domingo, 30 de octubre de 2016

LA SITUACIÓN EN FRANCIA DURANTE LA REVOLUCIÓN FRANCESA



Como ya os dije antes, para una lectura más fácil, había decidido dividir este artículo en dos. Así que aquí va la segunda parte.
Tras la toma de la Bastilla, de la que hablaré en otro artículo,  se dio una situación de violencia por todo el país. Parece ser que hubo bandas de salteadores que aterrorizaron a los campesinos, incendiando sus campos. Algunos autores dicen que estos delincuentes estaban a sueldo de los nobles.
El 04/08/1789, la Asamblea Nacional, reunida en París, aprueba la abolición de los privilegios de los nobles y la Iglesia, cuyo origen procedía nada menos que de la época feudal.
Más tarde, el 26 del mismo mes, aprobaron la famosa Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Una cosa que hoy en día, nos podría parecer poco importante, pero que fue trascendental, en ese momento. Aparte de que fueron precursores del respeto a los Derechos Humanos.
No obstante, aunque el 11 de agosto, se intentó reflejar en un documento la abolición de los privilegios feudales, las deudas de los campesinos y los diezmos que había que pagar a los privilegiados, fue una tarea casi imposible.
Los estamentos privilegiados maniobraron para que en la norma figurara que habría que seguir pagándoles hasta que la Asamblea buscase otra forma de mantener al clero y de indemnizar a la aristocracia. Así que los campesinos pasaron a ser libres, pero no así sus tierras.
El rey, como todos los reyes absolutos, se negó a firmar estas medidas, porque, supongo, que entendería que le dejaban sin poderes. Así que los revolucionarios le apretaron un poco más las tuercas. A primeros de octubre, una manifestación de mujeres fue hasta Versalles y obligó a la familia real a trasladarse a París.
La única forma de que siguiera funcionando la Iglesia fue la nacionalización de los bienes del clero. Con lo cual, la Iglesia pasaba a ser un organismo más del Estado. Realmente, la Iglesia francesa nunca fue muy independiente del rey de Francia. También se crearon los asignados, que eran una forma de Bonos del Estado para pagar estas deudas y que no tuvieron mucho éxito.
Dado que los revolucionarios encontraron cierta resistencia en el clero y la nobleza, en julio de 1790, aprobaron la Constitución Civil del Clero, para englobar a la Iglesia dentro de la Administración Pública francesa y convertir a los clérigos en unos funcionarios más del estado.
Evidentemente, esa medida no gustó nada a la mayoría del clero. Así que se formaron dos bandos: los juramentados, que habían jurado fidelidad a la Constitución Civil del Clero, y los refractarios, que se negaron a hacerlo y, luego, fueron perseguidos por ello.
Tal y como estaba la cosa, la familia real no vio otra salida que la fuga. El problema es que los planes se fueron demorando y corrieron muchos rumores sobre esa huida.
No obstante, la comitiva, convenientemente disfrazada, consiguió llegar hasta un punto cercano a la frontera con el Imperio de Austria, donde reinaba un hermano de María Antonieta.
El 21/06/1791, la carreta de los monarcas se detuvo en un control, donde uno de los milicianos reconoció al rey, porque su efigie aparecía en todas las monedas de la época. Como suele ocurrir en todos los países.
Tras ese intento de fuga y la vuelta obligada de los monarcas a la capital, la monarquía tenía los días contados.
En julio de ese año, los jacobinos, que eran los más radicales, organizaron en París una manifestación, donde ya pedían la abdicación del rey.
Sin embargo, el monarca, juró la Constitución en septiembre de 1791. No obstante, a pesar de ser ya, al menos, teóricamente, un rey constitucional, se vio que no había buenas relaciones entre la Asamblea y el monarca.
Por otra parte, el hambre seguía haciendo mella entre el pueblo y, como no acababan de llegar las medidas para resolver esta situación, varios jacobinos aprovecharon para agitar a las masas. Así se produjeron muchos desórdenes en los primeros meses de 1792.
Desde siempre, principalmente, hubo dos partidos. Por una parte estaban los girondinos, que eran más moderados y se conformaban con establecer una monarquía constitucional. Como la que existía en el Reino Unido.
Por otro lado, estaban los jacobinos o cordeliers, llamados así porque, en un principio, se reunían en un convento franciscano. Estos no querían saber nada de la monarquía y querían, simplemente, fundar una república.
Tras las continuas amenazas del Imperio Austriaco, la Asamblea, declaró la guerra a ese país en abril de 1792. Evidentemente, los franceses que estuvieron en contra de la revolución, lucharon en el bando austriaco.
En un principio, los austriacos, obtuvieron algunas importantes victorias, porque poseían un Ejército más organizado y, además, tenían muchos nobles franceses que luchaban en su bando, y eran gentes habituadas a combatir. Secretamente, la familia real francesa, apoyó a ese bando, como una forma de vencer a la Revolución y devolver el poder absoluto al rey.
El jefe del Ejército de Prusia, que combatía en el bando liderado por Austria,  cometió un grave error. Publicó un manifiesto en el que amenazó a los revolucionarios con graves castigos, si se atrevieran a tocar a Luis XVI.
Tras este bando, los revolucionarios se dieron cuenta de que el rey se había aliado con el enemigo. Así que, en agosto de 1792, asaltaron el Palacio de las Tullerías, donde estaba la familia real y se los llevaron a la prisión del Temple.
