viernes, 14 de septiembre de 2012

VÍCTIMAS POCO CONOCIDAS DE LA GUERRA CIVIL. EL GENERAL BATET (9)


Esta vez traigo al blog la biografía de un militar que siempre me pareció un ejemplo de lealtad al Gobierno que tuvo España en cada momento de nuestra Historia.

            El destino, a veces, es caprichoso y el de este general dependió de la ejecución de otro militar. Lo curioso es que los dos fueron asesinados por el mismo bando. En la próxima entrada hablaré de ese otro general.

            Para empezar, en esta entrada voy a intentar que todo el mundo conozca la figura de Domingo Batet Mestres.

Nació en Tarragona el 30/08/1872 e ingreso muy joven en la academia militar, en 1887. En 1895 partió como teniente voluntario a la guerra de Cuba y logró ascender a capitán. Estuvo allí hasta 1897.

Como todos los militares, pasó por muchos destinos y ya en 1919 fue ascendido a coronel.

En 1925 fue ascendido a general de brigada y destinado a Alicante y luego a su tierra natal, Tarragona.

Con motivo del famoso Expediente Picasso, al cual ya le dediqué una entrada anterior, fue nombrado juez para instruir el procedimiento y se dice que no habló muy bien de Franco. Incluso llegó a dimitir a causa del escandaloso favoritismo hacia ciertos oficiales.

Parece ser que aceptó de buen grado la llegada de la Dictadura de Primo de Rivera, pero en 1926 es detenido bajo la acusación de complicidad en un intento de golpe conocido como “Sanjuanada”. No obstante, fue absuelto por el Consejo de Guerra.

En 1931, al llegar la II República, estaba destinado en Mallorca, pero enseguida fue destinado como capitán general de Cataluña, sustituyendo al general López Ochoa. Su mandato se caracterizó por su respeto a las autoridades civiles y autonómicas catalanas y por su prudencia para arreglar los conflictos entre militares y civiles.

Con la fracasada revolución del 34, Companys quiso que se pusiera a sus órdenes y el presidente del Gobierno, Lerroux, le ordenó que declarase el estado de guerra.

Rodeó con sus tropas la plaza de San Jaume, de Barcelona, donde están las sedes de la Generalitat y del Ayuntamiento y, tras unos disparos que provocaron algunas víctimas, exigió la rendición de los que estaban dentro de la sede autonómica. Se negaron a rendirse y volvió el intercambio de disparos.

Ya en esa época tuvo una agria discusión con Franco. Como se había declarado el estado de guerra, el ministro Hidalgo le dio la orden a Franco, que era el jefe suplente del Estado Mayor Central, de luchar contra la sublevación. En ese caso, los militares tienen prioridad sobre los civiles. Franco le envió refuerzos de la Legión por vía marítima y le ordenó que atacara esa misma noche el edificio de  la Generalitat.

El no le hizo caso y, poniéndose en contacto incluso con Alcalá Zamora, les explicó que esa invasión daría lugar a muchos muertos. Sin embargo, él tenía preparada otra para el día siguiente más sencilla. 

Colocó unos cañones, con los que bombardeó levemente el edificio y, tras unas horas de tensión, se rindieron todos.

Se reconoció su labor, pues había resuelto la situación con muy pocos muertos y fue muy aplaudido por la burguesía catalana. Esto le valió el odio de los dos bandos y, como contrapartida, le fue impuesta la Cruz Laureada de San Fernando.

En 1935 fue nombrado jefe del Cuarto Militar del presidente Alcalá-Zamora, porque, tras la vuelta de Companys a Barcelona, ya no era tan popular.

En junio de 1936 dimite a petición propia del cargo y es nombrado general en jefe de la VI División Orgánica (ya no existían las Capitanías generales) con sede en Burgos.

