Como, a estas alturas, todo el
mundo sabe que buscando en Internet te puedes encontrar las cosas más
variopintas, esta vez me he encontrado con un personaje que iba absolutamente a
contracorriente de la Historia. Nada menos que con un fraile que apoyó durante
la guerra civil al bando republicano. No estoy de broma, fue rigurosamente
cierto.
Por los pocos datos que he podido
recabar, este personaje se llamó fray Salvador de Híjar, aunque su nombre real
en la vida civil fue Manuel Cardona Íñigo.
Perteneció a la orden de los
Capuchinos, igual que el padre Revilla, a quien dediqué anteriormente otra de
mis entradas.
El inicio de la guerra civil le
pilló en su convento situado en el barrio de Venecia, en la ciudad de Zaragoza.
Es sabido que el golpe triunfó en
la capital aragonesa y, desde ese momento, abundaron allí las patrullas de
falangistas y requetés, que se dedicaron a las consabidas tareas de represión.
Algunos autores han calculado que, en ciertos momentos de la guerra, falleció más gente delante de los pelotones de fusilamiento que en los frentes de batalla. Eso nos da una idea muy clara de lo que fue la guerra civil.
Algunos autores han calculado que, en ciertos momentos de la guerra, falleció más gente delante de los pelotones de fusilamiento que en los frentes de batalla. Eso nos da una idea muy clara de lo que fue la guerra civil.
Dentro del convento también se
sufrieron esos momentos con mucha angustia, pues no disponían de noticias
fiables y solían oír todas las noches muchos disparos cerca de ellos.
Según dijo, en esos primeros
momentos, se puso de acuerdo con otro fraile y todas las noches escuchaban en
una radio las noticias que pudiera ofrecerles cualquier emisora.
Parece ser que las discusiones
dentro del convento subieron de tono con motivo de un triste suceso.
Las patrullas falangistas
capturaron a un joven comunista, acusándole del reparto de panfletos de esa
ideología. Cuando le iban a fusilar, pidió confesión y, como estaban a menos de
100 metros de su convento, pidieron que saliera un fraile a confesarle. Así lo
hizo el superior del convento.
Al día siguiente, hubo una fuerte
discusión en el comedor entre los frailes. Nuestro personaje protestó y pidió
la colaboración de todos, pero como varios de los hermanos eran navarros y
fervientes partidarios de los requetés, la dio por perdida.
Incluso, el superior le miró con
dureza y le dijo: “No faltaría más que entre los frailes de esta casa hubiera
uno partidario de los rojos”.
Después de aquello y, tras un
sermón que pronunció en la Seo de Zaragoza, denunciando esos hechos, al volver
al convento se encontró con que su superior le exigía que abandonara el
edificio.
De este modo, fue trasladado a
Pamplona a finales del 36. Allí le fue mucho peor, porque contempló las matanzas
más de cerca y al protestar ante su superior lo enviaron a Tudela.
Allí aguantó hasta mediados del
37, lejos del contacto con la calle, pero no pudo más y se decidió por
alistarse como capellán castrense. Idea que a su superior le pareció muy buena.
Lo mandaron como capellán a un
batallón de Falange española, que estaba destinado en ese momento en un pequeño
pueblo de Burgos.
En septiembre de ese año
consiguió salir de esa zona y desplazarse, por vía marítima, hasta Algeciras,
yendo desde allí a Gibraltar.
En cuanto pudo tomó un barco de
bandera británica, con el que fue a Valencia, donde le esperaba su hermano. Parece
ser que les pasó muchos informes al bando republicano.
En el Archivo Gomá se puede ver
un escrito del P. Lázaro de Arbona al cardenal Gomá, fechado el 16/11/1937,
donde denuncia el hecho de la huida del fraile y menciona que el acontecimiento
también tuvo eco en Radio Valencia, en su boletín de noticias del 03/10/1937.
Posteriormente, en el mismo
archivo antes citado, se puede ver un escrito del cardenal, de fecha
29/11/1937, donde acusa recibo del escrito anterior y reconoce que ya conocía
este hecho, por haber sido informado previamente a través de la Secretaría General
de Franco.
Sencillamente, yo creo que fue
una especie de experimento republicano. Seguramente que lo tomaron como un juguete
al servicio del Gobierno. De otra manera no puede explicarse que en uno de sus
artículos en la prensa republicana escribiera el 05/11/1937: “…he rezado la
oración de la fraternidad cristiana: el Padre Nuestro; y la han rezado también cuantos
sinceramente han querido hacerlo; porque en la zona leal todo ciudadano es
libre de su credo religioso”.
