y que iba a traer una verdadera democracia a todos los países. El famoso escritor Arthur Koestler le llamaba “eminencia roja”.

Afortunadamente, ya se va conociendo cómo sobrevivía la gente en la antigua URSS o los crímenes de aquel régimen que, hasta no hace mucho, fueron negados por muchos conocidos historiadores.

También realizó una campaña contra el proceso, que se había iniciado en USA contra los anarquistas Sacco y Vanzetti, dando a entender que eran inocentes y que estaban siendo injustamente castigados por los tribunales de ese país.

Desde luego, siempre tuvo muy claro que era mucho más rentable ganarse a los intelectuales y alumnos universitarios, que a los obreros de cada país.

Curiosamente, su modelo era la URSS, un país donde se despreciaba a los intelectuales y, de vez en cuando, se les purgaba.

Por otro lado, era muy llamativo que un tipo con muy poca formación consiguiera convencer a aquellas mentes tan privilegiadas de las supuestas bondades del comunismo. Incluso, les llegó a hacer pensar que se trataba de un régimen que traería la democracia al mundo, cuando la verdad es que se trataba de una férrea y cruel dictadura.

Para ello, se valió de diferentes medios. Desde sus mencionadas publicaciones hasta los congresos de escritores antifascistas, los manifiestos o las marchas callejeras de protesta. Paradójicamente, nuestro personaje, en lugar de agradecérselo, los despreciaba, y solía denominarlos “el club de inocentes”.

Algunos de sus famosos seguidores fueron André Malraux, John dos Passos, Louis Aragon, Hemingway, etc. Otros fueron un paso más allá, como los famosos espías del grupo de Cambridge.

También fundó algunas organizaciones para atraer a los intelectuales del momento, como los Amigos de la Unión Soviética, la Liga contra el Imperialismo, la Sociedad Mundial para el alivio de las víctimas del fascismo alemán o el Socorro Internacional de los Trabajadores. Curiosamente, esa forma tan heterodoxa de actuación llamó la atención y fue criticada por los líderes comunistas más ortodoxos.

Volviendo al tema del incendio del Reichstag, en 1935, logró que, en el Reino Unido, se hiciera una especie de juicio paralelo a los detenidos, por ese hecho, en Alemania. Todos ellos militantes comunistas.

Ese “tribunal” absolvió a los acusados. Así que, cuando se celebró el verdadero juicio, los magistrados alemanes, presionados por la opinión pública internacional, también absolvieron a esos acusados. Toda una victoria sobre Goebbels.

Posteriormente, nuestro personaje, fue con su esposa y varios acompañantes de gira por USA, donde participó en algunos mítines en las ciudades más importantes.

Supongo que fue “abonando” el terreno para su causa, porque luego envió a uno de sus agentes a ese país para que crease organizaciones antifascistas, como la Liga Antinazi de Hollywood a la que se afiliaron muchos conocidos rostros del cine.

Posteriormente, se trasladó a París, desde donde siguió dirigiendo sus publicaciones y donde también ayudó a los republicanos españoles. De hecho, fue uno de los creadores de las famosas Brigadas Internacionales a fin de que las tropas de la URSS no tuvieran que intervenir directamente en el conflicto. Aunque todos sabemos que vinieron, pero solamente en calidad de “asesores”.

Parece ser que siempre tuvo una gran amistad con Largo Caballero y con Julio Álvarez del Vayo, ministro encargado de las relaciones exteriores de la II República.

También se le encargó una gestión para que el inoperante Comité de No Intervención permitiera que el Gobierno de la II República pudiera comprar, legalmente, armas para usarlas en la guerra civil. Parece ser que no tuvo demasiado éxito en esta empresa.

No obstante, siguiendo con su estilo habitual, fundó varias organizaciones para recaudar fondos a fin de ayudar a los republicanos españoles. Aparte de montar conferencias y manifestaciones con el mismo objetivo.

Incluso, estimuló las visitas de muchos intelectuales a la España en guerra a fin de que se viera claramente que apoyaban la causa republicana.

Es más, llegó a crear en París una agencia de prensa para difundir los logros del Gobierno de la II República. Hasta llegaron a utilizar el local de la Oficina española de turismo para hacer propaganda de esos logros a base de organizar, constantemente, exposiciones de todo tipo.

En julio de 1937 tuvo lugar la Exposición Internacional de París. Allí se expuso, por vez primera, el famoso cuadro “Guernica”, que el Gobierno republicano había encargado a Picasso, tras el bombardeo de esa ciudad, ocurrido en el mes de abril de ese mismo año.

Nuestro personaje aprovechó este acontecimiento para editar miles de libros, donde pretendía demostrar que algunas potencias, como Alemania o Italia, estaban interviniendo en la guerra civil. Hay que decir que eso lo hizo, porque en ese momento se hallaba reunido el Comité de No Intervención. Evidentemente, en esa publicación, no se hacía ninguna alusión a los militares soviéticos que intervinieron en España.

