domingo, 26 de octubre de 2014

LA REINA TEUTA DE ILIRIA

Con este personaje, ya prácticamente desconocido, voy a iniciar un ciclo sobre mujeres importantes de la Antigüedad. Así que no os lo perdáis.
Teuta o Tefta, pues aparece en las fuentes con ambos nombres, fue una reina de la antigua Iliria, por su matrimonio con el rey Agrón. Su nombre significa “la que dirige al pueblo”, aunque algunos dicen que ese no fue su nombre real.
Su marido consiguió reunir todos los territorios de esa zona, donde vivían diversas tribus, y creó algo parecido a un Estado confederado.
Sus dominios abarcaban los territorios de las actuales Albania, y partes de Croacia, Bosnia y Montenegro.
Como el terreno era pobre y rocoso, siempre se habían dedicado al sector naval y, entre otras cosas, a la piratería.
A la muerte de su marido, Agrón, el cual había reinado entre los años 250 a.C. y 231 a.C., ella quedó como tutora hasta la mayoría de edad de su hijastro, Pineo, fruto del primer matrimonio de su marido.
Ella, al llegar al poder, en primer lugar expulsó a los colonos y comerciantes griegos de las costas ilirias. También fomentó, de forma indirecta,  los ataques a las naves mercantes romanas.
Siguió la misma política expansionista de su marido y sus tropas llegaron, incluso, a saquear varias ciudades del sur de Italia y de Sicilia. Eso hizo encender muchas alarmas en Grecia y en Roma.
Sobre todo, en Grecia, que, como todo el mundo sabe, su principal riqueza procedía del comercio marítimo. Lo que allí llamaban la Talasocracia o poder naval.
Conquistaron la importante ciudad de Fenice, donde, según dicen, consiguieron un botín tan importante, que les animó a seguir adelante.
El Senado romano tomó cartas en el asunto y envió dos emisarios para hablar con esta reina. Eran los hermanos Cayo y Lucio Coruncanio.
Una vez llegados a Scodra, en la actual Albania, pudieron hablar con Teuta. De acuerdo con las instrucciones recibidas, le exigieron compensaciones por las pérdidas y el cese inmediato de estas expediciones.
Sin embargo, ella les indicó que, según las leyes ilirias, la piratería era una actividad legal en su país y que no podía interferir en esas prácticas.
Lucio, que debería de ser un poco bocazas, por ser el más joven de los dos, le dijo que Roma cambiaría pronto esas leyes por otras mejores.
Según Polibio de Megalópolis, vino a decirle a la reina: “Los romanos, oh Teuta, tienen la bellísima costumbre de castigar de forma pública los crímenes privados y de socorrer a las víctimas de la injusticia. De manera que, si un dios lo quiere, intentaremos rápida e inexorablemente obligarte a enderezar las normas reales respecto a los ilirios”.
Como es lógico, esas palabras no gustaron nada a la reina, que tenía fama de ser muy arrogante, y mandó matar al deslenguado romano. Luego, embarcó al otro emisario y a su hermano muerto de regreso a Roma.
Como era de esperar, Roma, aprovechó este hecho para declarar en 229 a. de C., lo que sería la Primera Guerra Iliria.
Para bajarle los humos a los ilirios y a su reina, nada menos que enviaron 200 naves, junto con unos 20.000 hombres para invadir su país.
La deserción de algunos generales griegos al servicio de Teuta, como Demetrio de Faros, gobernador de Corfú, provocó que muchas ciudades se rindieran ante los romanos sin ofrecer apenas resistencia.
Así, ya en 227 a. de C. llegaron hasta Scodra, la capital, donde resistía Teuta, y la obligaron a capitular, haciéndole firmar un tratado muy desfavorable para ella.
Le permitieron seguir como reina, pero sólo gobernando un territorio muy pequeño alrededor de la capital. Aparte de ello, le confiscaron sus propiedades, le prohibieron navegar a sus naves más allá de cierta ciudad, le obligaron a pagar un tributo anual y a reconocer la autoridad de Roma sobre ella.
Se creó un protectorado, bajo el amparo de Roma, con el traidor Demetrio de Faros al frente del mismo.

No obstante, unos años más tarde, como Demetrio apreció que los romanos estaban muy entretenidos en otras guerras, concretamente contra los galos del norte de Italia,  aprovechó para retomar la política de Teuta, con la que, según afirman algunos autores, se había casado.
En 222 a. de C. firmó una alianza con Antígono de Macedonia. Juntos lograron derrotar nada menos que a Cleómenes, rey de Esparta. Hay que aclarar que Esparta ya estaba en franca decadencia y no tenía nada que ver con lo que había sido antes.
Tras esta victoria, parece que se animó y, en 220 a. de C., no se le ocurrió otra cosa que atacar una cuantas ciudades griegas bajo protectorado romano, como Pilos.
Siguiendo con su política de ampliación territorial, navegaron por el Egeo hasta las islas Cícladas (esas que diseñaban esas estatuas que hoy día parecen tan modernas) y les exigieron que les rindieran tributo so pena de ser destruidas.
Parece ser que utilizaban la táctica de presentarse ante algunas ciudades y decir que venían a comerciar. Luego, cuando lograban que una serie de personas importantes entraran en sus barcos, se hacían a al mar y pedían a la ciudad un rescate por ellas.
Otras veces iban con jarrones a las ciudades, pero dentro llevaban unas dagas ocultas. Una vez que conseguían pasar las murallas, aprovechaban un descuido de la guardia para atacar y saquear la ciudad.
Todo esto les estaba sentando muy mal en Roma y en 219 a. de C. el Senado envió un ejército al mando de Lucio Emilio Paulo, que era uno de los dos cónsules de ese año.
Los romanos tenían muy claro que no podían permitir tener unos enemigos en la costa adriática, a sus espaldas,  cuando ya se veía venir que los cartagineses iban a iniciar la Segunda Guerra Púnica contra Roma.
Este Lucio Emilio Paulo era un tipo muy peculiar. Os animo a leer su biografía. Incluso, una de sus hijas se casó nada menos que con el célebre Escipión el Africano.
No se debe confundir con otro miembro, posterior,  de su familia, de igual nombre, apodado “Macedónico”, por haber vencido y conquistado toda Grecia tras la crucial batalla de Pidna.
Bueno, pues, Paulo, no tuvo ni para empezar con Demetrio y lo fue asediando hasta que el ilirio huyó a la corte de su amigo el rey Filipo V de Macedonia, donde permaneció durante varios años  hasta su muerte.
Incluso, se permitió animar a Filipo para, tras la victoria de Aníbal en Trasimeno,  atacar a Roma e intentar recuperar sus territorios en Iliria. Eso dio lugar a la Primera Guerra Macedónica.
Incluso, en el 215 a. de C., Filipo envió a unos emisarios a Italia para reunirse con los delegados nombrados por Aníbal. Ambos firmaron un tratado para luchar contra Roma.
El problema es que, a la vuelta a Macedonia, fueron capturados por la armada romana y les confiscaron los documentos. Allí pudieron ver con sorpresa, que se habían aliado con los cartagineses.
En fin, Demetrio, no pudo recuperar su reino, el cual pasó a ser la provincia imperial romana de Iliria.
De Teuta no sabemos mucho más. Algún autor, de manera bastante exagerada,  la ha calificado como la Catalina la Grande de su tiempo.
Cuando surgió el nacionalismo en Albania no dudaron en erigir varias estatuas en su honor. Incluso, hay en la actualidad un club de fútbol albanés que lleva su nombre.


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