lunes, 26 de diciembre de 2016

FLORENCE BAKER, LA AVENTURERA AFORTUNADA



Como este artículo va a salir publicado después del sorteo de Navidad de la Lotería Nacional, supongo que a la mayoría de la gente no le habrá tocado, como suele ocurrir siempre por estas fechas.
Desgraciadamente, a los pobres siempre nos pasa lo mismo. En mi tierra dicen que “El que juega por necesidad, pierde por obligación”. Así que hoy me he decidido a publicar una historia para que nunca perdamos  la esperanza.
Nuestro personaje de hoy se llamaba realmente María Bárbara von Sass y nació en 1841 en una población del antiguo Imperio Austro-Húngaro, en la región de Transilvania, que ahora es territorio rumano.
Parece ser que su familia era de origen alemán. Incluso, algunos autores afirman que su padre era noble y militar. Lo cierto es que, durante la revolución de 1848, en el Imperio Austro-Húngaro, se produjo una guerra de independencia en los distintos territorios que formaban el antiguo reino de Hungría.
Esto dio lugar a una escalada de violencia, que, en el caso de nuestro personaje, tuvo como consecuencia que asesinaran a toda su familia. Sólo pudieron escapar su padre y ella.
Hay que resaltar que estos acontecimientos fueron muy graves, pues tuvo que dimitir el famoso canciller Metternich y hasta el mismo emperador, que dio paso a Francisco José, el marido de la archifamosa Sissi.
María escapó con su padre hasta un campamento para refugiados en lo que hoy es Bulgaria. Parece ser que allí fue raptada y enviada a un comerciante de esclavos armenio, el cual, la mantuvo encerrada, posiblemente, en un  harén,  y 10 años más tarde, la llevó a un mercado de esclavos. Concretamente, en la ciudad de Vidin, al NW de la actual Bulgaria.


Parece ser que, durante todo ese tiempo,  la chica ya había pasado por todo tipo de vicisitudes y
ahora ya tenía 17 años.
Prácticamente, había perdido toda esperanza y ya veía que su único futuro en la vida sería acabar dentro de un harén o un serrallo turco.
Sin embargo, estaba a punto de tener un auténtico golpe de suerte, que cambiaría radicalmente su vida.
En este momento, voy a dar paso a un nuevo personaje, que también va a protagonizar esta extraordinaria historia.
Samuel White Baker había nacido en Londres en 1821. Su familia siempre fue muy acomodada, pues su padre era un importante hombre de negocios de la City y, como muchos otros, también poseía una plantación en Jamaica.
Evidentemente, Samuel, tuvo una educación muy esmerada. Sin embargo, como nunca tuvo ningún interés por los negocios, se graduó como ingeniero civil. No obstante, gracias a su desahogada posición económica,  casi nunca le hizo falta ejercer su carrera.
Durante su juventud, realizó frecuentes viajes, recorriendo todos los continentes y, sobre todo, practicando su afición preferida, la caza.
En 1844, se casó y de ese matrimonio nacieron 7 hijos, de los que sólo 4 hembras llegaron hasta una edad madura. Lo normal en esa época.
Por lo visto, fundó una plantación propia en la antigua Ceilán, hoy llamada Sri Lanka, donde, a causa de su afición cinegética,  tenía atemorizada a la fauna de toda la isla.
Desgraciadamente, en 1855, murió su esposa y se quedó viudo y con 4 hijas. Así que se las envió a una de sus hermanas, que estaba soltera, para que las cuidara.
En 1858, partió del Reino Unido, para realizar un viaje por Centroeuropa con un buen amigo suyo. Concretamente, se trataba de un maharajá hindú exiliado en Gran Bretaña. Está claro que el objetivo de ese viaje era, siguiendo su costumbre,  practicar la caza en esos territorios.
Parece ser que alquilaron un barco para navegar por el Danubio hacia el Mar Negro, para, más tarde, visitar Estambul, la capital del Imperio Turco Otomano.
Por una de estas casualidades de la vida, el barco, chocó contra un gran trozo de hielo y tuvieron que atracar en la ciudad de Vidin. Por entonces, esta ciudad, pertenecía a los turcos. Así que no les quedó más remedio que quedarse en ese puerto, hasta que repararan el barco.
Durante su visita, pasaron delante de un mercado de esclavos. No hará falta decir que él estaba radicalmente en contra de este tráfico de seres humanos.
De pronto, vio que iban a subastar a una joven blanca y con el pelo rubio. Así que no se lo pensó y pujó por ella, llevándosela por 7 libras.
Otras versiones dicen que la chica ya estaba vendida al pachá de la ciudad. Sin embargo, Samuel, sobornó a sus vigilantes y se la llevó.
Realmente, no sé cuál de las dos será la verdadera, sin embargo, ambas denotan un envidiable sabor a aventura.
Estamos en la época en que triunfan aventureros como Speke o Richard Burton, que buscan en África las fuentes del río Nilo. Estas historias apasionan a Baker y le hacen que se vaya, junto con su nueva compañera hasta los confines de ese continente, aún inexplorado, que, por entonces,  era África.

