Esta es la historia de unas
heroínas que son casi absolutamente desconocidas en nuestro país y, sin embargo,
hicieron mucho por la defensa del suyo y por demostrar que las mujeres pueden
hacer lo mismo que los hombres. Algo que hoy en día se ve como algo muy normal,
pero que en los años 30 no lo era.
Marina Raskova nació en Moscú en
1912, en el seno de una familia de clase media. Su padre, Mikhail Malinin, era profesor de canto y su madre, maestra.
En un principio, nunca había
tenido especial interés por el mundo de la aviación. Así que, como tenía una
buena voz, su padre la estuvo preparando para ser cantante de ópera. De hecho,
una
hermana de su madre fue la conocida cantante Tatiana Liubatovich.
En 1919, desgraciadamente, su padre
murió en un accidente, al ser atropellado por una moto. Así que ella fue
dejando lo del canto y se decantó por el mundo de la Química.
En 1929, se puso a trabajar en
una fábrica de productos químicos y pinturas. Allí, conoció a un ingeniero con el
que se casó al año siguiente. Como él se llamaba Serguei Raskov, ella cambió su
apellido original, Malinina, por el de Raskova.
En 1930, tuvieron una hija a la
que llamaron Tanya y luego ella se puso a trabajar como diseñadora dentro de la
Fuerza Aérea.
Ya dentro de la aviación, obtuvo
su licencia como piloto y como navegante en 1933, pasando a ser la primera
mujer instructora de vuelo en la Academia aérea.
Sin embargo, hay que decir que no
le fue tan bien en su matrimonio, pues se divorciaron en 1935.
Entre 1937 y 1938 llegó a batir
varios records en vuelo, lo cual le hizo ganar mucha popularidad, aparte de
continuar con su trabajo como instructora de los cadetes.
En 1938 a las tres participantes
en uno de esos vuelos, donde batieron anteriores records, se las condecoró como
Heroínas de la URSS. Fueron las primeras mujeres en recibir tal distinción.
Parece ser que en uno de esos
vuelos, a causa de una gran nevada, no pudieron encontrar el aeródromo de
destino y se perdieron, siendo rescatadas tras una búsqueda de 10 días.
Esta popularidad le valió una
cierta amistad con Stalin, el cual le otorgó un buen puesto dentro del PCUS y
el grado de mayor en el Ejército.
Como la URSS siempre fue muy
pionera en darles un mayor papel a las mujeres, al comienzo de la II GM había
ya muchas soviéticas con la licencia de piloto. No obstante, en un principio, la
Fuerza Aérea se negó a que pilotaran para ellos. Sin embargo, durante toda la
II GM, llegaron a combatir unas 800.000 mujeres rusas en el Ejército.
La URSS fue el único de los aliados
que permitió que sus mujeres participasen directamente en combates. No obstante,
ya existía el precedente de un batallón femenino ruso, que participó, durante la
Revolución, en la defensa del palacio de Invierno, frente a los comunistas.
Parece ser que, gracias a la ya mencionada
amistad de Marina con Stalin, éste le permitió la creación de nada menos que 3
regimientos aéreos, integrados casi exclusivamente por mujeres.
Así se crearon el 586 regimiento
de combate aéreo, liderado por Tamara Kazarinova y Alexander Gridnev, el cual llegó
a realizar 4.419 misiones, derribando 38 aviones enemigos en combates aéreos.
El 588 regimiento de bombardeo
nocturno, liderado por Yevdokia
Bershanskaya y compuesta exclusivamente por
mujeres, fue el más efectivo. Hizo unas 24.000 misiones durante la II GM y 24
de sus pilotos fueron nombradas Heroínas de la URSS.
Sólo tuvieron 31 bajas, aunque,
como era una unidad tan pequeña, se trataba del 27 % de toda su plantilla de
tripulantes.
Lo curioso del asunto es que
tripulaban unos aviones biplanos muy anticuados, llamados Polikarpov (Po-2), que,
normalmente, ya sólo se utilizaban para fumigar los campos. Solían llevar sólo
2 bombas, las cuales habían de ser lanzadas a mano. Ni siquiera portaban radio
y mucho menos paracaídas. Decían que preferían morir antes de caer en las manos
de los alemanes. Seguro que tenían razón.
Lo que hacían con estos aviones
tenía mucho mérito, pues podían ser un blanco muy fácil para los muy superiores
cazas alemanes, a causa de su lentitud y de que estaban construidos a la usanza
antigua, o sea, a base de lona y madera.
Volaban siempre de noche y lo
hacían rozando los árboles o incluso, volando entre ellos. Cuando estaban cerca
de su objetivo, paraban el motor, que era muy ruidoso, los alemanes decían que
parecían máquinas de coser, y planeaban hacia él, emitiendo sólo el silbido
producido por el viento al rozar sus alas. Descargaban sus bombas y luego
volvían a por más.
