lunes, 3 de agosto de 2015

ALBERT PIERREPOINT, UN VERDUGO EJEMPLAR



Es posible que, al haber traído a un verdugo al blog,  más de uno haya pensado que igual soy aficionado a los espectáculos morbosos de esos que salen habitualmente en la TV o que soy partidario de la pena de muerte. Pues ni lo uno, ni lo otro.
Simplemente, estuve leyendo el otro día un artículo sobre este personaje y me ha llamado la atención. Así que, por eso, precisamente, se me ha ocurrido hacer un artículo sobre él.
Albert Pierrepoint nació en marzo de 1905 en el seno de una familia que, por tradición, se había dedicado a esta actividad.
Realmente, en el Reino Unido, siempre se ha entendido que esta labor estaba encomendada a los sheriffs de cada condado, pero ellos siempre se han servido de personas dispuestas a hacerlo. O sea, que no es un cargo administrativo, ni se puede entender como una profesión.
Curiosamente, Albert, casi siempre trabajó en su tienda de comestibles, en las afueras de Bradford y sólo ejercía de verdugo, cuando se le necesitaba para esa labor.
Aunque se le consideró  como el verdugo más eficiente, pues siempre se tomó muy en serio su trabajo, cuando se retiró publicó en sus memorias que  creía que esta pena no servía para nada.
Albert fue el continuador de una dinastía, donde ya figuraban su padre, Henry, y su tío, Thomas, que ejercieron durante muchos años el trabajo de verdugos.
Incluso, comentaba en sus memorias, que, cuando pasaba algunos días de verano en casa de su tío, éste le permitía leer su diario, donde describía los detalles de sus ejecuciones.
Como era normal en esa época, ya en 1917, empezó trabajando en unos molinos que había en Marlborough.
En 1920, se dedicó a repartir con un simple carro los encargos que le hacían a un almacenista de su ciudad.
En 1930 ya aprendió a conducir vehículos y se dedicó a hacer esos repartos con un coche y luego con un camión.
En 1931, como estaría muy harto de hacer ese trabajo, se le ocurrió escribir a los comisionados de prisiones, ofreciéndose como ayudante de su tío, para realizar ejecuciones. Lamentablemente, le contestaron que no había vacantes para ese puesto.
A finales de ese mismo año, dimitió uno de los ayudantes del verdugo y le llamaron para hacerle una entrevista en la prisión de Strangeways, en Manchester.
Así,  en 1932, su nombre ya figuraba en la lista de los ayudantes de verdugos del Reino Unido.
Parece ser que sus honorarios, en ese momento, eran de 1,5 guineas, que serían, actualmente, unas 93 libras y otro tanto, dos semanas después, si estimaban que tuvo un comportamiento adecuado en la ejecución.
Por supuesto, se les obligaba, por escrito, a ser muy discretos y a no hacer ninguna declaración a la prensa.
Su primera ejecución, a la que asistió como ayudante de su tío, fue en Dublín, en diciembre de 1932. Se trataba de ejecutar a un granjero irlandés que había asesinado a su hermano.
En diciembre de 1941 tuvo su primera ejecución como verdugo principal. Se trataba de ahorcar a un espía alemán llamado Karel Richter, el cual había sido lanzado en paracaídas en las cercanías de Londres, pero fracasó y fue juzgado y condenado.
Como el reo se resistió, hubo una dura lucha entre él y los funcionarios. Al final, le condujeron al patíbulo de la cárcel y allí pudo realizar su función el verdugo, pero de una manera no muy ortodoxa. En su diario dice que nunca  estuvo satisfecho con su labor en esa ejecución.
En 1943, nuestro verdugo, que ya había puesto su tienda de comestibles, se casó con una chica que tenía una tienda de dulces en la misma calle que la suya y estuvieron viviendo en Manchester.
En la posguerra se le acumuló el trabajo, pues las autoridades aliadas de ocupación estaban enjuiciando a multitud de nazis y condenando a muchos de ellos a la pena capital.
En diciembre de 1945 viajó por primera vez a Alemania para ejecutar a
11 prisioneros nazis y otros dos acusados de asesinar a un piloto de la RAF en Holanda.
En los siguientes años, gracias a su probada eficiencia, fue reclamado unas 25 veces para ir a Alemania y a Austria y ejecutar a unas 200 personas, declaradas criminales de guerra.
Por entonces, la prensa descubrió su verdadera identidad y apareció en muchos periódicos como un héroe que estaba haciendo justicia contra los nazis. No hay que olvidar que, los nazis, además de haber matado a mucha gente en el resto de Europa, también habían asesinado a mucha gente con sus bombardeos sobre el Reino Unido y la ciudadanía no había olvidado esas cosas.
Alguno también me dirá que los aliados mataron a muchos más alemanes, con sus frecuentes bombardeos aéreos, pero ese tema ya lo traté en otro artículo y ya
sabe la gente lo que pienso al respecto. Ya  lo dijo el jefe galo Breno, cuando venció a los romanos: “Vae victis”, que se traduce como “Ay de los vencidos”. O sea, que podía hacer lo que le diera la gana con los vencidos.
Como aumentaron mucho sus ingresos, debido a las continuas ejecuciones, pues dejó el negocio de los comestibles y la pareja puso un pub y luego otro más, cerca de Preston.