Por supuesto, Samuel, gracias a su notable fortuna, no necesitó buscarse un patrocinador, como tuvieron que hacer los demás aventureros.
Además, consiguió un pasaporte británico para su nueva compañera, donde figuraba su nuevo nombre Florence Bárbara María Finnian.
Esta vez, aparte de practicar la caza, Samuel y Florence, se iban a dedicar a explorar las llamadas “fuentes del Nilo”.
Desembarcaron en Egipto, para proseguir su viaje hacia Sudán, desviándose hacia la costa, para lo cual tuvieron que atravesar el desierto. Allí ella padeció la malaria, pero logró curarse de esa enfermedad.
Posteriormente, estuvieron en la capital, Jartum, donde, tras unos meses de estancia, lograron preparar su expedición. Para ello, contrataron a varias decenas de porteadores y un barco, más unos cuantos animales de carga.
A pesar de navegar por unas aguas cenagosas y repletas de peligros de todo tipo, consiguieron llegar a su puerto de destino a partir del cual no les quedaba más remedio que seguir andando.
De momento, levantaron un campamento en ese puerto, Gondokoro. Allí pasaron varias semanas hasta que aparecieron por esa aldea dos hombres con muy mal aspecto. Se trataba de los famosos exploradores Speke y Grant, que venían de regreso. Ellos les contaron sus descubrimientos, pero también les dijeron que no habían podido llegar hasta algunos sitios, donde también podrían estar las fuentes del Nilo.
En principio, nuestros personajes, habían conseguido su objetivo principal, que era encontrar  a esos exploradores perdidos.
No obstante, los hechos narrados por éstos,  animaron a nuestra pareja, que, por cierto, le iban diciendo a todo el mundo que estaban casados, para aventurarse por esos territorios inhóspitos, que no habían podido alcanzar los otros exploradores.
Consiguieron llegar al territorio de la actual Uganda, aunque, a causa de las picaduras de mosquitos de todo tipo y de la llamada mosca del sueño, los miembros de esa expedición, arribaron en pésimas condiciones a su destino.
Tras descansar unos días, para reponer fuerzas, se encaminaron hacia un lago, que no habían podido alcanzar aquellos exploradores.
La marcha también fue muy fatigosa. Tuvieron  que escalar altas montañas y bajar a los valles, donde tuvieron que atravesar ríos, en los cuales la gente se hundía con mucha facilidad. De hecho, Florence, estuvo a punto de ahogarse en uno de ellos.
No obstante, el 14/03/1864, consiguieron alcanzar su objetivo. Tras dos años de viaje, llegaron a un lago, al que llamaron Alberto, por el difunto marido de la reina Victoria, que es otra de las fuentes del Nilo. Actualmente, este lago está dividido en dos partes. La del oeste pertenece a la República Democrática del Congo. Mientras que la del este corresponde a Uganda.
Samuel se dio el gusto de navegar por el lago. No fue una ruta muy confortable, pues fueron atacados por cocodrilos e hipopótamos. Aparte de que sufrieron un vuelco en los rápidos que llevaban hacia una enorme catarata a la cual bautizaron como Murchinson, en honor del presidente de la Royal Geographical Society. Así que, tras este incidente,  tuvieron que ganar la costa a nado.
A la vuelta, estuvieron alojados en la casa del rey de aquella zona, donde consiguieron reponerse de todas las calamidades sufridas. Allí estuvieron 6 meses, hasta que, muy a su pesar, se unieron a una caravana de esclavos, que pasaba por allí.
A principios de 1865, consiguieron llegar a Gondokoro, donde habían tenido que dejar su nave. Allí se enteraron que les habían dado por muertos.
Desde ese punto, partieron hacia Jartum y, más tarde, en febrero de 1865, llegaron a la famosa ciudad de El Cairo.
En Londres tuvieron un recibimiento apoteósico. No obstante, lo primero que hicieron fue casarse en privado, para no dar pábulo a las murmuraciones propias de la muy conservadora sociedad victoriana.
Posteriormente, en noviembre de 1865, durante un banquete organizado por la Royal Geographical Society, Samuel, pudo elogiar la resistencia y el valor de su esposa a quien, según dijo, le debía su vida.
A partir de entonces, la vida les fue muy bien. De hecho, se hicieron muy populares, dentro de una alta sociedad tan cerrada como es la británica. Hasta la prensa la calificó a ella como una “heroína”, por su importante papel en esas exploraciones.
Además, según parece, Florence, hizo muy buenas migas con las hijas de Samuel. Casualmente, una de las mismas era de la misma edad que ella.
También les ayudó el hecho de que en 1866, Samuel, fuera nombrado caballero (sir) por la famosa reina Victoria.
Curiosamente, Florence, no pudo asistir a esa ceremonia, por haber sido vetada su entrada a palacio por la propia reina. Parece ser que a la monarca, por lo que había oído, no le satisfacía la conducta moral de nuestra exploradora.
Tras su vuelta a Londres, Samuel, publicó varias obras, donde se dedicaba a narrar detalladamente todos los viajes y aventuras que habían tenido. Parece ser que estas obras tuvieron un gran éxito de ventas.
En 1869, Samuel, fue designado por el Príncipe de Gales, para formar parte de la comitiva que le acompañaría a la inauguración del canal de Suez. La cual tuvo lugar en noviembre de ese mismo año.
Durante la inauguración, el jedive o gobernador de Egipto, que estaba a las órdenes del Imperio Otomano, aunque apoyado por los británicos, le propuso a Samuel que encabezara una expedición militar a fin de anexionarse Sudán y unirlo a Egipto.
Parece ser que Samuel le impuso como condiciones que le pudiera acompañar su esposa y que se pusiera fin al tráfico de esclavos en esa zona. Ambas condiciones fueron aceptadas por el gobernador.
Tras la llegada de su esposa a El Cairo, en febrero de 1870, la expedición militar se encaminó hacia Sudán.
No es de extrañar que unos exploradores se convirtieran en líderes militares, pues, por aquel entonces, el Gobierno del Reino Unido, utilizaba a esta gente para averiguar si había algo de interés, para el Imperio,  en las zonas descubiertas por ellos.
Desgraciadamente, la expedición militar fue un auténtico fracaso. Aquella flota, compuesta por unos 50 barcos de todo tipo, se vio frenada por la vegetación, que se pudría y flotaba en el agua. Por ello, tardaron más de un año en llegar a Gondokoro.
También sufrieron feroces ataques, por parte de las bandas de traficantes de esclavos, ya que, anteriormente, él había interceptado alguna de esas caravanas y liberado a los cautivos.
No obstante, a pesar de las continuas deserciones habidas entre sus fuerzas, consiguieron llegar a los reinos situados en la actual Uganda, donde ya no reinaba el monarca que les había acogido anteriormente, sino su hijo. A éste no le gustó la idea de someterse al hombre blanco y se declaró la guerra entre ambos.


