sábado, 1 de mayo de 2021

LA DESGRACIADA VIDA DE ISABEL FIODOROVNA

 

 

Hoy vamos a hablar de la vida de una gran mujer, que siempre intentó ayudar a los demás y, aun así, nunca le perdonaron haber pertenecido a una familia muy distinguida.

Nació en 1864, en la ciudad de Darmstadt, en el actual Estado federado alemán de Hesse, situado en el centro-oeste de la actual Alemania.

Fue la segunda de los 7 hijos del matrimonio formado por el gran duque Ludwig IV de Hesse y Alice, hija de la famosa reina Victoria del Reino Unido. Su verdadero nombre fue Elisabeth von Hessen-Darmstadt.

Desde su infancia, en casa la llamaron siempre Ella. Parece ser que su educación se basó en vivir de una forma modesta y religiosa. Como poner la mesa, hacer las camas y aprender a coser sus ropas.

Sus padres también le concedieron mucha importancia a la formación intelectual de sus 7 hijos. Los idiomas formaron una parte muy importante de su aprendizaje, pues solían hablar en alemán con su padre y en inglés con su madre. 
Incluso, algunos de ellos solían visitar a su abuela en Londres.

En 1878, cuando Isabel se hallaba en una de esas estancias en Londres, con su abuela, la reina Victoria, se desató una grave epidemia de difteria en Darmstadt. De hecho, se infectó casi toda su familia.

Desgraciadamente, su hermana menor, Marie, de sólo 4 años, murió a causa de la misma y, sólo un mes más tarde, su propia madre, que se había contagiado por haberla cuidado durante su enfermedad. Esta última, sólo tenía 35 años.

Así que, en cuanto regresó, junto con su hermana mayor, Victoria, tuvieron que cuidar al resto de sus hermanos, que eran menores que ellas. Una de esas hermanas fue Alix, que luego se casó con Nicolás II, último zar de Rusia.

Unos años antes, en 1873, su hermano Federico, que, desgraciadamente, había heredado la hemofilia, como muchos de los descendientes de la reina Victoria, cayó por una ventana y se hizo una herida en la cabeza. Desafortunadamente, no se pudo hacer nada por él y murió con sólo 3 años.

Hay que decir que, en 1884, su padre se volvió a casar, sin embargo, muy pronto, tuvieron que anular ese enlace, pues le llovieron las protestas de las demás casas reales, al haber realizado un matrimonio morganático. O sea, con una persona que no era de sangre real.

Desde su infancia, Isabel, siempre tuvo fama de ser una chica muy guapa. Así que nunca le faltaron pretendientes. Aunque, según parece, su pasatiempo era irlos rechazando uno a uno. Empezando por uno de sus primos, el futuro Guillermo II, último Kaiser de Alemania.

Incluso, su abuela, la reina Victoria, le recomendó algún pretendiente, pero ella tampoco le hizo caso.

Como suele ocurrir en todas las familias, a veces, recibían la visita de otros familiares, como la de una de sus tías, la zarina, casada con el zar Alejandro II de Rusia, la cual solía ir acompañada de sus dos hijos menores, Sergei y Paul.

Unos años después, la zarina, volvió a visitarles, acompañada de sus dos hijos, que ya eran unos jóvenes. Ahí fue donde Sergio se fijó en la belleza de su prima Isabel y, enseguida, pidió su mano. No obstante, ella, siguiendo su costumbre, lo rechazó.

Sin embargo, hubo dos acontecimientos que les volvieron a unir. Uno fue la muerte de la zarina María, madre de Sergio, la cual tuvo lugar en 1880.

Un año más tarde, cuando el padre de Sergio, el zar Alejandro II, se dirigía en un carruaje, escoltado por varios cosacos, a visitar un cuartel del Ejército, sufrió dos atentados consecutivos, que le causaron la muerte.

La Policía detuvo, inmediatamente, a los asesinos, los cuales ayudaron a detener al resto de los miembros de su organización anarquista.

