sábado, 30 de noviembre de 2013

LA CONSPIRACIÓN DEL TRIÁNGULO



Seguro que todos hemos aprendido en el Instituto que Fernando VII fue un rey de muy ingrato recuerdo, a pesar de que antes del comienzo de su reinado se le llamaba “El Deseado”. Evidentemente, fue un apodo que le pusieron sus seguidores y lo corearon los que aún no le conocían.
Evidentemente, durante su reinado, se organizaron un montón de intentos de revueltas, golpes de Estado, etc. Unas llegaron a ponerse en práctica y otras se quedaron sobrevolando el universo de las ideas teóricas. En ese campo, el siglo XIX español estuvo plagado de ese tipo de ideas.
Hoy traigo al blog una conspiración de la que casi nunca se habla, pues se montó tan en secreto, que muchos especialistas aún hoy dudan sobre la cantidad de gente que estuvo implicada en esa acción. Tuvo lugar en febrero de 1816.
A un grupo de masones, encabezados por el general Ramón Vicente Richart, un antiguo jefe guerrillero de la Guerra de la Independencia, no se le ocurrió otra cosa mejor que intentar secuestrar al monarca para forzarle a reinstaurar el liberalismo y la Constitución de 1812, también llamada de Cádiz.
Como ya habían aprendido de otros intentos anteriores, protagonizados por otros sujetos, esta vez se decidieron por organizarse de forma triangular. Eso quiere decir que, siguiendo la doctrina de la secta de los Illuminati, cada conspirador sólo conocería a otros dos y nadie podría sacarle ningún nombre más, aunque fuera bajo tortura, porque desconocía quiénes eran los demás.
Así, se dice que formaban esta conspiración militares tan conocidos como Espoz y Mina, Riego, Porlier, Lazy, etc y hasta funcionarios de Palacio.
El plan inicial, consistente en el secuestro del rey, se desechó por ser demasiado arriesgado, así que pensaron en matarle directamente.
El monarca tenía fama de ser muy campechano y, como buen Borbón, muy dado a las faldas ajenas.
Solía irse de parranda, disfrazado para que no le conocieran, acompañado de un tal Chamorro y del duque de Alagón.
Es preciso aclarar que el tal Chamorro no se llamaba así, sino que, cuando conoció al entonces príncipe de Asturias, era un simple aguador de los que acudían a llenar sus cacharros a la famosa Fuente del Berro, en Madrid. Su nombre real era Pedro Collado, natural de Colmenar Viejo y divertía mucho al rey, gracias a sus ocurrencias, propias del habla popular.
En principio, fue contratado por el entonces príncipe, para que espiara al resto de los criados, pues no se fiaba de ninguno, ya que le habían llegado algunos avisos de que le querían envenenar.
Bueno, volviendo a las francachelas del rey, éste, por entonces, se había aficionado a ir a la casa donde trabajaba una conocida prostituta llamada “Pepa, la malagueña”, en la calle del Ave María, de Madrid. La idea era esperarlo allí y asesinarle.
Lo malo es que este plan, como otros muchos, falló, pues dos sargentos de la Armada, que habían sido fichados para el complot, no pudieron retener el secreto y fueron a contárselo al capitán Rafael Morales.
Como Richart se enteró de que la conspiración había sido descubierta, sin saber quién los había traicionado, fue a avisar a estos dos sargentos para que huyeran. Lo que ocurrió fue algo insólito, los dos sargentos detuvieron al general, a punta de pistola, y lo llevaron ante el capitán Morales.
Como cabecillas de este complot, las autoridades detuvieron al general Richart o Richard, pues su apellido aparece de ambas formas, y a un tal Baltasar Gutiérrez, que algunos dicen que era barbero y otros, sastre. Junto a ellos fueron detenidos otros 50 sospechosos, que luego fueron puestos en libertad, por falta de pruebas.
Estos dos individuos fueron juzgados y sentenciados a la pena de muerte por este intento de magnicidio.
El 6 de mayo de 1816 fueron ahorcados públicamente en la plaza de la Cebada, de Madrid y luego, decapitados.
Este complot contra el rey fue uno de los muchos que se dieron en esa época. Como antecedentes tenemos el de Espoz y Mina, en 1814, y el de Díaz Porlier, de 1815.
Lejos de frenar los ánimos contra el rey, hubo otros intentos dignos de mención, como el del general Lacy, en 1817, el de Van Halen, el mismo año, el del coronel Vidal, en 1819, etc.
Al fin, en 1820, el coronel Riego, tuvo más suerte. Aunque, en un principio, ellos mismos pensaron que habían fracasado y huyeron, dispersándose por el país. Luego se enteraron de que su llamada a la rebelión había tenido éxito a nivel nacional, al rebelarse varias guarniciones en distintos lugares de la península.  
Así, muy a su pesar, al rey, no le quedó más remedio que pronunciar su célebre frase: “vayamos todos, y yo el primero, por la senda de la Constitución”.

7 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho tu post, Aliado. Es muy difícil hacer atractivo algo sobre Fernando VII. Sería estupendo que pudieras escribir más sobre él.

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    1. Es cierto que, sobre Fernando VII, se pueden decir muy pocas cosas agradables, pero hay que reconocer que, gracias a él tenemos el Museo del Prado. Mejor dicho, gracias a su esposa, que fue la que lo convenció.

      Es una pena que no se pueda ampliar mucho esta historia, pues se tienen muy pocos datos sobre ella y sólo la citan los historiadores locales.

      Saludos.

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  2. Salve.

    Fernando VII es la mayor calamidad que le ha podido caer a España en su toda su historia.
    Debería ser juzgado post mortem y quemado en efigie.

    A éste si que le teníamos que haber rebanado el pescuezo como hicieron ingleses y franceses. Otro gallo nos hubiese cantado.

    Muchas gracias y un abrazo amigo.

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  3. Bueno, la Constitución de Cádiz fue una norma que todos sabían, desde el principio, que era imposible aplicarla en España, porque aquí abundaron siempre los absolutistas.

    Tampoco fue una norma tan liberal, porque lo que más había entre los diputados eran clérigos y se cuidaron muy mucho de recalcar el carácter católico de España, desde el artículo 1º.

    Fernando VII yo creo que fue simplemente un rey que fue educado de una forma no válida para esa época. Él tampoco hizo nada por cambiar, pero no olvidemos que en Europa se constituyó algo llamado Santa Alianza, que se ocupó de derribar todos los intentos liberales en el continente. O sea, que España no fue la única absolutista, como quieren hacernos ver ahora.

    Muchas gracias y saludos.

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  4. Sobre Fernando VII repetís las mismas cosas que os han enseñado los profesores masones. Bien dicen que somos esclavos de nuestra educación, hasta que aprendemos a leer. Un saludo

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  5. Sobre Fernando VII repetís las mismas cosas que os han enseñado los profesores masones. Bien dicen que somos esclavos de nuestra educación, hasta que aprendemos a leer. Un saludo

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  6. Pues no tengo constancia de haber sido educado por profesores masones. De hecho, no conozco a ningún masón o, por lo menos, ellos no me han dicho nunca que lo fueran.
    De todas formas, si Vd., como dice, sabe leer las cosas de otra manera, no estaría de más que me enseñara a hacerlo. Estoy abierto a ello.
    Saludos.

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