Las escasas tropas que les quedaban a los Baker fueron derrotadas y tuvieron que retirarse desordenadamente. Siempre acosados por los hombres de esas tribus.
A pesar de ese hostigamiento, consiguieron llegar hasta un reino, que era enemigo del anterior y allí fueron bien acogidos. Tuvieron que pasar unos cinco meses para poder reponerse de sus múltiples heridas.
Al cabo de un tiempo, los supervivientes,  llegaron sanos y salvos hasta El Cairo. Desde esa ciudad, Samuel, mandó un mensaje, en 1873, donde, falsamente, afirmaba que todo ese territorio había quedado pacificado y anexionado a Egipto. Tal y como se le había encargado.Tras su vuelta al Reino Unido, los Baker, se dedicaron a viajar por todo el mundo, pero ya no volvieron nunca más a África.
Repentinamente, a finales de 1893, le llegó la muerte, cuando Samuel estaba realizando los preparativos para una cacería, que se iba a desarrollar en Somalia.
Ella siguió viviendo en el hogar que había creado con su marido en New Abbot (Devonshire, Inglaterra), hasta su muerte en 1926.
Ciertamente, se han escrito varias novelas sobre estos famosos personajes. En cambio, para este artículo, yo sólo he pretendido tomar datos contrastados, que es lo que hacemos, habitualmente,  los que nos dedicamos a la Historia.
Hay que decir que las expediciones de esta pareja aún tienen eco hoy en día. De hecho, el Gobierno de Uganda está señalizando la ruta por la que transcurrió  esta expedición hasta encontrar el lago Alberto. Todo ello, para atraer a esa gente a la que le gusta el turismo de aventura.
Parece ser que, junto al organizador, Julian M. Fisher, también ha colaborado en esta tarea David Baker, tataranieto de Samuel. El viaje saldría de la antigua Yuba o Juba, actual capital de Sudán del Sur, anteriormente, llamada Gondokoro.
Transcurriría por el Nilo Blanco hasta el lago Alberto y las cataratas Murchinson. Como ya he mencionado, anteriormente, ambas deben sus nombres a esta pareja de exploradores.

