domingo, 27 de octubre de 2013

CINCINATO, UN POLÍTICO HONRADO



Ahora que todo el mundo pone a parir, con razón, a la inmensa mayoría de los políticos, traigo un personaje histórico que fue todo un ejemplo en su época y cuya fama ha llegado hasta nosotros.
            Lucio Quincio Cincinato fue un patricio romano, nacido en el siglo VI a de C., el cual dio durante toda su vida todo un ejemplo de honradez, la cual fue reconocida hasta por el mismísimo y muy exigente Catón el Viejo.
            Algunos autores romano
s, entre ellos, quizás, el más conocido hoy en día sea Tito Livio, nos han contado cómo fue su “cursus honorum”, o sea, su carrera política.
            Se cree que nació alrededor del 519 a
de C., en la época de la antigua monarquía romana. Se le llamó así por sus largos cabellos rizados. Ya sabemos que los romanos eran muy dados a poner apodos a todo el mundo.
            Parece ser que llegó al mundo de la política con el apoyo de su hermano Tito Quincio Capitolino Barbado, que fue cónsul en varias ocasiones.
            Tuvo que sufrir toda su vida las luchas entre patricios y plebeyos. De hecho, su hijo, Cesón, fue condenado a muerte por una conspiración de los plebeyos y hubo de huir a Etruria que entonces no había sido todavía ocupada por Roma.
            En el 460 a de C., Cincinato,  fue elegido cónsul y llevó muy bien las riendas del gobierno a pesar de la oposición de los plebeyos, que ansiaban llegar hasta las más altas magistraturas. Cuando acabó, al cabo de un año, volvió a sus labores en el campo y no se preocupó más de la política.
            En el 458 a de C., Roma, que estaba en medio de las guerras sociales,  afrontó grandes peligros, pues su ejército quedó totalmente rodeado por el enemigo. Así, buscaron enseguida a alguien que pudiera tomar, de manera excepcional, las riendas del Gobierno. Para eso se creó en Roma la figura de un dictador con poderes excepcionales para situaciones de este tipo.
            No obstante, no debemos olvidar que, cuando dejaban el cargo, debían de rendir cuentas al Senado
            Según la tradición, cuando una comisión del Senado fue a buscarle, le encontraron arando sus tierras.
            En cuanto le contaron la situación, él dejó su trabajo y fue a ponerse su toga para ponerse al frente de la situación. Dejó a su mujer encargada de la granja familiar.
Cuando llegó a Roma fue aclamado por el pueblo, pues aún recordaban su buena administración en su año como cónsul.
A la mañana siguiente, fue al foro y en cuanto pudo organizar un ejército, partió sin demora hacia el frente de batalla. Consiguió liberar del asedio al cónsul Minucio y hasta tomaron prisionero al jefe del ejército enemigo.
Sólo 16 días después de haber asumido el cargo de dictador con plenos poderes, abandonó el puesto y volvió a sus tierras para seguir con la faena que había dejado inconclusa. Conviene recordar que el cargo de dictador se daba por un período de 6 meses, prorrogables.
También se dice que fue requerido de nuevo, en 439 a de C., cuando ya era un anciano octogenario, para tomar de nuevo el cargo de dictador, pues Roma se hallaba en un estado lamentable, causado por la violencia desatada entre los patricios y los plebeyos. Parece ser que el tribuno de la plebe, Espurio Melio, amenazaba con instaurar una auténtica tiranía, lo cual era totalmente ilegal en Roma, no así la dictadura, que era algo que estaba previsto en la legislación romana. Ya sé que a muchos les sonará raro, pero la cosa funcionaba así.
Hubo muchos dictadores en la historia de Roma y nunca hubo ningún problema, salvo en el caso de Sila, que se quedó 2 años con el cargo y Julio César que se nombró a sí mismo pro un período ilimitado y lo ostentó hasta su asesinato.
Volviendo a nuestro personaje, a partir de su muerte, en el 430 a de C., aproximadamente,  llegó a ser muy famoso, como ya he dicho anteriormente, su vida fue narrada por varios autores romanos, muy posteriores a él.
También fue mencionado varias veces, como uno de los más grandes hombres de a Historia,  en las obras de Dante y Petrarca.
Incluso, su fama llegó a los USA y el mismísimo Washington fue uno de sus más fervientes admiradores.
Se dice que este presidente de los USA renunció, en 1796, a su tercer e indiscutido mandato, pues gozaba de una gran popularidad, para seguir el ejemplo de nuestro personaje. Lo de limitar la presidencia USA a dos mandatos vino mucho después.
En ese país siempre se le ha considerado como todo un ideal republicano a seguir y, por ello, se le homenajeó dando su nombre a una ciudad en el estado de Nueva York y otra en el de Ohio.
En USA se constituyó la sociedad de los cincinatos, que aún existe, fundada en 1783 y con sedes en varios países. En un principio la formaron los antiguos oficiales del ejército USA durante la guerra de la Independencia contra el Reino Unido. Así intentaron presionar a su Gobierno para reclamarle el cumplimiento de las promesas que les habían hecho antes de la guerra.
Es posible que todo esto sea porque los pueblos necesitan en momentos excepcionales, como el que estamos viviendo, líderes que sepan captar la confianza de su pueblo y llevarles de una forma segura hacia la salida del agujero donde se han metido. Como aquellos capitanes, que, en situaciones apuradas, tomaban el timón del barco y devolvían la nave al rumbo adecuado.
En fin, esperemos que nuestro país encuentre pronto, por la vía democrática, lógicamente, al líder que necesita para levantarlo y sacarlo del atolladero donde se encuentra ahora.