Supo que se estaba preparando un golpe y se sabe que el 16 de  julio de ese año, se entrevistó en el monasterio de Irache con el general Mola, comandante militar de Pamplona y amigo suyo. Le llega a exigir a Mola que le dé su palabra de honor de que no participa en el golpe y se la dio. No olvidemos que Mola le debía muchos favores a Batet, pues, cuando llegó la II República, Mola fue atacado por muchos y cayó en desgracia, siendo defendido siempre por Batet.

Es posible que su nombramiento y el de otros muchos que aparecerán en este blog, seguramente se deba a una estrategia del Gobierno de rodear las zonas más propensas al golpe, como Navarra, con militares de probada lealtad a la II República. Quizás, por ello, visitaba asiduamente sus unidades militares y les recordaba a los oficiales sus obligaciones militares. El problema es que no pudieron dominar sus tropas y el golpe triunfó a pesar de su oposición.

El 18 de julio, su jefe de Estado Mayor, el coronel Moreno Calderón, le ofreció ponerse al mando de la sublevación en Burgos, pero él no quiso, así que fue detenido en su despacho de Capitanía  por sus mismos subordinados. Cuando Mola se enteró pidió que lo tratasen bien.

Fue trasladado al cuartel de San Marcial y luego procesado el 08/01/1937 por un Consejo de guerra, actuando como juez el general López Pinto.

Parece ser que ningún oficial quería ocuparse de su defensa. Después de consultar con varios, el coronel Ribas de Pina accedió.

Como su defensa fue más efectiva de lo que deseaban, fue cesado de manera fulminante y se le quitó todo mando sobre tropas.

Según parece, Franco se estaba poniendo nervioso y ordenó que el dieran de baja en el Ejército y le quitaran la pensión de la Laureada, cosa que es ilegal.

Incluso, hizo gestiones en su favor el propio cardenal Gomá, que lo conocía desde la infancia

El 08/01/1937 se hizo por fin su Consejo de guerra, donde fue condenado a la pena de muerte y fusilado en el campo de tiro de Vista Alegre  (Burgos) el 18/02/1937, a pesar de las gestiones que hicieron a su favor Queipo de Llano y Cabanellas, pero Franco no accedió a causa del asunto Campins.

Dicen que la intermediación de Queipo fue por un favor que le pidió directamente su consuegro, Alcalá Zamora, pero no pudo hacer nada, porque Franco estaba enfrentado con él.

Batet y Franco nunca fueron amigos y tuvieron varios desencuentros. En un informe dice de éste último: “El comandante Franco, del Tercio, tan traído y llevado por su valor, tiene poco de militar, no siente satisfacción de estar con sus soldados, pues se pasó cuatro meses en la plaza para curarse de enfermedad voluntaria, que muy bien pudiera haberlo hecho en el campo, explotando vergonzosa y descaradamente una enfermedad que no le impedía estar todo el día en bares y círculos. Oficial como éste que pide la laureada y no se le concede, cuando con tanta facilidad se ha dado, porque sólo realizó el cumplimiento de su deber, ya está militarmente calificado”.

Tampoco le gustó nada que, en la revolución del 34 le dieran la Laureada a Batet y a Franco, no. Sólo la consiguió cuando se la concedió a sí mismo, una vez acabada la guerra, y se la impuso su amigo, el general Varela.

Se ha dicho también que Franco llegó a humillar a la familia de Batet, los que vivían en territorio nacional. Los otros, que vivían en territorio republicano, al ser muy católicos, fueron perseguidos y Tarradellas, que era amigo suyo, les ayudó para que  pudieran escapar a Francia.

Parece ser que sus últimas palabras fueron: «Soldados, cumplid un deber sin que ello origine vuestro remordimiento en el mañana. Como acto de disciplina debéis disparar obedeciendo la voz de mando. Hacedlo al corazón; os lo pide vuestro general, que no necesita perdonaros, porque no comete falta alguna el que obra cumpliendo órdenes de sus superiores».



           

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