viernes, 21 de octubre de 2016

K. W. NAUNDORFF, UN HOMBRE QUE DECÍA SER LUIS XVII



El hermano de Luis XVIII, que reinó con el nombre de Carlos X, según parece, debería de haber sido muy supersticioso. Aparte de que nunca fue muy popular entre los franceses.
Cuando empezó a ver tambalearse su trono, envió a uno de sus cortesanos a hablar con un famoso vidente, llamado Thomas Martin. Este le dijo “una mano empuja a Carlos X de un trono sobre el que no subió”. También le dijo que tendría que exiliarse y moriría en el extranjero. Aparte de eso, que el duque de Angulema no sería rey y el conde de Chambord, tampoco.
Así que Carlos X no se lo pensó mucho y muy pronto se fue a la costa para embarcarse hacia Inglaterra, dejando en el trono a un regente, que luego se proclamaría nuevo rey, Luis Felipe de Orleans.
Es posible que se acordara que otro vidente le recomendó a su hermano que tuviera mucho cuidado los días 21 de cada mes. Efectivamente, tuvo varios accidentes en esos días. La última vez que tuvo uno de esos problemas fue un 21 de enero, el día en que lo guillotinaron. Precisamente, su cabeza rodó hacia el cesto a las 10,21 de la mañana.
Curiosamente, en 1833, apareció en París un tal Karl Wilhelm Naundor ff. Parece ser que visitó al famoso vidente y éste le dijo que lo reconocía como la persona que él había visto en sus visiones.
Además, cuando surgieron todos esos que decían ser Luis XVII, su hermana, Madame Royale, les remitió a algunos de ellos un cuestionario con preguntas que, teóricamente, sólo podría haber contestado su verdadero hermano.
Según dijo a sus amistades, ella no reconoció a ninguno. Sin embargo, Naundorff, le parecía mucho más creíble que los demás.
Parece ser que la familia real nunca hizo ningún esfuerzo serio por conocer la verdad acerca de la muerte de Luis XVII. Ni siquiera su hermana se vistió de luto, salvo cuando se lo exigieron en la corte de Viena.
También existió un rumor en París sobre el duque de Berry. Parece ser que, antes de su asesinato, había sostenido una fuerte discusión con el rey, Luis XVIII,  acerca de la posible supervivencia de Luis XVII.
Incluso, entre las amistades que rodeaban al conde de Chambord, posible sucesor al trono, se comentaba que Luis XVII no había muerto en el Temple. Hay quien dice que este conde no quiso reinar con el nombre de Enrique V, para que no lo considerasen un usurpador.
Ahora ya vamos a entrar de lleno en nuestro personaje de hoy. Su nombre era Karl Wilhelm Naundorff.
La verdad es que hasta 1810 no se sabe casi nada acerca de la vida de este hombre, año en el que llegó a Berlín y se dedicó al oficio de relojero.
Ese dato es muy interesante, porque de todos es sabido que los Borbones siempre fueron muy aficionados a la relojería. Si alguno se da una vuelta por el Palacio Real, en Madrid, podrá comprobar la afición de esa familia por los relojes y su mecánica.
Decían que eran muy buenos mecánicos. Incluso, parece ser que, cuando le presentaron, antes de la Revolución Francesa,  la guillotina, al rey Luis XVI, a fin de que la aprobase, como nuevo método para las ejecuciones, creo recordar que comentó que la cuchilla sería más efectiva si la hoja estuviera inclinada, o sea, biselada,  y no recta. Es más, me parece recordar que también recomendó que la hoja tuviera sierra. Como todos sabemos, luego le tocó también  el dudoso honor de probarla.

Naundorff solía decir que le habían sacado de la prisión del Temple, para encerrarle en otra parte. También que le dieron documentos falsos, lo llevaron a América. Luego volvió a Europa, etc. Pero, lo cierto, es que no tenía ninguna prueba de ello. Por lo que era muy poco creíble.
Tras su llegada a Berlín, se mudó a Spandau, donde obtuvo, muy fácilmente, la ciudadana prusiana. No olvidemos que entonces no existía aún Alemania.