domingo, 13 de octubre de 2013

MARY CASSATT, UNA GRAN PINTORA

Cuando uno se pone a escribir sobre la biografía de una mujer célebre, lo primero que le extraña es esa discriminación que han sufrido a través de los siglos.
            Se cuenta que, en el concilio de Macón (585 dC), donde asistió, entre otros, San Gregorio de Tours, un obispo preguntó si a la mujer se la podría considerar “homo”, pues, de lo contrario, no tendría alma, porque
Dios, sólo se la dio al “homo”. Después de varias discusiones, se decidió que dentro del “homo” se podrían, indistintamente, designar al hombre o a la mujer.
            Aún así, en tiempos tan violentos como la Edad Media, se pueden mencionar ejemplos de mujeres que sobresalieron y todavía, hoy en día, hasta en la Iglesia las recuerdan. Podemos poner como ejemplos a santa Matilde de Alemania, santa Margarita de Escocia o santa Isabel de Hungría.
A lo mejor, me estoy yendo por las ramas, pero lo que quería decir es que pudiera estar más o menos claro, y ni eso, que las mujeres tuvieran que aguantar ciertas discriminaciones en la época medieval. Lo que no está tan claro es que siguieran siendo discriminadas en los siglos posteriores.
            Tras esta larga introducción, paso a presentar a nuestro personaje de hoy. Se trata de Mary Stevenson Cassatt, una pintora USA, más conocida por Mary Cassatt,  que nació en 1844, en un pueblecito, que, posterior
mente, sería engullido por la gran ciudad de Pittsburg (Pennsylvania).
            Nació en el seno de una familia muy acomodada y, por ello, disfrutó de una muy buena educación, dedicando buena parte de su formación a conocer el mundo.
            Su padre fue un exitoso hombre de negocios y su madre procedía de una familia de banqueros. Llegaron a tener 7 hijos, aunque 2 de ellos murieron durante la infancia.
            Se sabe que llegó a pasar 5 años en Europa, en los cuales visitó Londres, París, Berlín, etc.  También aprovechó la estancia para aprender varios idiomas, lo cual le sería muy útil en su vida.
            Es extraño que, teniendo esta familia que le dio ese tipo de educación, su padre se opusiera rotundamente a que estudiara Bellas Artes.
            Entre 1861 y 1865 estudió en la Academia de Bellas Artes de Pennsylvania, pero, como nunca estuvo muy contenta con la formación recibida, se decidió a trasladarse a Europa para formarse directamente con los grandes pintores. Así que se trasladó a París, con su madre y unos amigos de la familia.
            Allí empezó a notar que Europa no era tan progresista como parecía, pues le negaron el derecho a matricularse en la Escuela de Bellas Artes de París, pro su condición femenina. Así que se fue a estudiar con varios artistas y también se dedicó a realizar gran cantidad de copias de las obras expuestas en el Louvre.
            En 1870, con el estallido de la guerra franco-prusiana, que le costó el trono a Napoleón III, ella decidió volver a USA. Su padre seguía pensando de la misma manera. Así que él sólo  pagaba la manutención básica. El material de trabajo tuvo que comprárselo siempre ella.
            Empezó por exponer en una galería de Nueva York, donde obtuvo bastantes elogios, pero no pudo vender ningún cuadro.
        Luego probó suerte en la gran ciudad de Chicago, pero ésta le fue adversa, pues algunas de sus obras fueron destruidas a consecuencia del gran incendio de 1871. No olvidemos que, a raíz de este enorme incendio, se empezaron a construir los rascacielos en USA.
            Tras un encargo del arzobispo de Pittsburg, para que le realizara unas copias de dos cuadros de Correggio, expuestos en Parma, su suerte comenzó a mejorar.
            En sus siguientes exposiciones ya vendió algunos cuadros, lo cual, como es normal, la animó mucho.
