jueves, 24 de diciembre de 2020

PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD

 

Es posible que a algunos les parezca muy extraño que hable de la paz con un relato de tiempos de guerra, pero al final veréis que ha sido muy bien escogido.

Estamos en diciembre de 1943, en plena II Guerra Mundial. Un grupo de bombarderos B-17 de USA, con base en el Reino Unido, vuela hacia Alemania.

Una de estas aeronaves ha sido bautizada como “Ye olde Pub”. Va pilotada por el segundo teniente Charlie Brown, que es un joven de 21 años. Lleva como copiloto al segundo teniente Spencer. El resto de la tripulación la componen un navegante, un bombardero, un  radiotelegrafista y 5 artilleros, que manejan las diferentes ametralladoras, que hay a bordo.

Es su primera misión y tienen como objetivo bombardear unas fábricas de aviones de caza, situadas en la ciudad de Bremen, la cual se halla al noroeste de Alemania. Si miráis un mapa, está casi equidistante de Holanda y Dinamarca.

Todos suponían que sería una misión peligrosa, pues esa ciudad tenía muy buenas defensas antiaéreas, que derribarían muchos de esos bombarderos.

No olvidemos que, cuando los británicos comenzaron a bombardear Alemania solían tener un 30% de bajas. Algo inasumible. Por eso, en vez de bombardear de día, decidieron hacerlo en horario nocturno y dejaron que los bombarderos USA, que eran mucho mejores, lo hicieran de día.

No obstante, Brown y su tripulación, consiguieron bombardear su objetivo a pesar de que sufrieron un severo castigo por parte de las defensas antiaéreas.

Los bombarderos B-17 iban dotados con 4 motores. Durante el ataque, a éste le destrozaron uno y le dejaron otro de ellos funcionando a media potencia.

Después, se las tuvieron que ver con el ataque de una oleada de cazas alemanes. Estos le averiaron otro de los motores, que siguió funcionando a 
media potencia.

Aparte de eso, le averiaron su sistema hidráulico y de oxígeno, imprescindible para volar a gran altura. Incluso, le rompieron un trozo del timón de cola y uno de los laterales.

 

Todo ello se agravó cuando el interior del avión se empezó a congelar, pues en el exterior había una temperatura de -60ºC, dado que volaban a más de 8.000 metros de altura. Hasta se les habían congelado las inyecciones de morfina con las que solían aplacar el sufrimiento de los heridos.

 En pocas palabras, que habían dejado el avión hecho un colador y, en esas circunstancias, les iba a resultar muy difícil volver a su base.

 

Esta vez, fueron los alemanes los que movieron ficha. Ordenaron a un veterano piloto, llamado Franz Stigler, que despegara para derribarlo.

 

Stigler, a pesar de tener sólo 28 años, ya era un piloto veterano. Antes de la guerra, había sido piloto de la famosa aerolínea alemana Lufthansa y profesor de una escuela de pilotos. Así que despegó en cuanto le llenaron el depósito a pesar de que no le habían podido quitar una bala enemiga, que se le había quedado incrustada en el radiador de su aeronave, lo cual podría provocarle un peligroso recalentamiento en su motor.

 

En muy pocos minutos, se colocó detrás del avión. La posición en la que se colocan todos los cazas antes de proceder a un derribo. Para él, era una cuestión rutinaria, de hecho, ese mismo día, había derribado a otros dos aviones de ese mismo tipo. En aquel momento, ya tenía 27 derribos en su haber.

 

No obstante, enseguida se dio cuenta de que nadie le disparaba. Algo muy extraño para un modelo de avión que estaba dotado de ametralladoras por todos lados, por lo que era peligroso arrimarse a ellos.

 Así que se puso al lado y se dio cuenta de que había varios tripulantes heridos, incluso, pudo ver que el artillero de cola estaba muerto.

Es más, se colocó junto a la cabina y vio que Brown, a pesar de que seguía pilotando, estaba herido en un hombro y le miró a la cara.

 

Stigler, en un acto de piedad con el enemigo, levantó el dedo del gatillo y apretó un rosario que siempre llevaba encima.

 

En ese momento, recordó una frase de su antiguo instructor de vuelo: “Si me entero de que alguno de Vds. ha disparado a un hombre en paracaídas ¡lo mataré yo mismo!”. Así que él vio que, en ese momento, se daba un caso parecido.

 

De momento, Stigler, colocó su caza Messerschmitt Bf 109 G, uno de los modelos más letales de la guerra, junto al B-17 y les hizo señas para que se dirigieran al norte, en dirección a Suecia, un país neutral, donde recibirían atención médica.

 

No sabemos si Brown no entendió esas señas o no quiso cumplirlas, lo cierto es que siguió volando sin rumbo fijo. Stigler se dio cuenta y se puso justo al lado, para que no les dispararan las defensas antiaéreas alemanas.