En otro parte del mismo artículo
se puede leer: “Los sacerdotes, que bendijeron las banderas y las armas de la
rebelión, y fueron cómplices sino causa, de muchos fusilamientos, celebraron
misas “pro defunctis” y rezaron responsos. ¡Espeluznante sacrilegio profanador
de lo más sagrado que existe sobre la tierra: el altar y el sepulcro!”
Incluso, he entresacado este otro
párrafo: “religión farsante es la de cuantos matan o vitorean al matador, en
nombre de su credo, y en ese mismo nombre ruegan por los asesinados.”
Francamente, yo no sé si este
hombre, durante su estancia en la zona republicana no salió de casa para nada y
se tapó los oídos para no escuchar ni los comentarios, ni los disparos, porque
los republicanos tampoco se quedaron atrás en las tareas represivas en la
retaguardia.
Además, es muy curioso, porque habla
de los cadáveres de los fusilados y dice que algunos son sagrados, porque
pertenecen a sacerdotes católicos, refiriéndose a los que estaba matando el bando
nacional en el País Vasco. Es muy extraño que no se enterara que en la zona
donde vivía él llegaron a matar a miles de religiosos.
El 21/06/1938 se puede leer en la
hemeroteca de La Vanguardia un extracto del discurso que este fraile pronunció
ante el Ateneo Profesional de Periodistas, de Barcelona. El mismo tuvo por
título “La descomposición de la retaguardia facciosa”.
El periodista nos indica que la
sala se llenó a rebosar, pues la gente tenía mucha curiosidad por saber lo que
estaba ocurriendo en la zona nacional. Destaca que el sacerdote dijo: “…en la
zona rebelde la Religión y la Patria han sido igualmente traicionadas”.
También comenta el fraile que
muchos de sus datos se los ha aportado en Tudela un hijo del ayudante del
general Franco.
Por otra parte indica que no ve
unidad en el bando nacional, pues unos generales se alzaron con la bandera republicana,
como Cabanellas en Zaragoza; otros, como en Navarra, con la rojigualda; por
último, en Valladolid predominó la de Falange.
A la vez menciona los rumores
sobre que los verdaderos dueños de la situación son los alemanes e italianos y
que Franco no pintaba nada. Incluso, mencionó otros rumores sobre que el mismo
podría estar implicado en la muerte de Mola, porque le hacía demasiada sombra.
Al final de la conferencia indicó
que él opinaba que un día los españoles de la zona nacional se unirán a los de
la republicana para echar a esos extranjeros que están poniendo en entredicho
la independencia nacional.
Incluso, a finales de 1938, un
periódico madrileño publicó un artículo suyo titulado “Franco no, Cristo sí”,
donde afirmaba que “la santidad de las costumbres no se logra con la violencia
de las armas, sino por el retorno de los corazones al Evangelio”.
A estas alturas de esta entrada,
más de uno pensará que he bebido más de la cuenta o me he fumado algo raro,
pero ni lo uno ni lo otro. Este personaje es una rara avis republicana.
La verdad es que esta historia es
alucinante y eso mismo les debió de parecer a los servicios de información
franquistas. En un informe de la Oficina de Información de la Secretaría
general de Franco, fechado el 26/09/1937, y dirigido al cardenal Gomá, en uno
de sus párrafos se dice literalmente: “Ha batido pues todos los records ya es
el primero y único refugiado que para pasarse ha pedido protección y auxilio a
esta Oficina. En vista de que no lo obtuvo se lo facilitó el Consulado rojo.”
Incluso, he estado comprobando
que el pueblo de Híjar, donde había nacido este fraile fue beneficiario
prioritario y “adoptado” por el Caudillo, dentro del plan de regiones
devastadas por la guerra, según Decreto de 23/09/1939.
Sólo se sabe que en enero de 1939
abandonó España, cruzando la frontera francesa. Allí fue internado, como todos
los exiliados españoles, por las “amables” autoridades republicanas francesas en un campo de concentración.
En julio de 1939 consiguió
largarse a México y a finales del mismo mes su barco, el Mexique, lo dejó en el puerto de Veracruz. Allí consta
en el registro de entrada de extranjeros a México como español, nacido en 1908
en Híjar (Teruel) y de 31 años de edad y con estado civil soltero. En el
apartado de religión se indica “no consta”.
Allí acabó sus días, dedicado a
la profesión de escritor, como se indicaba en su pasaporte, y a la enseñanza.
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