Robespierre empieza a ser el hombre fuerte del momento. Se aprueba la abolición de la monarquía y el comienzo de la república. Hubo también muchos asaltos a las cárceles, produciéndose el asesinato de varios miles de personas. Evidentemente, en su mayoría, nobles y clérigos.
A finales de septiembre ya se reúne la Convención, cuyos miembros han sido elegidos por sufragio universal, aunque solamente masculino.
También, por esas fechas, se produce la famosa batalla de Valmy, donde el Ejército revolucionario consigue, por vez primera, vencer a los prusianos, lo cual marca un cambio de rumbo en la guerra.
El órgano superior de esta nueva república es la Asamblea, que acoge en su seno a los tres poderes del Estado.
Hasta junio de 1793, dominan los girondinos, o sea, los moderados. Los principales problemas de este momento son la guerra contra las coaliciones europeas, las sublevaciones monárquicas en algunas regiones como la Vendée, a la que ya dediqué otro de mis artículos, y el juicio contra el monarca.
Así, Francia, pasa a ser un país casi  militarizado, porque se producen continuas levas de varones hacia el frente. Creándose el Ejército nacional, o sea, de la nación, porque antes era del rey.
Lógicamente, a Francia, estas continuas guerras, le estaban ocasionando un gran perjuicio, porque casi todos los hombres válidos estaban en el frente y se habían abandonado los puestos de trabajo. Aparte de los destrozos y las bajas a causa de los combates.
También, durante el juicio a Luis XVI, se vio que existían dos opiniones enfrentadas. Por una parte, los girondinos, no estaban a favor de
condenarle a muerte, a pesar de que se estaba demostrando ampliamente la traición del rey hacia Francia.
Lo cierto es que no pudieron seguir protegiéndole a partir del descubrimiento de una serie de documentos comprometedores para el rey, en una caja fuerte de las Tullerías.
En cambio, los jacobinos, que dominaban más la calle que el Parlamento, movilizaron desde el principio a sus partidarios para que se condenara a muerte al monarca.
Para ellos, esa ejecución se convertiría en una llamada de atención para todos los que quisieran enfrentarse a la república.
Como todos sabemos, el rey, fue guillotinado el 21/01/1793 y eso dio lugar a que aumentara el número de países en guerra contra Francia. Como fue el caso de la España de Carlos IV.
El clima político se fue radicalizando y los revolucionarios veían traidores por todas partes. Así que a primeros de septiembre de 1793, la Convención, votó a favor de aumentar la represión contra los contrarrevolucionarios. Lo que se llamó el Terror.
Me recuerda a lo que ocurrió en la España republicana, durante la Guerra Civil, cuando se veían espías y colaboradores del bando nacional por todas partes. Con lo cual, no estoy justificando de ninguna manera la excesiva violencia que se utilizó en ese momento.
A la cabeza de esa represión en Francia estuvo el Comité de Salvación Pública. Otros lo llaman de Salud Pública.
Estaba presidido por el conocido político Maximilien Robespierre y como ayudante tuvo a Louis Saint Just. En total, lo formaban diez personas.
Estas medidas excepcionales, que ocasionaron la muerte de muchos miles de personas,  acabaron tras la victoria del Ejército revolucionario en la batalla de Fleurus, en junio de 1794.
Robespierre, también se aprovechó de este periodo dictatorial para eliminar a los políticos que  pudieran hacerle sombra. Como fueron los casos de Hebert, Danton y Desmoulins.
Se dice que, tras esta batalla, ya no tenía ningún sentido la labor de ese Comité. Lo cierto es que la detención y ejecución de Robespierre se dio en un momento en que él pensaba llevar a la guillotina, incluso, a algunos miembros del mismo comité. Así que, por lo visto, estos pudieron conocer esta noticia y se lo cargaron a él antes de que fuera al contrario.
Es posible que el comité notara que su influencia estaba en declive. Seguramente, por eso mismo, aceleró el funcionamiento de la guillotina. Así que en sus últimos estertores hubo una media de 26 ejecuciones diarias.
También se puede pensar que los que le derrocaron temían que Robespierre quisiera hacer una depuración entre sus mismos colaboradores, ya que en sus últimos días ni se molestaba en ir a las reuniones y echaba pestes de sus antiguos compañeros. Ni siquiera le dieron la opción de un juicio justo. Supongo que lo harían para que no abriera la boca. Incluso, algunos autores dicen que el tiro que le dieron en la mandíbula fue con esa intención, pues la oratoria era su mejor arma.
Parece ser que el famoso Fouché fue el que contactó con el resto de los implicados en el derrocamiento de Robespierre, para presionarles, anunciándoles que estaban en la lista de las próximas ejecuciones, al igual que él.
Durante el período de vigencia del Comité, se practicaron unas medidas económicas propias de una economía de guerra.
El valor de los citados asignados cayó un 60%. Los saqueos se dieron por todas partes. A  fin de luchar contra el hambre de la población, se decretaron una serie de medidas, como la de limitar los precios y los salarios, condenar a muerte a los acaparadores de productos, prohibir la salida de divisas al extranjero, cierre de la Bolsa, represión contra los especuladores financieros, confiscación de tierras a los ricos, etc. Fue un rotundo fracaso.