Parece ser que tuvo un pequeño incidente, pues no coincidía el aspecto que tenía con los años que aparecían en la hoja de identidad que aportó. Fue llamado al negociado de pasaportes y allí le interrogaron. Al rato, dijo que él era el hijo de Luis XVI y que necesitaba un pasaporte para esconderse de las tropas napoleónicas. Por ese motivo, le dieron enseguida un pasaporte prusiano.
Durante la retirada de las tropas napoleónicas, Spandau fue bombardeada y él cayó enfermo. Tras reponerse, escribió al rey de Prusia y al emperador austriaco a fin de que le apoyaran para intentar obtener al trono de Francia.
Incluso, le envió una carta a la duquesa de Angulema, hermana de Luis XVII, la cual no contestó nunca a su misiva.
En 1822, nuestro personaje, ya se había casado y tenía tres hijos. Residiendo todos en Brandemburgo.
Al poco tiempo, fue llevado ante los tribunales, acusado de falsificación y de haber incendiado su casa y la de su vecino. Por ello, fue sentenciado a tres años de cárcel, aunque el juez sospechaba que estaba loco.
Curiosamente, el alcaide de la cárcel, estaba convencido de que era inocente y escribió al rey de Prusia para que le indultara.
Tras su salida de la cárcel, se mudó al pueblo de Crossen. Allí, alrededor de 1828, empezó a decir públicamente que él era el hijo de Luis XVI.
Parece ser que ya no quiso mandar más cartas a las personalidades. Sin embargo, escribió un artículo en la Gaceta de Leipzig, donde daba todo lujo de detalles sobre la vida del hijo de Luis XVI.
Además, afirmaba que había sido sustituido por un chico huérfano sordomudo, mientras que él había sido escondido en otra zona del temple, hasta que pudo huir de allí.
Esta noticia salió en algunos periódicos franceses y esto no gustó nada al rey de Prusia, que ordenó detenerle. Como al relojero lo avisaron previamente, le dio tiempo de huir, dejando en Prusia a su familia.
Se fue hacia Suiza y, en 1833,  llegó a Francia hecho un harapiento. Allí contactó con los legitimistas monárquicos franceses, los cuales hicieron una especie de corte alrededor de él.
Le organizan un encuentro con Madame Rambaud, antigua cuidadora del niño. Ella le llevó un antiguo traje azul, que era del Delfín. Le preguntó sobre él y nuestro personaje acertó de pleno con su respuesta.
Incluso, llegó a contestar a muchas otras preguntas con una seguridad que impresionaba, a pesar de que no hablaba muy bien francés.
Otras personas de la antigua corte también reconocieron a nuestro personaje como el niño que desapareció en el Temple. Incluso, hasta Jean Bremmond,  secretario privado de Luis XVI.
Intentaron que se entrevistara con la otra hija de Luis XVI, pero ella siempre se negó. Incluso, cuando la llamaron a testificar ante un tribunal.
Es más, escribió una carta al tribunal que, por entonces, estaba juzgando al conde de Richemont, afirmando que él era el verdadero Luis XVII y el acusado era un farsante.
En 1836, nuestro personaje, fue arrestado por orden del rey Luis Felipe y expulsado al Reino Unido. Parece ser que nuestro personaje pretendía llevar ante los tribunales al antiguo rey, Carlos X, y a la duquesa de Angulema, porque decía tener derecho a algunos de los bienes de Luis XVI.
Así que el Gobierno francés dio orden de arresto contra él y de incautarle todas las pruebas que tuviera en su poder. Esta vez, sus partidarios permanecieron en silencio.
En Londres, el Gobierno británico, no le molestó y lo utilizó para poner en ridículo al rey Luis Felipe.
Incluso, en 1837, Naundorff, redactó una petición a la Cámara de los pares y a la Cámara de Diputados, para que reconocieran sus derechos como heredero al trono. Este documento iba firmado por el duque de Normandía, que es como gustaba que le llamaran. Evidentemente, fracasó en este y otro intento, efectuado al año siguiente.
