Me gustaría
abrir una serie de entradas sobre este tipo de episodios, porque creo que
merecen ser conocidos por todos.
Al
hilo de la entrada anterior, acerca del comandante Bayo, me gustaría contar un acontecimiento
de sucedió tras su retirada de la isla de Mallorca.
Junto
a estas tropas, habían desembarcado un grupo de enfermeras de la Cruz Roja
Internacional. Tras la retirada republicana, quedaron en la isla muchos heridos
y cinco de ellas se quedaron cuidándolos.
Hay
que aclarar que el barco Marqués de Comillas, donde embarcó el personal
sanitario, llevaba a bordo unas 300 personas entre médicos, especialistas,
expertos en transfusiones, practicantes, auxiliares, etc.
Por lo que se
refiere a las enfermeras, había dos equipos. Uno estaba compuesto por las
convocadas por el Colegio oficial y otro era el de las voluntarias de la Cruz
Roja. En total, unas 100 personas.
En particular,
nuestras enfermeras desembarcaron en Mallorca el 28/08/1936, aunque el
desembarco de tropas había tenido lugar el 16 del mismo mes. Fueron destinadas
a un hospital de campaña creado en unas casas abandonadas en una finca llamada
Sa Torre Nova. Al día siguiente, las enviaron a un puesto más cercano al frente
de combate en las proximidades de Son Carrió. Allí, a pesar de tener izada
continuamente la bandera de la Cruz Roja, son diariamente bombardeadas por
aviones nacionales.
El 04/09/1936
el Gobierno republicano dio la orden de retirada, la cual fue realizada de
manera organizada, pero quedaron en la isla unos 200 soldados, junto con estas
5 enfermeras, que no recibieron esa orden, y los enfermos a su cargo.
Al
poco tiempo, las tropas nacionales tomaron esa zona y al frente de ellas estaba
un fascista italiano, Arconovaldo Bonacorsi, llamado “el conde Rossi”. A este
individuo no se le ocurrió cosa mejor que fusilar a estas chicas, a pesar de
que pertenecían a una organización internacional y además dos de ellas tenían
nacionalidad mejicana.
No
hay que olvidar que España había firmado hacía bastantes años el convenio de
Ginebra sobre el trato a los prisioneros de guerra y no podía tratar como beligerantes ni al personal de la Cruz
Roja ni a los heridos a su cargo.
No
obstante, antes de su triste final, fueron violadas repetidas veces por sus
captores en la Escuela Graduada, donde estuvieron encarceladas, y paseadas como
un triunfo, por las calles de Manacor. Se dice que fueron también maltratadas
por el personal médico que las custodiaba. Aunque llevaban uniformes de milicianas,
en la foto se puede ver perfectamente que llevaban en la manga el emblema de la
Cruz Roja.
En
lugar de respetarlas, se les paseó en un camión y, con las manos atadas, se las
expuso ante la gente de la población de Sa Bassa (Manacor) para que las
insultaran llamándolas continuamente prostitutas.
Por
supuesto, ningún miembro de la Iglesia protestó, salvo un fraile capuchino, el
padre Atanasi de Palafrugell, que fue a pedir clemencia al citado Rossi, pero
no le hizo ningún caso.
Su
fusilamiento se realizó públicamente, a las 11 de la mañana del 05/09/1936 en
el cementerio de Son Coletes y fueron enterradas en una fosa común.
Los datos de
las chicas de nacionalidad mexicana son Daría y Mercé Buxadé i Adroher, de 22 y
18 años, respectivamente. Eran hijas de Joan Buxadé y de María Adroher. Su padre era catalán y emigró muy joven a
Cuba y luego a México, donde nacieron sus hijas. En 1920, la familia volvió a
España, residiendo primero en Santa Coloma de Farnés y, posteriormente, a
partir de 1926, en Barcelona. Allí el padre montó una confitería con cafetería,
igual a las que había tenido en América. Las hijas se formaron en el colegio
del Inmaculado Corazón de María de la Ciudad condal.
