lunes, 27 de octubre de 2014

CARLOS I DEL IMPERIO AUSTRO-HÚNGARO

Ahora que se cumple el centenario de la I Guerra Mundial, todo el mundo habla del magnicidio de Sarajevo, donde murieron el heredero del Imperio Austro-Húngaro y su esposa, pero, curiosamente, casi nadie habla de lo que ocurrió después en la dinastía reinante de ese país.
Tras la muerte del heredero,  Francisco Fernando, la sucesión le correspondió al archiduque Carlos, sobrino del emperador.
Fue hijo del archiduque Otto y de la princesa María Josefa Luisa de Sajonia. Como su padre,  se dedicó a la vida militar, pasó su niñez recorriendo el imperio a causa de los frecuentes traslados de aquél. En una de esas guarniciones había nacido Carlos en 1887.
Siguiendo la tradición familiar, ingresó en el Ejército y en 1905 fue destinado, como teniente, a una guarnición de Bohemia.
En 1911 se casó con la princesa Zita de Borbón-Parma con la que tuvo 9 hijos, siendo destinado, desde ese momento, en el Estado Mayor imperial, en Viena.
Como ya he dicho al principio, fue nombrado emperador, en 1916, con 29 años, a la muerte de su tío Francisco José. Aunque dejaron transcurrir 40 días desde la muerte del emperador, la ceremonia de proclamación del nuevo emperador se hizo a la mayor brevedad posible, pues el país estaba atravesando un mal momento, debido a sus fracasos en la guerra y a la escasez de los suministros, debido a la duración de la misma.
Para el nuevo emperador era prioritario conseguir la paz cuanto antes y a cualquier precio. Por eso, se atrevió a iniciar unos discretos contactos con el Gobierno francés, con la mediación de su primo Sixto de Borbón-Parma, que era un oficial del Ejército belga.
El emperador necesitaba acabar cuanto antes con la guerra para poner en marcha una serie de reformas urgentes, y así poder conservar el Imperio.
Su propuesta fue aceptar la devolución de Alsacia y Lorena a Francia y el mantenimiento de la independencia de Bélgica a cambio de una paz duradera y el respeto a las fronteras de los imperios alemán y austro-húngaro. Por supuesto, no les comunicó nada de esto a sus aliados alemanes.
Se cree que el ministro austriaco de Exteriores von Czernin sabía algo de estas negociaciones, pero no del contenido exacto de los escritos entre el emperador y el Gobierno francés de Poincaré.
La primera vez que lo intentaron fue en marzo de 1917, pero, tras una reunión entre los presidentes aliados Ribot, Lloyd George y Sonnino, éste último, que representaba a Italia, se negó, indicando que la proposición era inaceptable.
Hizo otro intento en mayo de 1917, porque sabía que la actitud del rey Víctor Manuel, de Italia era favorable y propuso, como una muestra de su buena fe,  la cesión del Tirol de habla italiana a Italia, pero esta vez se negaron los franceses.
Incluso, envió un mensaje en este sentido al presidente Wilson, de los Estados Unidos, pero tampoco halló ningún país que quisiera servir de intermediario.
Parece ser que durante un arrebato, el ministro, cometió la indiscreción de comentar en público estas negociaciones, diciendo que eran los franceses los que habían pedido la paz, al verse derrotados. Ante esto, el presidente del Gobierno francés, Clemenceau, mostró estas cartas, donde se pudo demostrar que la iniciativa había procedido de Viena. Por ello, el ministro austriaco hubo de dimitir.
Después de esto, los alemanes le exigieron, para probar su alianza, que destinara 6 divisiones austro-húngaras al frente francés y tuvo que aceptarlo.
Otro acontecimiento importante que tuvo lugar durante el reinado de Carlos I, fue  la reunión del 20 de enero de 1917. Allí se dieron cita, en Viena, el ministro alemán de Asuntos Exteriores, el jefe de la Armada alemana, el de la Armada austriaca y el jefe del Estado Mayor de Austria, presididos por el emperador austriaco. Los alemanes propusieron a los austriacos que les cedieran el uso de sus bases navales para apoyar el ataque de sus submarinos a los convoyes británicos, con lo que, según ellos, se aceleraría la derrota del enemigo. El emperador se negó en redondo, argumentado que esto sólo provocaría que los Estados Unidos les declararan la guerra.
Otra propuesta del káiser Guillermo fue que le apoyara para dejar que Lenin, que estaba exiliado en Suiza, viajara a Rusia para aumentar la inestabilidad y provocar la caída del Gobierno ruso. El emperador austriaco no le apoyó, porque, según creía, sería muy peligroso para todos que avanzaran las ideas comunistas en Europa.
Estos intentos desesperados por busca la paz, a pesar de no haber alcanzado la victoria, hicieron que su fama se pusiera en juego y fue menospreciado por los demás gobiernos y por los miembros de su propio ejército.
El socialista radical francés Anatole France calificó varios años después al emperador Carlos I como el único hombre honrado que hubo en esos momentos al frente de un país.
A pesar de que la Rusia bolchevique pactó su salida de la guerra y esto permitió a los Imperios Centrales trasladar casi todas sus tropas hacia el frente occidental, la llegada de los refuerzos de EEUU dio una gran ventaja numérica a la Entente y el Alto Mando alemán le pidió al káiser que capitulara.
A mediados de octubre de 1918, el parlamento de Hungría proclamó su independencia del Imperio y se separó de Austria, aunque seguía reconociendo al emperador como su monarca. No obstante, sus tropas abandonaron el frente italiano.
En varias partes del Imperio, como en Checoeslovaquia, se proclamaron independientes y crearon su República. El ejército austro-húngaro ya se retiraba de todos los frentes.
El gran autor alemán Stefan Zweig dijo: “Carlos quería concluir la guerra lo antes posible con condiciones favorables para ambas partes en conflicto. Si se hubiesen seguido sus ideas, Europa no hubiera conocido las grandes dictaduras. Carlos se encuentra entre las grandes figuras de todos los tiempos”.
El final de la guerra trajo otras muchas cosas. El 3/11/1918 el Imperio Austro-Húngaro firmó el armisticio en Villa Giusti, aceptando las exigencias de los vencedores. Así, tuvieron que ceder a Italia el Trentino y el Alto Adigio. Hungría tuvo que ceder Transilvania a Rumania. La región de Galitzia se cedió a la nueva República de Polonia.
Aparte de ello, la mortandad en la posguerra fue enorme debida al hambre, el frío y una epidemia de gripe que fue muy letal y que los periódicos la llamaron “Gripe española”.
También aumentaron el número de descontentos, lo que se tradujo en revoluciones de tipo proletario en toda Europa central, las cuales hicieron caer varias monarquías.
En un último intento, el Gobierno austriaco pidió que no se castigara a su pueblo, porque sólo los gobernantes habían sido los causantes de la guerra. Sin embargo, las delegaciones de los aliados les contestaron diciendo: “El pueblo austriaco es y seguirá siendo, hasta la firma de la paz, un pueblo enemigo”.
Los partidos de izquierda lo presentaron al emperador como un enemigo del pueblo. El día 9 de noviembre ya dijo él: “Me han amenazado con lanzar las masas obreras sobre Schönbrunn si no renuncio a la Corona… Pero yo no abdicaré, ni huiré”.
El 12/11/1918, justo el día siguiente del final de la I Guerra Mundial. Los socialdemócratas exigieron la abdicación del emperador, al igual que en Alemania, pero él sólo aceptó la suspensión temporal de sus poderes imperiales.
Intentó llegar a un acuerdo con los democristianos de Hauser, pero no lo consiguió. Incluso, el jefe de Policía de Viena le dijo que no podría garantizar su seguridad en el palacio.
El Gobierno austriaco fue a palacio a entrevistarse con el emperador. Le pedían que abdicara o renunciara a la Corona, pero la emperatriz, Zita, se opuso tajantemente.
Carlos quería firmar, para no provocar una guerra civil en su país. Ya a las 3 de las tarde, la emperatriz se convenció de que no había otra salida que renunciar al trono y firmó.
A las 18.30 se despidieron de sus sirvientes, rezaron por última vez en la capilla del palacio y se montaron en un coche para ir hacia su nueva residencia. Allí estuvieron hasta el 23/03/1919, cuando tuvieron que partir de nuevo. Esta vez hacia el exilio en Suiza.

