domingo, 30 de mayo de 2021

LA HISTORIA DE LA MESA DE ESCRITORIO RESOLUTE

 

 

Seguramente, que casi todos habréis visto alguna vez aquella foto, en la que se veía al hijo del presidente John F. Kennedy, asomando por debajo de su mesa de trabajo, situada en el despacho oval de la Casa Blanca. Pues esa mesa tiene una historia muy curiosa y aquí os la voy a contar.

Tenemos que remontarnos al año 1845. En esa fecha, un brillante oficial de la Armada británica, llamado John Franklin, consiguió convencer tanto a la famosa reina Victoria como al Almirantazgo para que patrocinasen una expedición a fin de buscar el Paso del Noroeste en una zona cercana al Polo Norte. No era la primera vez que este marino navegaba por el Ártico, pues ya había surcado esas aguas en tres expediciones anteriores.

Para ello, le pusieron al mando de dos de los más modernos buques de su flota: el HMS Erebus y el HMS Terror. En cuanto a la tripulación, unas fuentes hablan de 128, mientras que otras elevan la cifra a 135 hombres.

Su singladura comenzó en Londres, a mediados de mayo de 1845. Desgraciadamente, nunca regresaron.

Posteriormente, Jane Griffin, esposa de Franklin, consiguió persuadir al Almirantazgo británico para que organizara varias expediciones en su busca. Por otra parte, tanto ella como este Organismo ofrecieron buenas recompensas para quien diera con el paradero de esas tripulaciones.

Por esa razón, varios barcos, tanto británicos como de USA, que entonces era una potencia emergente, estuvieron buscando a los desaparecidos.

No fue hasta 1850 cuando encontraron tres tumbas, excavadas en el hielo, correspondientes a unos tripulantes de esos barcos.

En 1854, el explorador escocés John Rae, conoció a unos esquimales, los cuales le indicaron un lugar, donde varios de esos tripulantes habían muerto de hambre. También le dieron una serie de objetos, que se demostró que pertenecieron a Franklin y a algunos de sus marinos.

La esposa de Franklin hizo un último intento, organizando otra nueva expedición. Ésta tuvo más suerte. En 1859, encontraron, bajo un gran montón de piedras, unos documentos escritos por algunos de los oficiales de esos barcos, donde se describía su odisea.

En esos documentos se decía que los barcos habían quedado atrapados en el hielo, sin posibilidad de moverlos. También decían que el capitán Franklin había muerto a mediados de 1847.

Incluso, que había tomado la decisión de ir hacia el sur, hasta la desembocadura de un río, que fue, precisamente, donde los encontraron muertos los esquimales.

Realmente, no se conocen las causas de los fallecimientos de estos tripulantes. Algunos expertos mencionan como posibles el envenenamiento por el plomo, con el que se sellaban entonces las latas de conservas. También el frío, el botulismo o hasta el escorbuto.


No fue hasta 2015 cuando una expedición, organizada por el Gobierno de Canadá, encontró los restos del HMS Erebus. El objetivo de esta expedición no era sólo encontrar ese barco, sino afianzar las reclamaciones de ese país sobre amplias zonas del Ártico.

Así que, puestos en contacto con el Gobierno británico, éste les informó que les cederían el barco a Canadá y sólo se quedarían con algunos objetos para entregárselos a los descendientes de sus tripulantes.

Curiosamente, este mismo mes de mayo, la revista de Historia de National Geographic, ha publicado que se ha identificado uno de los cadáveres, correspondiente a uno de los tripulantes del HMS Erebus, al comparar su ADN con el de uno de sus tataranietos que, actualmente, reside  en Sudáfrica. Se ha sabido que murió 3 años después de su partida de Londres. Fue uno de los tripulantes que murieron cerca de la desembocadura del río Back. Tal y como dijeron los esquimales.

Ciertamente, entre 1848 y 1880, hubo numerosas expediciones para encontrar esos barcos. Unos fueron por el deseo de aventuras y otros animados por la fuerte recompensa ofrecida.

En 1850, el Almirantazgo británico, fletó una de esas expediciones. La formaban dos barcos movidos por velas, el HMS Resolute y el HMS Asistance, junto con otros dos barcos con motores a vapor, el HMS Pioneer y el HMS Intrepid. Al mando de esta expedición pusieron a Horatio Thomas Austin, un marino militar con gran experiencia en el Ártico. Ninguna de esas naves había sido construida para la Armada, sino que habían sido mercantes, que luego fueron comprados por el Gobierno británico.

Aunque, al principio, sufrieron algún contratiempo, debido a los bloqueos por las masas de hielo, consiguieron avanzar y unirse a los barcos de otras dos expediciones. Incluso, se pusieron de acuerdo para explorar diversas zonas con trineos, a los que colocaron velas para ir más rápidos sobre el suelo helado.

Afortunadamente, Austin, consiguió liberar a todos sus barcos del hielo y regresar sanos y salvos a su puerto de salida, aunque no encontraron ningún resto del mencionado naufragio. Lo cierto es que, a su vuelta, los mandos de esa expedición, tuvieron que comparecer ante un comité de investigación,

el cual comprobó que había habido muchas discusiones entre los oficiales y que habían regresado sin encontrar nada, porque Austin se había opuesto a seguir buscando a una mayor distancia de las naves. Así que esto puso en entredicho la buena reputación de Austin y, a partir de entonces, ya sólo le ofrecieron mandos secundarios en la Armada.

En 1852, se formó una nueva expedición, al mando de sir Edward Belcher, para buscar los barcos y los tripulantes perdidos y, de paso, intentar hallar el paso del noroeste. Eso sí, a los cuatro barcos que formaban la flotilla anterior unieron un quinto, el North Star, un barco dedicado a dar apoyo logístico a esta expedición.

