Hoy os voy a hablar de otro de
esos curiosos casos en que todo un rabino judío, que se supone que debería de
velar por la fe de sus feligreses, pierde su fe y se convierte en católico.
Nuestro personaje de hoy fue un gran
hombre que nació en 1881, en un pueblo de la actual Ucrania, llamado Brody. Esa
región, por aquel entonces, formaba parte del disuelto Imperio Austro-Húngaro.
Su nombre real fue Israel Antón
Zoller y nació en el seno de una familia judía de origen polaco. Era el pequeño
de cinco hermanos. Su padre era el dueño de una fábrica de tejidos de seda en
la ciudad de Lodz, el territorio del Imperio Ruso.
Desgraciadamente, en 1888, el zar
decidió confiscar todas las industrias, cuyos propietarios no fueran ciudadanos
rusos. Así que, de la noche a la mañana, se quedaron sin su empresa, sin
recibir nada a cambio. Por ello, sus hermanos tuvieron que emigrar para
buscarse una nueva forma de ganarse la
vida.
Parece ser que su primer contacto
con los cristianos lo tuvo ya de niño. Un día, un amigo suyo, que era
cristiano, lo invitó a ir a su casa y allí vio un crucificado colgado de la
pared. Luego, le preguntó a su padre y éste le dijo que eso eran cosas de los
cristianos, no de los judíos.
En 1904, tras la muerte de su
madre y siguiendo una tradición familiar, fue enviado a Viena para realizar el
aprendizaje necesario a fin de llegar a
ser un rabino. Continuó sus estudios en Florencia
y, más adelante, en 1913, fue destinado a Trieste, para ocupar el cargo de
vice-rabino de esa ciudad.
Como ya escribí en otro de mis
artículos, esa ciudad siempre ha tenido una cierta personalidad dentro del
entorno europeo y está situada en una zona muy estratégica. Por lo que, durante
toda la Historia, muchos países han pretendido tenerla bajo su dominio.
Incluso, según parece, su mayor
desarrollo lo obtuvo siendo miembro del Imperio Austro-Húngaro. Podría ser por
la escasez de costas, que tenía ese Imperio o, seguramente, porque la mayoría
de sus puertos estaban enclavados en territorios poblados de gentes de las que
no se fiaban mucho. Sin embargo, Trieste, siempre fue fiel al emperador y éste
la premió otorgándole muchas ventajas de todo tipo.
Hay que decir que siempre fue un
lugar muy apetecido por varias potencias de la zona. De hecho, sufrió varias
invasiones por parte de Italia y de la antigua Yugoslavia. Así que, tras varias
vicisitudes, en la actualidad, Trieste, pertenece a la República de Italia.
Con todo esto, quiero decir que
no le enviaron a un destino propio de un novato, sino a un lugar donde había
que tener lo que se llama “mucha mano izquierda” a fin de permanecer “a flote”
a pesar de las circunstancias adversas.
La verdad es que no le fue
demasiado bien, porque los austriacos siempre desconfiaron de él a causa de que
había estudiado en Italia y consideraban que estaba a favor de los italianos.
Sin embargo, parece ser que
realizaría su labor muy al gusto de sus superiores, ya que, tras la I Guerra
Mundial, fue ascendido a rabino jefe de Trieste.
También fue profesor de lenguas
semíticas comparadas en la Universidad de Padua. Parece ser que varios de sus
alumnos eran sacerdotes y luego fueron muy amigos suyos.
Conoció a una joven judía,
llamada Adela Litwak que también procedía de su mismo lugar de origen y se
casaron. Fruto de ese matrimonio nació una hija, llamada Dora.
Desgraciadamente, en 1917, tras
sólo cuatro años de matrimonio, murió Adela, quedando solo con su hija.
En 1920, se casó de nuevo. Su
esposa se llamaba Emma Majonica y era la hija de un conocido arqueólogo. Dos
años después, tuvieron una hija llamada Miriam.
Durante su larga estancia en esa
ciudad se dedicó a escribir un libro, titulado “El Nazareno”, que publicó en
1938.
Evidentemente, su fuente
principal para la obtención de datos fue la Biblia y, concretamente, el Nuevo
Testamento. Según él, ahí fue comprendiendo el mensaje de Jesucristo.
De hecho, en sus escritos se va
viendo cada vez más cerca la fe cristiana, de tal forma que un arzobispo llegó
a exclamar que ese libro lo podría haber firmado él mismo.