También decretaron otra serie de medidas sociales, que, en general, me parecen muy positivas. Como la abolición de la esclavitud, obligar a la gente a tutearse, reparto de las herencias entre todos los hermanos, reparto de los bienes comunales que hubiera en cada localidad, ayudas a los pobres con los bienes confiscados a los ricos, etc.
Podemos destacar entre las medidas religiosas y culturales la supresión de las órdenes religiosas,
las universidades y las academias; creación del famoso calendario republicano; creación de una especie de nueva religión basada en la Razón; miles de clérigos dejaron los hábitos; establecimiento de la educación primaria obligatoria y gratuita, etc.
El 1 de agosto se derogó la peligrosa Ley de sospechosos, por medio de la cual se habían ejecutado a miles de personas,  y nueve días después se excarceló a unos 3.500 presos. Entre ellos estaba Josefina, la que luego se convertiría, en segundas nupcias, en la primera esposa de Napoleón Bonaparte. Su primer marido no tuvo la misma suerte, pues fue guillotinado unos días antes.
En septiembre de ese mismo año, comenzó la represión contra los que antes habían ejercido el Terror. Se juzgó a 103 detenidos en la etapa del Terror en Nantes, que no habían sido excarcelados.  Los cuales, esta vez, pudieron explicar lo que había ocurrido en esa ciudad. Así que el tribunal les absolvió y enjuició a los miembros del Comité nacional y a los del mismo organismo en Nantes.
Se buscaron como chivo expiatorio a un tipo llamado Jean Baptiste Carrier. Así que esta vez sólo fueron guillotinados este individuo y dos miembros del Comité en Nantes.
Tampoco se olvidaron del odiado fiscal Fouquier de Tinville, al que arrestaron junto con 15 personas más. Fueron juzgados, unos meses después, y ejecutados el mismo día en que se leyó la sentencia.
Evidentemente, los que habían sido anteriormente represaliados y pudieron salir con vida no se quedaron con las manos cruzadas y ahora intentaron hacer lo mismo, pero al revés.
Así que detuvieron a los miembros del Comité y de la Comuna y hasta a los funcionarios municipales y, en un solo día, guillotinaron a 71 personas. Parece ser que, en total, enviaron a la guillotina a 108 seguidores del difunto Robespierre, apodado “El Incorruptible”.
Curiosamente, algunos, como el antiguo revolucionario Fréron, supongo que para salvar el pellejo, se apuntaron al bando contrario y, desde su periódico, se dedicaron a denunciar a
todos los revolucionarios, que habían tenido alguna responsabilidad en la época del Terror.
En 1795, en Aviñón, fueron más perfeccionistas. Capturaron a unos de los jueces más brutales del periodo anterior. Lo apalearon, lo tiraron al río y, no contentos con ello, lo remataron con un gran arpón.
También se prodigó por todo el país la práctica de detener a los antiguos revolucionarios en sus casas, por parte de unos tipos disfrazados de guardias, y matarlos en cualquier parte. Evidentemente, fueron unos precursores de los famosos “paseos”, que se prodigaron durante la Guerra Civil española.
En Marsella no fueron tan concienzudos. Simplemente, le prendieron fuego a la cárcel, donde estaban encerrados todos los jacobinos y mataron a hachazos a todos los que intentaron huir de la misma.
No obstante, la situación económica seguía igual o, incluso, peor. El invierno de 1794 fue terriblemente frío, con lo cual, las carreteras y los ríos se helaron, sin poder trasladar los suministros a las ciudades. Los precios aumentaron en una media del 50%. Algunos productos llegaron a subir hasta un 90%.
En abril de 1795, se convocaron huelgas generales y hubo enfrentamientos, entre los antiguos sans culottes y los miembros de la Guardia nacional, ayudados por algunos voluntarios monárquicos.
Sin embargo, en mayo, se unieron esos dos bandos y consiguieron entrar en la Convención.   Enseguida, consiguieron convencer a los diputados. Lo hicieron de una forma muy simple,
entraron en la sala con la cabeza de un diputado, que se había opuesto a esta invasión, la cual llevaban clavada en una pica.
No obstante, un poco más tarde, los más conservadores, volvieron a retomar el poder. Consiguieron tener de su parte a la Guardia Nacional, la cual castigó a los sans culottes y enjuiciaron a los miembros más radicales de la Convención.
Para ir acabando, a mediados de 1795, se promulgó una nueva Constitución, que no tenía nada que ver con de 1793 y se parecía más a la organización del Estado durante el período monárquico. Incluso, se volvió al voto censitario, o sea, que había que tener un cierto patrimonio y una cierta edad para poder votar. No hará falta mencionar que a las mujeres no las dejaron votar, aunque tuvieran esa cierta edad y patrimonio.
Se formó un Directorio, compuesto por 5 personas, como la máxima autoridad de Francia. Incluso, en las elecciones sólo se permitió elegir a un tercio de los miembros de las dos cámaras. Los otros dos tercios los elegirían los miembros de la antigua Convención, por si acaso se les colaba algún monárquico.
Como el descontento seguía existiendo, en octubre de ese año, se organizó otra insurrección de sans culottes, que se encaminó hacia la Convención. Allí les estaban esperando varios miles de soldados dotados de gran cantidad de artillería, al mando de Napoleón. Evidentemente, los insurrectos, esta vez,  fracasaron y, desgraciadamente, también las víctimas fueron muchas.