En fin, como ya habréis visto, no he escrito uno de esos cuentos de hadas con el acostumbrado final feliz. Simplemente, me he dedicado a narrar un hecho histórico con nombres y apellidos.
Una vez más, se demuestra que la realidad puede ser igual o aún más interesante que cualquier obra de ficción.
Así que os deseo que el año próximo tengáis un golpe de suerte como el que tuvieron nuestros personajes cuando se encontraron, frente a frente, en aquel repugnante mercado de esclavos, en Vidin. Se puede afirmar que los dos tuvieron la misma suerte de encontrarse ese día y no separarse nunca más.
Lamento no haber podido publicar antes este artículo, pero he tenido una avería en mi PC. Así que ahora os deseo

¡¡UNA FELIZ NAVIDAD Y UN EXTRAORDINARIO AÑO 2017!!

lunes, 19 de diciembre de 2016

ALFONSO X EL SABIO



Hoy voy a hablar de un rey al que, curiosamente, se le conoce más en el ámbito de la Literatura que en el de la Historia.
Nació en Toledo en noviembre de 1221 y parece ser que tuvo una esmerada educación. Sus padres fueron Fernando III el Santo y su madre Beatriz de Suabia.
Como todos sabemos, Fernando III, fue el rey que consiguió la unión definitiva entre los reinos de Castilla y León.
Por lo que respecta a su madre, Beatriz, era una alemana, hija de Felipe de Suabia, rey de Alemania, hermano del emperador Enrique VI y elector del Sacro Imperio Romano-Germánico. Su madre fue Irene Ángelo, viuda de Roger III de Sicilia e hija del emperador bizantino Isaac II Ángelo.
Como el padre de Irene fue depuesto por el hermano de éste, parece ser que ella convenció a su marido y al emperador del Sacro Imperio, para que los miembros de la Cuarta Cruzada, pasaran antes por Constantinopla a fin de reponer a su padre en el trono, aunque lo hubieran dejado ciego. Como así hicieron en 1204.
Yo creo que no se pueden tener mejores antecedentes familiares. Aparte de que su familia alemana era conocida por su afición al mundo de la cultura. Parece ser que su pariente, el emperador Federico II, sabía hablar 9 lenguas y escribió varios libros sobre diferentes temas.
A la muerte de su padre, Alfonso,  fue proclamado rey, cuando ya había cumplido 31 años. Se puede decir que ya gozaba de una buena experiencia bélica, por haber capitaneado algunas incursiones contra el territorio musulmán.
También tenía una buena formación diplomática. Concretamente, en 1244, fue el encargado de suscribir el célebre Tratado de Almizra, donde se delimitaban los reinos de Castilla y Aragón. También, para un mejor entendimiento entre ambos, se casó con Violante, hija de Jaime I el Conquistador. También algunos autores la citan como Yolanda.
Posteriormente, como la reina no parecía que pudiera darle ningún descendiente, pensó en repudiarla. Así que pactó una nueva boda con Cristina, hija del rey de Noruega.
Casualmente, como antes se tardaba tanto en realizar uno de estos viajes, cuando la chica llegó a Castilla, Violante, había dado luz a una niña, llamada Berenguela. Más tarde, vino al mundo el nuevo heredero, Fernando, llamado de la Cerda, porque nació con un mechón de pelo en el pecho. Éste casaría con una hija de San Luis, rey de Francia.
Para no perjudicar las relaciones diplomáticas entre ambos países, Alfonso X, consiguió que Cristina se casara con un hermano del rey, llamado Enrique.