En éste, como en otros asesinatos, hay varios detalles que saltan a la vista. Uno es que este zar fue el más liberal de todos los que han reinado en Rusia y consiguió dar la libertad a todos los siervos, que vivían en un estado casi feudal. Esa fue una de las muchas medidas, de carácter liberal, que tenía pensado llevar a cabo durante su reinado. Otra de ellas fue reunir a la Duma o Parlamento ruso.

Sólo excluyó de sus medidas liberalizadoras a los territorios de Polonia y Lituania, que entonces pertenecían al Imperio Ruso y que pretendieron independizarse de una forma violenta.

Así que es muy extraño que unos presuntos anarquistas quisieran cargarse a un hombre que estaba a favor de dar libertades a los rusos.

Los llamo presuntos anarquistas, porque la mayoría de ellos pertenecían a la alta burguesía. De hecho, varios de ellos eran hijos de empresarios o de generales.

Por otro lado, la vida de este zar había escandalizado a la nobleza, pues siempre tuvo muchas amantes. Sólo un mes más tarde de la muerte de la zarina, se casó con una de sus amantes, que ya le había dado nada menos que 4 hijos.

Así que, con la llegada al trono de su hijo, Alejandro III, se terminaron las medidas liberales y se optó por el retorno a la política absolutista y represora. La clásica de todos los zares de Rusia, aunque los siervos continuaron siendo libres.

Volviendo a nuestro personaje de hoy, a Isabel le conmovió la tristeza de Sergei por haber perdido a sus padres en menos de un año. Eso fue lo que hizo que se fueran conociendo y se enamoraran.

Sin embargo, esta vez fueron algunos miembros de la familia de Isabel los que se opusieron a este enlace. Especialmente, la reina Victoria, que argumentaba que los zares siempre habían sido unos tiranos.

No le faltaba razón. Sin embargo, yo creo que no le gustaba Rusia, porque era la potencia que le estaba haciendo la competencia en Asia y aspiraba a quitarle la India. Eso ya lo mencioné en mi artículo sobre el llamado “Gran juego”. También se puede ver en la película Kim de la India (1950), inspirada en la novela Kim, de Rudyard Kipling, publicada en 1901.

Aun así, la pareja consiguió derribar todos los obstáculos que les pusieron para impedir su boda y se casaron en 1884, en la bonita ciudad de San Petersburgo.

Precisamente, en esa misma boda, fue donde se conocieron el futuro zar Nicolás II y Alix, una de las hermanas de Isabel, que luego fue la última zarina de Rusia. Algo que disgustó aún más a la reina Victoria.

Por cierto, como a Nicolás le gustó tanto Alix, muy pronto, fue a pedir su mano y ella lo rechazó. No sé si eso debía de ser una costumbre familiar. Aunque más tarde, lo aceptó y se casaron.

Por lo visto, el matrimonio de Sergei e Isabel fue muy feliz, aunque no tuvieron hijos. Realmente, no se conoce el motivo, aunque se dan explicaciones de todo tipo. Algunas con muy mala uva, porque tanto los hermanos de él como los de ella habían tenido descendencia.

No obstante, como la esposa de Paul, el hermano de Sergei, murió al dar a luz su tercer hijo y éste cayó en una depresión, se quedaron, temporalmente, con sus dos sobrinos. Más tarde, los adoptaron, definitivamente, cuando Paul se casó con una mujer, que no pertenecía a la realeza y el zar les obligó a que se exiliaran.

En un principio, Isabel, no se convirtió a la iglesia ortodoxa y nadie le obligó a ello. Sin embargo, tras una visita a Jerusalén, tomó la decisión de pasarse del protestantismo al rito ortodoxo. Cosa que no hizo ninguna gracia a varios miembros de su familia, como su primo, el Kaiser Guillermo II. Por el contrario, parece ser que esa conversión agradó a su abuela, la reina 
Victoria.

