jueves, 13 de mayo de 2021

RUDOLF VON SCHELIHA, UN PERSONAJE MUY CONTROVERTIDO

 

Siguiendo con los alemanes que vivieron en la época nazi, pero que nunca fueron aduladores de Hitler y sus secuaces, hoy le toca el turno a Rudolf von Scheliha.

Le he puesto este título, porque, aún, hoy en día, los expertos, no se ponen de acuerdo sobre el papel real de este hombre en la Historia.

Empezaré como siempre. Nació en 1897 en la antigua Silesia alemana, que, hoy en día, forma parte del territorio de Polonia.

Vino al mundo en el seno de una familia terrateniente de origen alemán. Su padre era un noble y militar prusiano, mientras que su madre era hija de un ministro del antiguo Reino de Prusia, que antes había sido alcalde de Frankfurt del Main.

El final de su etapa escolar coincidió con el inicio de la I Guerra Mundial. Así que se ofreció voluntario, como oficial de Caballería. Fue herido, durante ese conflicto, y también recibió varias condecoraciones.

En la posguerra, decidió estudiar Derecho. Primero en la Universidad de Breslau y luego en la prestigiosa Universidad de Heidelberg. Una de las más antiguas de Europa.

Al terminar la carrera, consiguió una plaza como diplomático en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Eso le dio la oportunidad de conocer muchos países.

Primero fue destinado a un consulado en Praga, para pasar después por las sedes de Estambul, Ankara, Varsovia, etc.

No sé si, tras la llegada de Hitler al poder, obligarían a todos los funcionarios a afiliarse al Partido Nazi. Lo cierto es que él lo hizo. También es cierto que muchos lo hicieron para ascender más rápidamente en su trabajo.

Parece ser que, durante su estancia en Varsovia, llegó a conocer a muchas personalidades de ese país y no perdió el contacto, una vez comenzada la II Guerra Mundial.

Posteriormente, se le encargó la dirección de un departamento, donde se dedicaban a desmentir las informaciones de la prensa internacional sobre los abusos de las tropas alemanas en los territorios ocupados.

Eso le dio la oportunidad de conocer, directamente, lo que estaba ocurriendo en cada lugar y hacer informes secretos, aunque, en público, se dedicara a desmentir lo que publicaba la prensa internacional.

Cuando ya tuvo bastante material, incluida mucha información sobre los campos de exterminios para los judíos, se los fue pasando a los Aliados. Por lo visto, su contacto fue la aristócrata polaca Klementyna Mankowska, que pertenecía a una organización de la resistencia, llamada Los Mosqueteros, la cual transmitía sus informes al Gobierno británico.

Por otro lado, von Scheliha, también se jugó la vida, ayudando a muchos judíos y polacos a salir del país para que no les atrapase la Gestapo.

Parece ser que, fue también cuando estuvo destinado en Polonia, cuando fue fichado por la NKVD, lo que después se llamaría KGB. O sea, el servicio de Inteligencia de la URSS.

Algunos creen que es posible que lo reclutara otro alemán, llamado Rudolf Herrnstadt. Se trataba de un exiliado político en el que, a la vez, se daba la doble condición de ser comunista y judío. Así que, en cuanto llegó Hitler al poder, tomó el camino del exilio.

Lógicamente, muchos otros comunistas alemanes, que ni siquiera eran judíos, también se exiliaron en la URSS, en cuanto vieron que Hitler llegaba a la Cancillería del Reich.


Curiosamente, tras la firma del Tratado Ribbentrop-Molotov, por el que se aliaron Alemania y la URSS para combatir juntos en la II Guerra Mundial, ocurrió una cosa que parece ilógica. Stalin, en un gesto de “buena voluntad” hacia su nuevo “amigo” Hitler, deportó a una buena cantidad de comunistas alemanes, que vivían en la URSS. No hará falta decir que, en cuanto volvieron a Alemania, les estaban esperando para cargárselos.

Así que me gustaría haber visto la cara que se le puso a von Scheliha, tras enterarse de la firma de este tratado, después de llevar dos años pasando secretos de Alemania a la URSS.

