Como siempre, buscando por esta
enorme enciclopedia, que es Internet, cuando vas buscando una cosa, de repente,
te das de bruces con otra.
Incluso, a veces, te resulta tan interesante que no te queda
más remedio que aparcar un momento lo que estabas haciendo para meterte de
lleno en esta nueva historia.
Nuestro personaje de hoy fue un
noruego llamado Knut Haugland y nació en 1917 en un pequeño pueblo del sur de
ese país, dentro de la provincia de Telemark. Seguro que os suena de algo ese
nombre.
Nació en un hogar modesto, donde
su padre fue carpintero, mientras que su madre fue ama de casa.
En 1938 ingresó en el Ejército de
Noruega y fue destinado a hacer un curso como radiotelegrafista.
Como todos sabemos, en 1939,
comenzó la II Guerra Mundial. Alemania estaba muy interesada en la producción
de mineral de hierro, procedente de las minas de Suecia.
Debido al clima de esos países,
en verano, es posible transportar ese mineral hasta Alemania a través del
Báltico. En cambio, en cuanto que llega el invierno, ese mar suele helarse y
entonces utilizan otras formas de hacerlo. Una de ellas es llevarlo hasta el
puerto noruego de Narvik, que no suele helarse, y desde allí embarcarlo hacia
Alemania.
De esto se dieron cuenta
enseguida los aliados, así que, a pesar de la neutralidad de Noruega,
planificaron una operación para tomar ese puerto a fin de bloquear esos envíos
de mineral.
Precisamente, los alemanes,
también tuvieron la misma idea de asegurar ese puerto e invadieron Noruega a pesar de que ese país se había declarado
neutral.
La lucha fue encarnizada, porque
en ella, por un lado, participaron franceses, británicos, noruegos y polacos, y
por el otro, los alemanes. Precisamente, muchos de los soldados que llevaron los
franceses eran republicanos españoles que se habían exiliado en el vecino país.
Los aliados consiguieron la
victoria, pero todo se fue al traste cuando se enteraron de que los alemanes
estaban invadiendo Francia y que los aliados no eran capaces de contenerlos.
Así que dieron la orden de reembarque con la intención de utilizar esas tropas
en Francia.
Desgraciadamente, dejaron solo al pequeño
Ejército noruego, el cual fue una presa demasiado fácil para los alemanes.
Incluso, el general noruego Fleischer, que fue el artífice de la anterior
victoria sobre los alemanes en Narvik, tuvo que exiliarse, junto con el resto
del gobierno noruego. Posteriormente, se suicidó.
Volviendo a nuestro personaje, fue
desmovilizado, tras la derrota y ocupación alemana. Así que se tuvo que buscar
la vida y se puso a trabajar en una fábrica de aparatos de radio, situada en
las afueras de la capital, Oslo.
Por supuesto, enseguida se puso
en contacto con la Resistencia y participó en algunas de sus operaciones,
estando a punto de ser detenido en varias ocasiones.
Como ya le estaban buscando por
todo el país, no le quedó otra que huir hacia el Reino Unido a través de la
neutral Suecia.
Ya en territorio británico, se
enroló dentro de los prestigiosos comandos del SOE, donde recibió preparación
militar para operaciones especiales.
Durante la II Guerra Mundial hubo
muchos avances en algunos campos científicos. Desgraciadamente, en uno de los
que más se avanzó fue en el de la energía atómica.
Se sabía que, antes de la guerra,
había varios países interesados en la investigación en ese campo. Parece ser
que en Alemania tenían mucha ventaja sobre los demás.
Lo que ocurrió es que, tras el
ascenso de Hitler al poder, much os de los investigadores alemanes
salieron
huyendo de su país por ser judíos o por mantener unas ideas contrarias al
nazismo. Así fue cómo, de repente, se avanzó mucho en este campo en USA, adónde
habían emigrado la mayoría de ellos.
Uno de los componentes
fundamentales de la bomba atómica era un ingrediente llamado agua pesada, que
está formada un tipo especial de hidrógeno, llamado
deuterio. Se suele utilizar
para refrigerar los reactores nucleares.
Ciertamente, no se sabe si a los
científicos alemanes les faltó este ingrediente, no tuvieron el suficiente para
construir una bomba o, simplemente, hicieron lo posible para boicotear este proyecto,
haciendo que no saliera adelante. Entre los expertos, hay mucha discusión al respecto.
Parece ser que, entre los científicos alemanes, había muchos que eran contrarios
a la política de Hitler.