La expedición llegó al Ártico en el verano de ese año y se dividió en dos. El HMS Resolute, al mando del capitán Kellett, junto al vapor Intrepid, se dirigieron al oeste, mientras que los otros dos fueron hacia el norte. El North Star se quedó esperándolos en la isla Beechey.

Los marinos del Resolute no encontraron restos del naufragio de Franklin. En cambio, sí que encontraron el barco HMS Investigator, que había quedado atrapado en el hielo dos años antes, junto con los supervivientes, que se hallaban en su interior y que fueron trasladados a su nave.

Sin embargo, a partir del verano de 1853, cambiaron las condiciones climáticas y una intensa ola de frío se abatió sobre la nave. Allí estuvieron aguantando como pudieron hasta que, en abril de 1854, Belcher, le dio a Kellett la orden de que abandonasen el barco.

Muy a su pesar, Kellet, evacuó a toda su tripulación más los rescatados en el otro barco, llevándolos, a través del hielo, hasta el lugar donde les esperaba el North Star a donde llegaron en el verano de 1854.

Esta vez tuvieron suerte, porque, aparentemente, no iban a caber todos en el North Star. Afortunadamente, aparecieron dos nuevos barcos, donde pudieron alojar a todos sin problemas. Todos abandonaron esa isla a finales de agosto de 1854 y llegaron al Reino Unido sanos y salvos.

Casualmente, en septiembre de 1855, un ballenero USA, encontró flotando a la deriva al HMS Resolute, a casi 2.000 km de donde lo habían abandonado.

Por lo visto, les llamó la atención no ver a nadie en su interior y lo abordaron. Se extrañaron mucho más al ver que aquello parecía un barco fantasma, en el que había muchos objetos, pero ningún tripulante. Así que, siguiendo las leyes del mar, remolcaron la nave hasta su puerto de origen, en Connecticut y se quedaron con el barco.

Más tarde, cuando se conoció la noticia, un senador de Virginia, propuso que, para mejorar las relaciones con el Reino Unido, el Gobierno USA, debería de regalar el barco a los británicos.

La propuesta fue aprobada. No olvidemos que ambos países habían mantenido varias guerras y sus relaciones no eran tan buenas como ahora. Así que el Gobierno USA compró el barco al propietario del barco ballenero, que lo había hallado.

Posteriormente, fue llevado a un astillero para repararlo. Ya en diciembre de 1856, el HMS Resolute, fue enviado al Reino Unido con una tripulación de la Armada USA, donde fue recibido por la propia reina Victoria.

La nave volvió al servicio en la Armada británica hasta 1879, año en que fue dada de baja. Cuando iba a ser desguazada, el Gobierno británico, ordenó que se hicieran 3 mesas de escritorio con las vigas del mismo. No olvidemos que, por entonces, los barcos de guerra, se construían con madera de roble de la mejor calidad, la cual había sido tratada para que aguantase los fuertes embates del mar.

Una de las mesas fue regalada al Gobierno USA, la otra a Henry Grinnell, un rico comerciante de Nueva York, que había aportado muchos fondos para las expediciones de rescate. Por fin, la tercera se la quedó la reina Victoria y ahora está en un Museo de la Armada.

Seguro que, a estas alturas, más de uno se habrá preguntado si 
se consiguió encontrar el famoso Paso del Noroeste. Lo cierto es que el primero que lo consiguió, haciendo todo el recorrido por vía marítima fue el famoso explorador noruego Roald Amundsen, en 1906.

Ciertamente, Robert McClure y su tripulación del HMS Investigator consiguieron algo parecido en 1854. Partiendo de Gran Bretaña bordearon América por el cabo de Hornos y llegaron hasta Alaska. Consiguieron hacer el recorrido del Paso del Noroeste, pero unas veces en barco y otras en trineo. Al final, como ya he mencionado anteriormente, los supervivientes de ese viaje fueron rescatados y llevados al North Star.

Volviendo a nuestro tema de hoy, la mesa escritorio destinada al Gobierno USA, fue recibida por el presidente Hayes, en 1880. Un mueble que pesaba nada menos que 600 kg.

Desde entonces, siempre ha estado en la Casa Blanca. Sin embargo, no todos los presidentes la han colocado en el Despacho Oval, sino que también ha estado en un despacho privado que tienen en la Casa Blanca. Clinton fue el último presidente que ordenó que la trasladaran al Despacho Oval y, desde entonces, no la han cambiado

de sitio. Curiosamente, fue Jacqueline Kennedy la que convenció a su marido para que se colocase en el Despacho Oval.

Seguro que a más de uno le suena haberla visto en la película La Búsqueda (National Treasure, 2004), protagonizada por Nicolas Cage y Diane Kruger.

Algunos presidentes no han querido utilizarla, como Johnson, Nixon o Ford. En el caso de Franklin Delano Roosevelt, ordenó que se le colocara una puerta en el centro para que no se pudiera apreciar en las fotos que estaba en silla de ruedas.

Para terminar, haré una descripción de esa mesa. En sus laterales se pueden ver las efigies de la reina Victoria y el presidente Hayes. A su alrededor, figuran los rostros d
e los marinos que dieron su vida buscando el Paso del Noroeste.

Los tiradores de los cajones tienen forma de dos manos, que están estrechándose. Como símbolo de la amistad entre ambos países.

En la parte trasera existe una placa de bronce, donde se cuenta la aventura del barco, cuya madera sirvió para construir ese mueble.

La tradición dice que los presidentes salientes dejan una nota en el cajón principal dirigida al presidente entrante. Eso mismo ha hecho Trump y Biden la ha calificado como “muy generosa”, pero no ha difundido su contenido.

 

TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES

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