Hay que aclarar que los alemanes habían capturado algunos B-17 y sus cazas hacían prácticas con ellos. Así que, de esta forma, engañaron a las defensas antiaéreas, pensando que se trataban de dos aeronaves de las suyas.

 

De esa manera, Stigler le mostró el rumbo de regreso hacia el Reino Unido y le escoltó hasta la costa. Después, le saludó, dio media vuelta y regresó a su base.

 

Increíblemente, a pesar del mal estado de su aeronave, Brown, consiguió aterrizar en una base británica. Es más, todos llegaron con vida, salvo el artillero de cola, que había muerto instantáneamente a causa de un proyectil que le había estallado en el cuello.

 

A su llegada, Brown, comunicó a sus superiores lo ocurrido y lo agradecido que estaba por el comportamiento de ese piloto alemán.

 

Por lo visto, esto no les hizo ninguna gracia. Así que, cuando lo entrevistaron los responsables de Inteligencia militar, le ordenaron que no dijera nada de ello para no quebrantar la moral del resto de los pilotos hacia el enemigo.

 

Por otro lado, Stigler, que era más veterano, no dijo absolutamente nada, salvo que había derribado el avión de Brown sobre las aguas del Mar del Norte. Si sus superiores hubieran sabido lo ocurrido, lo hubieran fusilado inmediatamente.

 

Posteriormente, cada uno siguió por su camino. Brown, siguió pilotando hasta terminar el cupo de misiones de combate, que tenía asignada cada piloto USA, antes de regresar a su país.

 

Por lo que se refiere a Stigler, continuó pilotando aviones de caza. Al final de la guerra, llegó a pilotar los famosos Messerschmitt 262, los primeros cazas a reacción que entraron en combate.

 

En la posguerra, Brown, volvió a su tierra, donde estudió en la Universidad y luego se reenganchó en la recién creada USAAF. O sea, lo que aquí llamamos el Ejército del Aire, porque durante la II Guerra Mundial aún no existía. Era sólo una rama del Ejército de Tierra o de la Armada. Allí estuvo hasta 1965, año en el que pasó a trabajar para el Departamento de Estado, lo que aquí llamamos Ministerio de Asuntos Exteriores, de donde se jubiló en 1972. A partir de ese año, tal y como hacen muchos jubilados en USA, trasladó su residencia a la cálida Florida.

 

Por otra parte, al final de la guerra, Stigler se trasladó a Canadá, donde se convirtió en empresario.

 

Curiosamente, en 1986, Brown, que se había jubilado como teniente coronel, fue invitado a dar una charla en una reunión de veteranos de guerra, realizada en una Academia militar USA.

 

Al final de la misma, alguien le preguntó si les podía comentar alguna anécdota que recordara de esa guerra. Así que ésta le vino a la memoria y la comentó a los presentes. En ese momento, decidió que debería de ponerse en contacto con aquel piloto que le perdonó la vida.

 

Su búsqueda le llevó nada menos que 4 años. De manera infructuosa, se dirigió a los archivos militares, tanto de USA como alemanes, pero no encontró absolutamente nada.

 

Sin embargo, alguien le dio la dirección de una asociación de veteranos pilotos de combate y les escribió.

 

Poco tiempo después, recibió una carta de un tal Stigler, que le daba todo tipo de detalles sobre aquel suceso. No se lo podía creer, pero ¡era él!


 

Así que, poco después, le llamó por teléfono y se reunieron para recordar los viejos tiempos en un hotel de Florida.

 

Por lo visto, entre 1990 y 2008 mantuvieron varias reuniones, ya que se habían hecho muy buenos amigos. Hasta compartieron la afición por ir de pesca.

 

Incluso, ambos dieron numerosas charlas en colegios y asociaciones de veteranos de USA, donde contaron lo que les ocurrió la primera vez que se encontraron frente a frente.

 

Desgraciadamente, ambos murieron en el año 2008, aunque con varios meses de diferencia. Stigler ya tenía 92 años y Brown 85.

 

Como habréis visto, siempre queda la esperanza y la fe en todos los hombres y mujeres, que son los que hacen que el mundo funcione cada vez mejor. 

Alguien dijo que las guerras las declaraban los que se conocían para que combatieran los que no se conocían. Así que, cuando ellos se conocieron, dejaron de ser enemigos.

 

Así que termino este artículo con las mismas palabras que lo he comenzado: ¡Paz a los hombres de buena voluntad!

 


¡¡OS DESEO A TODOS UNAS FELICES NAVIDADES Y UN AÑO NUEVO, QUE ESTOY SEGURO DE QUE VA A SER MUCHO MEJOR QUE ÉSTE!!

 

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