sábado, 25 de noviembre de 2017

ROBERT SCHUMAN, UN HOMBRE DE FRONTERA

A partir de este artículo, voy a comenzar un ciclo sobre los personajes fundadores de lo que,  actualmente, se llama Unión Europea. Ciertamente, a ellos debemos mucho del  progreso que disfrutamos en nuestro continente. Sobre todo, si vivimos en alguno de los países que no están entre las grandes potencias de Europa.

Tampoco quiero olvidarme que, gracias a ellos, Europa ha pasado de ser una continua fuente de conflictos, en ella se originaron las dos guerras mundiales, a ser un remanso de paz, lo que ha traído una prosperidad nunca conocida para todas las naciones que forman este continente.
Nuestro personaje de hoy se llamaba Robert Schuman y nació en junio de 1886 en Luxemburgo, capital del Gran Ducado del mismo nombre. Uno de esos mini Estados que subsisten en Europa.
No hay que confundirlo con el célebre compositor, que tenía un nombre muy parecido, Robert Schumann.
Su madre era luxemburguesa, mientras que su padre había nacido en la región de Lorena, cuando pertenecía a Francia. Tras la derrota francesa en la guerra franco-prusiana de 1870, esta región junto con Alsacia, pasaron a pertenecer al Imperio de Alemania.
Por esa razón, su padre, que nació siendo francés e incluso combatió en esa guerra del lado francés, al regresar a su tierra, pasó a tener la nacionalidad alemana. Algo que nos podría parecer un poco extraño hoy en día.
Posteriormente, se mudó a Luxemburgo, donde se dedicó a la Agricultura, pero nunca perdió su nueva nacionalidad alemana. Allí fue donde nació nuestro personaje.
Curiosamente, según parece, a pesar de tener la nacionalidad alemana, toda la familia siempre se sintió muy francesa, aunque no tenían nada en contra de los alemanes.
Otra cosa que nos podría llamar la atención sobre este personaje es su fuerte apego a la religión católica que le inculcaron sus padres, aunque estaban viviendo en una zona de mayoría protestante.
Por supuesto, su formación fue plenamente alemana. Comenzó sus estudios en Metz, capital de la Lorena. Posteriormente, realizó su formación universitaria en Munich, Bonn y Berlín, en las que estudió Derecho. Acabando la carrera en Estrasburgo, capital de Alsacia. Actualmente, en esta ciudad, tienen su sede varios organismos europeos, como el Parlamento Europeo, Europol, Tribunal de Derechos Humanos, etc.
Desgraciadamente, en 1900,  murió su padre, cuando él sólo tenía 14 años. Además era hijo único. Parece ser que eso le afectó mucho.
En 1912, cuando acababa de abrir su bufete como abogado en la ciudad de Metz, falleció también su madre a causa de un accidente de tráfico.
Tras este penoso suceso, su vida dio un vuelco y decidió irse a vivir a un monasterio. Parece ser que allí le convencieron de que sería más útil para Dios fuera que dentro del convento. Por esa razón, abandonó la vida de monje y volvió a su bufete en Metz, aunque nunca se casó.
Con el comienzo de la I Guerra Mundial, en 1914, su vida dio otro vuelco. Lógicamente, fue movilizado para luchar en el Ejército alemán, aunque, debido a su mala salud, se le destinó a un puesto en la retaguardia, realizando labores de oficina y llevando, a la vez, su bufete de abogados en Metz.
Supongo que los alemanes tampoco se fiarían mucho de estos franceses reconvertidos en alemanes.
Al terminar ese conflicto, como todo el mundo sabe, Alsacia y Lorena, fueron reintegradas al territorio de Francia. Parece ser que esto provocó gran nerviosismo entre sus habitantes. Por una parte, los de habla alemana, temían perder sus propiedades a manos de los franceses, que pedían una revancha contra Alemania. En ese momento, pasó a ser francés.
Por otra, los católicos de habla francesa, que hasta el momento habían sido protegidos por el Estado alemán, ahora temían caer en las garras del Estado francés, que tenía una mentalidad muy laica, la cual le había hecho enemistarse con la Iglesia católica. Llegando, en 1902, a la disolución de las órdenes religiosas.
Así que, en ese momento, Schuman, un hombre situado en esa “frontera” ideal entre lo  francés y lo alemán, podría hacer un gran papel en la política, defendiendo los intereses de su región. Así que  realizó una gran labor en ese sentido.
Por ese motivo, en 1919, fue elegido diputado por la circunscripción de Mosela, ante la Asamblea Francesa. Por supuesto, allí no se les pasó el detalle de que nuestro personaje había pertenecido al Ejército alemán y más de una vez se lo echaron en cara. Algo normal después de una guerra tan sangrienta como esa.