De las otras 3
fusiladas sabemos poco. Una de ellas se llamaba María García y otra, Teresa. De
la última no sabemos nada, salvo que escribió una especie de diario, donde
mostraba que las 5 se llevaban muy bien y que había trabajado en Telégrafos.
Incluso, se sabe que alguna de ellas tocaba el piano a los enfermos.
No
hará falta decir que este elemento, ni era conde, ni se llamaba Rossi.
Simplemente, era un abogado italiano con
espíritu aventurero, al cual Mussolini quiso quitarse de en medio.
Aparte
de ello, no hay que olvidar que Mussolini tenía puesta la vista en las Baleares
y en más de una ocasión le sugirió a Franco que podría ser el pago de su ayuda
en tropas y armamento. Así que el mencionado “conde”, desde que llegó con sus
refuerzos, se convirtió en dueño y señor de la isla. Se paseaba por las calles
bien a caballo o a bordo de un coche deportivo rojo.
Tras
la retirada de las fuerzas de Bayo comenzó una represión terrible que empezó
por fusilar a todos los supervivientes de la expedición republicana, después
fusilaron a todos los obreros de izquierda que pillaron y hasta a un barbero
mallorquín que les había atendido. Se calculan unas 2.000 víctimas a causa de
estos hechos.
Parece
ser que Rossi creó una unidad llamada los Dragones de la muerte, compuesta por 52
estudiantes falangistas, la mayoría entre los 18 y los 20 años, a los que les
“lavó el cerebro” y les peló al cero. Les impuso una especie de objetivos sobre
fusilamientos diarios.
Esta situación
duró unos 6 meses, hasta que Franco se cansó de él y, temiendo que aumentara la
influencia italiana en las islas, le pidió a Mussolini que lo relevara del
puesto.
Los italianos
dicen que lo repatriaron a causa de las presiones efectuadas por los británicos
al conde Ciano, al objeto de no permitir a los italianos que crearan un
protectorado en las islas.
Volvió a
Italia, pero luego retornó a España para
combatir dentro de las fuerzas italianas en la conquista de Málaga y,
posteriormente, de Cataluña.
Posteriormente,
participó en la II Guerra Mundial, en la zona de Somalia y acabó la guerra
cayendo prisionero de los británicos, los cuales, más adelante, le pusieron en
libertad.
Tras la
guerra, defendió a algunos criminales de guerra. Fue elegido diputado por un
partido neo-fascista y murió en el 62 a causa de una infección tras una
operación de urgencia.
Durante la
guerra, la importancia de las Baleares aumentó, pues fue una de las bases
principales de los nacionales y, desde allí, podían bombardear sin peligro todo
el Levante peninsular, aparte de tener controlado el tráfico de mercantes hacia
esa costa. De hecho, actualmente, se está intentando vaciar de carga un
petrolero hundido frente a Castellón, en esa época, por un submarino italiano.
En fin, como
dijo Bayo en sus memorias: “perdimos las Baleares y perdimos la guerra”.
He llegado de rebote desde la página «guerraenmadrid.blogspot.com».
ResponderEliminarMe parecen escalofriantes todas estas historias (como la de las enfermeras mártires de Somiedo). Aún puedo entender la violencia en un frente de guerra y los muertos como consecuencia directa, pero JAMÁS podré entender el sadismo en estos casos.
Cada día que pasa me siento menos identificado con el género humano y me avergüenza pertenecer a una especie que es capaz de cometer tanta barbaridad.
Como decía Hitler: «Cuanto más conozco a los hombres, más amo a mi perro.» Es triste tener que citar a un loco, pero, al menos en este caso, tenía razón.
El problema de las guerras civiles es que son la culminación de unos odios que llevan mucho tiempo dándose dentro de una sociedad.
EliminarEn el caso de la Guerra Civil española, me da la impresión de que fue la continuación de la lucha entre diferentes fuerzas políticas, pero esta vez usando los medios propios de un Estado.
Supongo que los italianos vinieron a hacer lo mismo que hacían en sus colonias africanas. O sea, asesinar a la gente de los pueblos sometidos para amedrentrar a los demás.
Es muy duro decirlo, pero fue así.
Muchas gracias por su comentario y saludos.