Supongo que con la Iglesia católica tampoco le iría muy bien, pues había dicho que, tras una visión, había decidido hacer una reforma en la Iglesia católica. A lo mejor, por eso, el Papa, Gregorio XVI, hizo un llamamiento a los católicos de las Islas Británicas contra Naundorff.
Incluso, se dedicó a fabricar lo que llamó “la bomba borbona”, la cual explotó a causa de un accidente, provocando muchos destrozos en su propia casa. Más tarde, cuando la perfeccionó, la vendió al Ejército de Holanda, junto con un fusil sin retroceso.
Por algún motivo desconocido, predijo que sería coronado como nuevo rey de Francia el 1 de enero de 1840. Evidentemente, esto no fue así. Por eso, mucha gente dejó de apoyarle.
En 1841, decidió mudarse a Holanda, donde fue muy bien recibido. Incluso, le dejaron utilizar oficialmente el apellido Borbón. Es más, le nombraron director de la Pirotecnia militar.
Murió el 10/08/1845 en su exilio en Delft, Holanda. Algunos insinúan que podría haber sido a causa de envenenamiento.
En su lápida se indica: “Aquí yace el rey Luis XVII de Francia y de Navarra, nacido en Versalles el 27 de marzo de 1785, murió el 10 de agosto de 1845”
Curiosamente, sus descendientes siguen, hoy en día, reclamando sus derechos al trono de Francia. Incluso, han añadido a sus nombres el apellido Borbón, siendo reconocido legalmente por Holanda. A pesar de las protestas de Francia.
Concretamente, acudieron a los tribunales franceses de Justicia en 1851 y en 1874, fracasando en ambos intentos.
En el año 1954, un tribunal francés, también falló en contra de uno de estos familiares, llamado René Charles de Borbón, el cual trabajaba como director de un circo.
Ese mismo tribunal declaró oficialmente el 08/06/1795, como fecha oficial de la muerte de Luis XVII. También dictó una sentencia por la dictaminaba que los pretendientes con más derechos al trono de Francia eran los miembros de la rama Borbón-Parma.
En 1943, un historiador llevó unas muestras de pelo de Naundorff al célebre profesor Locard, para compararlas con un mechón del Delfín. En un principio, se vio que tenían cierta similitud. No obstante, hizo un segundo análisis y se vio que no eran de la misma persona.
Como ya he dicho en uno de mis anteriores artículos, en 1999, se decidieron a realizar un análisis de ADN al corazón, que se conservaba en Saint Denis y lo compararon con el pelo de María Antonieta y de su hermana.
En abril de 2000, se llegó a la conclusión de que ambas muestras tenían una relación familiar y que el corazón era de Luis XVII.
Algunos seguidores actuales de Naundorff han argumentado que el corazón podría pertenecer no a Luis Carlos, sino a su hermano mayor, Luis José, fallecido en 1789 a causa de la tuberculosis .
Sin embargo, se sabe que el cadáver de Luis José fue embalsamado, mientras que el corazón de Luis Carlos fue conservado en alcohol.
No obstante, se le han realizado otras pruebas. Esta vez, han comparado, su ADN, con el del rey Luis XVI y no difiere demasiado. Por lo tanto, parece ser que existen sospechas de que
pudiera ser un hijo ilegítimo del monarca o una persona perteneciente a la casa Condé, que es otra rama borbónica.
Se han descrito muchas teorías sobre el tema. Entre las más curiosas, me gustaría citar la de un autor que dice que Naundorff hablaba un alemán típico del sur del país y era anabaptista. Casualmente, la última familia que se encargó de Luis XVII hablaba con ese mismo acento y pertenecía a esa religión.
En cambio, otro autor, ha pensado que, durante su infancia, Naundorff, pudo haber trabajado en casa de Elisabeth Vigée le Brun, la pintora favorita de la corte de Luis XVI, y allí podría haber aprendido todo sobre la familia real francesa. A esta pintora también le dediqué otro artículo.
Bueno, pues aquí termina este artículo. Espero que el mismo os dé mucho qué pensar.

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