En 1921, fue invitado por algunos grupos monárquicos húngaros a desplazarse hasta allí, para asumir la Corona, pues consideraban que seguía siendo rey de Hungría.
Tras un accidentado viaje, pudo entrevistarse en Budapest con el regente Horthy, a quien no le gustó nada la idea. Al ver que la situación podría degenerar en una guerra civil, a causa de los enfrentamientos entre grupos a favor y en contra del emperador, se marchó poco tiempo después de Hungría.
Lo intentó de nuevo a finales del mismo año, pero ya los ánimos estaban muy revueltos y. además, los miembros de la pequeña Entente colocaron sus tropas alrededor de las fronteras húngaras, para invadir el país si Carlos retomaba el trono.
Por indicación del Reino Unido y Francia, la familia imperial fue trasladada hasta un puerto rumano, donde les recogió un barco de la Armada británica, que les dejó en su nueva residencia, la isla portuguesa de Madeira.
En abril de 1922 sufrió un repentino enfriamiento y, tras una corta permanencia en cama, murió a los pocos días a causa de una neumonía. Allí yace enterrado en la cripta de una iglesia.
En 2004 fue beatificado por el Papa Juan Pablo II, como agradecimiento por sus intentos para alcanzar la paz, durante la I Guerra Mundial, y por sus virtudes cristianas.
Fue un emperador muy querido entre las clases populares del Imperio, pues dedicó una gran parte del presupuesto de la Corte para ayudar a la gente necesitada. El periódico “Arbeiter Zeitung”, órgano de la izquierda socialista austriaca,  lo llegó a calificar como “el emperador del pueblo”.


3 comentarios:

  1. Muy buen artículo, Aliado. Partiendo de las palabras de Anatole France, más que persona honrada, diría que Carlos I fue un soñador, quizás el político de su tiempo que más hizo por la paz, sin olvidar a Jean Jaurès, abiertamente pacifista, y asesinado tres días después del estallido de la Gran Guerra. Está claro que la paz no interesaba, porque si asesinaron a Jaurès siempre podría atribuirse a un loco, pero que quisieran quitar del medio también a Carlos I, aunque no llegaran a asesinarlo, ya es mucho. Aunque demasiada casualidad con esa neumonía...

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  2. Carlos no fue sobrino de Francisco Jose I, sino sobrino nieto. Era el nieto de su tercer hermano.

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    1. Efectivamente, ha sido un error por mi parte.

      Muchas gracias por su comentario.

      Saludos.

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