Incluso, según afirma en esa
obra, cuando se hallaba realizando las investigaciones para su libro, encontró
que a Jesús de Nazaret no sólo se le llamaba así por su procedencia, sino que
era el Consagrado, que figura en las profecías de Isaías.
Cuando se veía venir, cada vez más cerca, otra guerra mundial,
empezó a preocuparse. Parece ser que había ayudado a muchos judíos a escapar de
Europa para emigrar hasta el actual territorio de Israel.
Muchos de esos judíos le contaron
lo que estaban haciendo los nazis con su gente. A él no se le ocurrió otra cosa
que, en 1935, enviar una carta al rabino jefe de Roma para que se lo comunicara
a Mussolini. Aunque parezca mentira, Hitler y Mussolini, no mantuvieron muy
buenas relaciones hasta la llegada de la II Guerra Mundial.
Tres años más tarde, el mismo
Mussolini, dictó una serie de leyes racistas también para Italia. Eso motivó
que Zolli protestara públicamente, lo cual le acarreó que se le retirara la nacionalidad
italiana.
Poco más tarde, le ofrecieron ser
nada menos que el rabino jefe de Roma. Aunque, hoy en día, parezca mentira esa comunidad estaba dividida
entre los que eran favorables al sionismo y los que eran partidarios del
fascismo.
Parece ser que con los que más se
relacionó en su nuevo puesto fueron Dante Almansi, antiguo jefe de Policía y,
por entonces, Presidente de todas las comunidades judías de Italia; y Ugo Foá,
presidente de la comunidad judía de Roma.
En 1943, cuando los alemanes ya
habían invadido Italia, el comandante Herbert Kappler, exige a la comunidad
judía de Roma que le den, en el escaso plazo de 24 horas, 50 kgs de oro. De lo
contrario, hará una lista con 300 judíos que deportará a los campos de exterminio.
Los judíos sólo consiguen 35 kgs,
así que le pidieron a Zolli que hiciera gestiones ante el Vaticano. Allí tuvo
mucha suerte y el Papa le ofreció la cantidad que les faltaba. Al final, no les
hizo falta, porque lo consiguieron algunas órdenes religiosas.
No hay que olvidar que le echó
mucho valor para trasladarse hasta el Vaticano. La razón es que los nazis le
estaban buscando y habían puesto precio a su cabeza.
Posteriormente, intentó convencer
a Foá para que dispersase a la comunidad judía de Roma por toda Italia, pero no
le hizo caso, porque no se llevaba muy bien con él.
Incluso, Foá, afirmó que había
hablado, el día anterior, con un ministro y le dijo que no iba a pasar nada y
que, por tanto, no había que alarmar a la gente.
No obstante, el embajador alemán
ante el Vaticano, se reunió con el Papa para advertirle de que Himmler ya había
dado la orden para detener a todos los judíos. Así que Pio XII dio, inmediatamente,
la orden de que se abrieran todos los templos católicos para dar
cobijo a todos
los judíos que estuvieran perseguidos
Por lo visto, todo ese oro no les
sirvió para nada. Al contrario, justo al mes siguiente, se empezaron a producir
las primeras deportaciones a Alemania, hasta que intervino el propio Papa para
pararlas.
Parece ser que Kappler ya había
recibido las órdenes de deportar a todos los judíos, cuando se le ocurrió
chantajearles de ese modo tan despreciable.
Zolli no podía salir a la calle,
porque estaba siendo buscado por la Policía. Precisamente, cuando los nazis
tomaban un territorio, los primeros deportados a los campos eran los rabinos.
Así que estuvo 9 meses escondido en casas de familias amigas, siguiendo el
consejo de un jefe de Policía amigo suyo. Al igual que lo hicieron su mujer y
su hija más pequeña. La mayor no tuvo ese problema, porque se casó con un no
judío.
No sé por qué motivo, lo cierto
es que en febrero de 1944, la comunidad judía, lo destituyó de su puesto de
rabino. No obstante, con la llegada de los aliados, fue repuesto en su cargo.
Eso fue hasta que, meses después, decidió
dimitir por ciertos motivos personales. No obstante, la comunidad judía le
ofreció el puesto de director del colegio rabínico, pero tampoco aceptó.
Por fin, en febrero de 1945,
decidió dar el paso y recibir el bautismo en la Basílica de Santa María de los
Ángeles. Eligió como nuevo nombre el de Eugenio, en homenaje al Papa Pío XII,
que se llamaba Eugenio Pacelli. Poco después, también se bautizaron su mujer y
su hija.
