domingo, 5 de noviembre de 2017

ANGÉLIQUE DU COUDRAY, UNA MATRONA EJEMPLAR

Seguro que más de uno se habrá preguntado por qué, en la actualidad, se producen muy pocos fallecimientos en los partos. Me refiero, lógicamente,  a los países más o menos avanzados.
Desde luego, los avances de la Medicina y la Farmacia han tenido mucho que ver en ello. Sin embargo, no deberíamos olvidar otros aspectos muy importantes, como son la extrema higiene practicada por el personal sanitario y el aumento de la formación del mismo.

Hoy vamos a referirnos a una mujer que, a través de su ejemplo, consiguió salvar muchas vidas en su país, Francia. Posteriormente, esos conocimientos llegaron a otros países y también beneficiaron a millones de personas.
Angélique Marguerite Le Boursier du Coudray nació en 1712 en la ciudad de Clermont-Ferrand, situada en la región de la Auvernia. Ciudad donde también nació  el gran filósofo y matemático Pascal.
Es posible que a alguno de vosotros le suene más esta ciudad por haberla visto en las imágenes del Tour de Francia, ya que cerca de ella se encuentra el famoso Puy de Domme. Una subida ya clásica en la historia de esa competición.
Volviendo a nuestro personaje de hoy, es preciso decir que vino al mundo en el seno de una familia donde había varios médicos. Así que ella se dedicó también a la misma rama, pero no a la Medicina, porque en aquel momento no permitían que las mujeres estudiaran esa carrera.
Como ya mencioné en otro de mis anteriores artículos, tradicionalmente, se veía a los médicos y a los cirujanos como dos profesiones diferentes. Así que cada uno de ellos tenía sus centros propios para que los alumnos pudieran estudiar esas dos carreras.
Parece ser que Du Coudray elevó una petición a la Facultad de Medicina de París para que la pudieran formar para ser matrona y lo consiguió.
Sin embargo, poco después, hizo la misma petición a la Escuela de Cirugía y fracasó en el intento. No obstante, consiguió que los médicos dieran esa adecuada formación a las parteras, argumentando que, al no tenerla, podrían poner en peligro las vidas de sus pacientes. Esto le dio una gran popularidad.
En 1759, cuando ya llevaba bastantes años de práctica, publicó un libro sobre los conocimientos de esa especialidad. Increíblemente, el último libro que se había escrito, sobre este tema, antes que el suyo, había sido publicado casi un siglo antes.
Por aquel entonces, el rey Luis XV de Francia, andaba muy preocupado a causa de la gran mortalidad infantil.
En cambio, algunos dicen que lo que más  le preocupaba era la escasez de jóvenes para su Ejército, que, por aquella época,  andaba envuelto en varias guerras.
Lo cierto es que el rey tomó buena nota de los consejos que daba nuestra protagonista en su libro y la encargó que viajara por toda Francia a fin de enseñar esos conocimientos a las parteras y reducir el nivel de mortalidad infantil. Para ello, le proporcionó un diploma real que la autorizaba a dar clases por toda Francia.
Así que Angélique estuvo nada menos que 23 años, entre 1760 y 1783, viajando por todos los rincones de su país y mostrando sus conocimientos a miles de comadronas. Incluso, se permitió enseñar a médicos y cirujanos. Los que no se opusieron a ello, claro está.
Hay muchas discusiones acerca de su muerte, pues se produjo en 1794, justamente, durante el famoso período del Terror, que encabezó Robespierre. No hay que olvidar que ella siempre fue una persona muy cercana a la monarquía y que, indirectamente,  le había dado mucha popularidad a la Corona.
Fue la primera que utilizó una especie de muñecos de tamaño natural, para explicar, en la práctica, el nacimiento de los bebés. Estos solían estar realizados con tela, cuero y un relleno a base de algodón y  esponja.
Solían tener un aspecto muy realista. Se podían apreciar en ellos, claramente, los ojos, la nariz y hasta una boca abierta, donde se podían introducir los dedos, para poder hacer la llamada “Maniobra de Mauriceau”. Popularmente, se conoció a este muñeco como “la Máquina”.
También se hallaban representados los órganos de la madre, como la vagina, la pelvis, el útero, etc. El cuerpo de la madre iba colocado sobre un marco de madera, con las piernas reposando sobre unas piezas de hierro, que las obligaban a estar separadas. Tal y como se coloca a las parturientas, cuando van a dar a luz.
También está dotado de una serie de cuerdas para mostrar la ampliación de la vagina y la dilatación del perineo, cuando el bebé está a punto de nacer.
Para facilitar su estudio, al modelo le cosieron 21 pequeñas etiquetas a fin de que los estudiantes pudieran memorizar el nombre y el lugar donde se encontraban los diferentes órganos femeninos.
En el muñeco que hace de feto se pueden distinguir unas partes más blandas y otras más duras, como la fontanela, la columna, los codos o hasta las extremidades. Estando los dedos de éstas bien diferenciados para que las pudiera distinguir fácilmente la partera al tacto.
También se construyeron unos muñecos para explicar el nacimiento de los gemelos. En aquella época, era algo muy complicado, pues no olvidemos que no se solía utilizar la cesárea, ya que morían casi todas las madres a causa de las infecciones. Estos muñecos ya no están tan detallados, pues sólo fueron diseñados para mostrar la posición de ambos fetos y no para la práctica manual de las parteras.
Parece ser que, en la actualidad,  algunos de estos muñecos fueron vistos a través de rayos X y se dieron cuenta de que, en el interior de la zona donde se representaba el cuerpo de la madre, habían insertado la pelvis real de una mujer joven.
Aparte de este muñeco, también se construyeron otros como uno que representaba al desarrollo de un feto de 7 meses. En cuanto a la matriz, se ve redondeada y en su interior está la placenta. Ésta se representa bordada con hilos rojos y azules, como si fueran las venas que se hallan situadas alrededor del cordón umbilical. Éste está conectado mediante un cable de medio metro de largo, con el ombligo del feto.
Parece ser que Angélique se tomaba muy en serio sus cursos. Estos duraban dos meses, siendo las clases de lunes a sábado en horario de mañana y tarde. De esa forma, todos sus alumnos pudieron practicar una y otra vez con “la máquina”, hasta que ella viera que todos tuvieran la formación adecuada.
Incluso, las formaba para casos más complicados, como tener delante un parto de un sietemesino, unos gemelos, etc.
Por medio de ese método miles de parteras e, incluso, cirujanos de toda Francia aprendieron las técnicas más modernas de la época para aplicarlas en su trabajo y poder salvar así las vidas de muchos bebés.