Parece ser que el monarca no tenía muy buenos conocimientos de Economía o no disponía de buenos consejeros en esa materia. También se decía que vacilaba mucho al tomar sus decisiones.
Nada más llegar al trono, se encontró con una crisis económica y lo primero que hizo fue devaluar la moneda.
Como era de esperar, la inflación se disparó y, para rematar el rizo, no se le ocurrió otra cosa peor que fijar los precios de los productos.
Como suele ocurrir en estos casos, se creó un mercado negro, que vació las estanterías de las tiendas y subió mucho más los precios. Así que tuvo que dar marcha atrás, ya que comenzaron los disturbios, a causa de que la gente estaba pasando hambre.
Parece ser que el problema más grave que tuvo este monarca es que los nobles querían participar en la administración del reino, mientras que él pretendía reforzar el poder de la corona. De ese modo, tuvo que sufrir frecuentes rebeliones por parte de la nobleza. Los cuales, una vez derrotados, fueron acogidos muy bien en el vecino reino de Aragón. Hasta su propio hermano, Felipe, se rebeló contra él.
También se dice que muchos nobles se enfrentaron a  él, porque, durante su reinado, no avanzó la Reconquista, que era una de las mayores fuentes de ingresos de los nobles. Aparte de que el Derecho Romano, que quería insertar el monarca en la legislación castellano-leonesa, era menos favorable a los nobles que el tradicional.
Realmente, no sé quién le metería en la cabeza que podría llegar a ser el nuevo emperador del Sacro Imperio. Parece ser que era muy aficionado a la lectura de las conquistas de Alejandro Magno.
Lo cierto es que, desde 1256, no se interesó más que por este tema, dejando aparcadas muchas de sus obligaciones para con el gobierno de Castilla.
Ciertamente, había quedado como nuevo jefe de la Casa de Suabia, tras la muerte del emperador Federico II en 1250. Por ello, la república de Pisa, que, previamente, le había enviado unos embajadores a su corte, presentó su candidatura. Parece ser que lo hicieron a cambio de otorgarles unas buenas ventajas en la actividad comercial de esa república.
No hay que olvidar que su abuelo era uno de los príncipes electores y parece ser que eso le hizo pensar que tenía esa “partida” ya ganada, pues, en principio, le habían prometido los votos de 4 de los 7 electores imperiales. Esto fue lo que se llamó el “Fecho del Imperio”.
Los siete únicos electores del Imperio sólo habían proclamado como candidatos a Ricardo de Cornualles, hermano del rey Enrique II de Inglaterra, y a nuestro personaje.
Entre 1257 y 1275 hubo multitud de contactos para determinar la voluntad de los electores. Aparte de los cuantiosos gastos en viajes y sobornos de todo tipo, que fueron pagados a base de subir, incesantemente,  los impuestos en Castilla. Todo fue en vano y además también subió su impopularidad entre sus súbditos.
En 1273, murió Ricardo de Cornualles y, en su lugar, fue elegido Rodolfo de Habsburgo. Dado que esta elección ya se estaba demorando demasiado tiempo, el Papa Gregorio X, intervino para reconocer como nuevo emperador a Rodolfo y, de paso, invitó al monarca castellano a abandonar esa lucha.
Como no consiguió convencerlo, Alfonso X, fue a visitarlo a la sede papal de Aviñón, donde se entrevistaron en varias ocasiones, durante dos meses. El rey no sacó nada en claro y regresó muy desmoralizado.
A causa de la dejadez en sus labores de gobierno, se rebelaron varias de las plazas que había conquistado su padre en Andalucía.
En 1262, consiguió reconquistar una de esas plazas, Niebla, donde los moros utilizaron, para defenderse, la nueva arma de la artillería. No obstante, las tropas cristianas, a pesar de que aún no poseían cañones, consiguieron vencerles.
En 1266, tuvo un gran problema, porque se le multiplicaron los focos rebeldes. El más importante fue el de Murcia. Promovido por el rey de Granada.
Para conseguir pacificarlo, tuvo que recurrir a la ayuda de su suegro, Jaime I, el  cual llevó a cabo esa misión y luego se la devolvió al rey castellano. Con esta actuación, el monarca aragonés, tuvo que aguantar numerosas críticas en su reino.

Tras estas revueltas, Alfonso X,  ordenó la expulsión de estos moriscos de sus tierras andaluzas. Así que unos fueron hacia el norte de África y otros se exiliaron en Granada.
Otro de sus problemas fue el intento de homogeneizar los fueros  de los pueblos, para que todos contribuyeran, fiscalmente, de la misma forma. Sin embargo, como la gente estaba harta de las continuas subidas de precios y de impuestos, le echaron abajo ese intento de reforma.