Al mes siguiente, se formó el primer Directorio. Este sistema estuvo en funcionamiento durante cuatro años, hasta que en 1799, el mismo general Bonaparte, dio un golpe de Estado y se autoproclamó primer y único cónsul de la República. El resto, creo que ya lo conocemos casi todos.

jueves, 27 de octubre de 2016

LA SITUACIÓN DE FRANCIA ANTES DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA



Está muy claro que es muy complicado resumir en pocas líneas cómo era la situación de todo un país europeo, donde, al igual que los demás, se daban todo tipo de circunstancias.
En mi opinión, Francia, salió muy maltrecha tras las guerras de religión y de la Fronda. Sin embargo, en un principio, el reinado de Luis XIV, que consiguió hacer funcionar
al país, hizo que mejorara claramente su economía en un clima de paz. También aumentó mucho su población. Ese es un dato muy importante.
Otro dato a tener en cuenta es que Luis XIV no tuvo ningún problema en atraerse a personas preeminentes al gobierno, aunque no pertenecieran a la nobleza. Así fue creando los llamados nobles de toga. Algo que no sentó nada bien a los miembros de la nobleza tradicional.
Esa es una de las grandes cualidades que, por lo general,  han tenido los Borbones. Pues siempre han tenido muy buen ojo para elegir a sus ministros.
El problema es que, más tarde, Francia, jugó a ser una primera potencia europea y, como todos los países que aspiran a serlo, se metió en guerras de todo tipo que asfixiaron su economía.
Aparte de ello, la mudanza de la corte a Versalles, donde no se reparaba en gastos y se vivía con un lujo asiático, también hizo que hubiera un mayor contraste entre la forma de vivir de los soberanos y el pueblo al que debían administrar.
Supongo que la decisión de Luis XIV de tener siempre en Versalles a los gobernadores de todas sus provincias, para tenerlos bien vigilados y que no le montaran otra Fronda, repercutiría en una toma de decisiones más lenta, para resolver cualquier problema, por muy pequeño que fuera.
También intentó hacer una jugada maestra al poner a su nieto al frente de la monarquía española. Sin embargo, eso sólo sirvió para enemistarse aún más con Inglaterra y provocar más guerras entre ambos países, pues abrió la posibilidad de que el mismo monarca reinara en los dos reinos.
Sin embargo, su sucesor, Luis XV, fue una persona amante del lujo y al que no le interesaban en absoluto las labores de gobierno.
Desde muy joven, sólo se preocupó de sus fiestas y de acostarse con todas las mujeres que le dio la gana. Mientras tanto, Francia, se metió en la Guerra de Sucesión de Austria y salió escaldada. Los impuestos hubieron de multiplicarse para pagar este conflicto bélico y los grandes gastos de la corte, y eso le hizo ser muy impopular entre su pueblo.
Además, como no se preocuparon por sus colonias ultramarinas, llegaron a perder casi todas ellas en guerras contra Inglaterra.
Concretamente, la Guerra de los Siete Años, que fue una especie de ensayo de guerra mundial, porque se combatió en todos los frentes posibles. Aunque afectó gravemente a Inglaterra, lo cierto es que llevó a la ruina a Francia.
En 1774, año de su muerte, las autoridades, tuvieron que tomar amplias medidas de seguridad para que no hubiera revueltas populares, celebrando el óbito. De hecho,
ni siquiera hicieron un funeral público, para prevenir las posibles alteraciones del orden.
Luis XVI ocupó un trono, que era, realmente, una herencia envenenada. Se encontró con un enorme déficit fiscal y con una ciudadanía exhausta, que ya no podía pagar más impuestos.
El rey estaba a favor de que las clases privilegiadas, o sea, el clero y la nobleza tradicional, también pagaran impuestos, pero ellos se negaron. Incluso, los mismos nobles de toga, que eran unos recién llegados a ese estamento, también se negaron a hacerlo.
En 1788, se dieron un conjunto de elementos que aceleraron la llegada de la Revolución Francesa.
Entre junio de 1783 y febrero de 1784, se dio un fenómeno natural, que influyó muchísimo sobre la vida de los europeos. A este tema le dediqué otro de mis artículos.
En Islandia, tuvo lugar la erupción de uno de sus volcanes. Este país puede parecer muy lejano, sin embargo, no hace muchos años, otro fenómeno similar, pero mucho más pequeño, provocó la suspensión de miles de vuelos comerciales.
Como no hay que olvidar que vivimos en el mismo planeta, la gran cantidad de cenizas, que expulsó el volcán, fueron a parar a la atmósfera, provocando que, durante meses,
no se pudiera ver el Sol.
Evidentemente, en una economía como la del siglo XVIII, basada en la Agricultura y la Ganadería, esto era realmente peligroso.
Así que la situación se tornó cada vez peor. Hasta hubo un año, donde no existió el verano, pues las temperaturas tuvieron un descenso considerable.
Además, en muchos sitios, como Inglaterra,  también Francia, muchos campos de cultivos se contaminaron con estas cenizas volcánicas y, por tanto, la cosecha fue muy mala. Especialmente, la de 1788.
No fue ninguna tontería. Se calcula que, de forma directa o indirecta, en todo el mundo, murieron unos 6.000.000 de personas a causa de la erupción de este volcán.