El agua pesada la obtenían en
Noruega, donde ya existía una fábrica de este producto, llamada Norsk Hydro,
que se había fundado antes de la guerra. Sin embargo, el uranio lo podían
extraer de las minas existentes dentro de Alemania. Así que estaba muy claro
que uno de los objetivos principales de los aliados era destruir esa fábrica en
Noruega.
Así, el 19/10/1942, Knut, saltó
en paracaídas sobre Noruega, junto con otros tres compatriotas más. Lógicamente,
la misión de nuestro personaje era servir como radiotelegrafista del grupo.
Aunque el avión les dejó en una
zona muy alejada de su objetivo, que era esa fábrica de agua pesada,
consiguieron llegar hasta allí por medio de sus esquíes.
Un mes después, los británicos,
enviaron un grupo de paracaidistas para apoyarles en esa acción. Desgraciadamente,
a causa del temporal, los planeadores donde viajaban estos soldados chocaron contra
el suelo. Los que no murieron al instante, fueron detenidos y luego fusilados
por los alemanes.
A mediados de febrero de 1943,
les volvieron a enviar refuerzos. Esta vez se trataba de 6 comandos
noruegos,
que tuvieron más éxito que los británicos. Aunque fueron lanzados en paracaídas
en una zona alejada de los otros noruegos, consiguieron contactar con ellos.
A pesar de que los alemanes
habían reforzado la vigilancia en torno a esa fábrica, este grupo no tuvo excesivos
problemas para entrar en ella. Incluso, recibieron la ayuda del personal de la
misma.
Así que pusieron una serie de cargas
explosivas, que consiguieron hacer volar varios depósitos de esa fábrica.
La operación fue todo un éxito. Incluso,
los 6 comandos llegados del Reino Unido, consiguieron volver a ese país,
esquiando a través de Suecia. Mientras que los otros 4, se quedaron en Noruega
para ir preparando nuevos sabotajes.
Tras detectar que la fábrica
había conseguido reparar sus daños, en noviembre, enviaron nada menos que 143
aviones USA, que lanzaron su mortífera carga sobre ella. Increíblemente, de más
de 700 bombas lanzadas, sólo unas 100 dieron en el blanco.
Considerando los daños recibidos,
los alemanes, optaron por llevarse esa fábrica, junto con los barriles conteniendo
agua pesada a territorio alemán, donde pensaban que estarían mejor protegidos.
En el verano de 1943, nuestro personaje
regresó al Reino Unido, llegando a una base en Escocia, donde recibió más
formación sobre unos nuevos transmisores de radio. Parece ser que allí fue
donde conoció al aventurero Thor Heyerdahl, el cual le contó sus teorías sobre
las migraciones de los pueblos polinesios a América y viceversa.
Knut volvió a su país y aunque
fue detenido por la peligrosa Gestapo, logró escapar y dirigirse a Oslo. Allí se
dedicó a formar a otros voluntarios en el uso de las emisoras de radio. En una
ocasión fue detectado, cuando transmitía con su emisora en el ático de un hospital
ginecológico. El edificio fue rodeado por la Gestapo, pero, afortunadamente,
logró escapar indemne.
Siguió durante el resto de la II
Guerra Mundial en Noruega, donde colaboró en todo tipo de sabotajes contra las
fuerzas alemanas de ocupación. Después, volvió al Reino Unido, tras haber
organizado en su país una red de 110 estaciones de radio
A principios de 1944, cuando los nazis
transportaban por barco el agua pesada desde Noruega hasta Alemania, un comando
logró hacer explotar unas cargas, con lo que la nave se hundió y no pudieron
recuperar esos bidones, los cuales siguen estando en el fondo de ese lago. Desgraciadamente,
esta operación causó la muerte de 14 noruegos, que viajaban tranquilamente en
esa nave.
Este episodio se puede ver en la
famosa película “Los héroes de Telemark”, estrenada en 1965 y protagonizada por
el célebre actor Kirk Douglas. Seguro que casi todos habremos visto esta
película, porque la han puesto muchas veces en la tv.
En la posguerra fue oficial
ayudante del inspector general de transmisiones militares de Noruega.
En 1947 consiguió un permiso para
formar parte de la tripulación de la famosa balsa Kon-Tiki, capitaneada por
Thor Heyerdahl. Este científico basaba su teoría de que los primeros pobladores de la Polinesia
habían venido por vía marítima, desde América del sur, en que los dioses de
ambos pueblos indígenas tenían unos nombres muy parecidos y en que los tipos
raciales también eran muy similares.