En 1891, el zar, nombró a Sergei gobernador de Moscú. No sé si él ya tendría un carácter despótico o le exigieron portarse de esa manera, lo cierto es que reprimió muy duramente todo tipo de manifestaciones, desde las pacíficas hasta las revueltas de tipo revolucionario.

El ejemplo más palpable fue el llamado Domingo sangriento, que tuvo lugar en enero de 1905. Comenzó con una manifestación, en la que iban hombres, mujeres y niños, encabezados por un sacerdote y en la que pedían mejores condiciones de trabajo, reformas agrícolas y unos salarios decentes para no pasar hambre.

La multitud se dirigió hacia el Palacio de Invierno, para que los viera el zar.
Sin embargo, mucho antes de que llegaran, el Gobierno, desplegó a varias unidades del Ejército con la orden de disparar, si se acercaban al Palacio…y eso hicieron. No se sabe con seguridad, pero se cree que mataron a unas 400 personas.

Esa exhibición de crueldad sin sentido les vino muy bien a las organizaciones revolucionarias. Antes de eso, muchos rusos hablaban del zar como del “padrecito”. Como alguien sagrado, que velaba por la vida de todos ellos. A partir de entonces, comenzaron a odiarle y se multiplicaron las huelgas y las revueltas por todo el país.

Así que esto también le pasó factura a Sergei y dimitió de su cargo de gobernador. Aunque es preciso decir que el matrimonio también se dedicó a organizar muchas obras asistenciales para combatir la pobreza en Moscú.

Como los anarquistas ya le tenían en el punto de mira, el 15/02/1905, cuando el matrimonio y sus hijos volvían en un coche de caballos de ver una función en el Teatro Bolshoi, un terrorista los estaba esperando para lanzarles una bomba. Sin embargo, en el último momento, al ver que también iban los niños, se contuvo y no lo hizo.

Sin embargo, dos días después, cuando su marido viajaba solo en su coche de caballos, otro terrorista, le lanzó una bomba de mano, que le alcanzó de lleno, muriendo en el acto.

Como este atentado se produjo muy cerca de su residencia, situada dentro del Kremlin, Isabel, pudo escuchar la explosión y salió a la calle a ver lo ocurrido. Aunque no la dejaron que se arrimase mucho, pudo ver el coche de caballos destrozado y los restos de su marido esparcidos por el asfalto.

Unos días más tarde, se armó de valor y fue a visitar al asesino de su marido, que se hallaba encarcelado. Por lo visto, le preguntó: “¿Por qué mataste a mi marido?” y él le contestó que lo mató “porque era un instrumento de la tiranía”.

Posteriormente, ella le pidió que se arrepintiera e intentaría que el zar le perdonara. Sin embargo, el criminal era un tipo muy radical y se negó a ello, argumentando que su muerte le sería muy útil a su causa. Así que, tras ser juzgado, fue sentenciado a muerte y ahorcado.

La muerte de su marido supuso un cambio radical en su vida. En 1909, vendió todas sus posesiones y con lo que obtuvo fundó un convento en Moscú, en el cual ella fue la abadesa.

Junto con las monjas de su convento, se dedicaron a atender a niños y ancianos necesitados. Dándoles de comer y atendiendo a los que estuvieran enfermos. Así que, posteriormente, abrió un hospital y un orfanato en los aledaños del convento.

Sin embargo, como durante la I Guerra Mundial, atendió a todos los heridos de ambos bandos, eso le granjeó muchas críticas. No olvidemos que era de origen alemán.

En 1916, visitó a su hermana, la zarina Alexandra, que también era muy impopular por ser alemana. Parece ser que la conversación se puso un poco tensa, pues criticó que estuviera tan influida por el monje Rasputín.

Es muy posible que alguien le hubiera convencido a Isabel para que realizara esa visita. Como no consiguió nada, algunos, como el príncipe Yusupov, decidieron matar a Rasputín, aunque,
por lo visto, ella ya había advertido de ello al zar.

El haber armado al pueblo para combatir en la I Guerra Mundial y las sucesivas derrotas de su Ejército, provocaron una serie de revueltas, que dieron lugar a la abdicación del zar en marzo de 1917.