Llegados a este punto. Como siempre, al rey le hacía falta pasta y no se le ocurrió mejor forma de pedirla que reunir a los Estados Generales, o sea, el parlamento, que no se reunía desde hacía unos 80 años.
Previamente, había reunido a la Asamblea de Notables, que se negaron, rotundamente a pagar ningún tipo de impuesto. Luego, se puso en contacto con los Parlamentos regionales y éstos le persuadieron para que convocara a los Estados Generales.
La corte necesitaba muchos ingresos y no estaban dispuestos a vivir con menos lujo. Además, también se había hecho un esfuerzo fiscal muy importante para ayudar a los revolucionarios de USA en su guerra de independencia contra Inglaterra y las arcas del Estado estaban vacías.
Los nobles presionaron a los campesinos, subiéndoles los impuestos y los arrendamientos de sus tierras de labor. Aparte de quitarles las tierras comunales.
Al mismo tiempo, algunos nobles se confabularon con el clero para intentar recortar ciertos poderes que tenía el rey, como monarca absoluto.
También, como cada vez había menos grano, se corrió la voz de que los nobles los estaban acaparando y, en algunos lugares, se asaltaron sus almacenes a fin de repartirlos entre la gente.
El rey intentó ganar popularidad, elevando el número de representantes del Tercer Estado y permitiendo que enviaran unos “Cuadernos de quejas”, donde en cada zona le hacían una serie de peticiones al monarca. Está claro que en la corte, ni se molestaron en leer estos cuadernos.
También, algunos autores dicen que una serie de nobles organizaron unas partidas de bandidos, que se dedicaron a asaltar las propiedades y las tierras de los campesinos y así hacer que éstos pidieran la protección de los nobles. A cambio de subir la tarifa, claro está.
A la vez, hicieron correr la voz de que varias potencias extranjeras se estaban preparando para invadir Francia. Supongo que esto lo inventarían para unir al país y que la gente no hiciera caso al mensaje de los revolucionarios.
Del mismo modo, el fenómeno llamado Gran Miedo, produjo que algunos campesinos se organizaran y asaltaran las propiedades de los nobles, matando a algunos de ellos y quemando los documentos, donde figuraban las deudas de los campesinos.
Evidentemente, si el monarca hubiera dejado entrar a la burguesía en el gobierno, no se hubiera producido ninguna revolución. La razón es muy simple. Esa era una sociedad muy estamental y no se podía ascender de un estamento a otro. Los campesinos sólo producían, a veces, algunas revueltas, pero nunca una revolución como tal.
Tradicionalmente, existían tres estamentos. El primero era la Iglesia, formada por unos 120.000 clérigos.
El segundo, era la nobleza. Formada nada menos que por unos 400.000, que no está nada mal para una población total de unos 27.000.000 de habitantes.
Evidentemente, ninguno de esos dos estamentos pagaba ningún tipo de impuesto. Los primeros se amparaban en que ellos rezaban por el bienestar de Francia. Los segundos, se suponía que estaban para defender al país de sus enemigos.
Obviamente, como estos dos estamentos no generaban recursos, pues los del Tercer Estado, o sea, todos los demás, tenían que sostenerlos a ellos y a toda Francia.
En el Tercer Estado se hallaba la burguesía. Este era un grupo cada vez mayor de gente, que se había enriquecido con su trabajo o con los negocios y no entendía por qué tenía que estar en el mismo grupo que los campesinos. También pensaban que, ya que ellos eran el principal sostén del Estado, éste debería de darles un papel importante en la Administración del mismo. Algo a lo que los otros dos estamentos se negaban rotundamente.
En aquel momento, por mucho que uno lo intentara, era totalmente imposible ascender en la escala social, aunque se tuviera una buena fortuna o una amplia formación académica.
Claramente, como la burguesía era poco numerosa, necesitaron la ayuda del resto de los miembros del Tercer Estado. Es posible que se beneficiaran de las necesidades que estaba pasando la población para atraérselos a su bando. Seguramente, a los burgueses les importaba un rábano lo mal que lo pasara el campesinado.
La verdad es que tuvo que ser muy complicado hacerlo, porque, en Francia, buena parte de la población tenía al monarca como una especie de semidiós. No es exagerada esa afirmación, pues, desde la Edad Media, de cada monarca francés,  se decía que tenía el poder de curar ciertas enfermedades, con sólo tocar al enfermo. Eso se practicó durante siglos y todavía, en el siglo XVIII, había mucha gente que se lo creía.

Por otra parte, ya se sabe que, cuando a la gente le va bien, nadie suele mirar los gastos. En cambio, cuando se pasan necesidades, la gente ha de apretarse el cinturón. Con la diferencia de que la Administración del Estado no suele hacerlo y menos en esa época, cuando el gobierno ni siquiera confeccionaba unos presupuestos. Ni la casa real tenía una asignación fija. Así que los lujos de la corte eran sumamente impopulares para el pueblo, que era quien los pagaba, aunque ellos no tuvieran para comer.
Para colmo, los ministros de Hacienda, intentaron establecer una especie de economía preliberal. Así que, en vez de proteger los bolsillos de los ciudadanos, decretaron la libertad de precios y los hundieron aún más en la ruina más absoluta.
Lo cierto es que, entre la convocatoria de los estados Generales, realizada en agosto de 1788 y el comienzo de las sesiones, en mayo de 1789, se dieron muchas luchas de poder.