No hará falta decir que esto cayó
como un jarro de agua fría en la comunidad judía. De hecho, en la sinagoga de
Roma se decretaron varios días de ayuno, para expiar ese grave pecado. Ni siquiera
se permitió volver a pronunciar su nombre.
Desde luego, esta decisión fue
muy temeraria, por su parte. Tenía ya 65 años y, de un plumazo, se había
quedado sin casa y sin ingresos de ningún tipo. Así que la Iglesia le
proporcionó un puesto como profesor en el Pontificio Instituto Bíblico y, más
tarde, en la prestigiosa Universidad de la Sapienza, en Roma.
También se dedicó a realizar una
gira por América, dando varias conferencias, en las que hablaba sobre la
relación entre el Cristianismo y el Judaísmo.
De hecho, siempre intentó mejorar
las relaciones entre ambas religiones y fue uno de los que influyeron para que
en la liturgia del Viernes Santo se borrara la frase “pérfidos judíos”.
Según parece, él no veía que hubiera cambiado radicalmente de religión, sino que había actualizado sus creencias religiosas anteriores.
Al mismo tiempo, escribió varias
obras, como la ya citada, “El Nazareno”, “De Eva a María” y “Antes del alba”.
En esta última narra su autobiografía y su proceso hasta llegar a la conversión
al Cristianismo.
Parece ser que le preguntaron
muchas veces si su conversión había sido debida a un acto de agradecimiento
hacia el Papa, pues, incluso, se había bautizado con el mismo nombre del Pontífice.
De hecho, se calcula que, gracias a la intervención del Vaticano, se salvaron las
vidas de 850.000 judíos.
Evidentemente, él siempre contestó
que su conversión no tenía nada que ver con el Papa, porque llevaba muchos años
oyendo la llamada de Cristo. Parece ser que lo mismo les había ocurrido a otros
amigos suyos, pero no se quisieron aventurar a dar ese paso.
En 1946, ingresó en la Orden
Tercera Franciscana, como un laico más. También asiste a las charlas sobre el
Evangelio que da su párroco. En alguna ocasión, también se dirigió Zolli a los
feligreses de esa parroquia.
Desgraciadamente, en 1956, sufre
una bronco-neumonía grave, que le lleva a ser ingresado en un hospital.
Como ya había predicho, el
viernes 2 de marzo de ese mismo año, después de recibir la Comunión, entró en
coma y murió a las 3 de la tarde. Tal y como le había dicho, unos días antes, a la monja que le atendía. A la misma hora en
que murió Jesucristo.
Como hechos tan cercanos relativamente a nosotros, no estén esclarecidos. Hay mucha literatura sobre la satanización de Pio XII y su simpatía hacia los nazis. Hechos como el que escribes, se contraponen frontalmente a estas opiniones.
ResponderEliminarLa verdad es que yo también he leído cosas buenas y malas acerca de Pío XII, pero no me parece que fuera tan mal Pontífice. No hay que olvidar que siempre trabajó como diplomático, o sea, una persona que sabe hacer una cosa con una mano y otra distinta con la otra.
EliminarParece ser que nunca se mostró muy en contra de Hitler para que no pagara con los millones de católicos que vivían en Alemania. Ten en cuenta que en el Vaticano están muy bien informados, porque reciben informes de todos los clérigos del mundo.
Realmente, es una labor muy complicada y sólo muy poca gente sabe hacerlo, porque seguro que estuvo sometido a fuertes presiones y eso le agravó sus problemas de salud.
Seguramente, los católicos esperaban que el Papa se hubiera manifestado públicamente en contra del régimen de Hitler, como hizo su antecesor en el trono. Sin embargo, eso le hubiera cerrado muchas puertas para poder parlamentar con los delegados de ese Gobierno.
Saludos y muchas gracias por tu comentario.
Sorprendente historia la que has contado sobre Zolli, realmente se podría hacer una película sobre su vida. He tenido que llegar al final del artículo para convencerme que no se convirtió por oportunismo sino, quizás, por miedo a la reacción de la comunidad judía. A veces da la impresión, que si el camino es a la inversa, que la reacción no es tan "fuerte".
ResponderEliminarPor otra parte, debo reconocer que esto podría ser el principio de ver a Pío XII con otros ojos. Ahora bien, ¿por qué la Iglesia Católica no hace más porque se le vea cómo realmente corresponde?