La situación se puso muy peligrosa y el Kaiser, que no la había olvidado, intentó realizar gestiones para sacarla de Rusia, pero ella se negó a exiliarse.

Como era de esperar, en mayo de 1918, fue detenida por orden directa de Lenin. Unos agentes entraron en su convento de Moscú y la recluyeron en la ciudad de Perm, junto a los Urales.

Algunos afirman que eso lo hizo el líder comunista para vengarse del Kaiser y de uno de sus hermanos, casado con una de las hermanas de Isabel. Sin embargo, yo creo que no debió de ser así, porque Lenin les debía su puesto a los alemanes y, de igual forma, le podrían haber hecho caer.

En Perm fue recluida en un antiguo hotel, junto con varios parientes suyos y una monja, que la acompañó voluntariamente.

Posteriormente, todos ellos, fueron trasladados a la ciudad de Alapayev, donde fueron encerrados en una escuela.

A mediados de julio de ese año, llegaron un grupo de bolcheviques, que les informaron que les iban a trasladar a otro lugar más seguro. No olvidemos que, por entonces, había una guerra civil en Rusia.

Esos hombres pertenecían a la cheka, predecesora de la NKVD, que luego dio lugar a la KGB. Estos ataron y vendaron los ojos de los prisioneros. Los subieron a unos carros y los llevaron hasta una mina abandonada.

Este yacimiento tenía un pozo de unos 20 metros de profundidad. Así que obligaron a todos los prisioneros a caminar hasta el pozo y los arrojaron adentro. Sólo uno de ellos se resistió y fue asesinado por medio de varios disparos.

Para terminar la “faena”, les lanzaron varias bombas de mano al interior del pozo. Curiosamente, uno de los asesinos, afirmó que les oyó entonar cánticos religiosos. Por ello, les arrojaron una gran cantidad de ramas secas a las que prendieron fuego.

Unos meses más tarde, la ciudad de Alapayev, fue conquistada por el Ejército Blanco, partidario de los zares, pero, lógicamente, ya no encontraron allí a los prisioneros.

Posteriormente, se enteraron de dónde habían ido a parar los rehenes y encontraron sus cadáveres en el fondo del pozo. Parece ser que sus cuerpos se conservaban bastante bien y, por ello, pudieron hacerles las autopsias.

Por lo visto, casi todos ellos murieron a causa de las heridas producidas en la caída y luego de hambre, pero no de las bombas. Incluso, se vio que ella había vendado la cabeza de uno de los heridos con un trozo de su hábito. Es más, algunos habitantes de esa zona afirmaban haber oído, durante varios días, cánticos procedentes del fondo de la mina.

En un principio, todos los cadáveres fueron enterrados en el interior de la catedral de Alapayev. Sin embargo, unos meses más tarde, ante la proximidad del Ejército Rojo, fueron exhumados y enterrados en Irkutsk, cerca de la frontera con Mongolia. De allí, fueron trasladados, nuevamente. Esta vez, su destino era Pekín.

Finalmente, en 1921, los cuerpos de Isabel y de la hermana Bárbara, que era la monja que le acompañaba, fueron trasladados a Jerusalén y enterrados en un templo de esa ciudad, donde reposan actualmente. Tal y como era su deseo, desde que visitó esa ciudad.

En 1981, Isabel fue canonizada, al igual que la hermana Bárbara, por la Iglesia Ortodoxa rusa y en 1992, como mártir, por el Patriarcado de Moscú.

En una de las puertas de la famosa Abadía de Westminster, hay una escultura con su efigie, junto a las de otros santos del siglo XX.

Curiosamente, en 1992, como el, recientemente fallecido, duque de Edimburgo, era nieto de Victoria, hermana de Isabel y de la zarina Alejandra de Rusia, se le extrajo a éste su ADN para compararlo con el de los presuntos cadáveres de la familia imperial de Rusia, que fueron asesinados en 1918 en Ekaterimburgo.

 

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