Esencialmente, los nobles confabulados con el clero, querían seguir con el procedimiento tradicional en las sesiones, o sea, un voto por cada estamento. Así el Tercer Estado estaría en inferioridad de condiciones y siempre perdería a pesar de ser el más numeroso de todos. Por ello, pidieron el voto por cabeza.
Tras el inicio de las sesiones, en los siguientes meses se formaron diferentes comisiones para tratar cada tema. A la vez, se presentaron nada menos que unos 60.000 cuadernos de quejas. La mayoría de esas peticiones solicitaban una amplia rebaja en los poderes absolutos del monarca.
Probablemente, en un principio,  lo que buscaba la mayoría de la burguesía era redactar una constitución, para aclarar los derechos y obligaciones del Pueblo, el Gobierno y la Corona. No creo que estuvieran a favor de hacer una revolución. Es posible que decidieran hacerla cuando ya no vieran otra salida que esa.
La desproporción entre los representantes de los tres Estados era realmente abismal. El clero envió 291 representantes, mientras que la nobleza tenía 270 y el Tercer Estado nada menos que 578. Evidentemente, cuando se unían la nobleza y el clero, ya no había tanta diferencia.
También es preciso decir que las ideas de muchos de los diputados no coincidían con las de sus respectivos estamentos. Así, hubo algunos clérigos y nobles que estaban a favor de otorgarle mayores derechos a la burguesía. Es posible que fuera porque algunos estuvieran emparentados con los miembros de ese estamento o porque seguían las nuevas ideas que trajo la Ilustración.
También ocurrió que el Tercer Estado se opuso, desde el principio, a que cada estamento tratara los asuntos por separado. Así que en junio se reunieron en Asamblea Nacional, invitando a los miembros de los otros estamentos a reunirse con ellos. Parece ser que muchos clérigos acudieron a ese llamamiento, pero no ocurrió lo mismo en el caso de los nobles.
Esta vez, el rey dio la razón a los nobles y ordenó que expulsaran a los del Tercer Estado del lugar donde se habían reunido.
Esto provocó que se trasladaran a una especie de frontón, donde juraron no moverse de allí hasta que redactaran  una constitución para Francia. Así se llegó al concepto de que la soberanía reside en el pueblo y no en la voluntad absoluta del monarca de turno.
Así que, en julio, consiguieron convertir esa reunión en una Asamblea Constituyente. O sea, un parlamento exclusivamente creado para redactar una Constitución.
Poco a poco, también fueron llegando los miembros del clero a ese local, para reunirse con los del Tercer Estado, allí reunidos. Es más, el rey pidió a la nobleza que también se desplazara hasta ese lugar y se reuniera con ellos.
Parece ser que el pueblo estaba inquieto por la falta de noticias sobre esas reuniones. Además, necesitaba soluciones rápidas para el hambre que estaba diezmando a la población.
La destitución, por el rey, del ministro de Hacienda, Necker, hizo pensar que  pensaban subir aún más los impuestos. Aparte de que la gente pudo comprobar que se estaban reforzando las medidas de seguridad, pues habían llegado nuevos efectivos militares a la capital.
Ese estado de cosas fue el ideal para los demagogos radicales, como Camille Desmoulins, cuyos discursos hicieron que el pueblo se pusiera en marcha y decidiera atacar la infame prisión de la Bastilla, considerada como un símbolo de la represión del régimen monárquico.
Como todo el mundo sabe, esto ocurrió el 14 de julio de 1789 y fue el comienzo de la revolución..
El rey se persona en París, para ver lo ocurrido y allí se encuentra con que los revolucionarios querían establecer una especie de alianza entre el Pueblo y la Corona. No obstante, muchos nobles creen que el rey ha sido débil en sus decisiones y empiezan a tomar el camino de exilio.
Como me está quedando este artículo un poco largo, voy a cortarlo aquí y hacer una segunda parte. 

viernes, 21 de octubre de 2016

K. W. NAUNDORFF, UN HOMBRE QUE DECÍA SER LUIS XVII



El hermano de Luis XVIII, que reinó con el nombre de Carlos X, según parece, debería de haber sido muy supersticioso. Aparte de que nunca fue muy popular entre los franceses.
Cuando empezó a ver tambalearse su trono, envió a uno de sus cortesanos a hablar con un famoso vidente, llamado Thomas Martin. Este le dijo “una mano empuja a Carlos X de un trono sobre el que no subió”. También le dijo que tendría que exiliarse y moriría en el extranjero. Aparte de eso, que el duque de Angulema no sería rey y el conde de Chambord, tampoco.
Así que Carlos X no se lo pensó mucho y muy pronto se fue a la costa para embarcarse hacia Inglaterra, dejando en el trono a un regente, que luego se proclamaría nuevo rey, Luis Felipe de Orleans.
Es posible que se acordara que otro vidente le recomendó a su hermano que tuviera mucho cuidado los días 21 de cada mes. Efectivamente, tuvo varios accidentes en esos días. La última vez que tuvo uno de esos problemas fue un 21 de enero, el día en que lo guillotinaron. Precisamente, su cabeza rodó hacia el cesto a las 10,21 de la mañana.
Curiosamente, en 1833, apareció en París un tal Karl Wilhelm Naundor ff. Parece ser que visitó al famoso vidente y éste le dijo que lo reconocía como la persona que él había visto en sus visiones.