Precisamente, el nombre de
Kon-Tiki fue usado tanto por los incas como por los nativos de algunas islas de
la Polinesia para llamar a uno de sus dioses, cuyas imágenes, además, se
parecían mucho.
Parece ser que su idea de que los
indios de América podrían haber navegado por el Pacífico fue muy pronto echada
abajo por los científicos más reconocidos, alegando que una balsa tan sencilla
se hundiría muy pronto en el mar.
Así que no les daban importancia
a las descripciones hechas por los conquistadores españoles sobre las balsas utilizadas
habitualmente por los indios.
Eso constituyó todo un desafío
para Heyerdahl, así que no se lo pensó más y reunió una tripulación compuesta
por otros cinco tripulantes, fabricaron una pequeña embarcación a base de
cortar y atar varios troncos de madera de balsa de un árbol macho. Una madera
que flota muy bien, porque pesa muy poco.
Lo cierto es que la balsa empezó
su singladura el 28/04/1947 desde el puerto de El Callao (Perú). Enseguida se
dieron cuenta de que la balsa era prácticamente ingobernable y sólo podrían
confiar en la fuerza de las corrientes marinas y los vientos.
Parece ser que las latas de conservas
que llevaron se les estropearon, al mojarse con el agua salada. En cambio,
tuvieron más suerte con la pesca, que
fue casi su único alimento durante todo el trayecto. El agua que llevaban
también se les estropeó, pero tuvieron suerte, ya que pudieron recoger la de la
lluvia que les fue cayendo durante el viaje.
También tuvieron que sufrir los
efectos de los habituales temporales del Pacífico. Las olas pasaban por encima
de la nave, así que los tripulantes tuvieron que atarse a los troncos para no
ser expulsados de la cubierta.
En más de una ocasión, tuvieron
que sufrir ataques de tiburones hambrientos con ganas de llevarse algo a sus
fauces.
Una de las cosas más curiosas es
que consiguieron contactar por radio con su país, a pesar de tener un aparato
con muy poca potencia y hasta felicitaron a su rey, con motivo de su
cumpleaños.
La aventura duró nada menos que
101 días, durante los cuales recorrieron unos 7.000 km, hasta que llegaron a una
isla de la Polinesia llamada Tuamotu. Concretamente, encallaron en el arrecife
que rodea una parte de esa isla, que sigue perteneciendo a Francia.
Por fin, los tripulantes,
saltaron de la nave para llegar a la playa. Allí cogieron unos cuantos cocos y,
tras haber comido, se tumbaron a descansar en la arena.
Al rato, aparecieron por allí
unos isleños y, tras averiguar quiénes eran, les recibieron cantando “La
Marsellesa”, creyendo que era también el himno del país de donde procedían estos
aventureros.
Hace un par de años, se intentó
hacer un viaje similar con dos balsas, las cuales llegaron en 71 días hasta la
isla de Pascua. Sin embargo, en el viaje de vuelta tuvieron la mala suerte de
sufrir un potente temporal, que hizo temer por las vidas de los tripulantes. Así
es que fueron rescatados por un barco mercante y luego llevados a la costa de
Chile por un barco de la Armada de ese país.
Volviendo a nuestro personaje, a
la vuelta continuó dentro del Ejército y se dedicó a formar nuevos
radiotelegrafistas. Parece ser que se jubiló siendo teniente coronel.
Posteriormente, durante muchos
años fue director de los museos del Kon-Tiki y de la Resistencia noruega.
Durante toda su vida recibió
condecoraciones de muchos países, incluido el suyo, por sus hechos realizados
durante la II Guerra Mundial.
Fue el que vivió más años de
todos los tripulantes que viajaban en la balsa, falleciendo en 2009 en Oslo.
Me gustaría destacar de este
personaje que nunca perdió las ganas por vivir nuevas aventuras. Durante la
guerra, estuvo muchas veces a punto de perder la vida. Sin embargo, luego se
embarcó en otra nueva aventura donde ninguno de ellos sabía lo que le podría
deparar la misma.
Así que me gustaría que ninguno
de vosotros perdiera ese espíritu de aventura y de conocer todos los días cosas
nuevas, como una forma de sentir la vida. Es un antídoto muy efectivo contra el
envejecimiento.
Por eso mismo, os deseo a todos
¡¡¡UNA FELIZ NAVIDAD Y QUE
DISFRUTÉIS PLENAMENTE EL AÑO 2018 COMO SI FUERA EL PRIMER AÑO DE VUESTRA NUEVA VIDA!!!