Tristemente, siempre fue un hombre al que los franceses vieron como a un alemán y los alemanes  como a un francés.
En los años 20, su prestigio fue utilizado por el presidente Aristide Briand, al objeto de crear unas vías de diálogo con la nueva República de Weimar, que es como se conocía a la nueva Alemania del periodo de entreguerras. Un puesto idóneo para una persona que dominaba la lengua y conocía la cultura de ambos países.
Su postura política era la de un republicano conservador y católico, militando en un partido regional cercano al de Poincarré, al que ya dediqué otro de mis artículos.
En 1940, entró en el Gobierno francés, siendo nombrado subsecretario encargado de los refugiados, en el gabinete de Reynaud y, posteriormente, en el de Pétain.
Durante la ocupación alemana de Francia, regresó a Mosela, que volvía a estar dentro del territorio de Alemania. Así que, como al principio,  volvió a ser ciudadano alemán.
Posteriormente, fue detenido por la Gestapo. Parece ser que fue recluido en un hotel, donde podía moverse libremente.
Más tarde, al enterarse de que iba a ser deportado al campo de concentración de Dachau, por no querer colaborar con el III Reich,  logró escapar hasta la Francia no ocupada.
Cuando esta zona también fue ocupada por los alemanes, se escondió en varios conventos hasta el final de la guerra.
Afortunadamente, los alemanes no consiguieron capturarle, aunque ofrecieron una recompensa de 100.000 marcos a todo el que les diera una pista sobre su paradero.
Al final de la misma, fue nombrado asesor del famoso general de Lattre de Tassigny para los asuntos relacionados con la zona de Alsacia y Lorena.
Parece ser que no las tuvo todas consigo, porque inmediatamente fue tachado de colaboracionista, al haber formado parte del Gobierno de Petain. Así que fue arrestado y volvió a su tierra natal. Fue exculpado y puesto en libertad.
A mediados de 1945, consiguió ser recibido por el nuevo hombre fuerte, el general De Gaulle, el cual le perdonó de nuevo y además le nombró ministro de Finanzas. Desde luego, no le tocó un momento apetecible para estar en el Gobierno, pues Francia, tras la guerra, había quedado completamente arruinada.
No lo haría tan mal cuando, en 1947, fue nombrado presidente del Gobierno. Aunque sólo ocupó este cargo hasta finales del siguiente año.
En 1948, fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores, puesto que ocupó durante los siguientes cuatro años. Por supuesto, en más de una ocasión le recriminaron su pasado alemán. Esto parece muy lógico para un país con una mentalidad tan nacionalista como Francia y que, además, acababa de salir de una cruenta guerra contra Alemania, la cual había invadido su territorio.
En ese puesto, se demostró partidario de desmantelar el militarismo alemán e intentar una política de buena vecindad entre ambos países.
En 1948, tras la llegada al poder de los comunistas en la antigua Checoslovaquia, los gobiernos del resto de Europa se alarmaron. Así que crearon la Unión Europea Occidental (entre Francia, el Reino Unido y el Benelux). Posteriormente, sobre esa primitiva alianza militar se fundaría la actual OTAN.
A partir de ahí, se empezaron a experimentar las uniones aduaneras. La primera de ellas fue la de los pequeños países que forman el Benelux. O sea, Bélgica, Holanda y Luxemburgo.
Unos años antes, había conocido a otro de los personajes fundadores de la Unión Europea, el francés Jean Monnet.
Juntos prepararon una propuesta, la cual dieron a conocer a la prensa el 9 de mayo de 1950, donde desarrollaban sus ideas sobre una Europa que podría caminar unida y no como hasta ese momento. Esta fecha es considerada como el nacimiento de la Unión Europea y, anualmente, también se conmemora el Día de Europa.
En un principio, se propuso que las siempre rivales, Francia y Alemania, se asociaran para explotar sus yacimientos de carbón, que se hallaban a un lado de la frontera, junto con los de hierro, que estaban del otro lado, y así desarrollar, conjuntamente,  sus industrias de fabricación de acero. De esa manera, una de ellas no se podría armar sin contar con la otra, porque esos recursos serían administrados de una forma conjunta por los países integrados en esa alianza. Así se formó esa alianza, creando intereses comunes entre diversos países.
Este discurso, que es conocido como la Declaración  Schuman, se pronunció en el lujoso Salón del Reloj del Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia, ya que, por entonces, Schuman, era el responsable de ese ministerio.