Además, cuando surgieron todos esos que decían ser Luis XVII, su hermana, Madame Royale, les remitió a algunos de ellos un cuestionario con preguntas que, teóricamente, sólo podría haber contestado su verdadero hermano.
Según dijo a sus amistades, ella no reconoció a ninguno. Sin embargo, Naundorff, le parecía mucho más creíble que los demás.
Parece ser que la familia real nunca hizo ningún esfuerzo serio por conocer la verdad acerca de la muerte de Luis XVII. Ni siquiera su hermana se vistió de luto, salvo cuando se lo exigieron en la corte de Viena.
También existió un rumor en París sobre el duque de Berry. Parece ser que, antes de su asesinato, había sostenido una fuerte discusión con el rey, Luis XVIII,  acerca de la posible supervivencia de Luis XVII.
Incluso, entre las amistades que rodeaban al conde de Chambord, posible sucesor al trono, se comentaba que Luis XVII no había muerto en el Temple. Hay quien dice que este conde no quiso reinar con el nombre de Enrique V, para que no lo considerasen un usurpador.
Ahora ya vamos a entrar de lleno en nuestro personaje de hoy. Su nombre era Karl Wilhelm Naundorff.
La verdad es que hasta 1810 no se sabe casi nada acerca de la vida de este hombre, año en el que llegó a Berlín y se dedicó al oficio de relojero.
Ese dato es muy interesante, porque de todos es sabido que los Borbones siempre fueron muy aficionados a la relojería. Si alguno se da una vuelta por el Palacio Real, en Madrid, podrá comprobar la afición de esa familia por los relojes y su mecánica.
Decían que eran muy buenos mecánicos. Incluso, parece ser que, cuando le presentaron, antes de la Revolución Francesa,  la guillotina, al rey Luis XVI, a fin de que la aprobase, como nuevo método para las ejecuciones, creo recordar que comentó que la cuchilla sería más efectiva si la hoja estuviera inclinada, o sea, biselada,  y no recta. Es más, me parece recordar que también recomendó que la hoja tuviera sierra. Como todos sabemos, luego le tocó también  el dudoso honor de probarla.

Naundorff solía decir que le habían sacado de la prisión del Temple, para encerrarle en otra parte. También que le dieron documentos falsos, lo llevaron a América. Luego volvió a Europa, etc. Pero, lo cierto, es que no tenía ninguna prueba de ello. Por lo que era muy poco creíble.
Tras su llegada a Berlín, se mudó a Spandau, donde obtuvo, muy fácilmente, la ciudadana prusiana. No olvidemos que entonces no existía aún Alemania.
Parece ser que tuvo un pequeño incidente, pues no coincidía el aspecto que tenía con los años que aparecían en la hoja de identidad que aportó. Fue llamado al negociado de pasaportes y allí le interrogaron. Al rato, dijo que él era el hijo de Luis XVI y que necesitaba un pasaporte para esconderse de las tropas napoleónicas. Por ese motivo, le dieron enseguida un pasaporte prusiano.
Durante la retirada de las tropas napoleónicas, Spandau fue bombardeada y él cayó enfermo. Tras reponerse, escribió al rey de Prusia y al emperador austriaco a fin de que le apoyaran para intentar obtener al trono de Francia.
Incluso, le envió una carta a la duquesa de Angulema, hermana de Luis XVII, la cual no contestó nunca a su misiva.
En 1822, nuestro personaje, ya se había casado y tenía tres hijos. Residiendo todos en Brandemburgo.
Al poco tiempo, fue llevado ante los tribunales, acusado de falsificación y de haber incendiado su casa y la de su vecino. Por ello, fue sentenciado a tres años de cárcel, aunque el juez sospechaba que estaba loco.
Curiosamente, el alcaide de la cárcel, estaba convencido de que era inocente y escribió al rey de Prusia para que le indultara.
Tras su salida de la cárcel, se mudó al pueblo de Crossen. Allí, alrededor de 1828, empezó a decir públicamente que él era el hijo de Luis XVI.
Parece ser que ya no quiso mandar más cartas a las personalidades. Sin embargo, escribió un artículo en la Gaceta de Leipzig, donde daba todo lujo de detalles sobre la vida del hijo de Luis XVI.
Además, afirmaba que había sido sustituido por un chico huérfano sordomudo, mientras que él había sido escondido en otra zona del temple, hasta que pudo huir de allí.
Esta noticia salió en algunos periódicos franceses y esto no gustó nada al rey de Prusia, que ordenó detenerle. Como al relojero lo avisaron previamente, le dio tiempo de huir, dejando en Prusia a su familia.
Se fue hacia Suiza y, en 1833,  llegó a Francia hecho un harapiento. Allí contactó con los legitimistas monárquicos franceses, los cuales hicieron una especie de corte alrededor de él.
Le organizan un encuentro con Madame Rambaud, antigua cuidadora del niño. Ella le llevó un antiguo traje azul, que era del Delfín. Le preguntó sobre él y nuestro personaje acertó de pleno con su respuesta.
Incluso, llegó a contestar a muchas otras preguntas con una seguridad que impresionaba, a pesar de que no hablaba muy bien francés.
Otras personas de la antigua corte también reconocieron a nuestro personaje como el niño que desapareció en el Temple. Incluso, hasta Jean Bremmond,  secretario privado de Luis XVI.