Lo cierto es que la nobleza se aprovechó del descontento popular para sacarle unas cuantas ventajas a su favor. Eso fue en 1273, mediante los llamados “Acuerdos de Almagro”.
En 1275, cuando el monarca partió hacia Aviñón, dejó a su primogénito, Fernando, como regente del reino. Éste supo que los benimerines, atraídos por algunos nobles castellanos y por el rey de Granada, estaban desembarcando en Algeciras. Así que fue a su encuentro.
Fernando se detuvo en Ciudad Real, donde deberían de acudir el resto de sus huestes. De improviso, cayó enfermo, muriendo repentinamente.
Enseguida, su hermano Sancho, tomó el mando de las tropas, dirigiéndose al encuentro de los moros. También envió a la flota castellana al Estrecho, a fin de obstaculizar el envío de refuerzos desde el norte de África.
Por un lado, fue todo un éxito, pues Sancho consiguió una retirada general de los musulmanes.
Por otro lado, le trajo un nuevo problema. Según la tradición, en Castilla, basada en el Derecho Visigodo, Sancho debería ser el nuevo heredero al trono.
Sin embargo, según las Siete Partidas, basadas en el antiguo Derecho Romano, que había promulgado, precisamente, Alfonso X, el nuevo heredero habría de ser Alfonso de la Cerda, primogénito del fallecido Fernando.
Para prevenir que hubiera represalias contra los hijos de Fernando, la reina Violante huyó con ellos al reino de Aragón y se puso bajo la protección de Pedro III.
Al enterarse de este hecho, Alfonso X, culpó de la organización de esta huida a Simón Ruiz de los Cameros y a su suegro, Fadrique, que era, a la vez,  uno de los hermanos del monarca.
Así que encargó a su hijo Sancho que los apresara en Logroño. Luego mandó que llevaran a Simón a Treviño, donde fue quemado vivo. Mientras que a Fadrique lo llevaron a Burgos, donde fue ahogado.
A muchos autores les ha extrañado siempre este comportamiento, pues este rey nunca fue partidario de la violencia extrema. Es posible que así quisiera tomar venganza contra las continuas rebeliones de los nobles.
No obstante, en aquel momento, solía padecer frecuentes ataques de cólera a causa del dolor producido por la grave enfermedad que padecía. Parece ser que tenía un cáncer maxilo-facial y esto era visto por muchos nobles como una incapacidad absoluta para poder gobernar.
Dado que las relaciones entre el padre y el hijo iban de mal en peor, en abril de 1282, Sancho, convocó unas Cortes en Valladolid para deponer a su padre y ser proclamado como nuevo rey. Esto provocó una auténtica guerra civil entre los partidarios de ambos.
Por eso, todavía se puede ver en el escudo de Sevilla una leyenda consistente en No una madeja y un no. O sea, “no me ha dejado”, porque Sevilla, junto con Murcia y Badajoz fueron las únicas ciudades que no le dejaron.
En una de sus muchas vacilaciones, el monarca, ofertó una división del reino entre Sancho y los infantes de la Cerda, cosa que no fue aceptada por ninguna de las partes en conflicto.
Otro de sus desaciertos fue realizar un testamento, donde dejaba sus reinos a sus nietos, los hijos de Fernando de la Cerda. Esto no gustó nada a su pueblo y provocó que el rey huyera y se refugiara en Sevilla.
Parece ser que estaba tan mal de fondos, que tuvo que pedir un préstamo, nada menos que al emir de Marruecos, al cual le tuvo que enviar su propia corona, como garantía del pago
de la deuda.
En 1284, Alfonso X, murió en Sevilla. Así se acabó la guerra civil y su hijo Sancho IV fue coronado como nuevo e indiscutible rey.
Para terminar, no quiero olvidar la gran labor cultural de este monarca, que es por lo que más se le recuerda y, por ello, se le conoce como el Rey Sabio.
Sus obras más famosas fueron las Cantigas y Lores a la Virgen, escritas en gallego. Todavía se discute si estas obras fueron escritas por el propio monarca o encargadas a otros poetas.
También es de resaltar la fundación de la Escuela de Traductores de Toledo. Aparte de las ya mencionadas Siete Partidas, que dieron lugar a un nuevo Derecho en sus reinos.