No obstante, algunas de sus intervenciones, como la de la organización del II Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, celebrado en Valencia, Barcelona, Madrid y París no fue muy del agrado de algunos políticos republicanos españoles, ya que nuestro personaje no había conseguido reunir a intelectuales de primer nivel, que fueran ampliamente conocidos por el público en general a pesar de la fuerte inversión que habían hecho para ello.

También intentaron refutar la idea, fomentada por la Iglesia Católica, de que el régimen republicano era anticlerical y de que la guerra era una Cruzada. Así que intentaron atraerse a ciertos intelectuales católicos, como Jacques Maritain o François Mauriac. También alegaron que los nacionales estaban reprimiendo muy duramente a un pueblo tan católico como el vasco.

Otra de sus acciones que fueron más populares fue exhibir, en los grandes escaparates de la Oficina España de Turismo, varias fotos a tamaño natural de niños muertos a causa de los bombardeos de los nacionales sobre Barcelona.

Incluso, fundaron a medias, entre el Gobierno republicano y el Komintern, el diario vespertino Ce Soir. Un periódico francés de gran tirada, que iba a servir para dar publicidad a la causa republicana.

Por lo visto, en 1936, le llamaron para que se presentara en Moscú a fin de otorgarle un cargo en el Komintern. Realmente, lo que hicieron fue criticar muy duramente su estilo, que no se ceñía a las órdenes directas de Stalin. Así que, en cuanto que pudo, pidió volver a París para continuar el trabajo que había comenzado. Ciertamente, le costó trabajo, pero, al fin, lo consiguió gracias a su amistad con algunos importantes líderes del Partido.

Parece ser que los esfuerzos de Münzerberg para luchar contra el fascismo no estaban gustando ahora mucho en Moscú, porque Stalin ya se hallaba buscando una alianza con Italia y Alemania.

A finales de ese mismo año, volvió a ser llamado a Moscú, pero, como ya había tenido la experiencia anterior, esta vez se negó a presentarse allí. Hay que decir que, por entonces, se estaban realizando grandes purgas y los que iban a la URSS no necesitaban un billete de vuelta.

Por lo visto, esa decisión no gustó nada en Moscú y le obligaron a dejar el mando de todas las organizaciones que había creado.

Incluso, la comisión de control del Komintern, le abrió un expediente y, en 1939, fue expulsado del Partido. Para colmo, en una de sus publicaciones advirtieron de que se trataba de un “enemigo”.

Después de ello, no sé si sus ideas cambiaron en ese momento o ya las tenía, pero no las había hecho públicas. Lo cierto es que ahora se atrevió a criticar directamente a Stalin. Es más, le llamó “traidor”, por haber firmado el famoso Pacto Ribbentrop-Molotov. Seguramente, ahí fue donde el líder soviético “le tomó la matrícula”.

Durante su etapa postcomunista fundó la revista Die Zukunft (El Futuro), en la que colaboraron una gran cantidad de escritores alemanes exiliados en Francia, como Thomas Mann, Alfred Döblin, Lion Feuchtwanger e, incluso de otros países, como Aldous Huxley, H G Wells, etc y hasta algunos famosos políticos, como Clement Attlee, Nehru o Harold MacMillan

En 1940, el avance de las tropas alemanas, le obligó a huir de París. Sin embargo, como se trataba de un alemán, fue detenido, al llegar al sur de Francia, y encerrado en un campo de concentración ubicado en esa zona.

Parece ser que allí trabó amistad con un joven recluso, que le propuso a él y a otros, huir del campo, aprovechando el caos político y administrativo, producido tras el armisticio.

Eso fue lo que hicieron, pero se separaron para que fuera más difícil capturarles. La intención de todos era llegar a Suiza.

Así que se fueron en junio de 1940 y esa fue la última vez que vieron con vida a Münzerberg. En el mes de octubre de ese mismo año, unos cazadores, encontraron su cadáver al pie de un árbol. Su cuerpo se hallaba en descomposición y se encontró una soga rodeando su cuello. El informe forense dijo que la causa de la muerte fue el estrangulamiento por ese cordón alrededor del cuello, aunque también parecía que le habían matado por medio del garrote.

Se sospecha que el joven que conoció en aquel campo de concentración no era un preso más, sino un agente del NKVD, el antecesor del KGB, que es posible que le tendiera una trampa para que lo mataran, pues en Moscú habían dado la orden de asesinarlo.

Por otra parte, en cierto documento, procedente de la antigua RDA, se dice que un agente de la Gestapo alemana fue el encargado de asesinarle.  Tampoco sería descartable, porque tenía enemigos en ambos bandos, aunque también es cierto que, cuando se produjo la invasión de Francia, Alemania y la URSS todavía eran aliadas.

No sé si alguna vez sabremos quién lo mató, aunque yo creo que fue otro de esos asesinatos cometidos por la larga mano de Stalin, de la cual ya he aportado algunos ejemplos en otros de mis artículos.

 

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