Intentaron que se entrevistara con la otra hija de Luis XVI, pero ella siempre se negó. Incluso, cuando la llamaron a testificar ante un tribunal.
Es más, escribió una carta al tribunal que, por entonces, estaba juzgando al conde de Richemont, afirmando que él era el verdadero Luis XVII y el acusado era un farsante.
En 1836, nuestro personaje, fue arrestado por orden del rey Luis Felipe y expulsado al Reino Unido. Parece ser que nuestro personaje pretendía llevar ante los tribunales al antiguo rey, Carlos X, y a la duquesa de Angulema, porque decía tener derecho a algunos de los bienes de Luis XVI.
Así que el Gobierno francés dio orden de arresto contra él y de incautarle todas las pruebas que tuviera en su poder. Esta vez, sus partidarios permanecieron en silencio.
En Londres, el Gobierno británico, no le molestó y lo utilizó para poner en ridículo al rey Luis Felipe.
Incluso, en 1837, Naundorff, redactó una petición a la Cámara de los pares y a la Cámara de Diputados, para que reconocieran sus derechos como heredero al trono. Este documento iba firmado por el duque de Normandía, que es como gustaba que le llamaran. Evidentemente, fracasó en este y otro intento, efectuado al año siguiente.
Supongo que con la Iglesia católica tampoco le iría muy bien, pues había dicho que, tras una visión, había decidido hacer una reforma en la Iglesia católica. A lo mejor, por eso, el Papa, Gregorio XVI, hizo un llamamiento a los católicos de las Islas Británicas contra Naundorff.
Incluso, se dedicó a fabricar lo que llamó “la bomba borbona”, la cual explotó a causa de un accidente, provocando muchos destrozos en su propia casa. Más tarde, cuando la perfeccionó, la vendió al Ejército de Holanda, junto con un fusil sin retroceso.
Por algún motivo desconocido, predijo que sería coronado como nuevo rey de Francia el 1 de enero de 1840. Evidentemente, esto no fue así. Por eso, mucha gente dejó de apoyarle.
En 1841, decidió mudarse a Holanda, donde fue muy bien recibido. Incluso, le dejaron utilizar oficialmente el apellido Borbón. Es más, le nombraron director de la Pirotecnia militar.
Murió el 10/08/1845 en su exilio en Delft, Holanda. Algunos insinúan que podría haber sido a causa de envenenamiento.
En su lápida se indica: “Aquí yace el rey Luis XVII de Francia y de Navarra, nacido en Versalles el 27 de marzo de 1785, murió el 10 de agosto de 1845”
Curiosamente, sus descendientes siguen, hoy en día, reclamando sus derechos al trono de Francia. Incluso, han añadido a sus nombres el apellido Borbón, siendo reconocido legalmente por Holanda. A pesar de las protestas de Francia.
Concretamente, acudieron a los tribunales franceses de Justicia en 1851 y en 1874, fracasando en ambos intentos.
En el año 1954, un tribunal francés, también falló en contra de uno de estos familiares, llamado René Charles de Borbón, el cual trabajaba como director de un circo.
Ese mismo tribunal declaró oficialmente el 08/06/1795, como fecha oficial de la muerte de Luis XVII. También dictó una sentencia por la dictaminaba que los pretendientes con más derechos al trono de Francia eran los miembros de la rama Borbón-Parma.
En 1943, un historiador llevó unas muestras de pelo de Naundorff al célebre profesor Locard, para compararlas con un mechón del Delfín. En un principio, se vio que tenían cierta similitud. No obstante, hizo un segundo análisis y se vio que no eran de la misma persona.
Como ya he dicho en uno de mis anteriores artículos, en 1999, se decidieron a realizar un análisis de ADN al corazón, que se conservaba en Saint Denis y lo compararon con el pelo de María Antonieta y de su hermana.
En abril de 2000, se llegó a la conclusión de que ambas muestras tenían una relación familiar y que el corazón era de Luis XVII.
Algunos seguidores actuales de Naundorff han argumentado que el corazón podría pertenecer no a Luis Carlos, sino a su hermano mayor, Luis José, fallecido en 1789 a causa de la tuberculosis .
Sin embargo, se sabe que el cadáver de Luis José fue embalsamado, mientras que el corazón de Luis Carlos fue conservado en alcohol.
No obstante, se le han realizado otras pruebas. Esta vez, han comparado, su ADN, con el del rey Luis XVI y no difiere demasiado. Por lo tanto, parece ser que existen sospechas de que
pudiera ser un hijo ilegítimo del monarca o una persona perteneciente a la casa Condé, que es otra rama borbónica.
Se han descrito muchas teorías sobre el tema. Entre las más curiosas, me gustaría citar la de un autor que dice que Naundorff hablaba un alemán típico del sur del país y era anabaptista. Casualmente, la última familia que se encargó de Luis XVII hablaba con ese mismo acento y pertenecía a esa religión.
En cambio, otro autor, ha pensado que, durante su infancia, Naundorff, pudo haber trabajado en casa de Elisabeth Vigée le Brun, la pintora favorita de la corte de Luis XVI, y allí podría haber aprendido todo sobre la familia real francesa. A esta pintora también le dediqué otro artículo.
Bueno, pues aquí termina este artículo. Espero que el mismo os dé mucho qué pensar.