Curiosamente, alguien olvidó citar también a los fotógrafos y a las emisoras de radio. Así que, unos días después, tuvieron que  escenificar de nuevo esa declaración ante esos medios.
Desde el primer momento, esta declaración fue del agrado de varios gobiernos europeos y hasta del de USA.
Así que, en abril de 1951, tras la firma del Tratado de París se fundó la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero) de la que formaron parte Francia, Alemania, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo. Ese fue el comienzo de las instituciones de la actual Unión Europea.
Otro de sus proyectos fue fundar un Ejército común europeo. Sin embargo, conociendo la mentalidad de los franceses es fácil de entender que enseguida echaran abajo  ese proyecto.
Promovió un referéndum en la región del Sarre. Otra de esas regiones fronterizas entre Francia y Alemania y que, tras la II Guerra Mundial, había sido ocupada por Francia. En esa consulta, los ciudadanos del Sarre decidieron volver a pertenecer a Alemania y se respetó la voluntad de los mismos.
Tras cesar en el Gobierno de Francia gozó de otros cargos importantes como el de presidente del Movimiento Europeo, el de presidente de lo que actualmente se denomina Parlamento Europeo. Cuando abandonó ese puesto, el Parlamento, le concedió el título de “Padre de Europa”.
También llegó a presidir la Comunidad Económica Europea, el antecedente de la UE, que se fundó en 1957, tras la firma del Tratado de Roma.
Incluso, en 1958, recibió el codiciado premio Carlomagno por sus esfuerzos encaminados a unir los países del continente europeo.
Desgraciadamente, su salud se resintió a partir de 1959. Año en que le fue diagnosticada una esclerosis múltiple.
En 1961, aunque los médicos le habían aconsejado no realizar caminatas por el campo, salió de su casa, sita en la localidad de Scy-Chazelles, cercana a la frontera con Luxemburgo,  y no regresó.
Su sirvienta pensó que se habría ido a comer a casa de un amigo. Sin embargo, había sufrido un
desvanecimiento que le dejó en el suelo, perdiendo el conocimiento. Fue encontrado, al día siguiente, por un guardia forestal. Se hallaba totalmente empapado por la lluvia caída durante la noche.
En 1963, su estado de salud empeoró claramente. Ya no podía ni siquiera pronunciar una palabra. Hasta el Papa Pablo VI se interesó por él. En septiembre de ese mismo año falleció en su casa de Scy-Chazelles. Fue enterrado en esa misma localidad.
Parece ser que, los franceses, todavía no le habían perdonado haber sido ciudadano alemán. A su entierro sólo asistió un vicepresidente de la Asamblea Francesa. Algo que me parece realmente vergonzoso.
No obstante, en los años 80, durante la presidencia de Mitterrand se pensó en trasladar sus restos al Panteón de París, donde se hallan enterrados los grandes personajes de Francia. Sin embargo, el Ayuntamiento de la localidad donde fue enterrado se opuso a ello.
Parece ser que los franceses van cambiando de opinión con respecto a este personaje. Hace unos años, comenzó el proceso de beatificación de nuestro personaje y éste fue apoyado tanto por los europarlamentarios franceses como por los alemanes.
Nunca quiso tener como vecina a una Alemania derrotada, como ocurrió tras la I Guerra Mundial. Siempre los trató con mucho respeto e intentó tender puentes para que los dos países se entendieran perfectamente y en igualdad de condiciones.
Yo creo que acertó plenamente al diseñar una nueva Europa que se reconstruiría desde la alianza entre Francia y Alemania. No hay que olvidar que, en un principio, se invitó al Reino Unido a integrarse en esa nueva alianza y se negó a ello.
Posteriormente, cuando, sólo unos años después, cambiaron de opinión, no pudieron ingresar a causa del veto impuesto por el general De Gaulle. Se ve que todavía se acordaba de lo mal que lo trataron durante la II GM.
Sin embargo, en 1963, el mismo general De Gaulle, firmó con el canciller Adenauer, el famoso tratado del Eliseo por el que se inició el llamado Eje franco-alemán, que siempre ha sido el motor que ha hecho avanzar a la Unión Europea.

Curiosamente, el nuevo presidente de Francia, Emmanuel Macron, tras haber tomado posesión de su cargo, al día siguiente, realizó su primera visita a Alemania, para reunirse con la canciller Ángela Merkel.

2 comentarios:

  1. Un articulo muy interesante. Enhorabuena por el blog. Es estupendo.
    Un saludo

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    1. Muchas gracias por tu amable comentario. Te animo a leer el resto de los artículos del blog. Espero que también te gusten.

      Saludos.

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