No solamente formaba a estos profesionales para el parto, sino que también les daba clases sobre los órganos femeninos y el proceso de la reproducción, paso a paso.
Parece ser que también les daba consejos sobre la forma de tratar a la madre durante el parto. Según ella, había que darles a entender que no corrían ningún peligro, evitando hablar a otros al oído por medio de susurros.
Evidentemente, no viajaba sola, sino que la acompañaban un grupo de personas, que se ocupaban de ayudarla en las clases y de vender los maniquíes o los manuales a quien estuviera interesado en ellos.
Publicó un manual sobre este tema, titulado “Compendio del arte del parto”, que fue para
muchas parteras su libro de cabecera, durante todo el siglo XVIII.
Evidentemente, tuvo que luchar contra la mentalidad de algunas parteras, que ejercían su trabajo por medio de supersticiones y de malas prácticas utilizadas durante siglos. No obstante, triunfó al lograr que se redujeran las cifras de muertes entre los bebés y entre sus madres.
Curiosamente, en aquella época, una partera cobraba menos si el bebé que había ayudado a nacer era una niña, que si hubiera sido un niño.
A pesar de que muchos médicos de la época valoraron mucho los nuevos conocimientos de las parteras, hubo otros que siempre las criticaron.
Hubo un caso en que una famosa partera atendió a uno de los partos de la duquesa de Orleans. El bebé nació perfectamente. Sin embargo, la madre, murió a los pocos días víctima de una infección que le causó mucha fiebre.
Los médicos que le realizaron la autopsia realizaron un informe en el que acusaban a la partera de haber dejado parte de la placenta dentro del útero de la difunta. Ella les contestó acusándoles de desconocer cómo era una placenta antes y después del parto.

Volviendo a nuestro personaje, parece ser que se llegaron a realizar cientos de “máquinas” imitando la de ella. Desgraciadamente, en la actualidad sólo se conserva una, que se halla depositada en el Museo Flaubert, en Rouen (Francia).

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