Algunos afirman que la motivación de nuestro personaje por traicionar a su patria, no era sólo por motivos ideológicos, sino que también los había financieros. Por lo visto, se trataba de un jugador empedernido y, aunque ganaba un buen sueldo, no le bastaba para llegar a final de mes.

En algunos de sus informes, narraba cómo estaban destruyendo los alemanes el patrimonio cultural polaco, siguiendo al pie de la letra las instrucciones de Wolfram Sievers, jefe de la Ahnenerbe, el cual escribió un manual para explicar cómo debían de hacerlo. De hecho, ese manual también fue, más tarde, empleado en otros países invadidos por Alemania.

Ya sabemos que los alemanes son muy metódicos. No como los españoles, que, cuando compramos algo, no nos molestamos en leer las instrucciones.

Posteriormente, Scheliha, también mantuvo contactos con prominentes miembros de la Resistencia alemana anti-nazi, como el general von Tresckow. Este militar fue uno de los implicados en el famoso intento de golpe de Estado encabezado por el coronel von Stauffenberg, que se ha hecho famoso por la película Valkiria.

A partir de 1942, viajó periódicamente a Suiza para entregar una serie de informes a sus autoridades. En ellos, detallaba pormenorizadamente tanto el plan Aktion 4, del que ya hablé en mi artículo sobre el obispo von Galen, como de la llamada Solución Final. O sea, el plan para eliminar a todos los judíos de Europa.

Desgraciadamente, a partir de agosto de 1942, la Gestapo, fue deteniendo a los miembros de la famosa organización la Orquesta Roja. Curiosamente, se asombraron de que tuviera tantos miembros. Ya mencioné esta organización en mi artículo dedicado a Rudolf Roessler y su organización Lucy.

Como se suele decir “por el hilo se saca el ovillo”. Así que, a base de duros interrogatorios, fueron cayendo muchos de sus miembros. Concretamente, detuvieron a 120 personas, de las que 45 fueron juzgadas y ejecutadas. Entre estas últimas había 19 mujeres.

Precisamente, en septiembre de 1942, fue detenida Ilse Stöbe, que era miembro de ese grupo y, a la vez, actuó como contacto de von Scheliha. Por ello, pocas semanas después, también lo detuvieron a él. Justamente, cuando se hallaba reunido con el jefe de Personal del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Su mujer también fue detenida e interrogada. Sin embargo, fue puesta en libertad casi un año después. Luego tomó la decisión de llevarse a sus hijas e irse a vivir a un castillo deshabitado en un lejano pueblo de Baviera, donde sobrevivieron como pudieron hasta el final de la guerra.

En cuanto a von Scheliha y Stöbe, tras varias semanas de interrogatorios, fueron llevados ante un alto tribunal militar, el cual les juzgó, bajo la acusación de alta traición, condenando a ambos a la pena de muerte. La sentencia fue ejecutada a finales de diciembre de 1942. Ella fue guillotinada y él ahorcado.

Sabemos que en Alemania se ha reivindicado la memoria de todas estas víctimas de la Resistencia contra el nazismo. Sin embargo, en el caso de nuestro personaje no se le consideró como tal, sino como un espía de los soviéticos. Así que su nombre no figuraba en ningún monumento.

Sin embargo, en 1995, se logró que los tribunales revisaran su caso y se vio que lo habían condenado injustamente, pues se le acusó de ser miembro de la Orquesta Roja, cuando lo cierto es que nunca había pertenecido a esa organización. Así que su nombre ya figura en esas relaciones de víctimas asesinadas por los nazis. Al igual que el de Ilse Stöbe.

Curiosamente, parece ser que, antes de ser ejecutado, dijo que él no lo había hecho por dinero. Sin embargo, Oleg Gordievsky, uno de los oficiales de más alto rango del KGB, de los que se han pasado a Occidente, dijo que Scheliha había sido uno de los fichajes más caros de esa Organización. En fin, cada uno es muy libre de opinar lo que quiera.

 

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