En 1956, renunció a su cargo, debido a que él cobraba por hacer ejecuciones y, como al reo que iba a ejecutar, se le perdonó en el último momento, pues no le quisieron pagar lo convenido, a pesar de haber realizado todos los preparativos para la ejecución.
Parece ser que, normalmente, solía cobrar 15 libras, que, al cambio de hoy serían 317. Sin embargo, el encargado de la ejecución sólo le ofreció 1 y eso le molestó mucho.
Según las normas vigentes en ese momento en Inglaterra  se cobraba por ejecución. Sin embargo, en Escocia, le hubieran pagado el total, aunque se hubiera conmutado la sentencia.
Lo cierto es que el sheriff le envió a casa un cheque por 4 libras, porque Albert tuvo que quedarse unos días en esa ciudad, debido al temporal que estaba sufriendo la misma.
Incluso, el propio Ministerio del Interior, se dirigió a él por carta, pidiéndole que reconsiderara su decisión de dimitir del cargo, dado que le consideraban el mejor verdugo que tenían, pero no lo hizo.
No obstante, a pesar de tener algunos verdugos más disponibles, a partir de 1964 ya no les hicieron falta, pues fue el año en que se eliminó del Derecho británico la pena de muerte.
Albert y su esposa, Annie, se retiraron a la ciudad litoral de Southport, donde él murió en julio de 1992.
Nunca quiso dar un número exacto de las ejecuciones que había llevado a cabo. Se piensa que dio muerte a 433 hombres y 17 mujeres, incluidos militares y criminales de guerra.
Un autor, que afirma haber consultado los archivos sobre ejecuciones, da una cifra de 435 ejecuciones realizadas por nuestro personaje de hoy.
En una película USA se le cita como el último verdugo, pero eso no es cierto, pues las ejecuciones tuvieron lugar hasta agosto de 1964 y fueron realizadas por otros de sus colegas.
Realmente, como dije ya en un principio, el encargado legalmente de realizar esas ejecuciones era el sheriff, pero desde hacía muchos años, delegaban su labor en las llamadas “personas competentes”. Ni siquiera se les llamaba verdugos.
Él llamaba a los reos sus “clientes” y los trataba siempre con todo respeto. Según dicen, al término de cada ejecución, solía decirles a sus ayudantes: “Esta persona ha pagado
el precio por sus pecados. Lo que queda de él merece ser tratado con dignidad”.
Parecer ser que tenía una técnica muy depurada, consistente en calcular a ojo el peso y la altura de cada uno de sus “clientes” y así podía manipular la horca a su antojo y conseguir una rápida ejecución. Dicen que su record lo marcó la ejecución de un reo que le duró sólo 7 segundos.
Parecía tener una doble personalidad, pues, en su pub, era una persona muy alegre y hasta cantaba con los clientes. Sin embargo, cuando iba a realizar una de sus ejecuciones, se mostraba excesivamente serio, como si fuera un autómata.
Dedicó su diario a su esposa, porque le acompañó durante muchos años sin hacerle ninguna pregunta.
Entre sus clientes más famosos podríamos destacar algunos guardianes de Auschwitz y de Bergen-Belsen, como Juana Bormann, Irma Grese, Elisabeth Völkenrath, Josef Kramer, Fritz Klein, etc.
Incluso, en el caso de estos criminales de guerra, llegó a ejecutar en un solo día a 11 reos. Bien individualmente o por parejas.
Otros famosos clientes de nuestro personaje fueron Gordon Cummins, John Amery (a quien he dedicado recientemente otro artículo), William Joyce (Lord Haw-Haw), Bruno Tesch (uno de los inventores del gas Zyklon B, usado habitualmente en las cámaras de gas), Neville
Heath (asesino de varias jóvenes), John George Haigh (un famoso asesino que metía a sus víctimas en ácido sulfúrico, para deshacerse de los cadáveres).
El caso de la condena y ejecución de Timothy Evans, sentenciado a muerte por haber dado muerte a su hija y de su esposa, fue muy duro. Parece ser que después de haber sido ejecutado en 1950, se descubrió que el verdadero culpable era un vecino llamado John Reginald Christie, al que  también ejecutó en 1953.
Tras esta injusta ejecución, se inició en el Reino Unido un gran debate acerca de los errores de la Justicia y la irreversibilidad de las condenas a muerte. Así se llegó a suspender y luego abolir esta pena a finales de 1964. Evans recibió un perdón póstumo en 1966.
Incluso, fue contratado en alguna ocasión por la República de Irlanda, para ejercer su trabajo con sus condenados a muerte. Precisamente, Albert, fue el que realizó la última ejecución llevada a cabo en Irlanda, en abril de 1954.
También realizó la última ejecución contra una mujer en el Reino Unido, llevada a cabo en julio de 1955.
Desgraciadamente, también hubo de ejecutar a uno de los clientes de su pub, que, además, había cantado a veces con él, pues asesinó a su novia, en un  ataque de celos.

En sus memorias, Albert, nunca vio la condena a muerte como un elemento de disuasión para la gente. Además, creía que la mayoría de los condenados, ejecutados por él, no mataron a sus víctimas con premeditación, sino en un momento de cólera o algo por el estilo.
También decía que, a pesar de la gran cantidad de ejecuciones realizadas, no creía haber evitado ningún asesinato.
Albert llegó a pedir que su nombre fuera retirado de la lista oficial de los verdugos británicos, por haber renunciado a su cargo.

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