jueves, 15 de diciembre de 2016

LA DESTRUCCIÓN DE LA CASA BLANCA



Seguro que, gracias a las películas de Hollywood, todos conocemos las múltiples victorias militares que ha tenido USA a través de la Historia.
Evidentemente, esto nos dará una falsa idea de que son una nación invicta. Lo que pasa es que esa gente siempre ha sido muy hábil para esconder sus derrotas, que también las han tenido.
No hay que olvidar que el territorio del este de los USA era una colonia británica. Por ello, la inmensa mayoría de sus habitantes también lo eran.
Tras la guerra de la independencia USA, los que no quisieron cambiar de nacionalidad, se fueron a residir en Canadá, que siguió siendo territorio británico. De hecho, el jefe del Estado de Canadá sigue siendo el rey del Reino Unido. Actualmente, Isabel II.
Como todos sabemos, en USA, siempre ha habido un claro afán expansionista. Así que, en 1812, cuando en Washington se dieron cuenta de que el Reino Unido estaba realizando un gran esfuerzo para luchar contra las tropas napoleónicas en Europa, se decidieron a atacar Canadá.
También es cierto que, por aquel entonces, en Londres, estaban apoyando a los indios para frenar la expansión de USA hacia el oeste.
Por no hablar de que los británicos habían decretado un bloqueo naval contra Francia, lo cual impedía el comercio naval de muchos países. Entre ellos, USA.
Así que, en 1812, al presidente James Madison, ni corto ni perezoso, no se le ocurrió otra cosa que declararle la guerra al Reino Unido, que era la primera potencia de la época. Al menos, en lo que se refiere al poderío naval.
Hasta 1814, la guerra se circunscribió al territorio fronterizo entre ambos países y las costas atlánticas adyacentes. Se podría decir que la competición podría haber acabado “en tablas”, porque ninguno de los dos bandos estaba interesado en una invasión en toda regla.
La verdad es que, hasta la II Guerra Mundial, el Ejército de USA, siempre había sido muy reducido. Supongo que era porque nunca habían tenido grandes enemigos, que pudieran amenazar su territorio. Así que su gente se dedicaba a otras cosas más rentables.
En cuanto al Reino Unido, que, por entonces,  tampoco tenían un importante Ejército de Tierra, aunque sí una Armada poderosa, pues andaban entretenidos en meter en vereda a Napoleón y no se podían permitir distraer efectivos de ningún frente de batalla. A pesar de ello, durante ese tiempo, capturaron muchos barcos mercantes de USA y fueron preparando una posible invasión de ese territorio.
Lógicamente, en 1814, a partir de la derrota y el exilio de Napoleón, la situación cambió radicalmente.
En Londres todavía se acordaban de su derrota y la pérdida de esas colonias. Aparte de eso, su orgullo les impedía olvidar que había sido USA la que les había declarado la guerra. Así que decidieron enviarles unos cuantos miles de soldados, para darles un buen repaso.
Parece ser que también influyó en ello un escrito enviado por el gobernador general de Canadá, teniente general sir George Prevost, donde pedía a Londres una respuesta adecuada al pillaje e incendio de Toronto, realizado por las tropas USA, en 1813.
Dicen que el contraalmirante Cockburn, jefe de las tropas enviadas desde Londres, le tomó la palabra y dijo que él sería el primero en incendiar la ciudad de Washington. Parece ser que el primero fue ensayando esa táctica en otras ciudades, por las que pasó, antes de llegar a la capital.
Así que varias unidades británicas, junto con otros miles de voluntarios canadienses, al mando del contraalmirante Cockburn y el general Ross, penetraron en el territorio de USA.
El Gobierno USA se reunió y decidió que no era  necesario fortificar la capital, ya que, en teoría, no parecía un objetivo importante, a nivel estratégico. Sin embargo, les pareció indispensable fortalecer las defensas de Baltimore.
Mientras tanto, los británicos desembarcaron y navegaron a través del río Potomac, llegando a un punto desde podrían elegir entre marchar hacia Baltimore o hacia Washington.
Las escasas tropas de USA fueron colocadas en un promontorio cercano a Blandensburg. Allí deberían de esperar a las tropas británicas. Sin embargo, parece ser que el general Stansbury, que se hallaba al frente de esas tropas, era un tipo muy inseguro y de repente, se le ocurrió retirarse a otra zona que consideraba más adecuada, por miedo a verse rodeado por los británicos.
También hay que decir que las tropas británicas estaban formadas por veteranos de las guerras contra Napoleón, mientras que los componentes de las fuerzas USA eran, en su mayor parte, unos simples  granjeros convertidos en milicianos, sin instrucción previa, a los que ni siquiera les habían proporcionado unos uniformes. Desde luego, no me extraña que les tuvieran miedo a los británicos.
Lo curioso de este asunto es que los británicos habían comenzado a marchar, sin esperar al resto de las tropas. Así que no tenían  caballería y sólo disponían de un cañón, mientras que los USA tenían varias piezas de artillería.
Cuando se supo en Washington que los británicos se hallaban tan cerca de la capital,  enviaron algunas tropas de refuerzo, que no sirvieron de mucho.