Se sabe que algunas de estas
tripulaciones, compuestas por dos mujeres, llegaron a hacer nada menos que 18
de estas misiones en una sola noche. Todo un récord. Lo normal es que hicieran
unas 15 salidas nocturnas, que no está nada mal.
Incluso, la teniente Irina
Sebrova llegó a volar en 1.008 misiones y, además, aunque fue derribada en 2
ocasiones, consiguió llegar siempre a su base.
Los alemanes estaban
verdaderamente aterrorizados con la labor de estas mujeres, pues acudían casi
todas las noches a bombardearles, haciendo que ellos se pasaran el tiempo
corriendo de un lado a otro para buscar refugio y sin poder dormir. Fueron los
que las apodaron “las brujas de la noche”.
La última de esas unidades fue el
125 regimiento de bombarderos, con Marina Raskova al mando, luego relevada por
Valentín Márkov.
No sé si sería por la ya
mencionada amistad con Stalin, lo cierto es que a esta unidad le dieron
los mejores
bombarderos soviéticos, los Petlyakovs (Pe-2), lo que no gustó mucho a otras unidades
masculinas, que tripulaban unos modelos más anticuados.
Lo cierto es que participaron en
1.134 incursiones en territorio ocupado por el enemigo, lanzándoles 980 Tm de
bombas. Cinco de estas tripulantes fueron condecoradas como Heroínas de la
URSS.
Desgraciadamente, Marina falleció
en 1943, cuando pilotaba uno de estos aparatos, a causa de una gran tormenta de
nieve. Su aparato se estrelló en la orilla del Volga, en una zona cercana a
Stalingrado, pereciendo toda la tripulación en el acto.
La URSS le dio un funeral de
Estado, en plena guerra, y sus restos fueron sepultados en una de las paredes
del Kremlin.
Posteriormente, se le han
otorgado muchos honores, como la medalla de la Orden de la Guerra Patriótica de
I clase; también le dieron su nombre a un barco de la Armada soviética; varias
calles en diferentes lugares llevan hoy en día su nombre. Incluso, le han dedicado
varias emisiones de sellos de correos.
Estos 3 regimientos aéreos empezaron
a combatir en 1941 y no dejaron de hacerlo hasta el final de la guerra. Lanzando
un total de 3.000 Tm de bombas, en 23.672 misiones.
Otras de las integrantes de esta
unidad fue Nadia Popova. Nacida en Ucrania en 1921, tuvo una vocación muy
precoz.
Con nada menos que 15 años se
matriculó en la escuela de vuelo y con 16 ya volaba en solitario y se lanzaba
en paracaídas.
Posteriormente, se le permitió graduarse
en la academia militar aérea de Jerson en Ucrania, donde se quedó como instructora.
Al estallar la guerra, se
presentó inmediatamente como voluntaria, pero fue rechazada a causa de las
ideas conservadoras de los militares soviéticos.
No obstante, como Raskova
consiguió de Stalin el permiso para organizar unidades aéreas femeninas, se
enroló en una de ellas.
Fue destinada al 588 regimiento y
allí pudo demostrar claramente su valía en combate, aunque, según decía, sin
perder su condición femenina, pues solía llevar el pelo más largo de lo
permitido y algunas joyas encima.
Fue derribada en varias ocasiones,
pero en ninguna de ellas fue herida de gravedad, pudiendo regresar por sí misma
a su base.
Solían volar dos aviones juntos,
para que uno de ellos atrajera la atención de la artillería antiaérea, mientras
el otro iba descargando sus bombas. Popova, junto a su navegante, Ryabova, llegaron a establecer el récord de 18 salidas
de bombardeo en una sola noche, totalizando 852 misiones de bombardeo en toda
la guerra.
Popova sí llegó a sobrevivir a la
guerra. Su regimiento fue disuelto en 1945, pero ella siguió en las Fuerzas
Aéreas hasta 1952, año en que se retiró con el grado de mayor.
En cambio, su marido, al que
conoció durante la guerra y que también era piloto, llegó a coronel general de
las Fuerzas Aéreas de la URSS.
Popova siempre fue una heroína en
Ucrania. Tanto es así que el propio presidente de esa república anunció oficialmente
su fallecimiento en 2013.
Fue condecorada en numerosas
ocasiones y llegó a ser la vice-comandante de su regimiento femenino.
En fin, con esto se podría sacar
como conclusión que, no por hacer piruetas arriesgadas con un avión se muere la
gente antes, sino que lo hace cuando le llega su hora y nada más. Espero que os
haya gustado.
Me quito el sombrero ante mujeres tan valientes con su trabajo y con la vida. Escribe más historias como estas, Aliado, son muy buenas.
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