            Incluso, en 1873, realizó un viaje por España, un país por entonces muy de moda, por su carácter exótico dentro de Europa. Aprovechó para realizar varias obras sobre temas españoles.
            A partir de 1872 su suerte mejoró aún más, pues, gracias al apoyo de su maestro, Camille Pisarro, una de sus obras fue admitida en el selecto Salón de París.
            En 1874 ya decidió quedarse definitivamente en París, con su hermana, y allí, un día, se dio de bruces con una obra de Degas, que estaba expuesta tras el escaparate de una galería de arte.
            En muchas de sus obras se puede ver la enorme influencia que tuvo este autor en sus cuadros, como en el manejo de la técnica del pastel o en la composición asimétrica de sus obras.
            En 1877, tras tener muchos problemas para exponer y no haber sido admitida en el Salón, seguramente, a causa de discriminaciones sexuales, el mismo Degas la invitó a unirse al grupo de los impresionistas, los cuales también habían sido apartados del Salón y se había unido para exponer por su cuenta.
            De esta forma, participó, desde 1879, en varias de las exposiciones organizadas por los impresionistas.
            También, como el resto de los pintores impresionistas, estuvo muy influida por la forma de pintar de los artistas japoneses, pues, por aquella época, realizaron, con gran éxito, una exposición en París
            Unos años después, tuvo que dejar la pintura para ocuparse de su madre y su hermana, que se habían mudado con ella a París. Su hermana murió en 1882 y eso le hizo abandonar su actividad durante varios años, por falta de ánimo.
            En 1886 dejó de pertenecer al círculo de los impresionistas, por no estar de acurdo con la deriva que había tomado ese movimiento, aunque no perdió el contacto con Degas y con Berthe Morisot, grandes amigos suyos.
            A partir de 1890 retomó su arte y consiguió exponer en varias salas neoyorquinas, donde logró cierta fama, siendo todo un modelo para las jovencitas de su país que habían empezado como ella.
            Incluso, fue consejera de varios ricachones USA que también fueron coleccionistas de obras de arte. También les recomendó a muchos de ellos que, para ser recordados en el futuro, donaran algunas de sus obras a los diferentes museos que se estaban organizando en USA.
            Estos contactos con ciertos magnates USA hicieron que se conociera más fuera de Europa, la obra de los impresionistas franceses y aumentara la demanda por este tipo de obras.
            Su pintura siempre tuvo un carácter realista y no le gustó nada ni el postimpresionismo, ni el cubismo ni el fauvismo. Se especializó en las escenas familiares, como las imágenes de mujeres con sus hijos.
            En 1904 fue condecorada por el Estado francés con la Legión de Honor, pro su contribución al desarrollo del impresionismo.
            En 1910 hizo un viaje por Egipto, el cual le dejó muy asombrada, al contemplar las obras maestras de la Antigüedad.
            En 1911 comenzó su declive, al sufrir una serie de enfermedades que, prácticamente, la dejaron ciega, no pudiendo seguir pintando. Aun así, en 1915, pintó varias obras para apoyar al movimiento sufragista.
            Murió en 1926, siendo enterrada, por deseo propio, en territorio francés.
            Es una pena que, por problemas de espacio, no pueda exponer aquí muchas de sus obras, pues su labor fue muy amplia y es muy difícil seleccionar unas u otras obras, por tener todas ellas una gran calidad.
            En fin, es realmente lamentable que esta gran pintora no fuera estimada en su valía en la época en que le tocó vivir, pues, seguramente, su fama hubiera alcanzado grandes cotas, pero, desgraciadamente, sólo fue tenida en cuenta en la última etapa de su vida.
           