Antes de escapar, los funcionarios,  se dedicaron a destruir, apresuradamente, los archivos de las oficinas del Gobierno.
Además, el mismo presidente Madison y la mayoría de su Gobierno, se acercaron al lugar de la batalla y allí pudieron comprobar en directo la derrota de su Ejército y la huida de sus tropas hacia la capital.
Así que ellos mismos tuvieron que huir hacia otros Estados cercanos, para no ser capturados, allí mismo,  por los británicos.
Éstos siguieron su avance, al mando del general Ross,  y llegaron a Washington el 24/08/1814.
Siguiendo las órdenes del contraalmirante Cockburn, prendieron fuego a numerosos edificios públicos, incluidos la Casa Blanca y el Capitolio. De hecho, se cree que la vivienda del presidente antes no era blanca, pero que, tras este suceso, la pintaron de blanco para ocultar las huellas del fuego, que todavía se pueden apreciar en su fachada.
El presidente Madison huyó, junto con varios generales, del escenario de la batalla y pasaron la noche en una casa situada en una pequeña localidad de Maryland. Curiosamente, este Estado se sigue llamando así por la reina Mary de Inglaterra.
Parece ser que, tras el incendio, se levantó un fuerte tornado, que dejó heridos a varios soldados.
Gracias a las órdenes estrictas del general Ross, apenas se produjeron casos de pillaje y se detuvo y castigó a los pocos soldados que los habían realizado.
Desgraciadamente, al incendiarse la Biblioteca del Congreso, salieron ardiendo unos 3.000 volúmenes, que se hallaban allí depositados.
Parece ser que el presidente había escrito a su esposa, Dolley, para que abandonara inmediatamente Washington.
Sin embargo, ella, que fue la única que conservó la mente fría,  se dedicó a salvar documentos importantes e, incluso, se molestó en salvar un célebre cuadro donde se retrata al presidente Washington. Parece ser que, como no pudo llevárselo con el marco, recortó el lienzo para poder evacuarlo.
Incluso, al día siguiente, se presentó allí el contraalmirante Cockburn y ordenó que también fuera quemada la sede de un periódico, cuyas páginas habían lanzado graves ofensas contra él. Sin embargo, al poco rato, aparecieron por allí un grupo de mujeres, rogándole que no lo hiciera, porque estaba lleno de sustancias inflamables y el incendio se podría trasladar a sus casas, que estaban en la misma calle. Así que el militar dio orden de derribarlo.
Parece ser que el único edificio oficial que se libró de la quema fue el del Registro Oficial de Patentes.
Incluso quemaron una fragata y una corbeta, cuya construcción se hallaba casi finalizada. No obstante, sólo estuvieron unas 26 horas en la capital. Después, se fueron en dirección a la costa, para volver a embarcar.
Ciertamente, hay que reconocer que, a diferencia de lo que hicieron los USA en Toronto, los británicos, no quemaron ninguna propiedad privada y sólo incendiaron los edificios públicos.
Por si acaso, el presidente Madison, no asomó por la capital hasta el 1 de septiembre. O sea, con tiempo suficiente para asegurarse de que no quedaba ningún soldado con la casaca roja.
El 19 del mismo mes, ya se reunieron los miembros del Congreso en el único edificio que quedaba intacto, es decir,  el Registro Oficial de Patentes.
Parece ser que este desgraciado acontecimiento fue visto muy negativamente en Europa y, por ello, le llovieron abundantes críticas a nivel internacional al Gobierno británico.
Incluso, hubo un gran debate entre los parlamentarios sobre la conveniencia de trasladar la capital a otra parte, como Filadelfia o alguna ciudad del sur de USA.
Sin embargo, las obras comenzaron enseguida y en pocos años se restauraron una serie de edificios. Concretamente, en 1817, el nuevo
presidente, James Monroe, reinauguró la Casa Blanca. Sin embargo, el presidente Madison, tuvo que residir todo ese tiempo en una mansión particular.
Volviendo al desarrollo de la guerra, los británicos, no tuvieron tanta suerte en otros frentes. Sus aliados indios fueron derrotados en los límites NW y SE del territorio que ocupaba USA, en ese momento.
También fue vencida una fuerza británica, que pretendió desembarcar en una zona próxima a Nueva Orleans.
En 1815, se firmó el Tratado de Gante, que dio fin a la guerra y, prácticamente, dejó los territorios en la misma situación en la que estaban antes de la guerra.
Desgraciadamente, debido al poco desarrollo que tenían, en ese momento,  las comunicaciones, se desarrollaron algunos combates, con las correspondientes bajas en ambos bandos, aunque el tratado de paz ya se hubiera firmado, sin embargo, la noticia no había llegado aún a los frentes de batalla.
De hecho, aunque esta guerra se vea en USA como una reafirmación de su independencia, fracasaron en sus objetivos, conquistar Canadá y Florida.
Desde luego, el episodio del incendio de toda Washington, incluida la Casa Blanca, no lo suelen publicar mucho.
El Tratado fue aprobado por el Congreso USA el 18/05/1815. Curiosamente, 11 días después, Napoleón, escapó de su exilio en la isla de Elba y las tropas británicas tuvieron que volver a cruzar el océano para enfrentarse de nuevo a Bonaparte.