sábado, 12 de octubre de 2013

LA TRISTE HISTORIA DE ELVIRA MADIGAN



A veces, se pone uno a buscar un dato y se encuentra con unas historias verdaderamente tristes. Esta es de las que gustaban antes tanto a las mujeres. Me refiero a esas películas a donde se iba a llorar.
            Lo cierto es que he estado escuchando el concierto para piano nº 21 de Mozart, llamado “Elvira Madigan” y se me ocurrió mirar quién fue este personaje.
            Mi sorpresa fue mayúscula, pues, no sé por qué, se me había ocurrido pensar que fuera el nombre de alguna ricachona y caprichosa americana, pero no entendía por qué le hubieran puesto su nombre a esta famosa composición, que, seguramente,  alguna vez ha oído casi todo el mundo.
            Pues, resulta que no. Se trata de una     historia romántica de las de antes y, no sé por qué, pero se parece mucho a la de Mayerling. A otro nivel, claro. Además, las dos mujeres tenían cierto parecido físico, por lo menos, por lo que podemos ver en las fotos de la época.
            Nuestro personaje nació nada menos que en Alemania, en 1867, y su nombre real fue Hedvig Antoinette Isabella Eleonore Jensen.
            Se puede ver que tenía un nombre un poco raro para ser alemán. Lo cierto es que nació en Flensburg, una ciudad que siempre fue de Dinamarca, hasta que en 1864, tras una dura guerra, los alemanes se quedaron con esa zona, que hoy está dentro del estado de Schleswig-Holstein.
            Su familia perteneció al mundo circense. Su padre fue un danés jefe de cuadras, Friedrich Peter Jensen,  y su madre fue una actriz finlandesa, Laura Cecilie Marie Olsen.
            Posiblemente, Elvira tomó ese apellido, cuando su madre se casó, en segundas nupcias, en 1892, pues el padre de Elvira había muerto en 1870, con el jefe del circo, un ciudadano americano llamado John Madigan. O sea, que algo he acertado.
            Ella siempre se dedicó a realizar acrobacias de todo tipo en el circo y, en una de esas giras, al llegar a Suecia, conoció a un teniente de la caballería sueca, llamado Sixten Sparre. Parece ser que ella hacía un número de acrobacia subida en el lomo de dos caballos.
            Lo demás vino todo seguido. Como es de prever, se enamoraron, pero su amor no tuvo mucho futuro, pues él ya estaba casado anteriormente y tenía 2 hijos con su esposa.
            Los dos amantes estuvieron unos 3 años viéndose en secreto, para no alarmar a la mojigata sociedad de la época.
            Al cabo de este tiempo, tomaron la decisión de huir juntos a Dinamarca, donde vivieron escondidos en pleno campo, para no ser reconocidos por nadie.
            Como Sixten era militar, su huida se calificó como toda una deserción, por lo que podría ser condenado a muerte por un consejo de guerra, si se le ocurría regresar a su país.
            En su escondite campestre, donde pasaron unas 2 semanas, tuvieron tiempo de darle vueltas a la cabeza, pensando en otras opciones, pero no encontraron ninguna que fuera aceptable. Así que tomaron la peor.
            Como no quisieron separarse más o, por lo menos, eso es lo que dice la historia, el 1 de julio de 1889, se internaron en el bosque y, tras comerse sus últimas provisiones, acabaron con sus vidas.
            Como él aún conservaba su pistola reglamentaria, disparó primero sobre ella y luego lo hizo sobre él mismo.
            La diferencia de edad era grande, pues, al morir, Elvira sólo tenía 21 años, mientras que Sixten ya había cumplido los 35.
            En 1967 se estrenó en Suecia una película sobre la vida y muerte de estos amantes, titulada “Elvira Madigan”, de Bo Widerberg.
            También se realizaron sobre este caso otras películas menos conocidas. Una sueca en 1943 y otra danesa en 1967.
            Por otra parte, el mismo año del suceso, el compositor sueco Johan Lindstrom Saxon estrenó una balada como homenaje a estos amantes.
            Aún hoy en día, los novios que se casan en la localidad de Tasinge, donde está el bosque en el que murieron ellos, tras su boda, suelen ir a dejar su ramo de novia en el lugar del hecho, señalado por una placa. Según dicen, así su unión será igual de duradera que la de esta triste pareja.
            En el museo militar sueco, se pueden ver algunos detalles, como las réplicas de los supuestos trajes que llevaban ambos, aunque yo dudo que un militar sueco pudiera entrar de uniforme en Dinamarca, porque las relaciones entre ambos países nunca fueron muy buenas.
            A estas alturas, todo el mundo se estará pensando qué tiene que ver esta chica con una composición que realizó Mozart un siglo antes. Pues, como todo tiene su explicación, resulta que el director Widerberg utilizó esta composición para la
banda sonora de la película de 1967 y se hizo tan popular que, desde entonces, se conoce este concierto con el nombre de Elvira Madigan.
            Además, supongo que se haría esta historia más popular, porque estuvo nominada para los premios Bafta. La protagonista ganó el premio a la mejor actriz en el famoso Festival de Cannes. El director estuvo nominado para la Palma de Oro. También nominada la película para los premios Golden Globen y ganó también el premio National Board Review, a la mejor película extranjera, en 1967.
            Como anécdota, en esta última competición, quedó en segundo lugar la conocida película “La caza”, de Carlos Saura.
            Ese año, también se presentó a esta competición la famosísima película “El graduado”, lógicamente, compitiendo dentro de las películas nacionales USA, pero no consiguió ningún premio.
            También compitió en el mismo apartado una película basada en la famosa obra de Truman Capote, “A sangre fría”, pero tampoco resultó premiada.
            Ya sé que es una historia un poco rebuscada, pero, como he dicho siempre, la realidad supera muchas veces cualquier historia de ficción.